viernes, 12 de mayo de 2023

Persiguiendo Vikingos...

    

   Hoy jueves 11 despertamos a las 5,30 aprox. y ya era día consumado. No había  necesidad de levantarse tan temprano pero la luz matutina no nos permitió seguir durmiendo a Mariana y a mí. Nos dimos vueltas como asado escandinavo durante una hora sin resultados positivos hasta que, al final, optamos por levantarnos. El Jet lag nos estaba pasando factura. El martes en Santiago nos levantamos antes de las 5 de la mañana, el miércoles a las 2 de la mañana -hora chilena- estábamos bajando del avión en Ámsterdam, donde debimos esperar conexión unas 4 horas, sin dormir, claro. En el avión habíamos echado más de alguna cabezadita pero sin mayor descanso. Lo más complejo fue permanecer sentados en asientos económicos por más de 12 horas, siendo alimentados a cada rato, como si estuviéramos destinados al sacrificio. Por ello, ya liberadas a las 19 horas del mismo miércoles en el centro de Copenhague, luego de un tour básico por la ciudad y sus encantos, nos dedicamos a caminar, vitrinear, ingresar a cuanto local de souvenir encontramos, hasta pasar a servirnos un café americano en un pequeño local y luego regresar al Scandic. No teníamos hambre, aunque sí un poco de frío. Ya en el hotel, a ordenar fotos, comunicarnos con nuestros contactos, revisar el cronograma de viaje y, después de unos cuantos puntos en mi tejido a crochet, tratar de dormir. 

   DINAMARCA o DANMARK,  es uno de los tres países escandinavos (junto a Suecia y Noruega) y uno de los cinco nórdicos, de los cuales visitaremos cuatro, a excepción  de Islandia que queda a unas cuantas millas náuticas de distancia. La población de la nación danesa es de 5 millones 800 mil habitantes aprox., mientras Copenhague, la primera ciudad a la llegamos en el tour y su capital, supera el millón de personas. El guía nos recalcó que ya no hay vikingos salvo en la  genealogía y en el adn de muchos, pero políticamente éstos han desaparecido. El país se rige por una democracia parlamentaria, aunque siga existiendo una monarquía que, en la actualidad, encabeza Margarita II, una buena dama de sólo 83 años (estoy utilizando algunas expresiones del guía,😁). En lo ejecutivo está a cargo de la nación la Primera Ministra. Los herederos al trono, principalmente hombres (hubo que cambiar la Constitución para que se permitiera mujeres; nada de paridad por acá), se llaman Christian o Federico, o se es uno o el otro. 

    Copenhague tiene la típica arquitectura de otros lugares como Países Bajos (casas altas y angostas, coloridas y de arquitectura continua), además de la existencia de  canales, por los que corre el agua del Mar Báltico (no hay ríos, eso sí, dijeron). En nuestro recorrido guiado conocimos el Parlamento (179 honorables sesionan allí), los cuatro Palacios Reales (donde presenciamos el cambio de guardia a las 18 horas), la fachada de la Iglesia de mármol, la Biblioteca Real con un hermoso antejardín con tulipanes rojos, la Estación de Trenes, un Parque donde habita, arriba de unos roqueríos, la Sirenita, personaje de los relatos de Hans Christian Andersen, hijo Ilustre de Dinamarca. También recorrimos el Paseo Peatonal con sus locales comerciales a ambos lados, pasando a todos las tiendas de souvenirs que encontramos. Yo sólo compré la bandera danesa (pequeñita, para mi colección), planificando para el día siguiente la adquisición de un vikingo, pero nunca fue, ya sabrán por qué. Mientras los pocos locales que  quedaban abiertos cerraban, fuimos enfilando al hotel. En el camino buscaríamos un restaurante para servirnos un café bien caliente antes de irnos al hotel. Encontramos uno pequeño (que tenía unas enormes donas, pero que a mí no me gustan) y por algo menos de 4 euros ($3600) nos conseguimos los americanos que necesitábamos (entiéndase 'café americano', no 'hombres americanos',😅) y luego regresamos a nuestro lugar de alojamiento. ¡Qué jornada! Luego de compartir impresiones, prepararnos para el día  siguiente comunicarnos con la familia y amigos, nos metimos al sobre, con la esperanza de conseguir nuestro objetivo al siguiente amanecer. ¡Vamos que se puede, nos dijimos!

















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