viernes, 6 de noviembre de 2020

Olores...

 

  Hoy desperté con olor a comida extranjera. Una verdadera lata. No es que sea xenófoba, pero no es grato despertar con olor a frituras extrañas. Muy desagradable. Y eso se debe a que los olores se trasladan a través de los ductos de ventilación, que debieran expulsarlos y no atraerlos (parece que están funcionando al "verre").  Deberé cerrar a cal y canto el wc durante las noches, lo que no acostumbro. Hasta el año pasado, el olor a pan tostado y café solía  llegarme a diario y también  despertarme y era muy agradable. Tenía  casi un efecto alucinógeno y despertaba no sólo mi conciencia  sino también  mis sentidos y mi apetito. Pero, en estos meses, mis vecinos de pisos inferiores han cambiado. Son venezolanos y sus costumbres culinarias son diferentes, fanáticos de las frituras, que, en mi caso, evito al máximo. Sé que no es la solución cerrar la puerta, pues en el piso inferior, igualmente se filtran los olores a pesar de que la puerta del otro wc está siempre cerrada. No sé si sellar los ductos será una solución o simplemente deberé acostumbrarme a comer arepas imaginarias. En fin, tendré que estudiar cómo solucionarlo porque uno debe estar grato en su hogar  y no es bueno que el sagrado -o profano- espacio en que uno vive se vea invadido por "agentes" no deseados.  

   Esta situación me ha demostrado en carne propia (en nariz propia, mejor dicho) que los olores que rodean la vida de uno son más relevantes de lo que uno imagina. En más de alguna ocasión, un aroma me ha traído el recuerdo de alguna persona querida, de un momento feliz o de un suceso nefasto. Así es nuestra mente, que archiva y luego asocia, trayendo al presente o a la conciencia algo olvidado. El mejor computador del mundo. El único "detalle" es que no sabe discriminar entre lo grato o ingrato. Le falta ese pequeño ajuste para ser perfecto.  

   En cuanto a preferencias olfativas, debo señalar que me  gustan los aromas cítricos, los frutales (siempre que no caigan en lo empalagoso), los florales...aunque no todos (por ejemplo, el de los crisantemos, sin dobles lecturas). A pesar de ello, tengo una planta desde hace a lo menos cinco años, por su colorido y duración de su floración. 

[Entre paréntesis...   No hace mucho, tenía  un par de plantas de crisantemos, pero una desapareció,  no por arte de magia, sino porque envejeció demasiado y se pudrió.  Así  pasa con las plantas, como con las personas y todo lo vivo. Antes cuidaba cada hoja, cada rama y lamentaba que alguna de ellas se secara. Ahora no. Aprendí que hay que cortar, trasplantar o desechar. Lo que se debilita resta vida a lo fuerte, por tanto, hay que tomar una decisión: seguir con lo débil a costa de lo fuerte o  privilegiar lo que tiene más vida. No es fácil ponerlo en práctica, imagino lo que debe haberles costado a los espartanos, a los nazis, a los nacionalistas españoles y a tantos otros que pusieron aquella máxima en el primer lugar de su tabla de "valores", con la clara diferencia, en el caso de los dos últimos,  que los "débiles" para ellos, no lo eran físicamente, sino intelectualmente (locos), sexualmente (homosexuales), racialmente (judíos) y políticamente.  Aprendí,  decía,  a conservar a mi lado lo que tiene futuro, desechando lo que está "a medio morir saltando". Esto no sólo a nivel de jardines y huertas, sino también a nivel vital. En las relaciones personales, prefiero aplicar la eutanasia, aunque no sé  si lo haría  en el sentido biológico humano.  

   Mientras escribía recordé un libro leído hace mucho tiempo. Lo busqué en mi biblioteca📚aunque sin la seguridad de encontrarlo. Tenía que ver con un jardinero. Encontré  "El jardín  del Amado", una bazofia de autoayuda, ¡puaj! Seguí buscando  y ...¡eureka! ¡Lo encontré! Se llama Desde el jardín del autor polaco Jerzy Kosinski. Lo compré hace casi 39 años (un poco de tiempo). Decidí releerlo. Lo hice en poco más de una hora. ¡Una gran ironía en sus páginas, acerca de lo mal que escuchamos, de lo mucho que acomodamos los mensajes a nuestros intereses, del gusto por buscarle la quinta pata al gato y de tal nivel de desconfianza que creemos ver entre líneas lo que no existe. La sencillez e ignorancia confundida con sabiduría, discreción, inteligencia y astucia. Un interesante relato... Cierro paréntesis]   

    Además de los aromas señalados, hay otros que no son, diríamos, atractivos,  pero no dejan de ser un imán para mis sentidos: el olor de la planta de ruda y  el eucalipto. En cuanto a las verduras, me encanta el olor del cilantro, el perejil y de la planta de ciboulette, aunque ésta última y sus parientes no sean muy recomendables de consumir antes de una cita amorosa. En relación a las frutas, algunas me encanta más olerlas que comerlas y aunque no sea de mi agrado el consumo de alguna, su aroma es un verdadero placer.

    El olor a y a pan tostado, ya lo saben, me fascinan, así como el olor a parrillada en horario de almuerzo o al atardecer. Esta sensualidad aromática debe ser la que me induce a quemar incienso, aunque no de cualquier tipo, sino sólo de algunos, independiente de su significado: chocolate, almendra, coco, pino, lavanda, miel, mandarina, café.  En cambio, hay algunos que no me agradan y me provocan dolor de cabeza, además  de otros olores  que de por sí son desagradables, cuando no caen en la fetidez.

     Mantener la puerta cerrada, paso uno, no funcionó totalmente. Esta noche, paso dos: sellar el ducto de ventilación. Paso tres, mejor no se los cuento...¡Hasta pronto! 

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