domingo, 27 de junio de 2021

Mezclas...

   

   Cuando era pequeña -de edad- no me gustaban las mezclas, especialmente en el ámbito de lo alimenticio. Prefería comer los mismos productos pero separados. Me parecía que cada cual perdía  su identidad y sabrosura al entrar en contubernio con otro congénere. Ya pueden ver que tenía cierto espíritu elitista y ario, muy lejos de mi humilde origen cuasirrural. Me pregunto, ¿todo lo rural es humilde? Una fakenews absoluta, si uno lo piensa bien. En ese afán purista, me "cargaba", por ejemplo, comer ensalada de 🍅 con pepino. Consideraba que cada cual perdía su sabor único, además de enfrentarte al gran dilema de si echarle vinagre o limón.  Al tomate no le viene bien el jugo de un cítrico, en tanto el pepino "llora" por él. ¿A quién contentar? E ipso facto surgía la interrogante hamletiana -guardando las distancias, claro-. Cualquiera de ambos que quedara descontento podría complotar contra nuestro estómago. Así que, como en esos tiempos yo era obediente, no me quedaba otra que ingerir esa mezcla espuria, que, primero hacía que mis cachetes (entiéndase 'mejillas') se inflaran más de lo conveniente en el esfuerzo de ir tragando algo que no era muy de mi gusto. Y, para qué estamos con cosas, la ensaladilla aquella era todo un lujo en la zona sureña campesina de los años 60 y poco más, alejada de los avances de la gran capital. Eran los tiempos en que sólo se cultivaba una vez al año y la fruta y verdura frescas las disfrutábamos sólo en el verano, dejando para el invierno las legumbres, las papas, las pastas, las conservas y los deshidratados. Así que era toda una actitud desconsiderada de mi parte ponerle "pegas" a la ensalada mencionada, toda vez que había tantos niños en África que no tenían qué comer en esos días (y también en los actuales)

    Cuando ya fui mayor y pude comprar mis propios 🍅 🍅 🍅  y pepinos, los preparé siempre separados. ¡Nada de andar haciendo de alcahuete en esos terrenos! En la actualidad, siguen sin gustarme juntos. No obstante, hay maridajes que me encantan: los que ofrecen las comidas china y alemana, por ejemplo. O el plátano barraganete frito con queso rallado de cabra y miel, 😋   

   En muchos casos el resultado de las mezclas es feliz. Crean o producen una nueva  realidad, un nuevo objeto, una nueva vida, independiente que esa unión o mixtura sea producto del azar o de la voluntad. A través  de los tiempos, esto de las mezcolanzas no ha sido un tema inocuo. Más de una guerra se produjo por un purismo acendrado, claro que en ámbitos de mayor calibre y peso que en los de una ensalada. La historia nos habla de la Guerra de Secesión o Guerra Civil Estadounidense o la misma Segunda Guerra Mundial, amén de otras serie de conflagraciones en Asia, los Balcanes o en África. La base originaria ha sido la oposición de una de las partes en conflicto de la mezcla racial, que se ha traducido luego en antisemitismo, en esclavitud y/o exterminio incluidos. Personalmente, mi rechazo a las mezclas no llega a ese nivel, aunque también debo señalar que no he estado en la tesitura de probarlo y demostrarlo. 'Otra cosa es con guitarra', dicen.   

   Me vino 'a la cabeza' esto de las mezclas al escuchar por enésima vez mi lista de reproducción musical del mes en el equipo que tengo a mi lado. Estaba disfrutando emocionada de los compases de la composición El vals del Emperador (Kaiserwalzer) de Johann Strauss cuando en mi oído  se produce un chirrido -metafórico se entiende- al reconocer en uno de los tramos el sonido incidental de la serie animada de Tom y Jerry. 

   ¡Me pareció un verdadero sacrilegio! Y a pesar de ello, cada vez que la escucho, consciente o no, la belleza de la composición y la asociación con ambientes palaciegos fastuosos se va al tacho de la basura en el minuto 6, porque, lo quiera o no, por reflejo condicionado, se mezclan en mi mente y en mis asociaciones sinápticas las notas con las figuras de un ratón animado perseguido por un gato malvado que quiere comérselo. ¡Qué situación más prosaica y bárbara -no 'bávara', 😃-! La magia desaparece por momentos y, por suerte, logro recuperarla para apreciar en su justa dimensión la grandiosidad de la fanfarria final. 

   Como pueden ver, esto de las mezclas da para mucho y habrá cosas en las que estaremos de acuerdo o no, pero c'est la vie. Por de pronto, seguiré sin establecer relaciones diplomáticas entre los pepinos y los tomates, en tanto que de cualquier mezcla agridulce hago gustosa de Celestina, 😂. Hasta pronto.

4 comentarios:

  1. Me hizo reir con su nota profe, a mi tampoco me gusta mezclar el tomate con nada que requiera limón, es como botar limón. Claro que no se me habia ocurrido rebelarme hasta ahora, asi que felicidades, ha sembrado la semilla de la sedición en futuros almuerzos.
    Lo de Tom y Jerry, bueno los vi de pequeño y Strauss aun no me decia nada. Hace unos 10 o 15 años aproximadamente comencé a apreciar al compositor, especificamente con el Vals del Emperador. Y algunos años después sin querer queriendo me encontré nuevamente con ese capitulo de Tom y Jerry y lo encontré glorioso. La narración como si fuera un cuento, la aparición oportuna de cada pieza popular de Strauss y finalmente cuando gato y ratón son llamados a la presencia del Emperador y ponen la pieza de fondo, me pareció muy adecuada, muy solemne. En lugar de sentir mancillada la obra sentí realzada la caricatura. De hecho ese capítulo, Johann Mouse ¡Ganó el Oscar al mejor cortometraje animado en 1952!
    Gracias por el texto profe.
    Creo que ahora veré de nuevo el corto.

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    1. Gracias a ti,por contextualizar la serie animada, lo que me permite entender que no fue al azar la elección de la música. Debiera haberlo supuesto: nada es al azar en las buenas obras audiovisuales. Vi al pasar más de una vez el corto cuando Mirella era pequeña pero no recordaba el contexto. De todas formas, me parece una mezcla espuria, jajaja. Saludos cariñosos.

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  2. Hay mezclas que son un error, pero otras que son un HORROR como los tomares con pepino 😄😄😄😄😄😄😄

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  3. Muy cierto. Es uno de mis traumas infantiles,jajaja

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