domingo, 24 de octubre de 2021

Inolvidables...

 Inolvidable...

    En una novela que leí hace un tiempo ya, el protagonista hablaba de  aquellas personas con las que coincides un breve espacio de tu vida  y  que,  sin  embargo permanecen  en tu memoria por  mucho tiempo. Se transforman en inolvidables, como las que llevas adheridas a tu corazón.  Son personas con las que lograste una   comunicación   extraordinaria   a   pesar   de   ser desconocidos.  Es que el poco tiempo fue de mayor calidad que años de vida.

   Hay personas que han permanecido apegadas a tu vida y se han transformado en inolvidables. Hay otras que pasan un momento fugaz y también lo son. Hice un esfuerzo real, en distintos momentos, tratando de encontrar a esa persona, pero ya en el hecho de realizar un esfuerzo para traer a la memoria más de una vez alguna imagen, hace que no sea inolvidable. Si lo hubiera sido no habría tenido que esforzar mis neuronas del recuerdo. Simplemente no la ha habido. Una pena. No he tenido la suerte de encontrarme con algún mago o maga de los tantos que pululan en el mundo, de incógnito casi siempre, pero que se descubren ante el/la elegido/a. ¿Será que no necesito de su presencia y poder? Si es así,  ¡qué alivio! Eso significa que tengo mis propios poderes. 
La última vez...
   Cuando tomas conciencia que pasaste muchas últimas veces con alguien y no las valoraste lo suficiente, no porque no quisieras a esa persona, sino porque no sabías que aquélla sería la última vez con ella es cuando entiendes el significado de la muerte. En tanto vives la experiencia y la disfrutas como una más de las tantas, que, probablemente, ya has experimentado  con él  o ella,  eres muy feliz o no tanto, en la inconsciencia de todo humano desconocedor del futuro. Y aquellos momentos, cotidianos o especiales, pero a lo mejor no extraordinarios ni excepcionales, adquieren esta categoría cuando tienes la absoluta y terrible certeza que no se repetirán salvo en tu memoria, la que no tardará en traicionarte porque así funcionan las memorias humanas, como las bellas obras pictóricas : por más hermosas y valiosas que sean el tiempo va difuminando sus contornos y quitándoles colorido y aunque después se restauren, algo habrá  cambiado.
    Esa imposibilidad de la vuelta atrás, de ya haber vivido la última Navidad, el último cumpleaños, las últimas Fiestas Patrias u otras últimas  veces, y no haberlas disfrutado más, te pesa como una lápida y no será  fácil, de allí  en adelante, pasar por la primera vez sin el ser amado, hasta que el tiempo, de nuevo, calmante y ... lapidario, irá haciendo su trabajo. 
Montaña rusa...

   Sinónimo de liberación de adrenalina y/o endorfinas según uno se sienta en esa entretención-tortura a la que alguna vez nos hemos subido.  Y si uno ha vivido la experiencia (yo la viví junto a mi querida Mirella: no sé quién de las dos se puso más pálida o verde del miedo; quisimos pasar por dicha fascinante tesitura tan alejada de nuestra tranquila vida cotidiana y salimos trasquiladas. Ella casi perdió sus anteojos, que estuvieron en un tris de caer y yo perdí contacto con mi máquina fotográfica que fue a parar en el pavimento hecha añicos; en síntesis, no estábamos preparadas para ser astronautas) sabe comparar a la perfección lo que se siente cuando, sin estar en un parque de entretenciones, uno pareciera estar subida en los dichosos carritos con la casi certeza de que va a estrellarse sin remisión. A veces nos sentimos así y no siempre conocemos las razones.  Podemos identificar los síntomas pero no la(s) causa(s). En aquellas ocasiones es necesario detenerse y analizar la situación. Si tienes redes personales y de confianza, pedir ayuda. Si no las tienes, habrá que empezar a "picar": diseccionar tu entorno cercano y mediato para ver si hay allí alguna situación que te inquiete y, luego, analizar-te. Revisar los cuándo, cómo y dónde la montaña rusa ha comenzado a funcionar. Si eres honesta y perspicaz descubrirás, sin lugar a dudas, lo que la pone en movimiento. Descubierto aquello tienes la solución en tus manos. O eliminas la causa si depende de ti o cambias tu vida cotidiana si está fuera de tu alcance. 

   En más  de una ocasión en estos dos últimos años me ha atrapado el vértigo. Conozco sus causas y, aunque no dependen de mí (la pandemia y la crisis socio-política), sin querer queriendo, he logrado aminorar el temor y la angustia. Es de esperar que sea suficiente. Por el momento, tengo bastantes reservas de endorfinas en la despensa, 😍

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