martes, 31 de agosto de 2021

Infidelidad...

   

   Estuve dudando acerca de escribir sobre este tema, pues no sabía cómo enfrentarlo. Me resulta un tanto delicado. El techo no es de concreto, precisamente, sino transparente,😓. Finalmente tomé la decisión y considerando que, a estas alturas, las máscaras están de más creo yo, aquí estamos en la palestra. La necesidad de escribir surgió al leer y conocer de primera mano el dilema que se le presenta a Clara Rosell, una madre y profesional madura, 45 años (jovencísima desde mi perspectiva actual, jajaja) entre su ya rutinario matrimonio de 20 años con dos niños pequeños y una nueva relación, intensa, vivificadora y muyyy atractiva. ¿Cómo volver a vivenciar emociones ya olvidadas en el tiempo y no correr el riesgo de perder a sus hijos?, se pregunta Clara. No es que no quiera perder pan ni pedazo; ella no es así, como no lo son ni lo han sido muchas infieles de este mundo. Lucha contra lo que siente por Héctor pero el contexto no le ayuda precisamente y, a pesar de toda la resistencia moral, maternal y conyugal que levanta como barreras de defensa para contrarrestar el poderoso imán de la atracción sensual y sentimental, termina "quemándose" como polilla en la fogata. Veamos... 

   Días de menta y canela es el nombre de la novela de Carmen Santos (que de santa parece tener poco, como creadora de historias digo yo). "Menta y canela", dos aromas intensos que aluden a ese breve interludio vivido. No sé si en otro contexto puedan inducir al "pecado", salvo que sea el de la gula, Tal vez. En mi caso, me gusta sólo uno de ellos: el aroma-sabor a menta, porque la canela me genera un rechazo surgido de haber sido parte permanente de postres y pasteles consumidos durante la niñez (no había mucha variedad en esos tiempos o, mejor dicho, eran pocas las posibilidades de obtener variedad en nuestro caso, toda vez que habitábamos en zona rural). En el caso de Clara, no alcanzan a "abutagarle" estos aromas y sabores - como a mí uno de ellos- porque sólo los "degustó" durante los tres días que duró su affaire.

   Una aclaración en defensa de ella, no por solidaridad "sororal"( pa' ponerme en onda inclusiva feminista, jajaja -me cargan los fundamentalismos y, paradojalmente, caigo en ello al señalarlo, jajaja), sino por justicia lingüística. Debo corregir y reemplazar el término "affaire" pues no se ajusta a esta situación. Lo que la pareja vive no es una aventura sin compromiso, aprovechando que están juntos y lejos de sus respectivos cónyuges. No, ambos experimentan un sentimiento avasallador, que los desestabiliza y supera y les obliga a elegir. No pretenden una doble vida. Al contrario, Hector está dispuesto a renunciar a su familia, a su empresa y su posición social por ella, pero ... no adelantemos acontecimientos.  

    El argumento presenta a una periodista que volvió a trabajar luego de años en casa criando a sus hijos pequeños. Aún lo son, pero necesita recuperar su vida anterior, ser algo más que madre y esposa y  consigue un trabajo por intercesión de un amigo. Sin embargo, debe validarse ante su jefe. Para ello, propone investigar la vida y muerte, sobre todo esto último, de un anciano emigrante español que fue encontrado fallecido en su vivienda en Düsseldorf luego de dos semanas; vivía solo. Dos detalles que forman parte de la última escena de aquel connacional llaman la atención: la Biblia abierta en determinado salmo y la presencia de una botella de un tradicional licor español. Junto con ello, su único hijo al que ubicaron en España se desentendió del "muertito", rechazando incluso un dinero que le correspondía. El jefe de Clara acepta que investigue para elaborar un reportaje y es allí donde empiezan sus problemas. Los medios con los que dispone son escasos y el hecho sucedió en Alemania, por lo que no pasa día en que no se arrepiente de haber sugerido aquello. Logra ubicar al hijo del anciano emigrante español fallecido, quien es el flamante director de una empresa tecnológica y que no tiene ningún interés en ese padre que los abandonó cuando él tenía  seis años, dejándolos a la deriva con su madre y que en 40 años jamás supo nada de él. Es al conocer personalmente a Héctor Laborda hijo cuando la tranquila y apacible vida sentimental de Clara sufre un vuelco, quedando "prendada" (¡qué  palabra más  antigua!, jajaja) de los verdes ojos de este elegante directivo de empresas, lo que es recíproco, según se entera más adelante (alguna vez les hablaré de otros ojos verdes, reales...)

   Además de los elementos del argumento y de la historia amorosa de los protagonistas, la novela tiene un recurso narrativo interesante. El relato se desarrolla desde la perspectiva de Clara,  pero no de manera lineal en el tiempo y espacio, porque el presente va intercalándose con recuerdos de su niñez cuando con su familia vivieron también una vida de emigrantes en Alemania, precisamente en la ciudad de Düsseldorf, todo lo cual sirve de insumo para entender las relaciones familiares y personales de Clara y sus cercanos. Junto a lo anterior, muestra la compleja realidad vivida por muchos españoles que debieron emigrar de su país en tiempos de postguerra para lograr sobrevivir con su familia.   

   Interesante y controvertido tema éste de la infidelidad. Recién  ayer una amiga, cuando le compartí  sobre lo que iba a escribir, me decía que le pregunte a ella no más,  jajaja. Ahí estuvimos un buen rato conversando sobre el amor y su supervivencia o sobrevivencia más bien. El tiempo deja sus huellas en todo y todos. Los que fuimos ayer enamorados a rabiar, "nosotros, los de antes, ya no somos los mismos" -como dijo el poeta-, hoy hemos cambiado y con nosotros, también han cambiado nuestros sentimientos, prioridades, necesidades y aspiraciones; es decir, ya no amamos tanto al de antes o simplemente hemos dejado de amarlo y sin querer o queriendo estamos en condiciones de volver a enamorarnos como la primera vez o más si cabe, ya sea en libertad de acción o no, pero sí en pleno conocimiento de lo que queremos o podemos arriesgar. Sólo nuestra agudeza, intuición o "chispeza" serán capaces de visualizar si el nuevo otro se lo merece y el tiempo dará razón o no de aquello. Pero ése no es el momento de  pensar en si es "merecedor" de nuestros "quebrantos" (otra palabra antigua y cuasi cebollesca) ni tampoco es relevante pensarlo expost. Lo que fue ya fue. Lo importante, como escribió Machado una vez, es tener  la capacidad de sentir amor aunque duela que no sentir nada: "Aguda espina dorada / quien te pudiera sentir / en el corazón clavada".

   Así que, que cada cual se las arregle con sus infidelidades. No soy quien para aconsejar ni recomendar. Lo que debe quedar claro, eso sí, es que siempre hay consecuencias con las que cargar, para bien o para mal y el arrepentimiento, una vez cometida la falta, no borra el hecho. Además, quien es infiel debe estar preparado/a para sufrir una infidelidad del otro/a y actuar en consecuencia, sin que eso signifique que por ello han quedado en "tablas".

2 comentarios:

  1. Interesante tema. Muy cruzado por la religión y la moral
    😊😊😊😊😊😊😊

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  2. Cierto. En preparación, el otro punto de vista.

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