Dictando mi cátedra hace unos días, comenzamos a analizar un texto que tenía como título "¿Un salto al vacío?". En la interrogante no había pistas del tema, pero tenía la virtud de llamar la atención de un lector inquieto. Lo que sí estaba claro es que el emisor se planteaba -y nos planteaba- su gran duda sobre un tema específico. Como primera actividad, le pedí a los alumnos que hipotetizaran sobre el contenido del texto y un alumno, al parecer con experiencias en el tema, señaló que podía ser del "amor" de lo cual hablara el texto, pues este sentimiento, desde su perspectiva, era un salto al vacío. No inicié una discusión (como ejercicio lingüístico, se entiende) acerca del fundamento de su afirmación, pues habría significado desviarnos demasiado de la primera actividad de la clase, para la que tenía apenas 10 minutos. Debí abandonar la oportunidad de argumentar en relación a una temática tan controvertida. ¡Para otra vez sería!
Parodiando en parte a Segismundo (¡eskuismi, don Pedro!), podría comenzar preguntando:
" ¿Qué es el amor? Un frenesí.
¿Qué es el amor? Una ilusión.
Una sombra, una ficción,
El mayor bien es pequeño,
Que todo el amor es sueño
Y los sueños sueños son..."
¿Por qué razón(es) una persona puede pensar que este sentimiento que mueve al mundo, puede significar una especie de suicidio y, por lo tanto, responsable de un daño y perjuicio mayor?
Sin duda, alguna mala experiencia personal o conocida. También podría ser una actitud cínica, pero no lo creo en este caso (¿o bien sí?)
- ¿Y para Ud., amiga mía? ¿El amor es eso o algo parecido?
- ¡Interesante pregunta!
- ¿Y cuál es su respuesta?
Como muchas cosas de esta vida, el amor, especialmente el de pareja, es un juego de azar: o tienes mucha suerte con él o nada de ella. También hay una tercera posibilidad: que la "suerte" se comporte en forma caprichosa (no en vano, se dice que doña Fortuna tiene una rueda...en funcionamiento...aún, ...jajaja). En mi caso, me he quedado sin fichas para cambiar en caja y...con una rueda en funcionamiento un tiempo, pero...ya detenida (sniff).
Si hacemos un análisis más minucioso, debo señalar que no sé hasta qué punto el azar interviene, en realidad. No debemos olvidar que a uno le parecen objetos...pardón, "sujetos" dignos de ser amados aquellas personas que piensan como uno. Por tanto, la elección la hago YO, dentro de ciertos márgenes que YO misma he establecido, consciente o inconscientemente (siempre que sea yo quien elija y no al revés). Eso significa, sin lugar a dudas, que el/los sujeto(s) de mis desvelos se ha(n) transformado en tal(es) por el hecho de cumplir con determinado "perfil", elaborado por mí, por lo que si cumple(n), parcial o totalmente, con ese perfil depende de mi "buena visión" o de mi poca o gran exigencia.
Expresado aquello, creo que el azar sólo tiene participación en la primera parte, es decir, hasta el instante mismo en que el "elegido/a" aparece ante mis ojos. Desde ese momento, es responsabilidad mía el haberlo/a transformado en "candidato/a" o "postulante". Llegados a este punto, entonces, debo reivindicar en algo al azar y no atribuirle toda la responsabilidad. Claro que en los casos en que el amor se produce a primera vista, allí sí debiera hacérsele responsable, pues es él quien nos pone al otro/a ante nuestros ojos.
En esta situación resulta necesario (aunque inútil) cruzar los dedos, pues nuestra razón y capacidad de análisis están dormidos, siendo solo los sentidos los que parecen estar gobernando nuestra persona. En este caso, el amor se transforma en un salto al vacío. En una situación como ésta, no ha habido tiempo de conocer ni compartir con el otro/a, por lo que es jugar al todo o nada, es apostar todo lo que tengo sin saber qué mano tiene mi oponente (¿oponente?). La disyuntiva que se le presenta al "enamorado a primera vista" es: dejarse llevar por la vorágine sensual (de sensación y sentidos) o domeñar los impulsos haciendo oídos sordos a los cantos de sirena (o sireno, jajaja).
Si la Suerte anda de buen ánimo, nos irá bien con ese "salto"; de otra manera, más temprano que tarde, estaremos lamiéndonos las heridas y arrepintiéndonos, tal vez, de habernos arriesgado. - En síntesis, ¿ha dado Ud., estimada Principessa, algún "salto al vacío" en el ámbito amoroso?
- ¡Síí! ¡Debo confesarlo!
- ¿En más de una ocasión?
- ¡Afirmativo! Pero no daré una cantidad, porque no he sacado la cuenta, jajaja
- ¡Era! Ya no estoy en esa actitud. Uno queda muy "machucada" después de cada salto, jajaja.
- ¿Valieron la pena?
- Ambos.
- Contestaré con unos preciosos versos de don Antonio Machado.
"Aguda espina dorada [amor]
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."
- Tradúceme, plis.
Siempre es mejor haber sentido algo que nada, aunque ese sentimiento haya traído, junto a la alegría y al gozo, penas y desilusiones. Sin duda hay algún salto que no valió todo lo que se arriesgó, pero los hechos fueron, la historia de aquello ya está escrita y no hay forma de borrar esos hitos. Es parte de los errores cometidos en un trayecto que recorres por única vez, sin mapas ni gps, con mayores o menores consecuencias.
Lo que somos hoy es el resultado de todo lo vivido, sea blanco o negro. Lo que hayamos sufrido ha valido la pena en la medida que nos haya servido para madurar y mejorar como persona, habiendo incidido positivamente en la vida de más de alguien. De otra forma, nuestro devenir no habrá tenido ningún sentido y no habrá pasado de ser un mero acto fallido. ¡Eso!
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