jueves, 1 de diciembre de 2016

Casi una Odisea...

  Esta comenzó el mismo 29 de noviembre, al llegar al Aeropuerto Arturo Merino Benítez. Llegamos con todo el tiempo del mundo, pues nuestro objetivo era no estar nerviosas. Además, como era una línea aérea distinta en la que viajaríamos esta vez, no logré hacer el check in como acostumbraba, de manera que  no estaba del todo segura que lo hubiera realizado bien. Primer trámite fallido: un funcionario nos envió donde una Srta. Latam, lo que no correspondía. Así que debimos rectificar y acercarnos a una Srta. American Airlines, quien quiso hacernos el check... pero  no pudo seguir adelante porque,  como estaríamos en tránsito en Miami antes de llegar a nuestro destino, era recomendable tramitar Visa  para que no se les vaya a ocurrir a los gringos devolvernos a nuestro terruño y terminar de forma poco adecuada el viaje de nuestra  vida (hasta ahora). Así que, absolutamente nerviosas, partimos a un local a tramitar ese documento. Había que contestar una "sarta" de preguntas en un cuestionario on line, con nuestro pasaporte de apoyo, el que entrenábamos en esta aventura. La famosa Visa había que pagarla con tarjeta de crédito internacional y si bien yo había habilitado un par de ellas, no tenía las claves a mano. Diablos, casi nos da la "chiripiolca" pero nuestra amiga Tita tenía una a mano y recordaba la  clave. Estuvimos  a punto de terminar con la paciencia del encargado del cíber, quien tuvo que apoyarnos en la primera viajera en ser ingresada. Luego, ya teniendo la experiencia, seguí con los antecedentes de mis compañeras aventureras. Debo decir, en honor a la verdad,  que terminé con los omóplatos contracturados, pues el mesón de trabajo estaba a la altura de una persona de más envergadura que la mía. Al menos, no debí estar haciendo "pinitos". Eso no lo habría resistido por mucho tiempo. En fin...luego de pagarle a precio de oro el tiempo y la impresión al encargado, nos fuimos a buscar una Srta. AA. Lograr terminar el check...en un tótem,  fue otra historia. ¡Ufff! Luego, a la fila con nuestras maletas. Ya nos quedaba poco para completar esa parte, después de estar más de una hora allí, cuando nos sacaron con urgencia de la cola para acelerar el proceso. ¡¡¡Bien!!! Listas y a la PDI. Fila de nuevo. Pasamos todas, pero nuestra amiga Tita salió sorteada para ... ser  revisada a conciencia..., menos mal por una funcionaria. De allí, a ponerse en la fila de embarque esta vez, donde nuevamente nos revisaron, en esta ocasión, el equipaje de mano. 

   Cuando subimos al avión y avistamos nuestros asientos, nos relajamos...un poco. Pronto, nos dimos cuenta que en nuestra fila iba una mamá joven con un bebé de meses (parecía un verdadero Nenuco el pequeño) y que delante nuestro se ubicaba el resto de la familia de esa madre: su esposo con 4 niños más, de 10 a 3 años. De puro mal pensadas que somos, creímos que la Sra. Fortuna no quería nada con nosotros y que nuestro viaje sería de lo más "entretenido" con tanto infante cerca. Nos equivocamos medio a medio. Los niños casi no molestaron, lo que significó ponerle nota siete a esos padres, quienes, sin gritos ni amenazas, mantuvieron su prole tranquila (eran, en todo caso, ABC1). 
   Pronto, nos sirvieron la Cena. En lugar de pedir pollo, opté por pasta, pero no estaba nada de bien. Lo que salvó la comida realmente fue el vaso de vino que pedimos, que estaba harto rico (jajaja).

   La noche pasó rápido, aunque el sueño no fue tranquilo y completo para ninguna de las tres. Pronto llegó la hora del desayuno y nos preparamos para ver lo que nos deparaba  Miami, donde pasaríamos unas cuaaannnntasssss horas, antes de reemprender el viaje. Lo bueno era que no debíamos preocuparnos para nada de nuestras maletas. Así que, cruzamos los dedos, y comenzamos a caminar por la manga, siguiendo a los demás. !El que sabe, sabe!!!

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