martes, 21 de marzo de 2017

Augurios...


A través de la lectura de estos últimos meses he tomado plena conciencia del temor reverencial que el hombre de la Antigüedad (y de otras épocas) le tenía al futuro, a la vez que creía (y muchos lo siguen haciendo) en un Destino prefijado, en el que los dioses tenían una injerencia fundamental, para bien...o para mal... Por ello, antes de emprender alguna acción relevante, de nivel personal o colectiva, el hombre sentía la necesidad de contar con algunos indicios de buena o mala voluntad de los dioses o fuerzas sobrenaturales. Sin duda, tenía la convicción de que el ser humano por sí mismo no tiene la capacidad de manejar todas las variables de los hechos. Y junto con tratar de escudriñar en el mañana, personalmente o con ayuda, realizaba algunas acciones para atraer el favor de los dioses (el chantaje existe desde tiempos inmemoriales, jajaja). Prueba de ello eran los sacrificios humanos, de animales y de otras especies, que en nuestros tiempos, se han transformado en oraciones, velas, inciensos ...y cábalas.
    Por muy civilizados que estemos o nos creamos, la verdad es que tenemos muchos elementos comunes con nuestros antepasados, no sé si por no superación o porque simple y llanamente es parte de nuestra naturaleza, sea la época que sea. El deseo de saber lo que nos depara el futuro sigue existiendo en cada uno de nosotros. Algunos quieren saber a qué atenerse, otros prefieren no saber nada, ya sea porque son amantes de las sorpresas (jejeje) o debido a que se tiene la convicción que no hay nada qué saber. ¡Y no falta razón! Porque si no crees en un destino, significa que no hay futuro ya establecido, entonces para qué desear saber algo que no existe.
- ¡Buen punto!
- ¡Claro que sí! Si la vida se va haciendo día a día, hora a hora, minuto a minuto, entonces las preocupaciones por averiguar lo que vendrá no tienen sentido.
   Claro que hay que agregar, aunque parezca de perogrullo, que no todo lo que sucederá mañana es desconocido para nosotros. Sabemos claramente que determinadas acciones tienen una consecuencia futura clara: respetar o transgredir alguna ley, por ejemplo. Por eso me indigna tanto cuando los Defensores de los delincuentes, del nivel social que sean, hablan de derechos y exigen prerrogativas para sus defendidos, que se "sentaron" en los derechos de los demás. 
   En fin, el arte del engaño, la mentira, el poder, el abuso, la manipulación, la violencia, etc. han existido siempre y seguirán existiendo...¡hasta que la muerte nos separe! (jajaja).
   Leer la trilogía La legión olvidada de Ben Kane ha sido muy ilustrativo, de creencias, costumbres, acontecimientos, personajes, rencillas políticas por el poder durante el siglo I a.C., tiempos de las postrimerías de la República Romana, así como de los inicios de la expansión del Imperio (aún no se denominaba así). Es fascinante conocer cómo era la sociedad hace 21 siglos o más, gracias a la re-construcción realizada por historiadores, sobre la base de las múltiples evidencias existentes a pesar del paso del tiempo y de todos los cambios producidos. A pesar de lo extraordinario de conocer esa realidad, no me habría gustado vivir en aquel tiempo. Eran tiempos difíciles, con una estructura social terrible: si no eras noble o un plebeyo con dinero, tus posibilidades de sobrevivencia disminuían considerablemente, pues eso significaba que estabas en el ámbito de los pobres o de los esclavos. Y en esa circunstancia, tu vida valía muy poco. Los esclavos (vencidos de otro reino o tribu) valían menos que los animales domésticos. No tenían derecho a comida, abrigo, salud, descanso, dignidad, ni menos educación. Eran simplemente animales de trabajo, desechables y reemplazables. Por otro lado, los pobres sólo eran considerados a la hora de buscar apoyo político o bélico. Para ello, se le sobornaba con comida , alcohol y/o entretención. De ese tiempo, como del griego, provienen los conceptos de demagogia y populismo. 

   A diferencia de Simón Scarrow y Santiago Posteguillo, los personajes protagónicos de Ben kane no pertenecen a la élite romana. Los hermanos mellizos Rómulus y Fabiola nacieron esclavos, hijos de una esclava violada por un noble, que luego son vendidos a una "Escuela" de gladiadores y a un burdel y deben transitar un doloroso camino hasta transformarse en "ciudadanos" romanos. Tarquinius, último aurúspice de los Etruscos, pueblo dominado y destruido por Roma, al igual que Brennus, de la tribu de los alóbroges (uno de los tantos pueblos galos), también desaparecida por la dominación romana. Junto a estos personajes ficticios, representativos de los desposeídos en su tiempo, aparecen los personajes históricos de Craso, Pompeyo, Julio César y muchos más. Culmina la narración en su tercer tomo, Camino a Roma, con la conspiración y asesinato de Julio César, y las consecuencias que esto acarrea para los protagonistas. 
   ¡Muy recomendable!

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