...se equivocaba, /por ir al norte fue al sur, /creyó que el trigo era agua,/ se equivocaba...🎶 , así iba cantando esta mañana mientras hollaba el/la arena en dirección a Punta de Lobos . En alguna ocasión yo aseguré "conocer" Pichilemu . No en vano he venido cuatro o cinco veces si no me fallan las cuentas: dos o tres veces con Mirella y dos o tres veces sola contando esta vez. Como había recorrido sus dos playas principales, Playa Grande y Playa Infiernillo ya me consideraba conocedora en todo sentido. Sin embargo, me había equivocado, igual que la paloma de Serrat.
Ayer en la tarde, luego de haber recorrido Playa Grande inmediatamente al arribar al balneario y de almorzar, se me ocurrió llegar hasta Cáhuil, lugar que no había tenido el honor de contar con mi presencia. De Cáhuil sabía que contaba con una industria dedicada a la Sal y que se ubicaba a 6 kms. de Pichilemu. Otro error: la distancia es de 12 kms. Me informé cómo llegar hasta allá e ipso facto, puse manos a la obra, es decir, intenté conseguir que un taxi-colectivo me llevara. Lo logré. Durante el viaje me enteré de la distancia real y, para mi total sorpresa me di cuenta que apenas había visto una parte minúscula de la "Capital Mundial de Surf", pues la cantidad de construcciones habitacionales y comerciales llega prácticamente hasta Punta de Lobos y más allá>>>.
También fue una sorpresa enterarme de que Cáhuil se ubica a orillas de una Laguna. Inicié mi recorrido por el sector de una Feria Artesanal instalada adyacente al puente que cruza la Laguna, donde también hay un embarcadero, un local de arriendo de kayacs y unos locales de comida, no todo en funcionamiento por ser dia de semana. Después de comprar una bolsa de sal y un frasquito de miel con mermelada de mosqueta (lo que me pareció digno de probar) me di a la tarea de conocer el pueblo. Lo recorrí de pé a pa, o sea, su calle principal (la misma carretera) en cuyos lados se levantan las construcciones. Caminé hasta el final de la zona urbana, donde existen varios locales de artesanía y un pequeño embarcadero con Mirador. Las Salinas no logré conocerlas pues están en Barrancas, unos kilómetros más lejos. De Cáhuil me llamó profundamente la atención la cantidad de flores en las veredas, de diferentes colores, principalmente geranios, cardenales, caléndulas, gazanias, rayitos de sol, hortensias, etc., que embellecen la caminata, lo que es similar en el balneario de Pichilemu, donde las flores campean por todos lados. ¡Hermoso! Al retirarme del sector por suerte no debí esperar mucho: pronto pasó un taxi, que aprovechó de traerme. Me habían hablado de un Supermercado 9, lugar donde era posible conseguir cash para seguir viviendo, así que cuando vi uno a la distancia pedí bajarme. Todo bien hasta que empecé a caminar para llegar al Terminal de Buses, pues quería comprar pasaje para viajar al día siguiente a Bucalemu y así tener una primera aproximación para decidir ir hasta allá en un futuro viaje. Pronto me di cuenta que el dichoso super estaba bastante lejos de mi destino y no veía colectivos a la vista. No me quedó otra alternativa que caminar otros tres kilómetros, lo que contribuyó a subir a 17 kms. los recorridos en el día de ayer. Mis averiguaciones tuvieron como resultado que no había locomoción a Bucalemu salvo en la tarde, lo que me hizo desistir de mi proyecto. Llegué a mi suite ultra cansada a darme una copiosa ducha y a preparar una rica once.
Con toda esa actividad no tuve mucha energía para ver televisión 📺 comprenderán ustedes, tanto así que ni siquiera sentí el temblor de anoche, pues caí a la cama en calidad de saco de papas, pero antes decidí ir a conocer hoy temprano Punta de Lobos.
"Poco antes de que den las diez...🎶 🎵 " (Serrat nuevamente) inicié camino en dirección a Punta de Lobos teniendo la claridad de que debía caminar un mínimo de seis kms. El día nublado era absolutamente propicio para el ejercicio. Luego de pasar dos sectores de roqueríos, la parte más compleja del trayecto, me encontré con la Playa Hermosa, de cuyo nombre me informó el varón de una familia que se estaba instalando en aquella playa. Él también me indicó dónde quedaba mi destino, dos grandes rocas que se veían a la distancia a unos cuatro kilómetros -ya llevaba casi tres-. ¡Uff!, me dije.¡Vamos, que se puede!
Pronto llegué a Playa La Ballena 🐳 , amplia y extensa. Su nombre me lo dio un runner que pasó por mi lado junto a su pequeño y juguetón dog. Él me contó, además, que al otro lado de las rocas de Punta de Lobos había una playa nudista llamada Playa Pancora utilizada por varones de ojos verdes, 😸 😻 🤣 🥺. ¡Buen dato!, pensé y me acordé de Gustavo Adolfo Bécquer con su leyenda "Los ojos verdes" y de lo peligrosos que son unos eyes de este colorido, ya sea en hombre o mujer. Mejor no voy a la dichosa playa, decidí, 😂.
Cuando llegué a Punta de Lobos el marcador marcaba ocho kilómetros y medio, toda una proeza. De pronto, vi a una mujer que me hacía señas. Miré para todos lados pensando que no podía acusar recibo de los ademanes porque haría el ridículo. Yo no conocía a nadie por allí, por tanto no podía ser yo la destinataria. Sin embargo, el saludo era para mí, jajaja. Se trataba de la familia que encontré en Playa Hermosa y me habían reconocido -mi belleza es inolvidable, 😂-. Me dieron otros datos y subí hasta la carretera, luego de comer una manzana y tomar agua. Ya eran las 12,20 horas.
Recorrí toda la parte superior, que me pareció maravillosa. Me felicité de haber decidido ampliar mi perspectiva. Me detuve un rato a mirar los surfistas que ejecutaban sus cabriolas sobre las furiosas olas del sector y seguí la trayectoria de más de alguno a través del ojo de la cámara. Muy bonito el lugar, bastantes vehículos a pesar de no ser fin de semana, muchos cactus 🌵 🌵 🌵 y flores. Bien, 👍 , ¡hora de regresar pero ningún taxi o colectivo a la vista! Obligada a caminar. Cuando ya había avanzado algo, me di cuenta de que para llegar al lugar la carretera era un desvío. Llegué a la principal y seguí mi desplazamiento por un buen rato, pues no pasaba ningún vehículo comercial. ¡Uff! Iba en la mitad del trayecto, calculo, cuando apareció un colectivo que sólo me cobró la ganga de 600 pesos por los 4 kms. que me faltaban. Pedí que me dejara en un supermercado grande, donde compré una hamburguesa de brontosaurio (con toda razón se llamaba así, pues pesaba 185 grs.) y una lechuga -ya tenía síntomas de abstinencia, 🤣-. Tarde me acordé que me faltaría pan, así que a buscar otro local donde comprarlo.
Al llegar a mi suite casi marcaba 17 Kms., una buena cantidad otra vez. Una rica ducha, cambio de ropa y a preparar un exquisito almuerzo un tanto tardío. No me creerán pero no fui capaz de comerme toda la hamburguesa; debí dejar una parte para mi once. Después de ver algo de noticias, de escribir ✍ un poco y descansar un rato, salí a recorrer parte de la zona céntrica que no la había visitado y completé con el trayecto de la pasarela de Playa Grande para disfrutar de una grata tarde con cielos parciales. Al volver al alojamiento, mi app marcaba 21,22 kms. ¡Esto es lo que me gusta de los lugares con mar: la posibilidad de caminar sin apuro, sin pausa y con gusto, con todo lo que esto contribuye a nuestra salud física y emocional.
Mañana, antes de partir, ya se me ocurrirá por dónde caminar y sin falta degustaré un rico ceviche en el sector de la Caleta de pescadores, delicatessen infaltable en lugares con mar 🌊 . Están siendo unos días breves pero de intensa y necesaria recuperación de energía, a lo que se agrega que yo soy la única pasajera en el ala de las cinco suites de alojamiento. No podía pedir más. Cruzaré los dedos o tocaré madera para que la suerte siga acompañándome en las siguientes salidas.
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