miércoles, 26 de agosto de 2015

Memorias de un montón de pulgas...

    Desde que tengo memoria, estos pequeños insectos saltarines y escurridizos, han formado parte de mi vida. Mi infancia transcurrió en las tranquilas y campesinas localidades de Puerto Nuevo (a orillas del Lago Ranco, Región de los Ríos) y Pichirropulli (pueblito cercano a Paillaco, en la misma región), en tanto mi adolescencia se desarrolló en la ciudad de La Unión (ídem), lugares en que las pulgas eran parte de la familia y casi el "pan de cada día", no porque nos alimentáramos de ellas, sino porque ellas se alimentaban de nosotros (jajaja). 
   La vida en el campo nos hizo fuertes, en todos los sentidos (a la familia "casi" completa; digo esto porque el hermano más delicado de salud precisamente fue el menor, que creció en un ambiente citadino). En cambio, "losotros" si caíamos nos levantábamos rápidamente; en tanto el clima lo permitiera estábamos fuera de la casa, jugando, corriendo, subiendo a los árboles, colaborando en tareas domésticas, comiendo frutas silvestres, ayudando en la huerta, etc. Es decir, no estábamos pegados a las faldas de nuestra madre y no supimos de TV, hasta adolescentes, al menos los tres mayores. 

   Fue una infancia de mucha leche, de harina tostada, de frutas verdes y maduras, de muchas verduras y legumbres. Es decir, un menú a  prueba de balas (jajaja)
   Pero ahí, en ese paraíso infantil, estaban también las pulgas, para darle algo de movimiento y sabor a ese cielo azulado infantil...y también los "piojos".

    Tengo entendido que en esos años hubo una muy seria epidemia relacionada con ambos bicharracos, cuya principal causa decía relación, si no me equivoco, con la falta o precariedad de las medidas de higiene y salubridad. En el caso nuestro, nos criamos en nuestra primera infancia sin energía eléctrica y sin agua potable, por lo que el lavado corporal más acucioso era de frecuencia semanal, lo que no siempre era similar en algunos de nuestros compañeros de escuela, lugar del que solíamos llegar plagados de habitantes indeseados en nuestras cabelleras. 
  Se me ha venido a la memoria una revista antiquísima que vi cuando niña, en la cual se explicaba los cuidados que había que tener con los piojos exantemáticos (¡qué palabra más extraña que no usé nunca pero que no se me olvidó!). Recuerdo que salía un dibujo grande de un piojo (¡¡¡huácala!!!, uff, me llega a picar el cuello cuando me acuerdo), con todas sus vellocidades, patas y ojos.... Y donde también aparecían sus parientes, las pulgas. Recuerdo que había recomendaciones para evitar contagio (en el caso de los piojos) y formas de tratamiento. 
 También  se me vino a la memoria una revista de historietas con una plaga de insectos gigantes, ufff, ¡qué me dio por recordar estas tonteras!  

    Otro recuerdo: como esto de ser picada era muy molesto para mí en mis años mozos, tanto que a veces me causaba desvelo, me especialicé en la caza o captura de estos bichos. Si me atacaban cuando estaba en mi camita, incluso a oscuras, haciendo uso de mi habilidad táctil, casi sin moverme, me mojaba el dedo índice con saliva, le convidaba al pulgar y procedía, cual comando montonero, a buscar al enemigo. En un 70% de las veces tenía éxito y gozaba como china cuando trituraba al monstruo entre mis dedos, prendía la luz, corroboraba la "caza" y, para asegurarme, lo aplastaba  con la uña sobre la cubierta del velador. ¡Crunch!, se escuchaba y eso era música para mis oídos, jajaja. 
   Cuando no tenía suerte con la primera estrategia bélica, prendía la luz, procedía a sentarme calmadamente en la cama, echaba la ropa hacia atrás con cuidado y comenzaba mi búsqueda acuciosa, y como si estuviera en la selva, buscaba al interior de cada pliegue de las sábanas o costura (en ese tiempo usábamos sábanas de tocuyo o de crea, blancas)De pronto, el enemigo, sorprendido en su madriguera, alcanzaba a saltar, pero sus segundos ya estaban contados. Como habíase alimentado en demasía, sus saltos no eran para medalla olímpica, así que resultaban apresados, terminando en el mismo velador mencionado anteriormente (jajaja). Una vez eliminado el enemigo, me dormía con la sonrisa del vencedor en los labios. Pocas veces se me escapaban las condenadas. 
   Cuando el ataque se producía mientras uno estaba despierta, el lugar de la emboscada y enfrentamiento final era el dormitorio o servicio higiénico, dependiendo de la situación. En tales ocasiones, la ropa iba siendo retirada del cuerpo casi como las capas de una cebolla, aunque con cuidado y precaución. No siempre lograba mi cometido, pero a lo menos en un 50 a 60 %  tenía éxito. 
   Pero no todas las situaciones eran exitosas, pues  no me quedaba otra que rendirme cuando estaba en clases, en alguna reunión o en una actividad de la que no podía escaparme. Ahí mi bello cuerpo sufría estoicamente los ataques de la guerrilla pulgosa. ¡Qué bellos recuerdos! (jajaja).

    Ayer, por segunda vez en años, me llevé una tremenda sorpresa al encontrarme con varias picaduras de esos pequeños insectos en mi anatomía,  y como esto ya no me parece una mera casualidad, me da la impresión que hay intervención de terceros, jajaja.
   Yo pensé que las pulgas estaban extintas, la verdad. Me imaginaba que los amigos de las causas perdidas  ya estaban haciendo algo para conservar las que quedaran vivas, algo así como un criadero de pulgas,  pero he debido salir del error a costa de  mi dermis. 
    Las ronchas descubiertas son numerosas y como soy alérgica a los insectos, ya se imaginarán el tamaño y el color (un hermoso tono fucsia, jajaja). No sería nada que picaran en un sólo momento, sino que el picor dura a lo menos tres días y más en mi caso. Lo más incómodo se produce en los momentos en que estoy en clases y, por razones lógicas y de compostura, no puedo rascarme. ¡Qué lata! Me parece haber vuelto a la Prehistoria! 
       ¿Qué puedo hacer ahora?
Junto con tener que soportar el prurito en estos días de la mejor manera posible, deberé abocarme a realizar un aseo concienzudo en las dependencias de mi palacio, este finde, aprovechando de utilizar el correspondiente insecticida para eliminar todos los insectos habidos y por haber. 
   Y ojalá no se aparezca ni siquiera en Tv  la famosa pulga apellidada Messi, porque igualmente le lanzó una rociada para prevenir cualquier picadura.  
   ¡Buenas pulgas!, pardón, buenas ...noches!

martes, 25 de agosto de 2015

Viajando en el tiempo...

Inicio del viaje
  De pronto, moverse en Santiago es una complicación, especialmente para una novata como yo. ¿Novata en qué,  se preguntarán ustedes, a estas alturas? Pues..."novata" en el conocimiento de la gran capital. 
     Sé que no sería difícil llegar a muchas partes, conocer las distintas comunas, recorrer diversidad de sectores, pero la comodidad, cierto temor al clima delincuencial existente, a extraviarme a estas alturas de la vida y cosas parecidas, me han detenido a la fecha. Por ello, aunque no me han faltado ganas de ir a espectáculos, conciertos varios, exposiciones y otras actividades culturales y de entretención, finalmente he desistido. 
   Sin embargo, ayer tenía un compromiso con mi Infanta. ¡Por ella, dónde sea!  Ya había hecho alguna investigación entre mis colegas rancagüinos (no se crean que emprendí la aventura sin brújula; ignorante en estas lides seré, pero nunca tan imprudente), cotejando en qué línea de Metro estaba la estación Bellas Artes, para llegar al Museo. De hecho, el lugar está bastante cerca del palacete, por tanto, sabía que no corría más riesgos que los normales. 
    Llegué a la capital a las 11,20 aproximadamente. Había tomado la decisión de hacer la visita a la Exposición Fotográfica "A-MOR" de Cristóbal Olivares apenas llegara. Es decir, iría directamente del Terminal de Buses hasta allá. 
   Digan lo que digan muchas personas acerca de las fallas y desventajas del Metro, yo soy una agradecida de él. Considero que el sistema es de lo más amigable que hay: todas las indicaciones están dadas, para llegar a cualquier parte en que el Metro tenga estación (obvio), sin que uno se pierda ni nada. Además, a toda la información escrita, se agrega el personal, al que se puede recurrir sin inconvenientes, en caso que quede alguna duda. Claro que es cierto que yo lo uso principalmente los fines de semana y no he sufrido los inconvenientes de muchos usuarios en días de semana. Y aunque pueda parecer parcial mi opinión, valoro en lo cabe este medio de transporte.      Así que, fue cosa de subirme donde siempre, corroborar la estación de Combinación entre la línea 1 y la 5 y proceder. Lo que sí debo señalar que hay un claro descenso de calidad en el tipo de carro que se utiliza en esta última línea. Claro que esta diferencia de calidad debe tener relación con la cantidad de usuarios, lo que obliga a tener los mejores y más espaciosos vagones  en el trayecto más demandante. 
   Al llegar a estación Bellas Artes salí a la luz de un sector desconocido para mí. Lo primero en captar mi atención fueron los bellos (no podía ser de otra manera) murales que existen a la entrada. Estuve unos momentos desentrañando sus significados explícitos e implícitos. 
 Luego, me puse a examinar los alrededores, buscando el lugar al que me dirigía. Opté por lo más fácil: "preguntando se llega a Roma", me dije, y así fue. Aunque en una de las preguntas me tope con una joven que estaba en la misma situación, jajaja, a la que vi partir para otro lado, pero yo, al ver unas estatuas me fui por ese lado. Es que no sabía que eran dos edificios distintos: uno, el Museo Nacional de Bellas Artes y el otro, el Museo de Arte Contemporáneo, aunque están contiguos.

La llegada


   Había ido preparada. Lo primero que registré con mi camarita amiga fueron las obras artísticas del frontis del MNBA. Me impresionó el Cristo Crucificado y el Ángel con el Demonio,  bajo el título "Unidos en la vida y en la muerte" de Rebeca Matte. 
   Varias Exposiciones esperaban a los visitantes. Al ingresar, preferí consultar en Informaciones, donde me indicaron inmediatamente que debía seguir un pasillo para llegar al otro edificio. ¡Suerte la mía que estaban conectados! (aunque no habría sido nunca tanto sacrificio dar vuelta a la manzana). Segundo piso, escaleras, ¡¡¡ allí está!!!


Re-encuentro con el dolor ...y catarsis
 
    ¡Uff! ¡Fuerza! Vas a ver imágenes de tu Infanta. Sabes cuáles son las posibilidades, pero ignoras lo que el fotógrafo seleccionó finalmente.               
     Lo primero que veo al entrar es  ¡su vestido!
  Recorro la sala, miro las imágenes, mudos testigos de la violencia en la vida de todas esas mujeres, desconocidas entre sí pero hermanadas en la muerte. De ellas queda el recuerdo de lo que fueron en vida como hijas, madres, abuelas o amigas, antes que sus verdugos les borraran para siempre la sonrisa de sus ojos y de sus labios. Reconozco un paisaje sureño, de Panguipulli, que formaba parte de la vida de Fabiola. 

 Al mirar las cuatro imágenes de la historia de
Mirella no puedo dejar de notar el simbolismo de ellas: la ventana-corredera que da salida al balcón, lugar que debió cruzar antes de ser empujada a la muerte, con las dos flores bordadas en el visillo, testigos de lo sucedido esa noche; la vista desde altura de un sector de la vereda y la calle Lira,  9 pisos abajo, lugar que frenó su caída; imagen de parte de la pared del depto. en el que se encuentra un reloj detenido en el tiempo y una fotografía selfie, regalo de Pamela (amiga de Mirella), en que aparecemos las tres en celebración dieciochera. Por último, una fotografía del Calendario 2011 que yo le regalé la última Navidad que estuvimos juntas (2010), en cuyo mes aparece la imagen de mi hija con su victimario.
    Además de las fotografías en las paredes de la sala, hay dos mesones con vidrios donde se exponen unos volantes rojos con los antecedentes de cada caso, algunos recortes de periódicos con la relación del hecho o algún otro testimonio escrito. De Mirella hay un ejemplar de la tarjeta de agradecimiento que elaboró Anita (mi Secretaria de entonces y amiga por siempre) para entregar a los que hicieron llegar sus condolencias. 
   Y en el Collage de imágenes, dos fotografías de mi querida hija...junto a su victimario, en tiempos en que no podíamos prever lo que sucedería.  
   "El Manifiesto de Elena" me impresiona, relato autobiográfico de una realidad repetida hasta el cansancio: una madre que logra salir y salvarse del círculo de la violencia familiar y de género, pero que no logra evitar que su hija fuera una nueva  víctima.  
    El trance pasa, el trago amargo también. Al salir de la Expo-A-MOR, decido, aunque me signifique más tiempo del previsto inicialmente, visitar otras exposiciones. Lo que vea en las otras aminorará el efecto de la ya vista y tranquilizará mi espíritu.


Recuperando  la vida
 Fue lo mejor.
 David LaChapelle, fotógrafo y artista visual, esta vez norteamericano y famoso. Varias salas contenían sus obras, que mostraban su trabajo hasta el año 2013, fecha de su muerte. No sabía nada de él, aparte de haber escuchado en televisión que se inauguraba su muestra. Pero ignoraba  antecedentes de su persona y de su creación. Por ello, quise recorrer las distintas salas en que se exponían sus creaciones, de gran formato muchas de ellas,  y muy llamativas y coloridas.     En las salas del  segundo piso se mostraban imágenes de las instalaciones de distintas fábricas, pero con elementos, dentro de sus estructuras, de material reciclable y altamente contaminante: vasos de plumavit, pajillas plásticas para tomar jugo puestas en lugar de ductos de material sólido, por ejemplo.
  Había algunas naturalezas muertas que mostraban flores marchitas, frutas en descomposición y moscas en los alrededores. Muchas fotografías no-espontáneas, con una puesta en escena. Por ejemplo, en un ambiente de destrucción absoluta (a causa, tal vez, de alguna bomba o huracán) se observa a una joven vestida cual modelo, toda elegancia y detalles. 

   Me llamó mucho la atención otra serie de fotografías de figuras en yeso de algunas personalidades del mundo del espectáculo y de la política, donde aparecen "intervenidos" y afectados por efectos del tiempo. Una mención y trato especial tiene la figura de Michael Jackson, quien aparece elevado a una categoría celestial. 
    La obra titulada Diluvio algo así (jajaja), de gran formato y presencia, muestra cuerpos perfectos al lado de otros comunes y corrientes, más humanos y cercanos, tratando de salvarse en medio de la hecatombe que ha llevado a la destrucción a muchos símbolos de la sociedad de consumo : Burger King, Gucci, Starbucks, Caesars Palace, entre otros. 



   Después vino el regreso...


    Por ahora, es suficiente... 

    Me dio hambre...
   La Cena está servida...¡Bon apettite!

sábado, 22 de agosto de 2015

¡Lo he perdido... definitivamente!

     Cuando llegué este viernes a palacio, ya eran las 13 horas. Eso significaba que tenía exactamente una hora -ni más,  ni menos- para preparar mi almuerzo y degustarlo. Sin lugar a dudas, tenía más de un guiso en el congelador, pero que no era conveniente ingerirlo para enfrentar adecuadamente  las clases de toda la tarde. Felizmente tenía un "bistoko" que ayer logró escapar de mi gula, cuando llegué, anoche,  casi a  punto de fenecer de inanición. Hoy estaba, esperándome, guiñándome un ojo,  al interior de la sartén. Sin embargo, no podía servirme sólo un trozo de carne. Ya me ha pasado otras veces, que cuando como algo sin acompañamiento, me quedo con la sensación  de que el almuerzo fue demasiado frugal. Y como con hambre la eficacia pedagógica se pierde (jajaja) debía preparar algunos aderezos.  Por lo tanto, comencé a buscar un acompañamiento y ensalada. En el intertanto, decidí consumir un entremés para aplacar a la solitaria. Comencé a masticar una galleta de arroz cuando....¡ayyy! ¡Mi regalón! ¡Se ha ido! ¡No puede ser! ¿Qué hago ahora? 
-  ¿Qué pasó, Princess? ¿Quién huyó de ti? ¿Cómo es posible?
- La verdad, no sé si contarte o no...
- Te aseguro absoluta discreción....
- Jajaja, ¡Seguro! 
- ¿Quién te abandonó...de nuevo? 
- ¡Es mi karma! De nuevo, problema dental a la vista...
- ¿No me digas que se te cayó, quebró, perdió o escapó el "único" diente que te quedaba? Jajaja
- Ja, qué chistosa. Por eso no quería contarte nada...
- ¡Eskiusmi! 
- Lo más terrible y tragicómico es que no sé cómo sucedió...
- ¡Me parece haber escuchado eso antes, jajaja!
   Así no más es. Hoy, sólo cuando me dispuse a disfrutar de una galleta de arroz, entremés dietético de esa hora clave, me di cuenta que no tenía mi dientecito (jajaja). Y allí mismo, me surgieron varias preguntas fundamentales
  ¿Se me habrá caído mientras dictaba mi cátedra durante esta mañana? Pero nadie me dijo nada... (jajaja, ningún alumno se atrevería avisar de algo así)  ¿Me lo habré tragado sin darme cuenta? (¡Glups!) ¿Habrá cobrado vida y voluntad propias y se habrá "largado" así sin más? ¿Habrá visto una mala cara, digo yo? (jajaja). 
   Sea cual sea la respuesta, la situación es la misma. No tengo mi última pieza dental (que conste que no digo la "única", jajaja) que me arregló el Sr. Dentista, por lo que deberé reiniciar mi eterna romería de palacio a consulta, de consulta a palacio,  invirtiendo en ello todo mi tiempo libre y más de algún morlaco, obviamente (porque no creo que el joven mordedor haya regresado donde "papi", jajaja). 
- ¿Y qué vas a hacer mientras vas al Doc, querida Cuatro, jijiji?
- Voy a retomar mi método casero; no me  queda otra alternativa, además de realizar unas sesiones de yoga, reiki y demases, para recuperar mi tranquilidad espiritual y alinear todo lo desalineado que pudiera haber en mi interior...¡Ahummmm!
- ¡Oye! ¡Te doy un dato que te puede ser útil! 
- ¡Dime!
- Hay locales de disfraces en que venden dentaduras al mejor estilo vampiresco. Podrías ir a realizar una visita...
-¡Siempre tan graciosa!
- Debí ser humorista en realidad...
- No creo que te haya resultado en este mundo tan machista. 
- ¡Oye! Recuerda lo que te dije: ir a un local de disfraces, jajaja.  Así podrías  andar también onda Luciano Bello,  jajaja.
- ¡Ya,  córtala! Lo único que haces es burlarte de mi distinguida y escultural persona. 
- ...escultural y ...¡Ayyy! ¡Me dolió! ¡Está bien, me callo...!

   Si todos los días fueran iguales, al final terminarían siendo sólo un larrrrgo día, sin nada distinto, nada diferente, sin sabores ni sinsabores especiales. Estas "pequeñas" desgracias le dan un "bouqué" distinto a la cotidianeidad (hablando en lenguaje culinario; ufff, me dio hambre) y si bien es cierto, no soy masoquista como tampoco vivo inmersa en el mundo de "Bilz y Pap", no puedo desconocer que lo sucedido es motivo de risa, independiente del costo que al erario palaciego le va a significar la reposición. Habrá que convencer a los ratones reales para que devuelvan el dientecillo prófugo, si es que lo tienen ellos (...en estos tiempos que están de moda los secuestros, quién sabe...) Para tales y tan delicadas negociaciones, si así fuera,  tal vez deba contratar a funcionarios de la Cancillería Boliviana que han  marcado unos cuantos puntos en el raiting internacional (jajaja). 
    En fin, como digo siempre, es mejor ver el vaso medio lleno en lugar de...,  aunque sea aquel con el que diariamente hago mis abluciones matinales, jajaja. 
  

martes, 18 de agosto de 2015

"Ella quiere un hombre candente...", respondió...

-¡¡¡¿Quién?!!!
-¡Mmm! ¡Se cuenta el milagro pero no el santo! 

- ¡Ya pues, cuenta, cuenta!
- ¡Jajaja! Fue muy chistoso todo.
- ¿?
    Estábamos analizando un hermoso poema de Alfonsina Storni, "Un sol", casi dándome vueltas de carnero, sacando conejos de la chistera, usando mi varita mágica láser (un regalo de hace años que ahora le he sacado partido), subiendo y bajando la tonalidad de mi bella voz, gesticulando cual mimo para que me entiendan, cuando surgió la pregunta del millón :
- ¡Jóvenes! : ¿Qué expresa la hablante en el verso
   "necesito un sol que me disuelva"?
   Y allí surgió la respuesta inmediata de un alumno que captó "al vuelo" el sentido del verso: "Ella quiere un hombre candente". Risas de mi parte y del resto de los alumnos. ¡Directo al blanco!, como Katniss Everdeen.
- Jajaja, ¡acertado el muchachito! 
- ¡Cierto! Y lo felicité, aunque su lenguaje no fue estrictamente formal.
- Tampoco fue inadecuado...
- No, pero pudo haberlo dicho mejor. Lo importante es que captó el sentido del verso y del poema. 
    Es cierto que una respuesta como la descrita no es la ideal, pero a fuer de respuestas equivocadas o no-respuestas, no cabe duda, que es un logro. Junto con ello, le agrega picardía a la clase, ingrediente tan necesario en ocasiones y en determinados grupos. 
- ¡Srta. Princess!
- ¡Dígame, estimada amiga!
- ¿Usted no necesita "un sol que la disuelva"?
- Jajajaja, ¡buena!
- ¿O ya te decidiste a vivir bajo un cielo nublado o con pequeños soles, que alumbran pero no calientan?, hablando en el buen sentido, se entiende...
- ¡Pequeños soles, de ninguna manera!
- Jajaja.
- ¿Un poderoso sol? ¡Hummm! ¡Depende!
     Es inevitable no ingresar al terreno de los "dependes". Con la(s)  experiencia(s) vivida(s) no puede dejar de ser así. A veces los soles aparentemente intensos, son sólo luces fatuas; en tanto, unos amarillentas y paliduchas estrellas podrían resultar jóvenes soles incandescentes (jajaja). Es que el Universo tiene para todos los gustos. Aquí traigo a colación la información que un colega me entregó esta misma tarde: que hay más estrellas (= soles) que granos de arena  en las playas de nuestro planeta. Le pregunté acerca del responsable de esa estadística, si era acaso el INE que estuvo a cargo del Censo pasado, pero no tenía la información (jajaja). ¡Interesante dato! 
- O sea, por ahí debe estar "tu" sol, jajaja. 
- ¡Ojalá sólo fuera cuestión de estadísticas!
    Dicen por ahí, que cada cual tiene su alma gemela. Sin embargo, no siempre se produce esa conjunción vital que permite el encuentro y, lógicamente, no hay nada especial que a uno le avise que aquélla es su alma gemela y no otra. Por tanto, uno sólo cuenta con dos elementos a considerar para tomar una decisión, llegado el momento sus sentimientos y  sus observaciones con el correspondiente análisis. Lo último es, lejos, lo más seguro, aunque no infalible. 
    A veces, hay "soles", que, al igual que la Luna, mantienen una de sus caras a oscuras y suele ser tarde cuando conocemos ese lado "B". Tarde tan sólo para algunos efectos, en todo caso, porque la verdad, en este mundo  relativo actual, no hay nada indisoluble: cualquier lazo, unión o acuerdo se puede cortar o terminar, refiriéndonos al ámbito de las uniones de pareja. Por lo tanto, solución hay en caso de errar en la elección. Lo único malo es que mientras más errores, menos esperanzas de dar en el blanco y más posibilidades de no contar con la suficiente calefacción en épocas invernales. Pero, como todo, mientras se viva, tiene solución, hay buenos calientacamas que alejan cualquier frío. ¡Algo es algo! (jajaja).
   

La magia del sur...

   Mis pasos me llevaron de nuevo al sur este fin de semana. El motivo principal: visitar a mi madre, compartir con ella, que sepa que estoy allí en la medida que puedo, darle unos instantes de alegría, además de acompañar a mi hermana y  llevarle unas flores a mi padre. 
   El viaje de ida no fue tan grato como lo esperaba, lamentablemente. Después de un día completo-completo de clases, yo suponía que antes de que partiera el bus  ya estaría en  brazos de Morfeo, pero...no fue así. ¿Por qué, se preguntarán ustedes?

   En primer lugar, mi compañero de asiento, era más ancho de lo normal, de manera que no quedé muy cómoda que digamos. Imposible que Morfeo cupiera en el poco espacio en el que apenas cabía yo (jajaja).
    En segundo lugar, mi compañero de asiento,  cuarentón ya, se puso los audífonos apenas se instaló en el asiento y dale reguetón, cumbias villeras y esa onda, música que yo estaba obligada a  "disfrutar" porque al parecer, el tipo era de apellido "Tapia". 
    Me puse a leer un rato y  cuando me dio sueño, obvio, intenté dormir. Cerca de las 2 de la madrugada desperté con una pierna demasiado cercana a las de él. ¡Chuata! ¡Qué bochorno! Así que, en tercer lugar, me di vuelta hacia el pasillo, para evitar cualquier contacto no deseado conscientemente (jijiji) y traté de relajarme. ¡A esa hora y en aquellas circunstancias, todo me resultaba incómodo: tenía calor, pero no quise ni moverme para no despertar al monstruo -pardón, a mi compañero de asiento-, los zapatos me molestaban (me los saqué), los anillos me apretaban (también guardé las joyas),  mis aros también partieron a la cartera, mientras algún insecto picador me molestaba en distintas partes de mi hermoso cuerpo. "A mayor abundamiento"(jajaja), un pasajero de enfrente también estaba insomne y se puso a juguetear con su celular, de manera que la luz de su pantalla interfería con my eyes, ¡grrrr!  Después  de más de una hora contando ovejas y abejas, al fin logré dormirme, aunque mi cuello quedó  en calidad de acordeón. 
   Recién a las 8 de la mañana estuvimos en la capital de la Región de los Ríos, desde cuyo Terminal me dirigí rápidamente hasta la residencia familiar. 
  Estuvimos tres de los seis hermanos el sábado en la casa materna, pero entre sábado y domingo, los restantes también se hicieron presentes a través del teléfono, así como los tres nietos mayores. ¡¡Y eso es gratificante!!
  Para las tres salidas que debí hacer, felizmente me salvé de la lluvia, aunque no del frrrríííooo. El sábado antes de mediodía fui a una Feria de frutas y verduras, de las que se instalan determinado día en alguna calle o avenida, como en todas las ciudades. Aquella feria sabatina no la conocía. Salí con mis bolsas reciclables (gracias al auspicio de my sister, quien ha ingresado a la onda  ecológica) en busca de mi destino (jajaja), pero como no había seguridad si era hacia oriente o poniente de calle Rubén Darío, recurrí a unas personas que había fuera de sus casas, a media cuadra. 
- ¡Humm! ¡Esa feria queda leeeejos, por René Schneider! 
- ¡Es la Feria de los Pobres! Váyase por Rubén Darío y al llegar a la bajada, verá la feria.
   ¡Chuata! ¡La Feria de los pobres! ¿Me corresponderá ir o no? ¿No será mucho rebajarme? (Jajaja). No me acordaba cuál era la calle R.Schneider, pero sabía que la otra, paralela a la calle donde está la mansión materna, tenía precisamente una bajada unas "cuantas" cuadras hacia el...¿poniente?...parece, o a mi izquierda. En fin, lo importante es que yo me ubicaba. Igualmente me di ánimo, pues aunque caminar al frío no es grato, tampoco me haría mal; la  consigna era colaborar en todo lo que pudiera. Así que, ¡patitas, a devorar el pavimento! 
   Al final, llegué a mi destiny, cruzando la Avda. R. Schneider (¡la encontré!) y caminando una cuadra más, en total unas seis, que no resulta  nada de lejos para una caminante como yo (jajaja)
   Los productos, ¡una maravilla, en frescura, colorido y tamaño! Casi me entusiasmo comprando, pero aquello no era para mí así que había que controlarse. De todas maneras, me di el gusto de comprar unos rabanitos y morrones, para las ensaladas de ese par de  días. Una vez que tuve todo adquirido, ganas no me faltaron de "vitrinear" la feria completa, pero debía regresar y colaborar en la preparación del almuerzo. Así que con mis bolsas llenas, inicié el retorno.
    Mi gran aporte al almuerzo de ese día fue la preparación de las ensaladas, que provocaron la admiración de nuestra madre, cuando se sentó a la mesa para compartir con nosotros algunos momentos, mientras ingería su almuerzo (especial en su caso).
   En la tarde, conseguimos que el sobrino menor, Pablo, se quedara de cuidador, mientras nosotras fuimos - caminando- a dejarle flores a mi padre. Es una caminata de seis cuadras aproximadamente, por  Avda. Picarte, salida Sur de Valdivia. Hubo dos situaciones anormales que debimos sortear: un sector de vereda bajo el agua, imposible de ser traspasada, aunque hubiera sido encaramándonos en los cercos, por lo que debimos prácticamente correr cual vehículos en competencia por el medio de la carretera, en tanto no viniera un automóvil que pudiera dejarnos en calidad de panqueques (lo digo por lo de un aplastamiento). Logramos llegar al otro lado de la charca sin inconvenientes. En el parque, un nuevo dilema: a pasos de la tumba de mi padre, una máquina retroexcavadora (¿sería del gobierno?, jajaja) instalada sobre el césped, preparando una sepultura, con el correspondiente bullicio. Aquello no nos permitió estar mucho rato con nuestro progenitor, pues la tranquilidad de otras veces había desaparecido. Regresamos a casa caminando, sólo que esta vez, cambiamos de berma. Así y todo, mi hermana estuvo en un tris de ser víctima de una ducha de agua con barro que un automovilista desconsiderado lanzó al pasar a toda velocidad por el sector. Frente a tamaña falta de educación reaccionamos como cualquier hija de vecina : un par de insultos con el respectivo gesto de parte de my sister (irreproducible en estas páginas, jajaja; entre paréntesis, ella también fue  profe) y...¡que agradezca que fuimos unas damas! (Jajaja, corrijo, "somos"). 
    Todo bien y suficiente por aquel día, que terminamos compartiendo la conversación con nuestro hermano valdiviano.
   Al otro día (¡muy helado!) costó levantarse. Y aunque no lo crean, cooperé con el encendido del fuego en la estufa a combustión lenta: mucho tiempo que no realizaba esa actividad, desde que estoy en Rancagua, hace más de 9 años (¡Uyyy, llegué jovencísima acá!). Un par de veces ya había practicado aquello en casa de mi madre también, pero ya ni me acuerdo cuando había sido la última vez (en esto de hacer fuego, claro está, jejeje). ¿Cómo logré realizar la fogata a pesar de las astillas algo húmedas? Muy fácil:  con la ayuda de unas "pastillas" que la modernidad ha inventado para hacernos la vida más fácil... ¡y santo remedio! 
   Luego llegó la hora de ir al Súper para comprar algunos artículos necesarios y otros... no tan necesarios (jajaja). A caminar por Avda. Picarte, hacia el centro valdiviano, hasta un Súper que se ubica frente al edificio de la PDI (unas seis cuadras; uff, me acabo de dar cuenta que, en estos dos días,  ya he caminado en tres direcciones que quedan a seis cuadras de distancia, y eso me da como resultado : ¡666! ¡Diablos!, jajaja).
  Una vez en el súper, estilo bodega (son los más económicos), me dediqué a recorrer los pasillos y a hacer "pinitos" para alcanzar a ver los productos, cuyas cajas llegaban, al parecer, hasta el cielo. Pronto, a hacer la cola para pedir los tutos de pollo y pavo encargados y, luego de recorrer a velocidad-de-la-luz algunos recovecos para constatar que habían unos precios bastante buenos, a hacer la fila para pagar (ya van dos). El pan adecuado para doña Urbana lo pasaría a comprar a una Panadería cercana, en el camino de regreso. A pesar de ser domingo y cumplirse un año más de la muerte de Elvis Presley, estaba atendiendo público. 
- Oye, Princess.
- ¿What?
- ¿Esa panadería le hace honor al Rey del Rock?
- No, que yo sepa.
- Entonces, ¿por qué mencionaste aquello?
- Sólo porque me acordé, jajajaja
   A cruzar la Avda. para llegar a la Panadería, debí hacer de nuevo una nueva fila. Mientras estaba en ella, no pude dejar de admirar los deliciosos productos de la pastelería sureña que se veían tras las vitrinas. ¡Ya estaba pensando en lo que podría comprar para degustar, cuando me toca mi turno.
- ¡Un pan de molde blanco, por favor! (¿o un pan blanco de molde?)
- ¡No queda!, dijo el hombre.
- ¡Hay para cortar!, dijo la mujer.
  ¡Upps! ¿Y qué creen ustedes que pasó? ¡Nothing! El man no se dio por enterado ni aludido y continuó con la atención de la siguiente persona. Una de dos : No estaba ni ahí con cortar el pan o no sabía hacerlo. ¡Pobrecito!
   ¿Y ahora qué hago? 
    Hice lo único posible en aquella situación: regresar al Súper, aunque esta vez, fui al más cercano. Antes había al "Mayorista 10", ahora me dirigí al "A cuenta", una cuadra más cerca. 
    Cuando ingresé busqué sector Custodia y no existía esa dependencia. ¡Diablos!, ¿dónde dejo mis bolsitas con mercaderías?Justo veo un guardia y le consulto. Sin ningún inconveniente y en forma muy amable, recibió las bolsas y las dejó en una dependencia contigua a las cajas. ¡Destacable su actitud! 
    Rápidamente me dirigí al sector panadería y me encontré con mucho pan integral pero nada de pan blanco chico (salvo unos de tamaño XXXXL). Busqué una y otra vez, hasta que escondido entre sus congéneres, encontré lo que buscaba.¡Eureka! Me fui con mi preciosa carga a revisar los precios de unos productos, bastante baratos, pero que no tendría sentido comprar para traer a Rancagua. Me puse a la fila, con tan mala suerte que la cajera correspondiente parecía de naturaleza leennntaaa.   

    Había unas seis personas en la fila, pero igualmente estuve una media hora como mínimo. Aproveché el tiempo revisando ofertas en el sector cajas. Agregué unas cuantas golosinas a mi cuenta,  que me servirían para mi viaje de regreso esa misma noche. En esa tarea estaba cuando descubrí que los Chicles Grosso no se habían extinguido.¡Qué sorpresa!
    Una vez que logré salir del sector Cajas, recuperé mis bolsas y regresé rápidamente al hogar familiar. Ya era hora de almuerzo y debía llegar a ayudar en algo. Logré colaborar en la preparación de un rico par de chuletas de cerdo (a esas alturas ya estaba con síndrome de abstinencia de carne en mi dieta), además de una entrada, las ensaladas y el postre. Todo quedó muy rico y bien presentado, lo que sacó palabras de elogio de mi madre, quien gustosamente probó la entrada de pescado preparada. 
    En la noche, ya arriba del bus a punto de abandonar la Ciudad de los Ríos, me sentí contenta y satisfecha de haber contribuido, aunque haya sido mínimamente en ese par de días,  a una atmósfera positiva en la mansión materna. El hecho de saber que el ánimo y la actitud de mi madre había mejorado de manera significativa en esos días, en comparación con jornadas anteriores, me llenaba de alegría. Y como quien, tras largos días de niebla permanente, ve asomarse el sol entre las nubes, agradecí la tibieza  de esos rayos esperanzadores, independiente que resultaran  ser  sólo un arco-iris después de la lluvia.