lunes, 18 de abril de 2016

Diluvios de culpa...


   No he visto a Noé, pero seguro debe estar apuradísimo terminando de construir su arca. Creo que será la única manera de cruzar el Cachapoal cuando viaje al Sur...si sigue lloviendo. 
   La verdad, de los 10 años que llevo viviendo en Rancagua, es primera vez que llueve en forma persistente varios días seguidos (si la memoria no me falla). Si bien es cierto no estuvo lloviendo en forma continuada, los ratos de descanso fueron breves. Todo esto comenzó el miércoles en la tarde-noche. Ese día, llegué como un pitío (ave sureña que debe su nombre a su manera de comunicarse) a palacio, pues no había llevado paraguas. Con el cabello recién lavado por la lluvia y los zapatos un tanto mojados. Al día siguiente, jueves, la lluvia se trasladó para la tarde, pero no tuve clases y me salvé de un remojón, lo que no sucedió con todos. El viernes, don Isidro sólo descansó para almorzar, pero en la tardecita, debe haber abierto las compuertas de la represa porque prácticamente diluviaba. A ratos, mi delicada garganta debía esforzarse algo más, para ganarle en volumen al sonido de la lluvia y que  los alumnos me pudieran escuchar. Al regresar a mi residencia, lo único que no me mojé fue el cabello, pues esta vez llevaba paraguas, pero mis patitas y medias  llegaron chorreando líquido vital. ¡Las calles estaban anegadas y la única forma de cruzarlas era sumergiendo las extremidades  en los correntosos cauces(jajaja). Recién ayer, terminé de secar mis zapatos al lado de la estufa a gas. 
  Don Isidro y sus ayudantes sólo descansaron a ratos el fin de semana y le siguieron "dando" hoy lunes en la mañana. Temprano, me fui orgullosa,  pisando fuerte y segura,  calzada con un par de botas de lluvia, que apenas había alcanzado a estrenar el año pasado. El orgullo me duró sólo hasta la esquina, a una cuadra de palacio, pues unos desconsiderados automovilistas pasaron raudos por el lugar, duchando a todos  los que se encontraban a su paso
(jajaja, no me mojé las patitas pero sí las piernas y la ropa). Sin más novedades, llegué a mi trabajo, donde menos de la mitad de los alumnos asistió a clases. Felizmente, al parecer a las nubes se les agotó la provisión de agua, de manera que ya  a mediodía pudimos ver algunos tímidos rayos solares. Los meteorólogos informan que ha terminado el frente de mal tiempo, por lo que podemos volver a la normalidad... la gran mayoría. 
   Pero no todos... Hay un número no menor que ha sufrido pérdidas importantes y que ha visto su vida cotidiana transformada  en un desastre, producto del tiempo y de la imprevisión o negligencia de algunos. 
   No estoy entre los afectados, como le sucede también a muchos, ¡por suerte! Sólo sufrí un par de mojadas que ni siquiera derivaron en resfrío. No es que quiera resfriarme, aclaro en seguida, ¡para nada! Simplemente lo menciono como una  forma de ejemplificar que no hubo ninguna consecuencia por menor que ésta haya sido. No obstante, hay numerosas personas que perdieron parte de lo que tenían (los del Costanera Center), otros, que han quedado sin hogar y, los más perjudicados, que perdieron la vida (afortunadamente los menos)
   ¿Se pudo prever lo sucedido? Sin duda que sí. Y aunque hasta a mí me parecieron exageradas las advertencias de los medios, al ver los resultados, no podemos dejar de reconocer que colaboraron en la prevención. Sin embargo, frente a la porfía y negligencia de algunos particulares, es difícil actuar incluso para quienes tienen el poder de la autoridad. 
   Mientras gozo de una grata temperatura en el balcón, pienso en lo difícil que resulta que se pongan de acuerdo aquellos que, directa o indirectamente, tiene relación con el bienestar de los demás. Más de alguien podría decir, "¿de qué te admiras?","Eso no es novedad", "Siempre ha sido así", etc. ¡Muy cierto todo aquello! No es nada nuevo, tanto que ya pareciera ser parte de una ley consuetudinaria. Pero no puedo caer en el cinismo ni tampoco en aceptar algo que no debiera ser simplemente porque no ha mejorado o está lejos de aquello. Tampoco se trata de actuar con resentimiento o amargura vital exacerbados. ¡No! Las oportunidades no les llegan a todos, es cierto, pero no todos aquellos tampoco saben aprovecharlas. El que las supo aprovechar y con ello mejorar su forma de vida, ¡qué bien! El que no pudo o no supo reaccionar a tiempo y con inteligencia, una pena, pero, sin duda, le faltó visión y  valentía. Los que no han tenido oportunidades, debieron buscarlas. Estas no los van a ir a buscar a sus casas. Ahora, si han preferido la cómoda actitud de pedir y exigir en lugar de buscar con esfuerzo, tienen lo que se merecen, ni más, ni tampoco menos...
   ¿A qué viene todo esto?, se puede preguntar algún espíritu vivaz y perspicaz. Para allá voy...
   El desastre en esta ocasión afectó, con fuerza, a un sector acomodado. Muchos pueden decir que hasta es "bueno" que alguna vez les "toque a ellos". Y algo de razón podrían tener, pero eso no quita que, sea cuál sea la familia, pobre o no, la pérdida de los bienes obtenidos con mayor o menor esfuerzo, en gran o pequeña cantidad, signifique dolor, rabia, impotencia. Si  sólo fuera consecuencia de un movimiento telúrico (evento imprevisible e inmanejable, aunque altamente democrático) se asume que la culpa es nada más que de una u otra placa, de la ley de las probabilidades, del destino ...o, por último, de Dios,  molesto con sus creaturas. Pero, aun siendo un evento natural lo ocurrido en estos días, considerando la "publicidad" previa que tuvo, los efectos catastróficos debieron ser mínimos. 
   Ojalá la Justicia, aunque tarde un tanto, logre que se castigue a los culpables e indemnice a los afectados. Y si así resulta, no todos estarán satisfechos por el logro, preguntándose si estas voces fueron más escuchadas y atendidas porque eran más importantes socialmente. En caso que así sucediera, no faltaría razón para dudar si la Justicia es realmente ciega o ve cuando le conviene.  
   
   

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