sábado, 17 de junio de 2023

¡Qué frustración!

      

   Al fin, terminé anteayer con la elaboración del compendio de mi viaje reciente. Considerando que ya no respondo a un horario laboral fuera de palacio, es bastante tiempo el que ocupé: ¡nada menos que dos semanas! Antes, la tarea de descargar más de cuatro mil fotografías, ordenarlas en carpetas, descargar los escritos del blog, corregirlos y diagramarlos, elaborar una portada y, por último, crear 28 collages con las fotografías más representativas de cada ciudad, me habría llevado unos tres o cuatro días.

 Ahora no como pueden ver, lo cual resulta lógico, pues mis tareas y actividades cotidianas son variadas, además de que luego de llegar a suelo rancagüino redacté tres escritos, terminé dos tejidos, he cocinado al menos siete veces (día  por medio), he salido de compras varias veces, he visto televisión a diario, preparado pan unas cuatro veces y algunas otras labores que no es el caso señalar acá. Lo que sí, aviso que no he leído NADA. Lo retomaré apenas tenga en mis manos el nuevo "librillo" de viajes.     

     Cuando hace algo más de cuatro años (este número ya parece cabalístico) compré mi actual celular casi pensé que sería el último. Un Huawei P smart de 64 gb ¡Craso error! Se nota que aún sigo creyendo en los pececitos de colores. Los teléfonos no están diseñados para durar mucho en la actualidad. Los inhabilita la rapidez de los avances tecnológicos, que, en general, son minúsculos para la tarea primordial (comunicarse con los demás), pero que los grandes poderes fácticos tras la tecnología presentan como extraordinarias ventajas. Por ello, la obsolescencia es cada vez más vertiginosa, haciendo que cada juguetito de éstos pase a estar "out" en sólo unos meses. Como mi aparato pertenece a la 4a. generación -4 G- ya ha sido superado largamente. Desde hace meses he estado recibiendo mensajitos de advertencia de no funcionamiento inminente de whatsapp, por ejemplo. No les he hecho mucho caso a las amenazas. Porfiadamente he hecho oídos sordos, pero la realidad se ha encargado de abrirme los ojos -oídos y ojos están cerca,😂-.  

   Mientras anduve de viaje, mi amado celular funcionaba casi a carbón a veces. No sé si se impresionó mucho por los paisajes captados a través del lente fotográfico, pero cada vez era menos rápido. Las fotos ya parecían ser sacadas en cámara lenta. Cuando regresé lo despojé -al celular- de la pesada mochila de imágenes, audios, diálogos whatsapp, archivos enviados y recibidos, etc. Recuperó su rapidez, pero hace un par de días me hizo una zancadilla: tomé una foto de uno de mis almuerzos estrella y cuando busqué  la fotografía no la pude hallar. Tampoco podía repetir la escena porque el almuerzo había pasado a mejor vida,😂, lo que me llevó a tomar la decisión de cambiarlo definitivamente. Y ahí me vino a la memoria la canción de Pedro Messone (q.e....), "ta muy malo el corralero..." 🎶🎵y, guardando las distancias, llegué a la "convicción profunda" de que mi sueño de un nuevo celular debía volverse realidad.  

   ¡Manos a la obra! Me fui a averiguar la existencia de aparatos a Falabella, con la claridad de antemano, de que quería un 5G de 512 gb, es decir, uno de los últimos Samsung Galaxy. Llegué a la tienda con la típica actitud fachendosa de quien tiene los medios que se requieren para comprar juguetes de última G, pero, ¡ vaya sorpresa la mía!  Tuve un "aterrizaje forzoso"me dijeron que no calificaba, 😡, para un galaxy s23 ultra 512 gb. Apenas me alcanzaba para uno de 256 gb. Es decir, yo quería comprar algo más vip de lo normal, pero, ellos, ignorantes de lo que guardo bajo el colchón, me pararon los aviones. ¡Y eso que estamos en tiempos de pura "inclusión"! Como andaba cotizando, no me hice mayores problemas. Esa noche dormí bien, a pesar de que, indirectamente,  me dijeron "vieja tal por cual", 😂.  Al otro día, me dirigí a mi compañía telefónica: Entel, gracias a la cual "vivimos mejor conectados". La verdad, la verdad, ante mi requerimiento, me miraron con sospecha. Yo había visto al susodicho -entiéndase celular- a algo más de 800 piticlines en Internet, pero en el local me dijeron que sólo quedaba ese modelo en color negro (me pregunto, ¿lo harían porque me vieron cara de racista? o ¿como para asegurarse de si me gustaban los negros, digo yo?). Además, el precio era de $1.170.000 y no se pagaba con cuotas añadidas al cobro de consumo mensual, sino que había que pagarlo mediante determinada tarjeta de crédito. ¡Sorprise! De nuevo, fui mirada por encima del hombro y se me dijo que un juguete de aquéllos no era para mí. Me dieron ganas de estampar una denuncia por discriminación pero, ¡no!, de ahí a que me hagan caso debido a mi edad y aspecto, me pasaría lo mismo que a los que esperan atención en el sistema público de salud... o en el Registro Civil.  

   No me di por vencida. Sabía que pronto podría retirar dinero de mis rentas,😂,y sería el dulce momento de la venganza, así como el tiempo preciso de cambiar la asquerosa carcasa de 4 años y fracción que tiene mi celular actual,😁.Y justo antenoche, revisando mis inversiones me encuentro que ya tengo liberada la cantidad suficiente para darme el gustito aquel. Fue muy oportuno. Al parecer los astros estaban alineados, luego del mazazo recibido unos minutos antes en una reunión comunitaria. Será la mejor terapia, aunque sé que es más barato el desahogo, y el "pelambre" si cabe, no recurriré a él esta vez, no vaya a ser cosa que ustedes se lleven una mala imagen de mí, 😂.Tampoco iré a unas cuantas sesiones de autoayuda con un/a psicólogo/a pues muchos de estos "loqueros" están más necesitados de terapia que yo. He optado, inteligentemente, ejem, por comprarme un Galaxy S23 ultra 512 gb como la mejor manera de autoafirmación 😎 y terapia a mi nivel. Total, la plata está para gastarla y, como ya he dicho más de una vez, "el que puede puede", 😅. Es de esperar que cuando quiera proceder no me salgan con que debo justificar con certificados el hecho que poseo varios billetes juntos para una compra. A estas alturas del funcionamiento de un sistema absolutamente inclusivo y transparente a nivel nacional no sería  una sorpresa, ja ja. 

   [Entre paréntesis y cambiando de tema y antes de que se me olvide, les comparto, por si les sirve, mi última idea innovadora. Es la puesta en marcha de la brillante idea de implementar invernaderos en los balcones de palacio. Sé que "suena" rasca y, por lo tanto, poco elegante  -lejos de mi altura, 😁-. Es decir, no apto para mi nivel. No os preocupéis. No se trata de incorporar plásticos y cosas parecidas y transformar mi mansión en un símil de casa okupa. ¡Nones! Ya verán lo simple que es. Sucede que los helados días de estas semanas no sólo atentan contra el bienestar personal, sino también -y más- contra la verde vida del huerto-jardín. Por ello me estuve devanando los sesos para encontrar la manera de evitar la hipotermia de mis plantitas regalonas -todas, porque las que dejan de serlo, las elimino-. Abrigarlas como en la actualidad se hace con los perros y gatos no podía, independiente de que sepa tejer a crochet y a palillos y tenga tiempo para ello, aunque debo señalar que he visto árboles "vestidos" con coloridos retazos de tejido (en Talca, vi hace unos años esta muestra de compasión humana hacia la vegetación "sintiente"). Aclaro de inmediato que, más que la compasión y empatía hacia mis "hermanas" plantas de tomates 🍅 🍅, morrones y otras, me mueve el disfrute de contar con verduras cultivadas por mis propias manos aunque sean minúsculas y pocas. Por lo tanto, frente a la baja del termómetro, empecé trasladando las especies más delicadas al espacio cerrado y, luego de un sesudo análisis reflexivo de la realidad, decidí mantener las ventanas cerradas casi todo el día, para lograr una temperatura más alta y permanente en ambos balcones, con mayor razón mientras hubiera sol al exterior. Con ello he conseguido un microclima de invernadero, que no sólo  protege a las plantas de las heladas sino que también les permite crecer y desarrollarse. La verdad,  ¡Soy un genio! 👏 👏 👏. Claro que cuando salgo a los balcones me parece estar entrando a un sauna. Pero no importa, pues el experimento está dando resultados.Cierro paréntesis].

  Ha pasado un día desde que escribí esto, lo que hice desde las 5 de la mañana del viernes -ayer-. El mal rato me pasó factura, pero tuve a la mano, providencialmente, un par de antídotos infalibles: comprar el celular nuevo y un encuentro con mis amigas historiadoras. ¡Qué mejor! Sin embargo, debo agregarle unos pelos más a la sopa tecnológica. Ayer en la mañana, ya con el dinero en mi tarjeta de débito, partí a darle la última oportunidad a las tiendas del ramo celulístico: Falabella (yo seguía  sin calificar y el aparato ya costaba 1 millón 600; tenía dinero para pagar al contado y no podía comprarlo salvo que pagara esa cantidad -costaba menos con tarjeta,¡increíble!-. Frente a la situación casi utilizo una expresión de mi hija y les espeto: "¡Oye, qué te pasa!"); Entel (habían  pasado  dos días  y ahora el celular costaba 100 mil pesos más, aunque fuera al contado, 😁); Ripley (1 millón 600); Pc Factory (1 millón 250). ¡Uff! Regresé a palacio con mi tarjeta cargada de dinero sin ocupar y absolutamente  frustrada. ¡Y pensar que nos llenamos la boca diciendo estamos perfeccionando la democracia! ¿Cómo sería la cosa si no la tuviéramos? ¡Madre mía! 

   Luego de una tarde super entretenida de reencuentro con mis amigas, de comer unos sanguchotes con pan ciabatta ("bachata" para Andrea, 😂), hacer salud con un helado espumante, comer unos trozos de kuchen de nuez, galletas, té, postre de manzanas asadas, ¡uff!, terminamos sirviéndonos unos sorbos de un licor digestivo alemán de 44°, ¡brrr!, para que no nos cayera nada mal, digo yo, 😂. Cuando llegué a casa, me 'serví' la copa de la venganza, ya fría: compré vía Internet el teléfono que quería, el que llegará a mi vida el próximo martes, 👏 👏.  Ingeridos los antídotos vino el descanso y me levanté con el mejor de los ánimos hoy sábado. Las nubes negras ya no se veían en el cielo azul. ¡Qué mejor!  

    

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