Siempre me han llamado la atención aquellos peces -los salmones, mis favoritos- que nadan contra la fuerza de la corriente en una especie de suicidio y lucha titánica a la vez, digna de asombro y de solidaridad por la casi inutilidad de sus esfuerzos, aunque con un objetivo que no puede ser más loable: la sobrevivencia de la especie. Seguro que si Darwin observó aquello (no he leído nada específico de este naturalista y científico, sólo sé algunas generalidades de él y vi en una ocasión una película biográfica) debe haberse detenido en su análisis.
No es fácil luchar contra los elementos; es considerado heroico pues se corre el riesgo de perder la vida. Sucede cuando hay un bien mayor que se defiende o se quiere preservar -otra vida o un valor trascendental- por sobre la vida propia. Por eso son pocos los héroes, al menos los conocidos, aunque hay muchos anónimos que en más de una ocasión logran aparecer unos minutos en televisión 📺.
El ámbito político de nuestro país está tan desprestigiado que si acaso son raros los casos dignos de admiración, menos podría aparecer alguien con categoría de héroe. Ya no somos un país de héroes; ni siquiera los hay de segundo o décimo orden. Es probable que más de alguien pueda -y así es- elevar a dicha categoría a alguna persona que comparte su ideología política, pero aquello no alcanza para que otras personas lo evalúen objetivamente como tal también y coincidan con el admirador(es). En la actualidad hay tal nivel de corrupción en este quehacer que hasta podría considerarse merecedor de alabanzas quien simplemente no haya caído en esta fase de descomposición valórica cada vez más considerada "normal". El pequeño problema es que sería muy difícil probarlo fehacientemente, porque, al hacer un parangón con la situación de un ciudadano frente a la ley, la máxima tendría que ser 'se es corrupto hasta que se demuestre lo contrario'. Terrible, ¿verdad?
Además de este "detallito" de la corrupción, está la indecisión y la cobardía en nuestros "honorables", lo cual, para salir mejor parados frente al escrutinio público, se disfraza de 'actitud analítica'. Es así como se ha puesto de "moda" decir que se está "en reflexión" cuando se quiere eludir una respuesta, que traerá más de un ataque, funa -o "reacción"- de los adversarios o de los propios seguidores. La altura moral está a tal nivel de derrumbe que se elude decir lo que se piensa o se cree para evitar consecuencias. Una de dos: o se ingresa a un estado de "meditación" en busca de la "iluminación" o se elude una interrogante con respuestas cantinfleras o palabras altisonantes.
Por ello es que me ha llamado la atención la actitud de la senadora Carolina Goic, a la que he llegado a calificar de "mujer valiente". ¿Hasta cuándo le durará la valentía? me pregunto. ¡Quién sabe!, me respondo yo misma. Tal vez ya ha bajado su nivel y simplemente yo no me he enterado. Las "reacciones" no se hicieron esperar y los ataques adquirieron la categoría de un chantaje feroz, hasta con alusiones personales referidas a sus problemas de salud de parte de una colega muuyy "Humanista". Es probable que aquello la haya afirmado con mayor razón en su postura. Una persona sobreviviente de una enfermedad catastrófica adquiere fortaleza añadida.
La senadora no es la única que ha actuado u opinado en contra de su colectividad pero cada vez los casos son más escasos (lo afirmo con rima y todo). La presión de sus "correligionarios" y de muchos usuarios de las redes cada vez es mayor, a lo que se deben agregar las funas y ataques físicos que no pocos han sufrido o casi. Ante ello no podemos hacernos los sorprendidos. Desde hace mucho tiempo que los valores universales ya no son inamovibles e iguales de aspirables para todos. Más de algo -o mucho- "huele mal en Dinamarca", como decía Hamlet. Ahora huele mal en todas partes y lo peor es que nuestro olfato se ha acostumbrado tanto que ya no nos damos ni cuenta. Lo bueno es relativo, lo honesto es una tontería, la mentira es una buena estrategia, la palabrería gana adeptos. Y todos estamos metidos es este mismo torbellino, unos más cerca de ser engullidos por el vórtice que otros.
Al final -"a las finales", como dicen muchos, 😂- no deja de ser una tremenda verdad aquello de que "cada pueblo tiene las autoridades que se merece". No somos muy distintos a los que criticamos -políticos, autoridades, jefes-. A la mano tenemos un tremendo botón de muestra: la mayoría de los y las Sres/Sras. Constituyentes, han dado ejemplo de poner en práctica lo que más criticaban, de no respetar las reglas establecidas, de abusar de su mayoría...y un largo etcétera. Mientras tanto, en la vida cotidiana, nos parece de lo más "legítimo" saltarnos la fila si podemos, tergiversar las situaciones según nos convenga, faltar el respeto, decir garabatos a diestra y siniestra, etc. otra vez.
Como colofón, para redondear la idea, viene muy a cuento el breve relato "La solución perfecta" de Alejandro Jodororowski.
"La solución perfecta
La fábrica lanzaba un humo pestilente que impregnaba toda la aldea. Los habitantes cansados de soportar el hedor, invadieron la carretera nacional enarbolando letreros de protesta. Las autoridades se vieron obligadas a escucharlos, pero trasladar esa industria o clausurarla, como ellos exigían, ocasionaría al Gobierno una pérdida enorme. El ministro de economía encontró la solución perfecta: mediante una simple operación en la nariz de cada aldeano hizo que se les eliminara el sentido del olfato."
Perfecta solución y todos contentos ...al parecer. Pero estas soluciones "perfectas" no sólo son privilegio de autoridades en la actualidad, también el ciudadano común las ha encontrado y los imitadores son numerosos. Trataré de no contagiarme con esta epidemia, que tiene carácter de pandemia y que lleva todas las trazas de convertirse en endemia, 😱.
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