A estas alturas de la vida esta dichosa palabrita -"arrugas"-, aparte de no simpatizarme, creo que no sugiere ni se asocia a nada bondadoso por más que alguien, con vocación diplomática, señale que ellas son signos de experiencia, sabiduría y toda una serie de sinónimos con carga positiva. ¿Cómo uno va a estar absolutamente satisfecho de TODO lo vivido y experimentado, y orgulloso, por tanto, de sus arrugas, símbolo de todo aquello? Imagino que los santos solamente y, pensándolo bien, tal vez ni ellos, porque si son tan santos, estarían cayendo en la soberbia pecadora si se sintieran orgullosos de algo.
No obstante, para vuestra tranquilidad, no hablaré de las arrugas que el tiempo de vida nos deja en la piel a quienes ya estamos llegando al fin de nuestra existencia útil. Hablaré de otras Arrugas en el tiempo. ¿Cómo es eso?, se preguntarán algunos. ¿Acaso no es lo mismo? Seguro son equivalentes, pero no lo mismo, porque sus alcances no tienen parangón. Me referiré a las "arrugas" que, en términos de la astrofísica y cosmología, representan las "semillas primordiales" que dieron origen a la estructura del Universo, a aquellas que se remontan a los albores de su génesis -del universo-.
Mientras, según la Biblia, el Todo -luz- comienza y la Nada -oscuridad- se acaba merced a la voluntad divina en el momento de "pulsar" el interruptor universal con el consiguiente abracadabra "Hágase la luz y la luz se hizo", según la Ciencia, con el aporte de cientos de ptolomeos, copérnicos, galileos, newtons, einsteins, smoots, hawkings y demases, el mismo Todo es iniciado también con luz pero no producida por el arte de la magia del Verbo, sino por un gran estallido -no social en aquella ocasión,😁-, sino una gran explosión, onomatopéyicamente hablando, llamada Big Bang.
No me resultó fácil seguirle "el hilo" a la lectura del texto Arrugas en el tiempo (1994) de George Smoot (físico y astrónomo estadounidense, Premio Nobel de Física 2006) a pesar de que en algunos comentarios de páginas web aparece como un libro de divulgación científica para "jóvenes", imagino de espíritu, 😌. Sucede que uno-lector se topa a cada rato con protones, neutrones, fotones, electrones y todos sus parientes cercanos y lejanos, y hay instantes en que uno pareciera estar en medio del espacio teniendo como telón de fondo o rodeado por signos cabalísticos indescifrables, al menos para mí. Seguro que para los físicos y matemáticos este "paisaje" no es más que un "entretenido" paseo por las ecuaciones básicas y no tanto (%€+×÷={ }[ ]~<>). Sin embargo, como yo practiqué a duras penas las últimas de este tipo -de las más básicas entre las básicas- hace ya la friolera de 50 años (es decir, más de la mitad de una vida humana, para ser precisos y guardar las proporciones), me siento como se sentiría un homínido frente a un cuaderno de ejercicios de Einstein. Es probable -es más, estoy segura- que de lo leído sólo entendí cabalmente un tercio del total para ser optimista, pero aquello será un aprendizaje ya asentado. Sobre todo, si a la par que iba leyendo, fui revisando varios videos relacionados, especialmente con los últimos descubrimientos del Telescopio Espacial Hubble (puesto en órbita en 1990) y las sorpresas ya entregadas por el James Webb (lanzado la navidad pasada), que recién comienza a mostrarnos el espacio profundo.
Esta obra de divulgación científica es un verdadero acierto. Smoot da a conocer, con detalles anecdóticos e interesantes, el trabajo de su vida en el ámbito de la astrofísica. Nos habla de sus estudios, de sus primeros pasos en el rubro de la investigación, los logros y aciertos alcanzados, además de peripecias, errores, inconvenientes y vicisitudes en su trabajo de campo, así como ciertos detalles del competitivo mundo de los científicos. En un relato ameno, hace un poco historia de los avances y de los grandes protagonistas de la física y astronomía hasta su tiempo, para luego, grosso modo, hablar de los experimentos en los que participó tras la búsqueda de evidencias y certezas, partiendo por el trabajo en laboratorios, siguiendo con globos de aire caliente (en Estados Unidos, Perú y Brasil), con aviones espías U-2 (en USA) y, por último, dirigiendo el proyecto del satélite COBE (en laboratorios norteamericanos y, en terreno, en la Antártida). Además, lo más relevante, informa de los alcances científicos de cada experimento.
La persistencia en la lectura me permitió reforzar algunos conocimientos que ya tenía y entender varios conceptos e ideas relacionados con el origen del Universo y las certezas ya alcanzadas a través de los siglos. Entre ellas, por ejemplo, que el Big Bang, ocurrido hace unos 15.000 millones de años, da origen a nuestro Universo; que los elementos más abundantes durante esa gran explosión fueron el hidrógeno y el helio; que a los segundos de suceder el BB se produjo un fenómeno llamado 'inflación cósmica' que permitió un desplazamiento más rápido de la materia; que hubo "semillas" o "arrugas" en esos primeros momentos que permitieron la formación de galaxias, cúmulos y supercúmulos; que el universo no es llano, estable y uniforme (como postularon muchos), sino que tiene ondulaciones, es dinámico y está en permanente expansión; que nuestra Vía Láctea, la galaxia a la cual pertenecemos, es de tamaño medio, contiene 100 millones de estrellas y tiene forma de espiral; que lo que existe entre una y otra estructura celeste es materia (visible y oscura); que los agujeros negros son una realidad pero de los que poco se sabe aún, etc.etc.
La obra se llama Arrugas en el tiempo porque se basa en la búsqueda de evidencias, durante veinte años, por parte de George Smoot y sus compañeros de equipo, de que hubo 'elementos' que permitieron la creación de la estructura del Universo. Es así como con la corroboración de la existencia de la radiación cósmica de fondo (los "ecos distantes" del Big Bang) y la constatación científica de que efectivamente existieron las 'arrugas' o 'semillas primordiales' (sonidos distintos y más intensos que los anteriores) fue posible demostrar que la gran explosión originaria fue una realidad y no sólo una teoría. Fueron tan relevantes los resultados del proyecto COBE que el mismísimo Stephen Hawking afirmó que fue "el mayor descubrimiento del siglo, si no de todos los tiempos".
Al final de la lectura, se plantean algunas interrogantes indirectas, para las cuales no hay respuesta científica aún, si es que la hubiere alguna vez. Los creyentes pueden descansar en la fe, pero para los que no creemos las dudas persistirán hasta el final. Dudas como ¿existió algo o no antes del Big Bang?, si este génesis "perfecto" se hubiera desarrollado de otra manera, ¿existiríamos?, ¿somos productos de una singularidad cósmica, del azar o de la ley de probabilidades?, ¿existen, tal vez, otros universos?, etc. etc., preguntas todas que harán todo el "ruido" que les permitamos si así lo queremos. Con toda seguridad, libros como éstos nos llevan a tomar conciencia de lo poco que sabemos y de la poca "cosa" que somos en el concierto universal.
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