viernes, 20 de noviembre de 2020

Vida...

  

   Si tuviera que elegir una imagen como epítome de la vida, elegiría cualquiera que muestre lo que sucede en Paseo Independencia y Avda. Brasil en Rancagua, a eso del mediodía de cualquier jornada de lunes a sábado. La vida bulle a borbotones, alegre, ruidosa, pujante, colorida, acelerada, multirracial, multicultural, multi de todo: multisocial, multietárea, multieconómica, multimusical... No resulta inocuo sumergirse en el tráfago de estas cuadras, uno no sale incólume. El ánimo  sube sus niveles a velocidad supersónica (jaja, una palabra que delata mi generación). Es una verdadera inyección de adrenalina, insulina, vitaminas equis, dependiendo de lo que pueda provocarle a uno más  efecto. De pronto, pasa por mi mente una idea loca: me da por imaginarme a la Reina Isabel (de The Crown) caminando con su carrito de feria por este lugar y me da risa. Sería  toda visajes,  gestos, muecas y rubor al máximo; se le "dentraría" la voz (jajaja, tan lejano a su frío, aséptico, indoloro, inodoro e insípido mundo, tan inglés y circunspecto, tan amordazado y contenido). Cuando alguna vez recorrió sus colonias, India, por ejemplo, debe haber ido en medio de una burbuja, para no oler el pueblo, la pobreza, la enfermedad, la desesperanza, miseria y vejez, porque todo aquello ¡claro que huele! y no precisamente a rosas🌹 🌹 🌹.   

    Yo, lejos  de la realeza , aunque viva en un palacio (jajaja) disfruto del gentío (en ocasiones como ésta),  siendo parte de esa masa viva, de distinta edad, complexión, educación, extracción social, raza y otras tantas variables que nos hacen diferentes, pero nuestros objetivos, al andar por esas calles, nos unen y hermanan, llevándonos a mezclarnos y transformarnos en nns. Este camino a la alegría  se inicia con el intenso deleite del aroma a café de grano que inunda mis fosas nasales al pasar por un costado de la plaza e incorporarme al Paseo. ¡Mmmm! ¡Qué ganas me dan de detenerme para degustar este delicioso brebaje, aprovechando la ocasión para averiguar el tipo de café y marca para degustarlo luego, en solitario, en la terraza de palacio. Pero no, otro día haré de este anhelo mi única meta. Cobrará más sentido.    

   Ya llegando a San Martín, la densidad humana aumenta y los ritmos musicales🎶🎶 han ido variando, desde un saxofón 🎷negroide a un violín bohemio, desde una voluptuosa bailarina de zumba a un cantante chilote acompañado de su guitarra 🎸, desde un conjunto entonando zambas argentinas a un intérprete ciego (me niego a expresarlo de forma políticamente correcta por ahora) que  canta rancheras. Para todos los gustos y todos lo hacen bastante bien, independiente de su mucha o poca elegancia.  

   Una vez en San  Martín los olores ganan la delantera al ritmo y a la música.  El olor a humitas calientes se mezcla con el olor de las frutas y las verduras y los rostros blancos se entremezclan con los negros, que tras sus carros con productos han encontrado un nicho mucho más  fructífero que el de los confites. Uno ya no necesita ir a una Feria de Abastos. ¿Para qué? si en Avda.Brasil, con continuidad en calle Santa María, los vendedores de productos agrícolas y frutales se aglomeran a ambos lados de la amplia vereda. De pronto, el olor a empanadas me inunda el olfato casi al llegar a Sta. María, en tanto, en las afueras del Cugat se encuentran los que preparan y venden anticuchos y choripán.  Si no fuera porque me asalta cierto prurito de nobleza sin fundamento, me detendría a degustar alguno de esas exquisiteces.     

 Esta mañana, cerca del mediodía anduve por esos "andurriales"(jajaja) y disfruté la vista, los olores, los ritmos, los gritos, la experiencia completa. Me nutrí de humanidad y de pueblo, porque nunca tan clasista, si total, soy Alvarez-Saldaña no más,  a toda honra en todo caso. 

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