sábado, 21 de octubre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra...Diez...[Ayer]

Diez                                                                               [Ayer]
   Era bien avanzada la noche cuando iba llegando a las cercanías de su caverna.  Estuvo a punto de rendirse y quedar a mitad de camino. La carga se le había hecho muy pesada, luego de la larga caminata, pero, ¡por fin!, había logrado llegar. ¡Qué alegría sintió al volver  a su lugar!
   Recuerda que cuando su estadía era reciente por esos lares, le costó acostumbrarse a su hábitat. Casi había renunciado a permanecer cuando, en una de sus cacerías, descubrió a aquella pareja que realizaba lo mismo que ella: cazar. Para ser bien específica sólo era él quien lo hacía, mientras la mujer se dirigía a recolectar frutos y hierbas, con una pequeña mujercita siguiendo sus pasos. Grande fue la sorpresa cuando repentinamente casi chocaron. Aún le molesta lo poco cuidado que estuvo en aquella ocasión. Podía haberle costado la vida...
   Había terminado de comer una carne seca, acompañada de un poco de agua y se preparaba para comenzar a otear el terreno en busca de alguna presa, cuando escuchó lo que le pareció unas voces. Hacía varias lunas que no había escuchado a nadie, salvo a ella misma. Lo insólito e inesperado del encuentro la dejó petrificada, como también les sucedió a los otros. No alcanzó a esconderse. A la sorpresa inicial le siguió el miedo a ser atacada. Ya se aprestaba  a huir cuando la mujer hizo un gesto de acercamiento. A medias lograron entenderse y decidió quedarse en el lugar... por el momento.
  Fue una acertada decisión, recuerda ahora. Mientras el hombre se internaba entre unos árboles,  ella acompañó  a la mujer y su hijita en la tarea de buscar frutos y vegetales.  Una vez que tuvieron lo suficiente, se dirigieron cerca de allí,  a orillas de una pared rocosa. La curiosidad guió sus pasos (por lo que vemos, querida Maui, ese afán de "informarse" viene de tiempos inmemoriales y es consustancial a nuestro género) y, ante su regocijo (habría cruzado los dedos si hubiera sabido de cábalas) vio que  la mujer se preparaba para hacer fuego. ¡Bravo!, celebró mentalmente.  Hacía muchas lunas que no veía hacerlo.
  En su mundo anterior, eran las adultas las que se encargaban de aquello. A las muy jóvenes no se lo  permitían, sino hasta que tenían su propio hogar. Y ella era muy joven todavía para tener el conocimiento del fuego. ¡Ahora había llegado el momento!
  La mujer se dio cuenta de su interés y le permitió acercarse para observar. Entendió claramente el procedimiento y, cuando su reciente "amiga" le instó a probar, lo hizo con éxito. Estaba en esa tarea cuando llegó el hombre, a quien no le pareció nada bien la situación. 
  Se separó de la familia. No quería ser motivo de problemas para la mujer. Sin embargo, al no ver ningún gesto hostil, permaneció cerca, "empapándose" de todo lo que pudiera servirle para su quehacer cotidiano. Observó los artefactos en los que cocinaba la mujer y  el proceso de cocción de los alimentos. Iba a retirarse después de ver aquello, satisfecha de lo aprendido, pero, con gestos, la invitaron a comer. Se quedó a compartir con ellos. La comida estaba muy buena: más blanda, caliente y sabrosa. Intentó comunicarse para averiguar la razón de la diferencia pero no pudo hacerse entender. 
    Luego de compartir el alimento, decidió volver a su objetivo inicial: la cacería. Agradeció de la forma más expresiva que pudo y se alejó, camino al bosque. Se fue deseando encontrarlos al regreso, para poder pedir, a cambio de alguna pieza cazada, que le enseñen la magia del fuego. Sabía que era la mejor oportunidad para lograrlo y debía hacer todo lo posible para alcanzar dicho propósito. 
   Se esmeró más que nunca en su tarea de cazadora. No obtuvo grandes piezas, pero sí varias aves bien alimentadas y algunos roedores. También encontró  nidales abundantes en huevos. Intentaría trocar parte de su caza con la pareja a cambio del fuego. Necesitaba aprender a usarlo. Llevaba muchas lunas comiendo los alimentos crudos o disecados y no siempre resultaba fácil. ¡Ojalá tuviera suerte! 
  Todo esto, aunque no tan exactamente elaborado, iba pensando Maui al retomar su objetivo del día. A pesar de ser un ser actuante y pensante, le faltaba el desarrollo de ideas de sus futuras descendientes. Aunque, pensándolo bien, Maui, estás muy bien así. Más adelante, tus congéneres adquirirán ciertas "costumbres" que no son nada de convenientes (jajaja)


   Recuerda que todo resultó bien. El hombre no estaba y la mujer no tuvo mayores inconvenientes en repetir el procedimiento y entregarle una pequeña piedra que ayudaba en la combustión. Le entregó parte de su caza y volvió a su "hogar" agradecida con la mujer, con el sol, con la luna,...con todos. Tenía la sospecha que su vida mejoraría ostensiblemente. 
   Maui sonríe cuando se acuerda de lo contenta que llegó esa noche a "casa" también. 
   Ahora, distando soles y lunas de aquella ocasión, regresaba de otro día feliz...y cansador. 
   Dejó su carga en un rincón de la cueva, arregló sus pieles y, aunque no todas sus descendientes estarían de acuerdo con lo que ella hizo, se dispuso a dormir sin lavarse los dientes...ni nada (jajaja).

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