"Su vida había perdido sentido.Lo había intentado pero ya era imposible retroceder la máquina del tiempo.Eran muy pocos los que sobrevivían y estaba agotada de buscar una y otra vía para vivir unas horas más.El fin llegaría más temprano que tarde así que había decidido cortar por lo sano.Ya no trataría de aferrarse al tubo que le permitía seguir en esa agonía, simplemente se dejaría caer.Sabía que no duraría más que el tiempo que tardaría la tierra reseca en consumirla completamente."
¡Uff! No recuerdo en qué momento escribí lo de arriba. Lo que sí sé es que no estaba bajo la influencia de ningún estupefaciente ni de ninguna sustancia espirituosa de carácter líquido, 😵. Me parece, si mal no recuerdo (aunque esto es también dudoso) que era parte de un sueño -pesadilla más bien- que pretendí transformar en microcuento, de lo cual desistí para no intervenir la perfecta redacción ni introducir elementos ajenos y pertenecientes a un momento creativo distinto, que le den un aire demasiado cerebral al escrito.
En estos momentos escribo mientras tres personas -técnicos- están realizando la tarea de instalar una red antipalomas, con las que sigo enemistada, pues no respetan el derecho a propiedad. Continúan, cada ciertos días, intentando "tomarse" la parte del balcón que está descubierta. Las he sorprendido fabricando el radier de sus viviendas (pequeñas ramitas). Obvio, las amenazo, salgo corriendo 🏃♀️🏃♀️ del interior de palacio para espantarlas, pero se escapan cada vez. Entonces, en la disyuntiva de comprar un rifle a postones o cerrar por completo los balcones, opté por lo último. A veces me arrepiento, pues al rifle podría haberle dado, posterior al triunfo de la guerra palomística, variados usos, por ejemplo, espantar ratones🐭🐭, gatos 🐱, perros🐩 , delincuentes incluso. Además, habría servido como un muy recomendable ejercicio de descarga de tensiones, rabias, emociones negativas, o sea, todo un efecto catártico, que evitaría otras estrategias para liberar la mala onda. Claro que primero habría tenido que aprender a disparar, luego, ejercitar el tiro al blanco -o negro, café o de cualquier colorido😁- y , en tercer lugar, practicar con blancos móviles. Como eso suponía una solución a larrrrgo plazo y las palomas ya me estaban volviendo loca, antes que esto ocurriera completamente, decidí cortar por lo más sano, rápido, con un profundo sentido ecológico y de especie.
Es impresionante lo minucioso del trabajo que están realizando. No trajeron el panel armado, sino que lo están haciendo acá mismo. Imagino que lo que se pretende es eliminar errores que, una vez en terreno, no tendrían solución si ya está todo montado. Las vistas no son nada de desagradables ni mucho menos -además que el jefe tiene el típico acento centroamericano, porque es venezolano-; al contrario, está invasión, ya no de palomas, sino de seres humanos -más grandes que las palomas🐦🐦 como ustedes saben- me ha obligado a cambiar mi rutina cotidiana. ¡Imposible leer! No necesito cocinar, pues ya ayer lo hice; habitualmente, elaboro alimento para dos días. Sólo es necesario preparar la ensalada, "poner" la mesa y calentar los alimentos.
Así que, aquí estoy, "empatando el tiempo", con la radio encendida con música y conversa de fondo, mientras mis visitantes ocasionales continúan con su trabajo. Luego que terminen, tendré la entretenida tarea de ordenar el huerto-jardín de los dos balcones, que están absolutamente amontonados en sus especies pues se requería espacio despejado. Aprovecharé de eliminar algunos ejemplares de ají que estén más deteriorados (yo no habría tenido problemas si hubiera nacido en Esparta; pensándolo bien más mejor que no, pues podría haber sido yo la eliminada, por chica, 😓). He juntado demasiadas plantas de rocoto y no consumo tanto picante. Creo que, como agricultora razonable, me especializaré en sólo algunos productos. La experiencia, bien dicen, es la madre de la ciencia. No todo fructifica adecuadamente en maceteros. Por ejemplo, las berenjenas 🍆🍆. Logré que crezcan y florezcan, incluso una planta de ellas tiene muchas flores desde hace rato, pero no terminan el proceso. Lo mismo me pasó con los zucchinis, ¡puras flores!, nada de frutos. ¡Para qué decir con los pepinos y los phisalis! Así que, ya que la primavera está a la puerta, he decidido reducir el cultivo de especies a lo mínimo: pimientos, cilantro, perejil, kale, lechugas, rúculas, acelgas, espinacas, cebollines y flores💐(cardenales, malamadres, bugambilias y algunas suculentas pequeñas) y algunas especias(ruda y romero); ese es mi mínimo, 😉. Mi sembradío de frutillas creo que se irá al tacho de la basura. Tenía trece plantas (mal número); ya están quedando sólo ocho a medio morir saltando. Se han secado y las que siguen vivas, parece que están condenadas a lo mismo. Los bichos están ganando la batalla y para ellos no hay malla que sirva, menos rifle a postones. He probado todo tipo de insecticidas caseros (unos inventos asquerosos aprendidos en YouTube), de insecticidas químicos y nothing. Así que, con resignación cristiana, deberé acompañarlas en su partida y reemplazarlas por una especie más fuerte. ¡Cuánta razón tuvo Darwin! ¡Ídolo! En todo caso, seguiré en mi cruzada contra los bichos, sobre la base de la experiencia adquirida, porque no es que no haya habido ningún resultado. Funcionan por un tiempo y luego vuelven a aparecer. Deberé ser más persistente, simplemente.
Ya llegó la noche de este miércoles agostino y cuasiprimaveral. Malla instalada, balcones aseados y ordenados, siembras realizadas (de lechugas, kale, espinacas y acelgas) y riego concluido. Música de piano como compañía y toda la buena onda de esta vida tranquila, por ahora. Cada día tiene su afán, dicen. Veremos que me depara y nos depara el futuro cercano. Hasta pronto.
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