Hace ya un tiempo, casi dos años, inicié un relato con la misma fórmula, como una manera de traspasar fronteras humanas e ir más allá de lo posible. Una manera de mantener el contacto contigo a pesar de los años de separación definitiva. Una manera de "conversar" con lo más parecido a un alma gemela que tuve nunca.
Déjame te cuente de esta peste que no es negra ni bubónica, pero que ha puesto en jaque a todas las naciones de nuestro planeta, sean desarrollados o tercermundistas. La globalización, tan elogiada y promovida, ha sido el detonante de la catástrofe, en esta ocasión. La que, primero fue una enfermedad nueva, un virus amenazador, se transformó en epidemia y luego en pandemia, en no más de dos meses. No pudo ser contenida, porque, como sucede o ha sucedido en todas las ocasiones, no se "vieron venir" sus efectos catastróficos, no se "leyó" adecuadamente su proyección y, a quien lo hizo se le ordenó callar "para no generar alarma pública".
Y es así como, con efecto dominó imparable, el contagio se ha extendido a 192 países de los 194 reconocidos como soberanos. No tengo claridad cuáles son los no infectados, pero mientras escribo el virus sigue su labor de reproducción acelerada y capaz que ya no quede ninguna excepción. Lo lamentable es la cantidad de muertos, que podrían haber sido menos en algunos países si las medidas restrictivas se hubieran tomado antes y si la soberbia humana no hubiera prevalecido por encima de las advertencias médicas.
Y aquí estamos, añorada hija, cada cual encerrado o lo menos visible, dependiendo de su realidad o situación. Dentro de todo, como muchos, he sido afortunada. Y una vez más debo agradecerle a "mi intuición" o a otra "cosa". Cuando percibí que ya los "dueños de casa" no sonreían como al principio, que la acogida no era la misma, que la desconfianza parecía ser la nueva forma de comunicación decidí retornar a lo conocido y propio...felizmente.
Dice Albert Camus en La peste : "Sin memoria y sin esperanza, vivían instalados en el presente. A decir verdad, todo se volvía presente". Y esto es una gran verdad en estos momentos, en todas partes, en que aún no se puede visualizar el final, que nos permita retomar la vida "normal", que no será la misma después de esta hecatombe, pero que, pasado el tiempo y el terror, quedará relegada al olvido, así como sucede con los grandes dolores colectivos, que terminan desvaídos con el transcurso del tiempo, perdiendo fuerza, intensidad, realidad e importancia.
En nuestro país, por la lejanía temporal del momento inicial, estamos recién comenzando. Esto es una suerte, por un lado. Ya tenemos a la vista lo sucedido en China y lo que está pasando con las naciones europeas, que siguieron con el contagio. Aun así, se continúa cometiendo errores similares y las máximas autoridades con otras menores, siguen en la disputa personal y en el afán de figuración. Hay errores que son "aceptables" por el desconocimiento y la novedad de la situación, pero hay otros que caen en lo imperdonable y grosero, causando indignación y añadiendo un elemento más a un descontento social no resuelto.
Pensar en todo el camino que nos queda por recorrer abruma. Y ahí es donde la cita textual de la novela de Camus se transforma en premonitoria. A 3 de abril, nos quedan por delante al menos dos meses de epidemia, un futuro inmediato sin ningún avance positivo, sino sólo de mayores contagios y muertes. Llegará un momento en que vamos a perder hasta la conciencia de normalidad en nuestras vidas, en que parecerá que todo siempre ha sido así y que nada cambiará. La desesperanza nos invadirá y ahí será el momento de luchar contra otro contagio: el pesimismo y la abulia.
Nuevamente Camus: "...había que esperar todavía. Pero a fuerza de esperar se acaba por no esperar...".
Sin embargo, el tiempo continuará su camino -y también el virus-. El final de esta pandemia, aunque parezca casi inalcanzable ahora, interminable por el momento, llegará. Se acumularán las horas, los días y las semanas hasta retornar a la vida cotidiana a la que estábamos acostumbrados. Ojalá, hija, sea el momento de demostrar que hemos aprendido algo más que mantener la higiene. Ése será el momento de demostrar que salimos fortalecidos como comunidad y humanidad.
.....
Hoy he realizado mi primera salida ya cumplida la cuarentena el día de ayer. No vi tanta gente en circulación, pero sí MUCHA gente en largas filas: en bancos, en cajas pagadoras de pensiones, en farmacias, en supermercados, en tiendas del retail. Vi locales de comida abiertos atendiendo público sin ninguna protección, además de los habituales vendedores ambulantes, de verduras, frutas y roscas, en calle Brasil y Santa María.
Algunos guardando la "distancia social", los más, no, ya sea porque el de atrás se acerca en demasía, ya sea porque la circulación alrededor de las filas continúa, otros, porque definitivamente, se consideran incontagiables. No, de ninguna manera así se va a poder contener el virus. Como escribió hace bastante tiempo un francés poco optimista, pareciera ser que "la suerte está echada".
En fin... Seguramente, si lo imposible es posible, estarás moviendo la cabeza o frunciendo el ceño ante lo que he escrito y lo que pienso. Pero no te preocupes si fuera así. Hay factores emocionales, de personalidad y de ambiente, que me permiten ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío (a propósito, aproveché de proveer la cava, aunque , eso sí, con lo mínimo) : disfruto de la soledad, cuento con actividades variadas en las que ocuparme, tengo buena salud y fortaleza emocional -creo-, una comunicación expedita con la familia y amigos, mi palacio no es minúsculo y aún tenemos un excelente tiempo (no olvidemos que el invierno tiende a deprimir).
Así que, tranquilein. Lo que tenga que pasar pasará. A ver si más de algunos salimos fortalecidos de esto, habiendo aprendido a valorar más lo que tenemos, a ser mejores vecinos (especialmente los míos que "no pudieron" proveerme ni de pan porque no fueron capaces de ser solidarios), a comunicarnos más seguido, a sacarle el provecho a la tecnología, a incursionar en nuevos aprendizajes, a respetar a los demás, a tomar conciencia de lo que significa vivir en sociedad, a no caer en la soberbia estúpida, inútil y peligrosa.
Déjame que te cuente, hija, que sigues y seguirás en mi corazón y en mi mente, mientras en mi vida no ingrese el olvido. ¡Hasta siempre!
Déjame te cuente de esta peste que no es negra ni bubónica, pero que ha puesto en jaque a todas las naciones de nuestro planeta, sean desarrollados o tercermundistas. La globalización, tan elogiada y promovida, ha sido el detonante de la catástrofe, en esta ocasión. La que, primero fue una enfermedad nueva, un virus amenazador, se transformó en epidemia y luego en pandemia, en no más de dos meses. No pudo ser contenida, porque, como sucede o ha sucedido en todas las ocasiones, no se "vieron venir" sus efectos catastróficos, no se "leyó" adecuadamente su proyección y, a quien lo hizo se le ordenó callar "para no generar alarma pública".
Y es así como, con efecto dominó imparable, el contagio se ha extendido a 192 países de los 194 reconocidos como soberanos. No tengo claridad cuáles son los no infectados, pero mientras escribo el virus sigue su labor de reproducción acelerada y capaz que ya no quede ninguna excepción. Lo lamentable es la cantidad de muertos, que podrían haber sido menos en algunos países si las medidas restrictivas se hubieran tomado antes y si la soberbia humana no hubiera prevalecido por encima de las advertencias médicas.
Y aquí estamos, añorada hija, cada cual encerrado o lo menos visible, dependiendo de su realidad o situación. Dentro de todo, como muchos, he sido afortunada. Y una vez más debo agradecerle a "mi intuición" o a otra "cosa". Cuando percibí que ya los "dueños de casa" no sonreían como al principio, que la acogida no era la misma, que la desconfianza parecía ser la nueva forma de comunicación decidí retornar a lo conocido y propio...felizmente.
Dice Albert Camus en La peste : "Sin memoria y sin esperanza, vivían instalados en el presente. A decir verdad, todo se volvía presente". Y esto es una gran verdad en estos momentos, en todas partes, en que aún no se puede visualizar el final, que nos permita retomar la vida "normal", que no será la misma después de esta hecatombe, pero que, pasado el tiempo y el terror, quedará relegada al olvido, así como sucede con los grandes dolores colectivos, que terminan desvaídos con el transcurso del tiempo, perdiendo fuerza, intensidad, realidad e importancia.
En nuestro país, por la lejanía temporal del momento inicial, estamos recién comenzando. Esto es una suerte, por un lado. Ya tenemos a la vista lo sucedido en China y lo que está pasando con las naciones europeas, que siguieron con el contagio. Aun así, se continúa cometiendo errores similares y las máximas autoridades con otras menores, siguen en la disputa personal y en el afán de figuración. Hay errores que son "aceptables" por el desconocimiento y la novedad de la situación, pero hay otros que caen en lo imperdonable y grosero, causando indignación y añadiendo un elemento más a un descontento social no resuelto.
Pensar en todo el camino que nos queda por recorrer abruma. Y ahí es donde la cita textual de la novela de Camus se transforma en premonitoria. A 3 de abril, nos quedan por delante al menos dos meses de epidemia, un futuro inmediato sin ningún avance positivo, sino sólo de mayores contagios y muertes. Llegará un momento en que vamos a perder hasta la conciencia de normalidad en nuestras vidas, en que parecerá que todo siempre ha sido así y que nada cambiará. La desesperanza nos invadirá y ahí será el momento de luchar contra otro contagio: el pesimismo y la abulia.
Nuevamente Camus: "...había que esperar todavía. Pero a fuerza de esperar se acaba por no esperar...".
Sin embargo, el tiempo continuará su camino -y también el virus-. El final de esta pandemia, aunque parezca casi inalcanzable ahora, interminable por el momento, llegará. Se acumularán las horas, los días y las semanas hasta retornar a la vida cotidiana a la que estábamos acostumbrados. Ojalá, hija, sea el momento de demostrar que hemos aprendido algo más que mantener la higiene. Ése será el momento de demostrar que salimos fortalecidos como comunidad y humanidad.
.....
Hoy he realizado mi primera salida ya cumplida la cuarentena el día de ayer. No vi tanta gente en circulación, pero sí MUCHA gente en largas filas: en bancos, en cajas pagadoras de pensiones, en farmacias, en supermercados, en tiendas del retail. Vi locales de comida abiertos atendiendo público sin ninguna protección, además de los habituales vendedores ambulantes, de verduras, frutas y roscas, en calle Brasil y Santa María.
Algunos guardando la "distancia social", los más, no, ya sea porque el de atrás se acerca en demasía, ya sea porque la circulación alrededor de las filas continúa, otros, porque definitivamente, se consideran incontagiables. No, de ninguna manera así se va a poder contener el virus. Como escribió hace bastante tiempo un francés poco optimista, pareciera ser que "la suerte está echada".
En fin... Seguramente, si lo imposible es posible, estarás moviendo la cabeza o frunciendo el ceño ante lo que he escrito y lo que pienso. Pero no te preocupes si fuera así. Hay factores emocionales, de personalidad y de ambiente, que me permiten ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío (a propósito, aproveché de proveer la cava, aunque , eso sí, con lo mínimo) : disfruto de la soledad, cuento con actividades variadas en las que ocuparme, tengo buena salud y fortaleza emocional -creo-, una comunicación expedita con la familia y amigos, mi palacio no es minúsculo y aún tenemos un excelente tiempo (no olvidemos que el invierno tiende a deprimir).
Así que, tranquilein. Lo que tenga que pasar pasará. A ver si más de algunos salimos fortalecidos de esto, habiendo aprendido a valorar más lo que tenemos, a ser mejores vecinos (especialmente los míos que "no pudieron" proveerme ni de pan porque no fueron capaces de ser solidarios), a comunicarnos más seguido, a sacarle el provecho a la tecnología, a incursionar en nuevos aprendizajes, a respetar a los demás, a tomar conciencia de lo que significa vivir en sociedad, a no caer en la soberbia estúpida, inútil y peligrosa.
Déjame que te cuente, hija, que sigues y seguirás en mi corazón y en mi mente, mientras en mi vida no ingrese el olvido. ¡Hasta siempre!
Que verdad, hermosa escritura,espero abrazarla algún dia
ResponderEliminarGracias, querida Lidia. Esperemos que sea posible pronto.
EliminarYo creo,Mónica,que mantener la comunicación con "ellos'es mantenerlos cerca.
ResponderEliminarLamentable lo de tus vecinos. Tú no eres una desconocida para ellos.
Bueno,es en estas situaciones cuando se conoce a los individuos.
Me niego a llamarlos gente o personas
Cierto, Anita. Recordarlos es mantenerlos "vivos"...Es una verdad que en situaciones extremas es donde se conoce a las personas.
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