lunes, 30 de noviembre de 2020

Regalos ...y regalos...

 
  En el consumismo  en que nos debatimos en la actualidad no es fácil hacer un
🎁, especialmente  si lo que quieres no es que valoren tu capacidad adquisitiva sino tu intención humana -obvio, tu "buena" intención y también tu categoría humana- . No quieres regalar "cualquier" cosa, por salir del paso, pero tampoco quieres transformarte en un Farkas 2.0., deseoso de ser admirado, aunque debas pagar por ello. Menos, demostrar que estás "a la moda" porque adquiriste lo "último" ofrecido por el retail (que, entre paréntesis, siempre es lo más  caro). Y en el caso de los niños, cuya mayoría está lamentablemente acostumbrada a la novedad constante, efímera y desechable, la experiencia deriva en un  verdadero dolor de cabeza.  
   Si vas a regalar algo, lo mejor es ponerte a trabajar ya mismo, porque debes darte a la tarea de conocer, aunque sea en parte, al objeto -sujeto más  bien-
(con las palabras hay que tener mucho cuidado en estos días, en que lo "adecuado", lo "correcto", lo "conveniente" tiene su propio manual, que no es del tal Carreño precisamente, sino el de los políticos, de los periodistas, de los activistas y de los opinólogos) de tu gran o escasa capacidad de regaloneo. Y para conocer, si lo haces con tiempo y tienes algo o bastante de aquél en tu cuenta personal, lograrás  dar con el regalo óptimo, que puede ser de cualquier costo, dependiendo de tus posibilidades y del aspecto conocido que quieras atender. Si no tienes el tiempo necesario, porque te olvidaste (mala cosa), puedes recurrir, si la persona te importa (desagradable es regalar cuando alguien te resulta indiferente), a sus cercanos que te puedan sugerir algo que le guste y así estarás menos distante de lo significativo. Si no tienes alguien de confianza a quién echar mano
 para tu investigación previa, es una pena  pues lo más  probable es que tu regalo pase a formar parte de los cachureos sin importancia que hay en todas las casas 🏡 y se guardan en más de alguna caja o bolsa por si acaso alguna vez pueda servir. Si aquello no te importa, si eres capaz,  a futuro, de  dormir tranquilo y sonreír sin culpa, adelante: compra algo medianamente barato, de tonos pastel, inodoro e insípido,  😁.  
   Cuando tu regalo 🎁  es para una persona querida, cualquier costo es válido, siempre que él -o ella- sepa apreciar lo que le entregaste. Porque no sólo se trata de la ofrenda del objeto en sí mismo, sino también del costo emocional y del tiempo que invertiste en buscar el regalo. Y, sin duda, bastará con una mirada o un gesto de parte del regalado para sentirte recompensado.  No es que uno "no dé puntada sin hilo", sino que es reconfortante saber que el esfuerzo valió la pena. Sé que es un pensamiento  poco cristiano, pero, por favor, no pueden "pedirle peras al olmo", jajaja 😂 😵.  Es cierto que es más meritorio dar sin estar atenta a la recepción, pero eso tiene cierto viso de indiferencia,  diría yo, porque ¡cómo no va a importar saber si le causaste un momento de felicidad y alegría  a un ser querido! Claro que si te das cuenta que no ha sido así, no es ninguna gracia. En dicho caso, no es uno quien debe cuestionarse si se equivocó en el regalo, sino preguntarse si el receptor vale el cariño o no. La mínima lección  que uno debiera sacar de aquello es la necesidad de restringirle la cantidad de afecto, mira que hay miles de desagradecidos en el mundo y merecen no ser tan queridos incondicionalmente.  
    En lo personal, me encanta regalar a los niños
(no a todos, claro), especialmente cuando ya se ha manifestado en ellos la personalidad y uno puede atender a sus gustos e intereses, o ir sembrando como en tierra fértil. Y no me inclino precisamente por los regalos inocuos y sin sentido, sino los intencionados y  con un sentido  de futuro. Es como darle alas a quien quiere pero no puede volar, es como recuperar la propia niñez en la alegría  o curiosidad con que reciben tu mensaje (porque eso es a fin de cuentas, un mensaje). 
 
    Agrego que regalar no sólo tiene que ver con lo regalado, sino también, tan importante como lo anterior, con la forma y el momento elegidos para hacerlo. No es menos trascendente el instante en que se regala ni la forma por la que uno opta. Me gusta el formato de la sorpresa y lo inesperado. Es cuando uno recibe la más genuina respuesta y eso alegra el alma (siempre que sea una reacción positiva, jajaja). Y el instante debe ser atendido con especial cuidado; no debe ser a la rápida. Se debe crear la atmósfera adecuada, para que no sólo lo recibido se atesore, sino también las circunstancias.    
  Recuerdo haber visto lágrimas en los ojos de mi hija en la última Navidad juntas, cuando recibió un calendario de mesa que contenía fotografías suyas de momentos felices para cada mes del año. Sin duda, captó mi mensaje y el tiempo dedicado a preparar su regalo, así como yo disfrutaba de sus pequeños regalos para el día de la Madre, cumpleaños o Navidad, buscados por días hasta que daba con ellos: un adorno personalizado, una caja para inciensos, un baulito para recuerdos, o una tarjeta escrita, dibujada y pintada por ella, cuando niña. Y a propósito de lo mismo, recuerdo lo mucho que nos "devanábamos los sesos" cuando nos abocábamos a la tarea de comprar los regalos para la familia de nuestra parte. 
   En esta relevante y singular acción, la de regalar y regalarnos, es indispensable no exagerar (como en casi todo). La abundancia, en muchas ocasiones, disminuye la valoración. "De lo bueno, poco", expresa sabiamente un dicho. No hay que crear la costumbre o mala costumbre; no hay que reaccionar frente a todos los requerimientos y deseos infantiles, por ejemplo, pues fácilmente se puede caer en la cultura del consumismo y del desecho, estrechamente unidos, que no ayudan a la formación de valores -al contrario-.    
  Los años, como sabemos los más creciditos, van cambiando nuestras prioridades e intereses, nuestros pactos y preferencias, nuestras lealtades y límites, para bien o para mal. Y en el tema desarrollado, asimismo se han producido cambios. Ya no esperamos un auto deportivo
(jaja), un viaje exótico en crucero, una joya exquisita, una cirugía estética, un vestido de lujo. Nada de eso ya es necesario (y nunca debiera haberlo sido). Tampoco una caja de bombones, un juego de loza, una arrocera eléctrica, un tv de 65". ¡Ya no! Ahora es suficiente con un día en la playa o en el campo, una cena romántica (los que pueden), una salida a un espectáculo cultural, una tarde de conversación y caminata, cualquier actividad distinta y entretenida. En estos años "mejores" basta con el regalo del tiempo, del cariño y la preocupación. Los gestos, las palabras y los pequeños detalles son los que enriquecen el alma. Y, por último, si no esperas regalos (que es lo mejor), hazte tus propios regalos: un corte de cabello, un jeans o un vestido veraniego, un libro entretenido, un viaje a alguna localidad costera, un buen vino, un té exquisito o cualquier cosa o momento para disfrutar y degustar. ¡Qué mejor!
   
   

domingo, 29 de noviembre de 2020

Gestos extraordinarios...

   

   Hay gestos  que marcan una vida  ... o varias, de los que sus protagonistas se alegran o arrepienten después  de pasado el momento clave. Son gestos extraordinarios porque surgen en un momento significativo, para bien o para mal, y que probablemente no vuelva a repetirse. En vano uno desea internamente que el tiempo retroceda para tener la oportunidad de hacerlo mejor, pero es inútil, puede que jamás se presente otra ocasión o, tal vez, es preferible que no la haya. Son gestos extraordinarios no porque sean positivos y elogiables necesariamente, sino porque marcan la diferencia. Están fuera de lo habitual, de lo que los demás hicieron o pudieron hacer. Son gestos espontáneos, no resultantes de una reflexión; al contrario, pues el hecho, el instante, no lo permite, no hay tiempo para ello. El estupor, el temor, el horror, el dolor, la alegría inmensa -ojalá  fuera siempre esto- no lo permite.   

  Recuerdo que cuando niña, con casi 6 años, mientras con una mano me sujetaba de la cerca divisoria lateral, que separaba el patio del Retén con un terreno privado, en la otra mano sujetaba mis sandalias blancas. Era el 22 de mayo de 1960 y había comenzado el Terremoto 9,5 grados en el sur de Chile. Mi madre nos había estado "arreglando", a mi hermano y a mí, para ir a la ciudad de La Unión, distante 49 kilómetros de la localidad de Puerto Nuevo donde vivíamos, a visitar a mi hermana mayor, que estaba hospitalizada. Yo debo haberme "zarandeado" de lo lindo, pero no solté mis sandalias, blancas, impolutas, nuevas, que iba a calzar en ese viaje (que finalmente no hicimos: el peligro era evidente y el camino se fracturó  en más  de un sector). Ese gesto fue motivo de burla cariñosa por muchos años, gesto que dista de ser heroico, pero que es una muestra de mis prioridades (😁 😁). Fue un gesto inocuo, del que no hay necesidad de arrepentirse, además  que ha pasado a engrosar el anecdotario familiar.  

   No obstante, hay un gesto del que sí me arrepiento, porque no lo hice, o no lo hice en su totalidad, del que no hay testigos -al menos con vida- y que jamás tendré la posibilidad de completar. No todos estamos preparados ante la muerte, menos cuando es tan terrible e inesperada. En fin... 

  En la crónica y ensayo histórico  llamado Anatomía  de un instante del escritor Javier Cercas, se analiza morosa y magistralmente un instante, clave, crucial, para tres vidas particulares y para toda la vida democrática  -y monárquica-  de España. Es el año 1981, 23 de febrero y en el Congreso español, en pleno centro de la ciudad de Madrid, mientras se estaba sesionando en el hemiciclo del Parlamento, realizando la votación para la investidura de un nuevo jefe de gobierno, ingresa el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, con un arma en la mano, acompañado de otros guardias civiles, que interrumpen por la fuerza de las armas el quehacer legislativo y, además de ordenar que se estén todos quietos, se tiren al suelo, da comienzo a una andanada de disparos. Sólo  tres personas -de entre 400 aprox. en total, entre ellas congresales, admistrativos, periodistas, fotógrafos, técnicos- permanecen sin obedecer, en un acto de absoluta libertad, tal vez el último antes de ser asesinados: Adolfo Suárez (el Presidente de la nación), el capitán general Manuel Gutiérrez Mellado (Vicepresidente) y Santiago  Carrillo (Secretario General del Partido Comunista). Ellos están conscientes de ser los más odiados del país por amplios sectores de distintos intereses políticos, tanto por lo que representan como por su actuación en los últimos años, que han permitido alejarse del sistema franquista y empezar con una abierta, pero inestable democracia.   

  El libro, en sus cinco partes y correspondientes capítulos, analiza en detalle la gestación del frustrado Golpe de Estado, sus intervinientes, los protagonistas del hecho, las razones de su acción, el clima político y económico al interior del país como en el exterior, el acontecimiento en sí y su desarrollo hasta llegar a la resolución de éste, además de sus consecuencias generales, como particulares. El gran sustento de esta 'anatomía' es la grabación de los primeros 34 minutos del secuestro del Congreso (las cámaras siguieron funcionando por ese tiempo), donde es posible dimensionar lo sucedido.    

   En sus 480 páginas,  Cercas realiza un impresionante y acucioso análisis de la realidad personal de cada protagonista y de la realidad política del país, texto que tuvo un reconocimiento generalizado, que no sólo se expresó en opiniones sino en diversos premios, a pesar de los numerosos trabajos anteriores de otros autores. Su lectura me ha llevado a revisar la grabación de la RTVE del hecho y de varios reportajes realizados con motivo de este acontecimiento que, por 17 horas y media, mantuvo en jaque a la recién recuperada democracia española y que afianzó la credibilidad y la confianza en la Monarquía, transformada por su actuación en su mayor garante en ese momento decisivo. 

   No deja de ser curioso pensar, a resultas de lo leído, cómo los "mejores" planes se tuercen por pequeños gestos, dudas, intereses personales, intenciones no expresadas  u ocultas, o, por último, debido a la capacidad de improvisación, tanto de los que los promueven como de los que son "víctimas" de aquellos planes. Es lo que sucedió en dicha ocasión y que salvó a los españoles de una nueva dictadura o de una democracia férreamente "vigilada".   

  Alguien podrá  pensar, con justa razón,  por qué me apasiona tanto la historia e intrahistoria de otro país, por qué no me intereso por el propio. Sí me he interesado, pero, la verdad, no lo suficiente.  Tal vez sea una actitud habitual, que hace que nos entusiasme más lo ajeno, que lo propio (😆). Es probable que en lo cercano uno no pueda dejar de cuestionar su propio quehacer y también es posible que no salga demasiado bien parado de ese cuestionamiento.

 Es lo que debieron plantearse los congresales españoles y demás, que obedecieron sin chistar a los golpistas y estuvieron tirados en el piso hasta que les dieron permiso para levantarse; es también  lo que debieron cuestionarse los medios de comunicación escritos, a excepción de "El País" y otro medio menor, que permanecieron silentes frente a lo que acontecía; o los partidos políticos y las instituciones, que no dijeron  "esta es boca es mía", y cuyos dirigentes y bases se fueron a dormir como cualquier noche,  casi como espectadores ajenos a la magnitud de lo que estaba aconteciendo. Sin duda, hay atenuantes: la dura experiencia de la historia reciente, el apego a la vida, a la familia, al status o, al contrario, la anuencia silenciosa de la acción iniciada, posteriormente reprobada nacional e internacionalmente.  

   A pesar de la distancia temporal y espacial que nos separa de este instante histórico, no  pude dejar de notar la cercanía de algunas situaciones que se dieron en la gestación del 23 F español con algunas de nuestra realidad actual, lo que no deja de preocupar y preocuparme, pero de lo que no puedo "ocuparme" (como dicen los preciosistas lingüísticos que abundan en estos tiempos), pues mi rango de acción y relevancia social y política es nula..o casi. Los ciudadanos "de a pie" de nuestro país es poco lo que podemos hacer o influir en los hechos, toda vez que, en mi caso particular, no soy partidaria de participar en manifestaciones masivas, menos si pretenden ser de presión o de fuerza, derivando fácilmente a la violencia verbal o física. Prefiero y practico los canales legales y constitucionales. Lástima que en la actualidad ya esta forma de actuar pareciera estar sufriendo de obsolescencia.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Crisis...

  

  ¡El mundo está  en crisis! dicen los agoreros, los visionarios, los fanáticos religiosos, los analistas internacionales. Y yo me pregunto: ¿está en crisis realmente? ¿O lo estuvo? ¿Lo estará? Esta expresión tan cliché, tan manida y recurrida que ya pierde sentido (como aquella otra de los que ven "la luz al final del túnel"), no es nueva, no es la primera vez que se dice  ni será la última. Desde tiempos inmemoriales que el mundo ha estado en crisis, por el hambre, por los desastres naturales, por la guerra, las conquistas, las invasiones, las pestes, y lo sigue y seguirá estando... por las mismas razones. Los tiempos de tranquilidad, equilibrio y permanencia son los menos y breves. La diferencia estriba en que antes, no teníamos cabal ni oportuno conocimiento de aquello. Sin embargo, también sabemos que la ignorancia no elimina los problemas, simplemente no los hace conscientes, pero siguen existiendo, desarrollándose y causando efectos desastrosos.  

   No hace tantos años, el fantasma de la Tercera Guerra Mundial fue el "viejo del saco" de los líderes y políticos del mundo antes de la globalización. Llegada ésta -la globalización- pareciera que el mundo habitado y el planeta entero respiraron tranquilos. Ahora -deben haberse dicho- la calma, la paz, el entusiasmo por esta nueva realidad, sin fronteras físicas, políticas, raciales ni espaciales, será la solución a las nuestras diferencias. ¡Al fin daremos el salto cuantitativo al desarrollo humano! Es cierto, todo se fue acercando, haciéndose instantáneo, el tiempo pareció estar vencido, la espera ya casi quedó olvidada. Al inicio, quienes no pudieron comunicarse con todos los que hubieran querido pues el idioma distinto era la gran barrera, una vez ésta se allanó, merced a los traductores incorporados, cumplieron  su sueño de viajar a cualquier parte del mundo merced a la fibra óptica. Internet fue el nuevo dios, las redes sociales, sus sacerdotisas. Al fin, parecía que Damocles quedaba cesante y olvidado. Todos estábamos inmersos aprendiendo y experimentando la gran novedad y las ventajas de la nueva era: la de las Comunicaciones,  la de la Tecnología.    

   Se alejó la amenaza de la Guerra Fría, pero comenzó otra guerra, la del conocimiento, incruenta felizmente. Ya no estábamos a días o semanas de una comunicación... desfasada. Ahora, la simultaneidad del diálogo, de la noticia, del acontecimiento ocurrido en otro rincón del mundo, permitía la reacción también inmediata y eso, sin duda, marcaba una diferencia. Y no sólo aquello, sino además la expansión geográfica de cualquier información. No solamente llegaba al instante sino que a cualquier lugar al mismo tiempo. Los pequeños de ayer, hoy jóvenes y adultos, ya no se asombraban por lo alcanzado. Nacieron y crecieron al mismo tiempo que estos avances Los consideran un derecho y un componente de su quehacer cotidiano. Esta gran ventaja, sin embargo, se ha ido conformando en un caldo de cultivo para el surgimiento de reacciones inmediatas, sin el necesario procesamiento, que morigera la intensidad, la pasión y la ...violencia.     

   Y es así  como,  la inmediatez comunicativa, tan necesaria en ámbitos familiares y amistosos, se ha transformado en un verdadero boomerang en otros planos, como en el político, social, religioso o económico. Cada día surgen héroes mediáticos rápidamente desechados y reemplazados por otros; personalidades y autoridades están a la vista del escrutinio público permanente; las organizaciones de cualquier tipo se han visto beneficiadas grandemente por el acceso (ya no están  entre cuatro paredes y con un mínimo de seguidores -los hay para todo-), mientras otras caen estrepitosamente; los astutos y sinvergüenzas también han encontrado un nicho para el engaño y la estafa; todo se ha ido mezclando y ya no resulta fácil distinguir la verdad de la mentira, lo importante de lo prescindible e irrelevante. La gran ventaja, ¡el gran salto cualitativo hacia el desarrollo y el progreso!, pareciera tener sólo el vacío frente suyo. ¿Tremendismo, exageración?  Veamos.   

   Desde hace décadas hay guerras en distintas partes del mundo, algunas son civiles, otras separatistas, invasivas también. Los desastres naturales siguen su curso: terremotos, erupciones, huracanes o tifones, inundaciones, sequías, acompañados de otros desastres, los provocados por el hombre: incendios, pobreza extrema (la guerra ya la mencioné), emigración y desplazamiento, esclavitud, abusos de todo tipo, corrupción a gran escala, más los flagelos de la droga y la delincuencia. La verdad, a veces uno se pregunta cómo es posible disfrutar retazos, más o menos grandes y duraderos, de felicidad en medio de este mundo, que poco tiene de feliz. 

  Y, para rematar, la guinda de la tarta o torta: siguen surgiendo, en uno y otro lado, como callampas después de la lluvia, los movimientos sociales medianamente pacíficos o abiertamente violentos, de todo tipo, en prácticamente todas las naciones del mundo. El cansancio frente al abuso, la carencia total o escasa de oportunidades y la corrupción de los líderes e instituciones parecieran ser las principales causas en todo el mundo. El control de los impulsos y de las reacciones, especialmente en grupo, ya no es fácil de lograr.

 Fuenteovejuna se ha cansado y junto a ese grupo de ciudadanos abusados y hastiados de aceptar, se ha unido una no despreciable cantidad de personas oportunistas, aprovechadoras, con objetivos personales y egoístas que a río revuelto pescan como verdaderas factorías chinas itinerantes. Cualquier hecho particular se extrema, se viraliza, se transforma en materia prima para la acción masiva, en tanto, hay otros acontecimientos punibles y horrorosos que no se atienden, porque hay grupos interesados en "invisibilizarlos".  

   Las ciudades  derivan a ratos en campos de batalla, donde el que desea vivir en paz está inerme. Sin ir más lejos, pareciera ser que cada país va tomando el testigo del vecino, especialmente en nuestro continente. Las restricciones de la pandemia han exacerbado los ánimos y hay tierra fértil para cualquier colectivo o grupo informe. Ayer, Haití, Venezuela, Chile, Bolivia, Colombia, Argentina, Brasil, Nicaragua, hoy Perú, Guatemala, Estados Unidos; en muchas ocasiones, México. Hay otros de los que no sabemos o que están en proceso de incubación. En el resto del mundo, la lista es larga. En todas partes se cuecen habas, frijoles o algún tipo de leguminosa.  En cambio, pareciera ser que en los países escandinavos está  todo más tranquilo. ¿Será  el frío el que condiciona su reacción? ¿O será que han encontrado la clave para una convivencia pacífica? 

   Para nuestra tranquilidad, debemos tener claro que las crisis son parte de la naturaleza humana, tanto como individuo como componente de una sociedad. Sin crisis no hay avance; al contrario, hay status quo y estancamiento. Así que habrá que resignarse y tratar de mantener la  cabeza fuera del agua💧. Lástima que no todos sabemos flotar.   

viernes, 20 de noviembre de 2020

Vida...

  

   Si tuviera que elegir una imagen como epítome de la vida, elegiría cualquiera que muestre lo que sucede en Paseo Independencia y Avda. Brasil en Rancagua, a eso del mediodía de cualquier jornada de lunes a sábado. La vida bulle a borbotones, alegre, ruidosa, pujante, colorida, acelerada, multirracial, multicultural, multi de todo: multisocial, multietárea, multieconómica, multimusical... No resulta inocuo sumergirse en el tráfago de estas cuadras, uno no sale incólume. El ánimo  sube sus niveles a velocidad supersónica (jaja, una palabra que delata mi generación). Es una verdadera inyección de adrenalina, insulina, vitaminas equis, dependiendo de lo que pueda provocarle a uno más  efecto. De pronto, pasa por mi mente una idea loca: me da por imaginarme a la Reina Isabel (de The Crown) caminando con su carrito de feria por este lugar y me da risa. Sería  toda visajes,  gestos, muecas y rubor al máximo; se le "dentraría" la voz (jajaja, tan lejano a su frío, aséptico, indoloro, inodoro e insípido mundo, tan inglés y circunspecto, tan amordazado y contenido). Cuando alguna vez recorrió sus colonias, India, por ejemplo, debe haber ido en medio de una burbuja, para no oler el pueblo, la pobreza, la enfermedad, la desesperanza, miseria y vejez, porque todo aquello ¡claro que huele! y no precisamente a rosas🌹 🌹 🌹.   

    Yo, lejos  de la realeza , aunque viva en un palacio (jajaja) disfruto del gentío (en ocasiones como ésta),  siendo parte de esa masa viva, de distinta edad, complexión, educación, extracción social, raza y otras tantas variables que nos hacen diferentes, pero nuestros objetivos, al andar por esas calles, nos unen y hermanan, llevándonos a mezclarnos y transformarnos en nns. Este camino a la alegría  se inicia con el intenso deleite del aroma a café de grano que inunda mis fosas nasales al pasar por un costado de la plaza e incorporarme al Paseo. ¡Mmmm! ¡Qué ganas me dan de detenerme para degustar este delicioso brebaje, aprovechando la ocasión para averiguar el tipo de café y marca para degustarlo luego, en solitario, en la terraza de palacio. Pero no, otro día haré de este anhelo mi única meta. Cobrará más sentido.    

   Ya llegando a San Martín, la densidad humana aumenta y los ritmos musicales🎶🎶 han ido variando, desde un saxofón 🎷negroide a un violín bohemio, desde una voluptuosa bailarina de zumba a un cantante chilote acompañado de su guitarra 🎸, desde un conjunto entonando zambas argentinas a un intérprete ciego (me niego a expresarlo de forma políticamente correcta por ahora) que  canta rancheras. Para todos los gustos y todos lo hacen bastante bien, independiente de su mucha o poca elegancia.  

   Una vez en San  Martín los olores ganan la delantera al ritmo y a la música.  El olor a humitas calientes se mezcla con el olor de las frutas y las verduras y los rostros blancos se entremezclan con los negros, que tras sus carros con productos han encontrado un nicho mucho más  fructífero que el de los confites. Uno ya no necesita ir a una Feria de Abastos. ¿Para qué? si en Avda.Brasil, con continuidad en calle Santa María, los vendedores de productos agrícolas y frutales se aglomeran a ambos lados de la amplia vereda. De pronto, el olor a empanadas me inunda el olfato casi al llegar a Sta. María, en tanto, en las afueras del Cugat se encuentran los que preparan y venden anticuchos y choripán.  Si no fuera porque me asalta cierto prurito de nobleza sin fundamento, me detendría a degustar alguno de esas exquisiteces.     

 Esta mañana, cerca del mediodía anduve por esos "andurriales"(jajaja) y disfruté la vista, los olores, los ritmos, los gritos, la experiencia completa. Me nutrí de humanidad y de pueblo, porque nunca tan clasista, si total, soy Alvarez-Saldaña no más,  a toda honra en todo caso. 

martes, 17 de noviembre de 2020

La verdad...

 

  La verdad os hará libres tiene por título una novela leída en estos días, la  ópera prima del escritor catalán Blas Ruiz Grau. El  texto me recordó  a los thrillers de Dan Brown, sólo que en esta ocasión, los hechos ocurren en tierra española. De acción rápida e interesante, tocando un tema que por muchos años y siglos ha estado cubierto de un manto de misterio: la Orden de los Templarios. Y claro, como en España hay vestigios de esta orden guerrera y a la vez religiosa, el terreno es fértil  para el "cultivo" de tramas de este tipo. 

    Aparte de la tremenda verdad que pretende "desvelar" esta historia (nada menos que..., no, mejor dejo a los interesados que la descubran), tan "tremenda" que significaría un cisma religioso y la certeza de la mayor puesta en escena en más de dos mil años de existencia, no me queda claro si una "verdad" como ésa pueda hacernos libres. A mí,  claro que no,  aunque no me dejaría indiferente; condenaría al Infierno más calcinante a los ideólogos de la "broma", aun sin creer en infiernos y demases. ¡Es que no tendrían perdón de nadie, ni siquiera de Dios!

    No es fácil, a veces, elegir entre la verdad y la mentira. No para mí, aunque signifique echar abajo todo un castillo con las posesiones adyacentes. A pesar de que el sufrimiento y la decepción me impongan la desconfianza como única vara para medir los afectos y las relaciones de allí en adelante, preferiría la verdad, privilegiaría vivir en Sión en lugar de la Matrix, independiente de las "ventajas" de esta última. Pero, no estoy segura si yo estaría dispuesta a provocar dolor en un ser querido al quitar el velo del engaño al que ese ser ha sido sometido. Esto lo sé porque ya lo he practicado, no con una verdad propia sino con una ajena pero cercana. 

   ¿Me puede hacer libre una verdad? Tal vez, porque elimino los hilos o la trama del engaño; porque desde esa verdad puedo construir sobre cimientos reales; o, porque, en último término, yo decido qué hacer con esa verdad, si la acepto o rechazo. Tal vez. Lean la novela, tiene su punto interesante, además de un suspenso bien logrado. 

   Otra verdad: ésta existe independiente uno la conozca o no,  uno la acepte o no. En nuestro mundo occidental estamos lejos físicamente de realidades bastante diferentes a las que nos rodean. Eso no quita que desaparezcan. Hay guerra, hay hambruna, hay enfermedades, hay pobreza extrema; en fin, hay flagelos sociales que ya creemos superados. Sin embargo no es así. En la actualidad estamos más conscientes de aquello, pero no más sensibles. De pronto me impresiona la gente que se desvive por el bienestar de los animales (discúlpenme los amantes de ellos y los mismos), gente que sufre y que lucha por ellos (me refiero  a activistas de distintas causas) y en cambio no es tan sensible al maltrato y asesinato masivos de seres humanos. Claro, estamos muy lejos, vemos aquello, no lo vivimos, no nos impacta como para hacernos actuar (me incluyo) 

  En India (como en otros países de Asia y África) existe la esclavitud infantil, pequeños que son mano de obra esclava para la elaboración de productos que salen al mercado occidental a precios altamente competitivos. Niños que son comprados a sus padres por unos cuantos dólares u otra moneda para transformarse en obreros, literalmente a pan y agua. ¡Cuántos  otros no serán comprados para tareas tanto o más reprobables que aquéllas! Y las leyes, el sistema -la Matrix- permite todo aquel horror. En La música del vientoJordi Sierra nos habla de aquello. De un niño, Iqbal, que escondía notas de petición de socorro en los bordes de las alfombras vendidas a turistas en una fábrica de la India, y  que remecieron a sus descubridores y movilizan al protagonista a ir hasta allá a rescatarlo. Bonita y triste historia. 

  En Llamando a las puertas del cielo, del mismo autor catalán, Silvia, una bella y adinerada joven estudiante de medicina, viaja en sus vacaciones de verano en calidad de Cooperante, a un Hospital Rural cercano a Bombay, que funciona bajo el auspicio de una ONG. El contacto con la pobreza, la indefensión, la precaria salud y la muerte la hacen madurar en un par de meses y la llevan a tomar decisiones trascendentales para su futuro. Hay dolor, hay pobreza, hay tradiciones incomprensibles, pero al mismo tiempo hay amor y humanidad, aunque la realidad golpee y haga tambalear nuestras escalas de  valores. Vale la pena darse una baño de humildad de vez en cuando.   

   La memoria de los seres perdidos es otra historia de Jordi Sierra (prolífico escritor). Un tema más cercano a nosotros en lo histórico, geográfico y político. Estela es una bella joven catalana nacida en Argentina hace 19 años. Su vida no puede ser más perfecta. Su novio ha sido recibido y "aprobado" por sus padres, están  muy enamorados y todo les sonríe, hasta que una presencia incómoda comienza a inquietarla. Se trata de una mujer que aparece en distintas partes, que la observa y, finalmente, la aborda para develarle una verdad (¡otra!) que arrasa absolutamente con la estabilidad de su mundo. No es fácil, es doloroso, supone cambiar los ejes de su existencia, aceptar y asumir aquella verdad, pero lo hace. Las evidencias son indesmentibles: ella y su hermana son parte de los numerosos casos de niños "desaparecidos" y secuestrados a prisioneros políticos durante la dictadura militar argentina. Su abuela había sido una de las participantes en las manifestaciones de la Plaza de Mayo.    

   Por último, comparto la lectura de  La velocidad de la luz, de Javier Cercas, también catalán. Estilo  más  complejo, más intenso, interior, en primera persona. El narrador recuerda un amigo, a quien conociera hace 17 años, cuando estuvo trabajando en una universidad estadounidense y que marcó ese tiempo vivido con su personalidad difícil, huraña e inabordable. Había sido combatiente en la Guerra de Vietnam. Desaparece un día  sin saber su destino, por lo que no pudo despedirse de él una vez regresa  a Barcelona. Han pasado los años, los sueños juveniles se han cumplido más allá de lo esperado. Su última novela ha tenido un éxito imprevisto y se ve envuelto en sus cantos de sirena. La culpa lo lleva a volver al medio oeste norteamericano, pero llega demasiado tarde. Rodney ha puesto fin a su propia culpa en los horrores de la guerra, quitándose la vida. Al narrador, ahora le corresponde escribir la historia de su amigo y recuperarse para la vida. 

   Este narrador es otro ser humano que tiene a la verdad como una especie de némesis. Y no sólo sucede en esta texto, sino en varios -o tal vez en todos- los que he leído  de Javier Cercas. Sus narradores no se tratan bien, no son autocomplacientes llegada la hora de mirarse al espejo, lo que no puede decirse de uno mismo, expertos en hacerle el quite a la verdad mientras podamos. 

jueves, 12 de noviembre de 2020

Arrakis...

     Pasó mucho tiempo, tal vez un año o más, en que estuve luchando con mi memoria para recordar el nombre de un planeta y de la sustancia preciosa y adictiva que se extraerá miles de años hacia el futuro, siglo CII -año 10191- en que los humanos descendientes habitarán numerosos planetas, en diversos rincones del Universo Conocido. La lucha por el poder será brutal; los medios con los que se contará, extraordinarios y variados; las alianzas, públicas y secretas, numerosas. Todo vale y valdrá a la hora de estar en la cima.   

   Como se ve, nada cambiará, al parecer. El territorio será increíblemente más vasto, pero las apetencias, similares.  Las consecuencias, múltiples. Nuestro presente será Prehistoria.
La Tierra, nuestra Tierra, ya no será el hermoso planeta verde-azulado -un punto azul pálido, como lo describiera Carl Sagan-. Es café, en sus distintas  tonalidades.  Ahora se llama Arrakis, DunePlaneta del Desierto. Su superficie la cubren enormes dunas donde habitan gusanos gigantescos, en cuyo proceso vital producen una sustancia geriátrica y adictiva llamada melange. Es la gran riqueza del Universo Conocido, por la que las Casas (dinastías  poderosas) están dispuestas a ir a la guerra total.  Allí, a orillas de ese infierno fascinante, vive la tribu de los Fremen ('hombres libres'), para quienes cada gota de agua, sudor, orina o sangre, es "metal precioso".  

 [Abro paréntesis... Leí la extensa y extraordinaria Saga DUNE de Frank Herbert e hijo hace 4 años. Amplió mis horizontes y me tuvo inmersa en sus páginas durante dos meses. Hoy releí parte de su volumen inicial (de 11) y volví a sentir admiración  ante tan fascinante proyección  futurista. Cierro paréntesis]. 

   Viajé a Arrakis o Dune sin darme cuenta. Estaba mirando la película-documental "Los secretos  de la tumba de Saqqara" cuando recordé  las dunas de Arrakis. Cómo no hacerlo, luego de ver a esos grupos de excavadores en el desierto egipcio, en la Necrópolis de la ciudad de Menfis, a sólo  30 kms. de El Cairo. ¡Hermosa Pirámide Escalonada la de Zoser!, cercana al lugar de excavación que presenta el documental. ¡Qué difícil y sacrificada tarea la que realizan esos hombres! Y tan insegura, dependiente de los hallazgos y del dinero estatal para financiar las excavaciones y para mantener su vida y la de sus familias.    

  Habiendo estado en algunas ciudades y lugares de ese antiquísimo país, las imágenes también me trajeron recuerdos de mi estadía, referidos especialmente al idioma, al paisaje natural y al humano, tan característico de ese sector del mundo, por el tipo de clima, la raza, las costumbres y creencias religiosas. Se nota el orgullo y la emoción  profunda del descubrimiento, el respeto a cada resto humano, la admiración  ante la belleza de los hallazgos.  Todo ello se nos transmite a través  de los gestos y las miradas,  además de las palabras. Es extraordinaria  la belleza de la Tumba de este sacerdote, Wahtye y su familia,  generosa  en estatuas, jeroglíficos y representación de escenas familiares y cotidianas, todo muy colorido. Algo tan magnífico, aunque en mayor escala, se observa en las Tumbas de los Faraones en el Valle de los Reyes, en la Antigua Tebas, hoy Luxor.   

    En Arrakis se logró revertir la situación climatológica gracias al trabajo visionario -y de hormiga- de un planetólogo,  líder de los Fremen (eso en la ficción). En la realidad, Israel ha trabajado mucho y con gran éxito para quitarle territorio al desierto volviéndolo cultivable, así como otros países de Oriente Medio. También en Chile y Perú se está  trabajando en aquello. Sin embargo, además  de ser un proceso costoso, es lento y no siempre se le da la prioridad necesaria en cada país. Y, a nivel individual, vivimos con anteojeras. Gastamos más agua de la necesaria, tampoco reciclamos, haciéndolo todo sin tomar conciencia de que la cantidad de agua de la que disponemos es cada vez menor. Hacia el año 2050 se prevé que 4 de 10 personas sufrirán de escasez hídrica. Casi como las polillas, nos acercamos peligrosamente a nuestra extinción. Pareciera que cada uno hiciera  de la expresión  de rey Luis XV, "Después de mí, el diluvio", su propio lema de vida. Claro que no será un diluvio, literalmente hablando, lo que caerá sobre las cabezas de nuestros descendientes, sino una montaña de arena con su consiguiente reloj -de arena-, el que irá  marcando,  grano a grano, el cambio absoluto de vida en la Tierra. No digo "término" para no parecer tremendista y porque la vida busca, por cualquier resquicio, seguir existiendo. 

   ¡Arrakis o Dune, que tu existencia siga siendo producto de un gran creador de ficción! 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Piedras...

   

    Hay empresas que parecen imposibles y, seguramente  por ello, se transforman en verdaderos desafíos y metas de visionarios, osados, valerosos y profundamente creyentes seres humanos ('creyentes' en el sentido de imbuidos de confianza y fe en su propósito, que no necesariamente es cristiano). Esos seres visionarios, jefes de tribus, líderes guerreros, hechiceros o sacerdotes, alquimistas, científicos, santones, dotados de una inteligencia, percepción y visión global extraordinarias, fueron los artífices fundamentales en el logro de lo imposible. No les bastó con tener cubiertas sus necesidades básicas, no fue suficiente con cumplir con lo que se esperaba de ellos, quisieron ir más allá y aunque no conozcamos sus rostros, sus nombres y otras características personales, su legado ha llegado a nuestros días, a pesar de siglos y milenios transcurridos. Son las obras de los grandes arquitectos y constructores desde la Prehistoria en adelante. Su fuerza, la fe;  su herramienta, la inteligencia; su materia, la piedra.  

   Terminé de leer la apasionante novela Stonehenge (stone=piedra; henge=círculo) del británico Bernard Cronwell. En sus 528 páginas  el autor nos traslada a 2000 años a.C. (que tal vez pudieran ser más años de acuerdo  a los estudios y teorías) en el asentamiento  de Ratharryn, desarrollando una trama que da cuenta de la génesis y ejecución de la construcción de uno de los templos neolíticos más extraordinarios que han llegado hasta nuestros días. Sobre la base de algunos hallazgos arqueológicos realizados en el mismo lugar y en las cercanías surge el argumento que pretende explicar, a través de la ficción literaria pero con base en la historia, geografía y antropología, el origen y propósito del templo de Stonehenge. Tres hijos, uno guerrero, otro, hechicero y el menor, constructor, son los que sustentan la historia y la explican. Los detalles argumentales los dejo para los interesados; mi objetivo es más  global.

   Mientras avanzaba en la lectura, los anhelos e inquietudes de Saban por avanzar en su trabajo, por solucionar algún problema constructivo casi imposible, por responder a las exigencias de su líder y hermano en levantar y terminar el templo y darle al mismo tiempo belleza y misticismo, me recordaron otras obras, de autores distintos, pero que imbuyen la misma pasión y "fiebre" creadora en sus personajes. Me refiero a Ildefonso Falcones en La Catedral del Mar y Ken Follet en Los Pilares de la tierra, en las cuales los protagonistas participan o son ejecutores de la construcción de catedrales medievales, tareas a las cuales entregan toda su creatividad, su fuerza y su vida.

  Llegar hasta allá -a Stonehenge-  es uno de mis sueños (toco madera, toc toc toc), lo que no creo tan imposible, pues varios de ellos he podido ir cumpliendo, relacionados con estas creaciones humanas que a veces tienen algo de mágicas, especialmente cuando en su concepción estaba presente la necesidad de establecer un vínculo con fuerzas de la naturaleza, con seres superiores o con la muerte. En otras ocasiones, la meta ha sido, seguramente, reafirmarse ante sus congéneres, dejando patente la relación especial con poderes sobrenaturales. Probablemente los que sólo se interesan en el presente y futuro puedan mirar "por encima del hombro" los restos arqueológicos de cualquier civilización, pero, hay otras personas, entendidas y aficionadas, a quienes unas "simples" piedras o ruinas nos hablan.    

    No es postura ni exageración hablar de la emoción que me ha invadido cuando he estado en contacto cercano o de piel-piedra con lo poco o mucho que se conserva y preserva de lo que nuestros antepasados crearon y construyeron hace milenios o siglos. Lo viví en nuestro propio país (la caridad debe empezar por casa) cuando estuve en Rapa Nui y pude observar  y estar cerca de los maravillosos Moais (con una datación entre los años 700 al 1600 d.C.), conocidos y admirados  en el mundo entero, símbolos de las creencias ancestrales del pueblo polinésico allí asentado, chileno por secretaría. Chilenos propiamente tales podrían considerarse los sitios donde se conservan restos arqueológicos de pucarás del período incaico, los que no tienen una data mayor de 600 años, aunque habría que dejar fuera del catastro los existentes en las primeras regiones antes de la Guerra del Pacífico pues no era territorio de nacionalidad chilena. Nuestros ancestros y sus construcciones pétreas son bastante "recientes" al lado de los miles de antigüedad de los encontrados en el viejo continente.    

   No obstante, antes de trasladarnos a África y Europa, no podemos dejar de mencionar la riqueza pétrea de las culturas precolombinas en el resto de nuestro continente. En la ciudad misma del Cusco, los restos del antiguo templo inca Qorikancha, sobre los cuales se construyó un templo católico. A pesar de ello, se puede apreciar el manejo de la piedra en construcciones de mediados del siglo XV como la mencionada. En los alrededores del Cusco, hay varios sitios arqueológicos que hacen de la piedra su material principal: la fortaleza ceremonial Saqsaywaman (con muros megalíticos), Tambomachay (dedicado al culto del agua y al descanso, con acueductos, canales y cascadas), Puka Pukara ('fortaleza roja') y otros. En tanto, en Ollantaytambo se encuentra una ciudad inca y un fuerte, en la falda de un cerro, con un templo dedicado al Sol de proporciones líticas extraordinarias. Y la máxima atracción pétrea precolombina del Perú es la ciudadela Machu Picchu, bella desde donde se le mire, cuyas piedras "hablan por la boca muerta" de sus constructores.  

    En Bolivia, Tiahuanaco o Tiwanaku es la ciudad de la cultura del mismo nombre, una de las más antiguas del continente, cuya existencia se ubica entre los 1500 a.C. al 1000 d.C. La ciudad propiamente tal se construyó hacia el año 400 a.C., por lo que parte de ella (lo que no ha sido reconstruido) tiene una antigüedad de nada menos que 2400 años aproximadamente. La piedra fue también su material constructivo, en cuya ejecución se ha descubierto un extraordinario conocimiento astronómico, como sucede en templos de las culturas mayas y aztecas, que aún no he visitado.   

 Lo más antiguo conocido personalmente en el tema de construcciones megalíticas humanas, son un par de Dólmenes en la ciudad de Antequera, provincia de Málaga, España, a comienzos de este año. Son monumentos que datan del Período Neolítico y que cumplían la función de necrópolis. Ingresar al interior de ellos, independiente del tamaño y sencillez, es sobrecogedor.  Uno se encuentra nada menos que en el mismo lugar que estuvieron, hace miles de años, 3700 a 3500 a.C., seres humanos primitivos en el tiempo, pero sabios en dejar huella para la posteridad, gente que con el mínimo  de tecnología supo realizar una tarea de gigantes. El propósito les dio las armas. Los ortostatos utilizados (piedras laterales), de gran tamaño y peso (de toneladas) cumplieron con creces su función de protección más allá de la muerte. Tanto el Dolmen de Menga como el de Viera, con la sencillez de la construcción de monumentos de su tiempo, impresionan más allá de lo imaginable, transmitiendo a través de los milenios y siglos, su esperanza en la fuerza y el poder de los astros y la naturaleza, el miedo ante lo indescifrable y enigmático de la vida y de la muerte, además de los ecos de sus voces, cánticos, expresiones de dolor y ruegos. Algo que nosotros hemos perdido entre tanta tecnología y "progreso". 

   A fines del año pasado llegué  hasta la única de las siete maravillas del mundo antiguo que continúa en pie: la Gran Pirámide o Pirámide  de Keóps que, junto a las de Kefren y Micerino son los monumentos más destacados de Egipto. Y no es para menos. Sentada a los pies de ella, observando y tocando alguno de sus bloques, no es difícil dimensionar el inmenso trabajo que implicó tan gigantesca obra. Su edad, 4500 años aproximadamente, con una diferencia de 30 años con sus compañeras (2570, 2540 y 2510 a.C. son las fechas de construcción estimadas); su altura, 146 metros, su ancho, 230, transforman con justa razón a la Pirámide de Keops en una maravilla. No son las únicas, hay varias más, pero éstas son las mejor conservadas a pesar de sus milenios de vida. Gracias a ellas no han desaparecido los nombres de sus autores, así que, al menos, en ese sentido cumplieron con su propósito. De ese mismo tiempo, data la famosa y gigantesca estatua, la Gran Esfinge (de 20 m. de altura), símbolo de la fuerza y de la sabiduría de los reyes.

   Pero no sólo estos monumentos son los destacados y milenarios de la antigua civilización egipcia. Con miles de años también cuentan los Templos de Karnak y de Luxor, las Necrópolis reales del  Valle de los Reyes (con tumbas de 63  reyes y faraones), el Valle de las Reinas (más de 80 tumbas), el Templo de Hatshepsut, los Colosos de Memnón; el Templo de Edfu; el Templo de Kom Ombo, mientras en  Aswan se encuentra el extraordinario Templo de Abu Simbel y el Templo de  Nefertari. Todos estos monumentos, más elaborados y exquisitos que los neolíticos por razones obvias, están datados entre los siglos XVII al XIII a.C. Todos constituyen muestras de fuerza y poder, deseo de perdurabilidad y comunicación con sus dioses. Ingresar a cada uno de ellos contribuye a la humildad necesaria en este mundo. 

   En Grecia, también la piedra ha sido una aliada para los constructores desde hace 3600 años aprox. (1600 a 1400 a.C.). Lo pude apreciar en los sitios arqueológicos de Tirinto y Micenas, donde la característica constructiva es el estilo ciclópeo (uso de piedras de gran tamaño que sólo pudieron haber sido movidas por gigantes o cíclopes, según el mito). La acrópolis de Micenas es extraordinaria, con una vista panorámica espectacular que, desde la altura, produce vértigo. Entre sus ruinas pétreas hubo vida y actividad citadina, en tanto observaban desde la cúspide al resto de mundo amigo y enemigo. Cerca de la ciudad se encuentran dos Tholos (contrucción en forma circular) : el del León y el Tesoro o Tumba de Atreo o Agamenón (datado hacia el año 1250 a.C.). De ellos sólo quedan los monumentos. Todas las riquezas que pudieran contener en sus inicios desaparecieron. A pesar de ello (lo mismo que sucede en la tumbas faraónicas egipcias), los monumentos en sí, aunque vacíos, son inmensos tesoros arqueológicos y patrimoniales.

    En los alrededores, distante a algunos kilómetros, es posible disfrutar de la extraordinaria arquitectura del Teatro de Epidauro (siglo IV a.C.) y del sitio arqueológico de lo que fue esta urbe, mientras que en Nemea, aún resisten el paso del tiempo algunas columnas del Templo de Zeus (siglo VI a.C.) y, a unos 400 metros, está enclavado lo que queda del Estadio, sede de los Juegos Nemeos desde el siglo IV a.C.  

  Grecia es riquísima en monumentos y maravillas; hay muchos otros del mundo antiguo aunque con menos años a cuestas. En Olimpia, por ejemplo,  se encuentran los restos del Estadio que fue la sede de los Primeros Juegos Olímpicos en el año 776 a.C., en el sitio arqueológico de lo que fue esta ciudad en la Antigüedad. A ello se agregan una serie de restos de Templos y otros edificios, incluido lo que fue el Palacio de Nerón (siglo I d.C.), una vez que la urbe pasó a formar parte del Imperio Romano. Dicen que aquí Fidias esculpió la Estatua de Zeus, en material más precioso, eso sí, oro y marfil, hacia el siglo V a C., considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, aunque desaparecida. En la misma Península del Peloponeso, se ubica el sitio arqueológico de la antigua Esparta, mientras que en Ática, se halla el maravilloso Partenón en pleno centro de la capital Atenas, donde estuviera construida la Acrópolis. El conjunto arqueológico de esta gran ciudad es extraordinario, pero ya la roca pura se había dejado atrás; se había transformado en mármol en la mayoría de sus construcciones, lo que les otorgó mayor belleza y suntuosidad. 

  Otra maravilla del mundo moderno se encuentra en Oriente Medio, en la ciudad de Petra (Jordania), donde en el antiguo asentamiento del reino Nabateo se puede acceder al denominado Tesoro Al Khazneh, el edificio más conocido, esculpido en la misma roca del lugar hacia el siglo I a.C. Llegar hasta el Tesoro, caminando entre las enormes rocas que conforman el desfiladero de 1,2 km. -el Siq- es alucinante. De pronto el camino se abre y ahí está el frontis del edificio más extraordinario de la antigua Petra. En el sitio, cercanos a él hay otros monumentos: tumbas, santuarios, un teatro romano, una iglesia bizantina, con distintos periodos de construcción, dependiendo de la dominación política.   

  Por último, me traslado a Italia, donde sobresalen el gran Coliseo (una de las 7 maravillas del mundo moderno) y todos los edificios imperiales de los cuales hay vestigios desde el siglo VI a.C., con el  Circo Máximo,  en adelante. Recorrer Italia es ir de asombro en asombro. La herencia del Imperio se nota desde sus calles de adoquines hasta los restos de domus (casas romanas), termas, teatros, templos, arcos de triunfo. En la mayoría de las ciudades italianas hay una riqueza arquitectónica extraordinaria, pero ya la piedra ha ido desapareciendo, para transformarse en mármol, bronce u otro material. Salvo en las paños de murallas antiguas que aún conservan algunas ciudades, lo demás ya es de origen medieval, renacentista o posterior: catedrales, iglesias, castillos, palacios y estatuas.    

   En el territorio italiano en que aún pude observar vestigios culturales de origen griego y romano, del siglo V a.C. hasta el siglo I d.C. fue en Sicilia, en las ciudades de Agrigento y Siracusa. En Agrigento existe un asentamiento arqueológico llamado Valle de los Templos con ruinas de numerosos edificios, incluidos los de un Telamon de los varios que habrían existido aquí (figuras humanas gigantes, también denominadas atlantes, de 7,5 m. de altura) . Contiguo a este extenso yacimiento, se encuentra otro, de un barrio grecolatino, donde se puede observar restos de domus con partes de sus mosaicos. En estas construcciones ya la sofisticación y la belleza de su ornamento da muestra de la capacidad adquisitiva de sus dueños. En Siracusa, ciudad que fue colonia griega (fundada hacia el siglo VIII a.C.), que también estuvo en manos cartaginesas, romanas, ostrogodas, bizantinas, árabes..., se conserva en el llamado Parque Arqueológico Neápolis un Teatro Griego (siglo V a.C.), un Anfiteatro Romano (siglo I a.C.), un Altar colosal, una Necrópolis y otros vestigios, los dos primeros cavados en la roca misma.    

  Dejo hasta aquí el recuento de las construcciones líticas conocidas y visitadas a la fecha, quedando pendiente muchas por admirar personalmente en próximos viajes (cruzo los dedos; no haré lo que hacían en la novela "Stonehenge" para espantar la mala suerte; aquello ahora es políticamente incorrecto). Dejé fuera ex profeso todo lo que se aleja del material que originó este escrito y que fue la base de la creación del maravilloso templo de Stonehenge.  Pareciera que mi gusto por este elemento de la naturaleza surgió bajo la influencia de algún cuento infantil que hablaba de guijarros blancos que permitían volver a casa. Las pocas veces que en la niñez estuve a orillas de una playa, varios guijarros blancos me acompañaron en el regreso a casa. En los últimos años, en mi paseo por playas y el desierto chileno, he aumentado el peso de mi equipaje trayendo pequeñas piedras de recuerdo; también traje desde el Mar Muerto un pequeño recuerdo de contrabando. Sin duda, parte de una vocación geológica que no llegó a desarrollarse a más temprana edad porque la materia no estuvo a mi alcance. Una pena, porque quien sabe extraer de las rocas la sabiduría  y la energía puede enfrentar la vida con mayores argumentos emocionales, siempre que no deje de mirar a los humanos que lo rodean.