sábado, 26 de octubre de 2024

Entre pimientos y tunas...


   ...entre nísperos, naranjos, limones y damascos; entre añañucas, cardo santo y pat'e guanaco; entre burros, llamas y guanacos; entre pingüinos, lobos marinos y cormoranes; entre cerros, cordillera y valles, hemos pasado estas jornadas calurosas y despejadas al máximo durante el día, estrelladas y frías en la noche. ¡Una verdadera cura en salud para mí y América (el burro adelante, 🤣)! Hemos vuelto a visitar la Región de Atacama, esta vez por menos días, pero más intensos. Todo ha sido recorrer, conocer, disfrutar la zona y descansar en la noche. ¡Un verdadero recreo en nuestras ajetreadas vidas de profes jubiladas con PGU, 🤣!

   Apenas había yo llegado desde el sur (Valdivia, La Unión y Lanco), el mismo día, con una diferencia de pocas horas, América salía desde su hogar de Talca para dirigirse a Rancagua. Por suerte para ella alcancé a llegar, 🙈, pues esa mañana no pude bajarme en Rancagua ya que estaba durmiendo 😴 😴: el auxiliar del bus no me avisó como debería haber sido y pasé de largo. La cuestión es que, cuando desperté, luego de un breve e intenso sueño😴, ya estaba cerca de Paine, lo que pude averiguar gracias a Google maps. Ante lo irremediable, opté por llegar hasta Santiago y desde allí volver, luego de haber realizado el correspondiente reclamo y haber recibido el dinero para mi pasaje hasta mi lugar de residencia, a la que llegué con 3 horas de retraso, 🤨😒. Ya allí, todo fue prisas y tareas antes de que llegara la visita. ¡Uff!😵‍💫 

   Al día siguiente, martes 22, nuestras camas fueron abandonadas bien temprano. Con restos de sueño en los eyes, nos sentamos a la mesa a desayunar unos wafles del día anterior, que nos dejaron satisfechas y con la fuerza necesaria para irnos al Terminal de buses en un uber que nos costó un ojo de la cara, 🥴. ¡Demoró el dichoso bus para llegar a Santiago un montón! y allá, en el Terminal San Borja, nos esperaba otro bus que nos llevaría hasta Vallenar. Así que, llegando al Terminal Sur, rapidito tuvimos que bajar al inframundo del Metro de Santiago e irnos a la siguiente estación. ¡Uff! ¡Llegamos a tiempo! 

  Partimos a las 9,30 pasadas y luego de un viaje que se nos hizo interminable, a ratos con exceso de aire acondicionado, otras, con exceso de calefacción, llegamos a Vallenar a las 18,30 horas. Unos 5 minutos de espera -la nada misma- y nos reencontramos  con Diego, el guía de "Kosmo Sapiens", a quien conocimos en el viaje anterior, cuando fuimos a recorrer el "Parque Llanos de Challe" y "Carrizal Bajo". Esta vez no sólo haríamos a lo menos un tour con él, sino que también nos llevaría hasta la cabaña en que pernoctaríamos durante tres noches, que él mismo nos había gestionado, 🤗🤗.En primer lugar, nos llevó a un supermercado, para avituallarnos con una que otra cosilla para no fenecer de inanición; a continuación partimos al sector "La Verbena", al "Ayllú de Guasco", nuestro hogar por tres días.  

  Si bien habíamos recibido fotos de la cabaña y nos parecía muy de nuestro gusto, al llegar allá y conocer el entorno no pudimos estar más contentas y satisfechas. La vivienda se ubicaba a unos 100 metros de la carretera,  en la parte superior del cauce del Río Huasco, que, a su vez, pasaba ronroneando cual gato, a unos 50 m. más abajo, de cuyo cauce teníamos conciencia permanente al escuchar el sonido del agua. ¡Qué relax! La cabaña se complementaba con un espacio para una parrilla con mesa, sillas y techo, una tina o "tinaja" -como le llaman en todos lados-, una "cama' de cuarzo para espantar las malas vibras y un camino de bajada bien implementado hasta el lecho del río, donde había unas hamacas y un par de reposeras. La cabaña (cupo 6 personas), de dos dormitorios, una amplia cocina-living y una terraza, completamente equipada, se correspondía con lo ofrecido. Llegando allá nos sentimos completamente felices...como perdices, 😉.    
    El resto del primer día nos dedicamos a recorrer nuestro entorno, bajamos hasta el río, nos alimentamos con ganas (casi nada habíamos ingerido durante el viaje) y gozamos de la llegada de la noche, de la aparición de las primeras estrellas, del sonido ambiente que, al murmullo fluvial, agregaba el canto de aves y grillos, al parecer (porque rugidos de leones y pumas no eran, 😂). No "duramos" mucho en pie. Ya a las 22 horas estábamos en cama y casi listas para dormir. Yo me resistí un poco más, pero el sueño 😪 igual me derrotó por completo, porque no vi la luz sino hasta que el celular, al día siguiente, me avisó que debía levantarme, a las 6,45 hrs. América no había pasado muy buena noche, pues ésta -la noche- era más fría de lo que estábamos acostumbradas. 
    A las 7,30 de esa mañana vimos aparecer el sol ...¡tras la montaña 🎶 🎵!, frente a la puerta de vidrio de la cabaña y llegando hasta nosotras. ¡Hermoso! Desayunamos, nos pusimos al día en la contingencia nacional, revisamos nuestras redes, esperando que Diego nos fuera a buscar para emprender el gran Tour Full Day, que nos llevaría hasta Caleta Chañaral de Aceituno (a 160 kms.aprox.) y todos los alrededores habidos y por haber, más lo que pudiéramos encontrar durante la ruta. A las 8,30 estábamos emprendiendo la marcha.  
   Una vez tomamos la Ruta del Desierto rumbo a Carrizalillo, la caleta más cercana, todo fue "desierto". Por kilómetros (140), después de dejar atrás Vallenar, no nos cruzamos con ningún otro terrestre, ni a pie ni en vehículo. Parecíamos los últimos habitantes en un mundo distópico, pero con excelente carretera, eso sí, 😁. Cerros y más cerros, la Cordillera de la Costa hacía su aparición, con anchas planicies al inicio, con la típica vegetación oscura y polvorienta de lugares con escasez de agua, y más estrecha en tanto avanzábamos. No había flores que aportaran color al paisaje, salvo el color de un cielo absolutamente despejado. Pronto los cerros se fueron acercando y pudimos comprobar la abundante actividad minera de la zona en los caminos y piques abiertos en mitad o en lo alto de los  cerros. Ya cerca de Caleta Chañaral de Aceituno -nuestro objetivo principal- nos asombramos al divisar los gigantescos y numerosos molinos de viento del Parque Eólico emplazado en el sector, ¡cientos de ellos! 😳😱. 
   ¡Seguimos!😁 De lejos divisamos la Caleta Carrizalillo, que visitaríamos de regreso de Chañaral de Aceituno, donde esperábamos tener la fortuna de navegar y, tal vez, avistar ballenas. Antes de llegar, disfrutamos de hermosas vistas de la costa, en que el oleaje marino llegaba con calma y abundancia a la orilla. Me olvidaba señalar que, si bien la carretera había cambiado el pavimento por bischofita -un mineral que se mezcla con agua, que suprime el polvo y compacta la tierra-, el trayecto estaba en perfectas condiciones. Había un sector hacia la caleta principal en que estaban trabajando, eso sí, mientras pasamos por allí.    
   Caleta Chañaral de Aceituno a la vista. Muchas embarcaciones estaban aparcadas en la playa, poca gente, las oficinas de turismo permanecían cerradas. Recorrimos la caleta, admiramos el vuelo de las gaviotas, infaltables en estos lugares, nos tomamos una cuantas fotos y selfies, buscamos un servicio higiénico (¡harto malacatoso el encontrado!), quedamos encantadas con los abundantes y coloridos rayitos de sol y cardenales a orillas de las casas, nos acercamos a un pequeño museo del pariente, 😁,"Roberto Álvarez" (nombre que se le dio a la sala de exposición), donde se mostraba una balsa fabricada por don Roberto con cuero de lobo marino. De él y su esposa se manifestó orgullosa una mujer que se acercó al vernos llegar y nos explicó el trabajo que estaban haciendo para rescatar saberes y costumbres de los Chonos, sus ancestros. 
   Luego de este baño cultural nos fuimos a la Caleta Carrizalillo. Después de caminar a orillas de la caleta,  prácticamente deshabitada a esa hora y en ese día, inmortalizarnos en unas cuantas fotografías sin ver a ningún burro por el sector, 😆,Diego decidió recurrir a su Plan B: si no había navegación en estas caletas, nos llevaría a Punta de Choros. ¡Yupi!  
   [Entre paréntesis: el letrero de Bienvenida de Carrizalillo agrega como información que en el lugar de celebra el "Rodeo de Burros más grande del mundo", de los que vimos varios ejemplares en nuestro recorrido. Esos especímenes, más bien sus antepasados, llegaron desde España -nos contó Diego- traídos como bestias de carga para las tareas mineras. Una vez que se fueron sus dueños y que la tecnología transformó en antidiluvianos a los cuadrúpedos, ellos quedaron en libertad y se adaptaron al medio, transformándolo en su hábitat. Así que no es extraño ver nietos y bisnietos burros de los primeros que arribaron a estos lares. El singular rodeo es organizado por los habitantes de Carrizalillo, cada año, en el mes de octubre. El objetivo es juntar los burros para llevar un conteo de ellos, tarea en que todos participan, sin que falte ayuda de cercanos de la Comuna a de Freirina. Se suele llegar a contabilizar 4 a 5 mil ejemplares. Una vez contados y marcados por el SAG son dejados en libertad. Cierro...] 
  Unos 20 kms. y ya estuvimos en Punta de Choros, caleta que yo conocí y recorrí hace unos años por primera vez. Llegamos cruzando los dedos. La cosa no se veía muy promisoria. Igual dejamos un teléfono para que nos avisaran si salía pronto una embarcación. Caminamos por los alrededores y llegamos hasta una hermosa playa, donde aprovechamos de tomar contacto con la arena y el agua del mar, lo que resultó una delicia. Nuestras patitas nos lo agradecieron. El sonido del celular nos tomó de sorpresa. ¡Albricias! Saldría una embarcación con 3 turistas más. Volvimos rápidamente al muelle, pero debimos esperar un poco  porque los turistas se tomaron su tiempo para llegar. Estaban alimentándose.  
   Cabe acotar que esta caleta pertenece a la Región de Coquimbo, la cuarta, la que, junto a la de Atacama, comparte el título de ser "Reserva Nacional del Pingüino de Humboldt". Mientras en la cuarta región hay dos islas protegidas, Choros y Damas, en la tercera está la Isla Chañaral (la que no pudimos conocer)... ¡Por fin llegaron nuestros compañeros de navegación,  dos costarricenses y un chilenito! El día se prestaba para navegar, todo despejado, las aguas tranquilas y un guía bien entendido y experimentado en la materia. Visitamos los alrededores de las dos ínsulas (no se puede recorrerlas vía terrestre),  avistando algunos pingüinos (escasos; su población disminuyó producto de la gripe aviar que los afectó hace poco), lobos de mar (relajados como siempre, 😆😆), cormoranes negros o patos yecos, gaviotas, patos lile y piqueros. Fue una interesante clase de ciencia naturalista que recibimos mientras rodeábamos la Isla, hasta llegar a la Damas y su hermosa playa, inalcanzable para nosotros. 
   Dos horas y poco más de navegación, por mucho que haya sido relajante, nos dio hambre, que calmamos una vez en tierra, con sendas empanadas de loco con queso, exquisitas, elaboradas ante nuestros ojos. Mientras esperábamos intercambiamos algunas palabras con nuestros compañeros de navegación, quienes se habían instalado ante una mesa para comer en forma. Nosotras, con nuestras empanadas de locos en la mano, nos subimos a la camioneta de Kosmo Sapiens y empezamos el regreso. 

   A propósito de locos y sin pensar en nadie conocido, 🤣,  nos sorprendió el tamaño de los moluscos que venían recién llegando de la mar ese mediodía. ¡Impresionantemente grandes! Por eso estaba tan rica y contundente la empanada, que con una sola quedamos satisfechas, sólo agregando unas mandarinas al almuerzo de campaña.  

  Tomamos una ruta distinta para regresar, sinuosa en extremo, con subidas y bajadas, de bischofita en su totalidad, poniendo a prueba la pericia del conductor, nuestro guía. Antes de aquello vimos a orillas de carretera una mina de cobre abandonada. Nos detuvimos y fuimos a curiosear. Interesante resultaron algunos detalles aprendidos y observados in situ. Obvio, las fotografías no podían faltar. Luego de aquella detención, continuamos. La alta y abundante cadena montañosa que nos rodeaba por ambos lados se acercaba y se alejaba a ratos. Nos encontramos con más de un guanaco y burro en el trayecto, que se mostraban indiferentes ante nuestra presencia. No sucedió lo mismo con mi amiga América, que sólo en la cabaña me confesó que ella venía aterrada en la ruta del cerro El Moradolos Bronces y Labrar

    Vimos   restos  arqueológicos de numerosos asentamientos humanos de siglos   pasados,  de   antes   y   poco después de la llegada de los españoles. Es decir, esta  ruta  alternativa  a  la pavimentada  y  "moderna" era     una verdadera   Ruta Patrimonial, que por cientos     de    años,    hollaron    los habitantes originarios de la zona. Al final de ese trayecto esperábamos     encontrar añañucas rojas, las más escasas, pero nuestra búsqueda no dio resultados. Sí pude fotografiar un ejemplar de oreja de zorro, pues las otras estaban ya marchitas.    
  Antes de regresar a Vallenar, nos acercamos a Huasco Bajo, donde había un campo de añañucas blancas, rosadas y amarillas, más patas de guanaco. Se nos vino el atardecer encima y alcanzamos a llegar antes de que el astro rey se escondiera. Claro que las pat'e guanaco nos habían ganado la partida y se "acostaron" antes de que llegáramos, de manera que sólo pudimos disfrutar de las añañucas en medio de una puesta de sol fantástica. ¡Qué  privilegiadas nos sentimos!   
   Las estrellas ya poblaban el cielo cuando arribamos a La Verbena. Allí nos esperaba una tina con agua caliente,  ¡exquisita!, en la que nos sumergimos de inmediato y por unos buenos minutos. Teniendo por cielo las estrellas y como música de fondo el agua corriente del río, disfrutamos del agua temperada de la tina antes de preocuparnos de nuestra alimentación, la que podía esperar sin duda. Al rato, mientras tomábamos un buen vaso de vino 🍷 para celebrar lo compartido hasta ese momento y comíamos una marraqueta crujiente, nos fuimos poniendo al día en las noticias. Ignorábamos que de tanto ir el cántaro al río, unos alumnos del INBA se habían quemado y que la "teleserie" del subsecretario seguía entregando novedades, cada cual de ellas más comprometedora. A esas alturas, la popularidad del pisco souer había bajado a sus mínimos históricos según la CADEM. ¡Uff! Se vivían tiempos revueltos y nosotras, frente a tanta realidad inmanejable, estábamos casi desconectadas... y a salvo. Casi... 

  Cuando nos fuimos a acostar el cansancio nos superaba. Lo bueno es que era sólo un cansancio corporal, sin problemas de conciencia, que auguraba una incursión por tierras de Morfeo sin complicaciones ni pesadillas. Es la ventaja de los años, de la tranquilidad que da el deber cumplido y de la ligereza de ánimo de vivir y dejar vivir. Creo... ¡Qué mejor! Hasta pronto.




  

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