viernes, 4 de agosto de 2023

Respirar...y contar hasta 10...

   

   Dos días respirando a pleno pulmón, a orillas del mar,  ha sido un remedio para cualquier tipo de ahogo. Si a ello se agrega una temperatura de 14 a 15 grados, cielos nublados pero sin frío, mejor que mejor. Hoy he caminado la friolera de 31.660 pasos, equivalente aproximadamente a 23,7 kms. No es mi récord  pero se acerca. ¿Podría  haber  caminado más? Sí, aún había fuerzas, pero ya era hora prudente de volver al hospedaje, aunque aún hay a lo menos una hora de luz. 

  La segunda y última noche en La Serena...¡dormí como la mona! Todo lo positivo del párrafo anterior se diluye con la falta de sueño y con el dolor de espalda. La cama no resultó muy blanda al final y, lo peor, tuve toda la noche una máquina de aserradero funcionando. ¡Uff! Cierto que no es la hora de ponerse delicada, pero es que cualquiera se desvela con un ronquido estruendoso y persistente. La persona, no sé si man o woman, emitía un ronquido cada 3 segundos. Estuve un rato tomando el tiempo y sus ronquidos funcionaban a la perfección. Inmediatamente aclaro que yo, a veces, suelo roncar, pero no he llegado a tal grado de evolución. Cabe hacer notar que, en mis viajes, he compartido habitación con personas que roncan, pero ¡normales! Y, en cada ocasión, no he tenido problemas para dormir a pata suelta. Pero lo de anoche me superó. Tanto es así, que estando en una habitación contigua, no me dejaba dormir. Sucede que estaba en un hospedaje de precio conveniente, que entre sus atractivos en Booking ofrecía una ubicación de 600 metros de la playa. ¡Perfecto!, me dije. De una patada estoy caminando por la playa serenense. ¡Qué  mejor! Y al ver lo económico que era la habitación  del "Hotel", tal cual, ¡qué me dijeron! Quedaba bastante cerca al Faro Monumental. Así que me matriculé enseguida.  

   Pero, no todo lo que brilla es oro. Para empezar, no era "hotel". Cero aviso en su frontis. Sólo lo ubiqué por el número, cuando un uber me llevó hasta allá. Al llamar al anfitrión y salir éste a recibirme, lo primero que llegó a mis oídos fue el delicado sonido ... ¡de un taladro! El muy dueño de casa (pues era una casa habitación: cero "hotel"; sí, "hospedaje") estaba haciendo arreglos en la vivienda y, a pesar de ello, seguía ofreciendo habitaciones por Internet. ¡Yo ya estaba allí! Efectivamente el lugar se ubicaba cercano de la playa y la habitación, simple y básica, se veía bastante  bien. Así que me quedé. Me instalé y salí a caminar yéndome derechito para el lado de la playa, pero ...¡nunca fue! Si bien, seguramente en línea recta quedaba a la distancia publicitada, no había salida habilitada. El sector, que parece población de la Mafia Siciliana por el nombre de sus calles y plazuelas (Palermo, Catania y otros nombres parecidos), es un sector que aún no está urbanizado hacia el mar, aunque hay varios edificios construidos y otros tantos en construcción. Así que había que caminar hasta la Avda, F.de Aguirre (1 km.) y, luego, por la avenida, otros 800 metros más para llegar al Faro. ¡grrr! ¡Publicidad  engañosa! Como iba a estar dos noches, me resigné cristianamente, 😂,  y al buen tiempo, mala cara, perdón, al verre, 🙈.  

   A propósito de tiempo, escapando del frío de Rancagua, creo que no tuve muy buen ojo, 😂. Sólo he gozado de días nublados, tanto en La Serena, Coquimbo y, hoy, en Pichidangui. Ayer fui al puerto pirata. Más que ir a la ciudad, me interesaba conocer Playa La Herradura, que la había oído nombrar pero en las ocasiones que visité la urbe antes (una vez, la primera, con Mirella, y la segunda vez con mi hermana) no había llegado hasta allá. Lo hice, caminé toda la playa disfrutando de la vista y mirando con respeto a los extractores de algas que estaban en plena y sacrificada labor. Luego volví a la ciudad y después de dar una vuelta por el mercado y comprar un pepino de ensalada a 100 pesos (jajaja, estaba ya pensando en el acompañamiento de la carne mongoliana que me había quedado del día anterior), me fui caminando a La Serena , por la Costanera y luego por la playa.  

 La salida de Coquimbo por el paseo marítimo es un trayecto bastante nuevo; no lo conocía. Una excelente vía para caminar y hacer deporte. Pero requiere limpieza... y ¡desodorante! El sector playa está hecho un asco, con basura, aguas estancadas y más de alguna carpa. Salí un poco antes de las 13 horas y llegué al alojamiento a las 17,30 horas. ¡No caminé todo el rato, 😂! Pasé a tomar un café con pie de limón para recuperar calorías, 😅,  por el camino y a descansar un par de veces. Por ello, la cantidad recorrida fue casi récord. Así y todo, a pesar del cansancio, no dormí bien por la musiquita de mi vecino/a. Bien delgadas son las paredes de las habitaciones, cero intimidad, 😅. 

   Al abandonar el alojamiento, no podía faltar el percance, ¡por Dios! Solicité un uber, dejé las llaves al interior de la casa y salí al patio para llegar hasta la calle. La puerta de la casa se cerró herméticamente, lo que no me preocupó, sino hasta darme cuenta que el portón de calle estaba con seguro, 😭. ¡Quedé sin poder salir a la calle y sin poder entrar a la casa! Debí lanzar un SOS por whatsapp. Suerte que el maestro que estaba haciendo los arreglos alojaba allí, si no ya me veía subiendo un cerco metálico de 2 metros, para caer como saco de papas en la vereda... Alcancé  a salir y ya llegaba el uber. ¡Uff! Salvada por un pelo.  

    Llegué con tiempo de sobra al terminal. Eso no me preocupaba. Lo que me complicaba un poco era que el bus no ingresaba a la ciudad de Pichidangui, sino que me dejaría en la Carretera. Cuando me bajé y vi casas y pavimento por todos lados  me alegré. Sin embargo, aún era pronto para cantar victoria. Mi memoria me había jugado una mala jugada, pues había olvidado  que la primera vez que vine me había costado mucho salir a tomar bus de regreso. Acostumbrada a guardar los buenos momentos y olvidar los malos ratos, había mandado a buena parte la mala experiencia del regreso. Apenas fui adentrándome a la ciudad por el "Acceso Sur" me fui acordando. En eso, las ruedas de mi bolso top empezaron a taimarse y al revisarlas me di cuenta que una de ellas se había casi pulverizado, 😂.  ¡No era, sin duda, mi mejor día! Cuando me acordé de lo que faltaba por caminar y con el bolso averiado, solicité un uber sencillo, luego uno vip, de los cuales no llegó ninguno, 😂, y debí subirme a un microbús de luca, que me dejó en la Caleta pichidanguina y de ahí caminar una cuadra al alojamiento, que esta vez sí era un bello hotel playero. 

 Salí  a caminar,  a reconocer lugares y luego pasé a almorzar a una especie de "chiringuito", nada de barato finalmente. Pero es la realidad no más. Son muy pocos los abiertos por estar en temporada baja y hay que alimentarse. Estaba muy rico el almuerzo en todo caso. El único problema es que gasté casi todo el cash del que disponía y acá no hay cajeros, 😨😱. Mañana veré si en una caja vecina pueden ayudarme. ¡Jesús, María y José! En todo caso no pasaré  hambre (tengo un tarrito de atún, un limón y medio pepino, 😂). El problema es cómo  pagaré  mi pasaje para irme el domingo. Algo tendré que inventar, 😉.  En fin, gajes de la Olguita... Hasta pronto.




 

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