viernes, 3 de febrero de 2023

¡Nieve estival!...

   

  Ver nieve a estas alturas del verano no estaba en nuestros cálculos -como si pudiéramos calcular nada al respecto-, pero nos pareció maravilloso encontrarnos con ella, a nosotros, los visitantes, pues los residentes ya están acostumbrados o, al menos, saben de estos fenómenos. Enfrentarnos y rodearnos de un blanco paisaje en pleno verano en la casi desértica zona del altiplano andino fue realmente espectacular. 

   Estaba programado ir a ese sector fronterizo de nuestro país, desde antes de que viajáramos. Los anfitriones se preocuparon no sólo de su particular evento -el matrimonio-, sino también de planear en qué ocuparíamos nuestro tiempo libre una vez de regreso de Tacna. La idea era ofrecer un buen panorama de actividades especialmente para 6 de los 9 parientes que nunca habían visitado esta región del país. Así que, además de conocer parte de Tacna y la Playa Los Palos, nos estamos llevando las mejores imágenes y las más representativas de nuestro norte chileno. Partiendo por Arica, los lugares típicos visitados son El Morro y su museo histórico, más de una playa, el Museo de las Momias Chinchorro, la famosa Feria del Agro y los sectores céntricos de la ciudad.  

   Ya que estábamos aquí, también se planificó la visita a la hermosa urbe de Iquique, pasando en el trayecto hacia allá a Pisagua (ciudad y cementerio), Huara y a la Oficina Salitrera de Humberstone. Ya en Iquique, alojados en el sector Cavancha, caminamos al atardecer por parte de la playa, en tanto al día siguiente unos visitamos el Museo de la Fragata Esmeralda, la Caleta Riquelme y la Plaza Prat donde se ubica la Torre del Reloj, otros fueron a la ZOFRI de compras. Ya de regreso, deteniéndonos cada cierto tiempo para el descanso de los conductores (fuimos y volvimos en dos vehículos; éramos 12 personas en total) los que no nos quedamos dormidos pudimos apreciar los numerosos remolinos o trombas de polvo y el atardecer en el desierto. Pasamos a tomar once a Cuya, lugar a poco más de 100 kilómetros de la ciudad de la eterna primavera.   

     El viaje a Putre y al Lago Chungará fue ayer miércoles. Sabíamos que no todos podrían participar por el tema de la altura de su superficie  (4500 m.s.n.m.), así que hubo panorama para ambos grupos. Los viajeros, 8 en total, aunque sólo 5 visitantes, experimentamos la maravilla de una subida al Chungará rodeados de nieve caída durante la noche anterior. Nos pareció trasladarnos a otra parte del mundo, pues en poco más de 150 kms. ya estaba todo blanco a nuestro alrededor. Los Cerros Tutelares, los Volcanes Payachatas y otras cumbres lideraban en blancura, mientras los faldeos e incluso las orillas del pavimento de la carretera no se quedaban atrás. ¡Hermoso! Eso sí, el frío traspasaba mi polerón. Hubo un momento en que mis manos estaban gélidas a orillas del Chungará, mientras me tomaba por sorpresa un pequeño "ataque" de granizos que chocaron con mi rostro. Allí no estaba la nieve aposentada, sino unos kilómetros antes de llegar, donde nos detuvimos a la vuelta para tomar fotos. Estábamos en esos avatares cuando varios hundimos nuestros pies en el suelo reblandecido por la nieve ya en pleno proceso de derretimiento. Terminé descalzándome y usando calcetines y hawaianas prestadas. 

   De regreso bajamos a Putre (en el viaje de ida habíamos visto la localidad desde la altura de un mirador, en tanto comprábamos recuerdos y artículos típicos allí mismo: caminos de mesa, bufanda, orégano, ponchos, gorros, etc.). En Putre almorzamos. Una cazuela de alpaca nos vino como anillo al dedo, más pavita al horno con arroz y papas fritas (todo es con arroz y papas por acá), terminando varios con un café. Resultó económico. No era, obviamente un restaurante de lujo; simplemente uno tradicional y de pueblo, atendida por una nativa, que se rio mucho al preguntar a uno de mis sobrinos si él quería pavita. Yo no había visto reír con tantas ganas a una persona de su etnia, los que parecen tan imperturbables la mayoría de las veces.   

   El regreso desde Putre se nos hizo cuesta arriba, literal y metafóricamente hablando. Una niebla espesa y "baja" (entre comillas, pues la localidad se ubica a 3.300 m.s.n.m.) había invadido todo el sector, en especial la carretera, en la que no se veía nada a más de 10 metros de distancia. Los conductores debieron venirse a 30 k/h, estando atentos especialmente, en cada curva del camino, a los enormes camiones de carga que circulaban en sentido contrario, es decir, en todo el trayecto y por bastante rato. Sólo a la mitad de la distancia pudimos, al fin, respirar tranquilos. ¡Se había hecho la luz! Y con luz, llegó el calor al poco rato, pues ya estábamos más cerca que lejos de Arica. 

     Retrocediendo  un par de días, además del encuentro con nieve y niebla en pleno verano en el Altiplano, destaco la visita a Pisagua, una localidad costera, ubicada cerca de Huara. Es un pueblo donde parecieran habitar los fantasmas y 250 habitantes, de acuerdo a Censo 2002, luego de haber estado entre los puertos más importantes de la costa del Pacífico, con más de 20.000 habitantes. Al llegar, luego de desplazarnos por una cuesta llena de curvas riesgosas, deprime ver lo que queda de esa pujante ciudad, primero parte del territorio peruano y después chilena, tras el Desembarco de Pisagua el año 1879. El declive comenzó cuando también el salitre natural perdió la batalla contra el artificial y ya no hubo venta a distintas partes del mundo, lo que sucedió desde 1930 en adelante. En el puerto llegó a haber todo tipo de servicios, inclusive tranvía, cable submarino y teléfono, por lo tanto es más penoso observar su ruinoso estado actual.  Ahora no pasa de ser sólo una Caleta de pescadores, con la gran desventaja que la salida de sus productos no debe ser una tarea fácil.  

    Precisamente por su aislamiento, en tres períodos históricos el Puerto de Pisagua fue utilizado como Campo de Concentración de prisioneros políticos: en 1940 durante el gobierno de Gabriel González Videla, entre 1952 a 1958 por Carlos Ibáñez del Campo y durante 1973 al '74 por parte de Augusto Pinochet Ugarte, aunque también el año 1980 lo utilizó como lugar de relegación. El año 1990, ya de vuelta a la democracia,  se descubrió en Pisagua una fosa común,  que contenía 19 cuerpos de prisioneros ejecutados. Vimos el lugar, llegamos hasta el fondo del antiguo cementerio de Pisagua, donde se levantó un Memorial por las víctimas de 1973, con sus nombres escritos para luchar contra el olvido. Hay, además, varias placas recordatorias. El camposanto contiene antiguas y recientes tumbas con la mayoría de sus cruces oxidadas o resquebradas y resecas por el sol y la erosión propia del material expuesto al sol y al aire marino. Es un cementerio ubicado en un sitio privilegiado: frente al mar, bajo un sol inclemente y en medio de una tierra reseca y desértica.  Es la imagen más fuerte de Pisagua. Muy pocas de las tumbas antiguas conservan el nombre de sus ocupantes. En un par de monumentos con nichos se pueden leer algunos nombres, de gente que murió hace más de cien años. Al abandonar el lugar uno no puede dejar de sentirse con la carga del peso de los años, del horror de la muerte violenta  y el vacío del olvido. Sólo el oleaje del mar observado desde el camino entre los acantilados logra limpiar del alma el peso de la historia. 

     Hoy otro grupo regresa a su hogar, Coronel. Quedamos menos. Mañana me toca a mí  y el domingo a Valdivia y La Unión.  Por fin los recién casados podrán decir "¡Al fin solos!", 😂.  Ayer, al atardecer, disfrutamos de la once en la playa La Lisera, costumbre típica de la ciudad  en amena conversación con familiares de la dueña de casa. Hoy comienza el Carnaval con la Fuerza del Sol. ¡Qué suerte que podré ver parte de él! Aún me queda, 👏. Hasta pronto. 



























     

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