martes, 11 de octubre de 2022

Muerte en Sachsenhausen...

   

    Fue menos de la mitad del grupo a este tour; muchos no quisieron o no se sintieron emocionalmente preparados para ir a un lugar de tortura y muerte. De mi parte no es que esté mejor preparada, creo, sino que sitios como ése constituyen parte de nuestra historia reciente -del mundo occidental- y debiera ser una lección obligatoria para que no vuelva a suceder, aunque el ser humano tropieza una y otra vez con similares piedras y pareciera que, o tiene una memoria de muy corto plazo o su Humanidad se desgasta y es necesario reprogramarla. Felizmente, no me guía tampoco una curiosidad morbosa (si sospechara que fuera así me preocuparía), sino el afán del conocimiento de la historia  in situ.     

     Sachsenhausen fue el  Campo de Concentración más cercano a Berlín. Se ubicaba en la ciudad llamada Oranienburgo, a unos 30 kms. de la capital. Aquí hubo todo tipo de prisioneros: políticos, criminales, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, judíos, entre otros, cada cual con su distintivo de color diferente. Las nacionalidades fueron más de 40. Inicialmente, en una superficie de 800 m2, se levantó los barracones, sin aún considerar a los judíos, a los que se debió ubicar en un extremo, donde la ametralladora que dominaba el campo no tenía un óptimo campo visual. ¡Tremendo privilegio! En cada barracón se ingresaba a 400 prisioneros, aunque también hubo una sección  de prisioneros "especiales", mantenidos en una "zona de castigo" (en ocasiones sin luz natural por largo tiempo). Entre esos prisioneros estaba incluido uno enviado por del propio Hitler y que se salvó porque nadie más que el Führer podía decidir su destino. En esta construcción había celdas individuales. Es aquí donde surge el antecedente de una tortura que luego se instaló en el patio aledaño a la construcción, y que consistía en colgar a los prisioneros desde los omóplatos. ¡Terrible! ¡Imagínense lo que sucedía con esa persona cuando se cansaba de resistir y la fuerza de gravedad ejercía su poder!😲 

     Al llegar al Campo lo primero que se ve a mano derecha es un edificio de concreto, que estaba asignado a quienes organizaban éste y los demás campos nazis. Luego, a unos metros, está la entrada propiamente tal, que es una verja de hierro ubicada en el centro inferior de un edificio con dependencias a ambos lados. En la verja existe un escrito: "Arbeit Macht Frei", que quiere decir "El trabajo les hará libres". Una paradoja, ¿no? Allí efectivamente había trabajos forzados para los "residentes", quienes eran arrendados a fábricas cercanas como mano de obra barata...Entramos al campo y nos enfrentamos a un gran espacio vacío: el patio en que formaban a los prisioneros, en el cual aún sobreviven, deteriorados, dos postes que sostenían los parlantes mediante los cuales se emitían las órdenes y dos barracones. De estos últimos, sólo 2 quedan en el sector de los judíos, mientras los restantes desaparecidos -barracones- están demarcados en el suelo.  

    Nos encaminamos a visitar uno que en la actualidad es Museo. El año 1992 se salvó del incendio total que un grupo de neonazis provocó. La construcción se compone de dos dependencias grandes separadas por un pasillo angosto, que contiene en un lado tres pequeñas dependencias (los retretes, el lugar donde se guardan los útiles de aseo y otra pequeña habitación donde hay dos grandes fuentes, se supone bañeras). Una de los espacios grandes corresponde a dormitorios, en cuyo lugar están las literas, de tres pisos y los armarios o clósets de madera. En la otra habitación está  el comedor y la cama del Kapo o Capo del barracón. Todo huele a humo y encierro. Salimos al exterior y entramos a otro edificio, también con función de museo in situ. Fotografías, restos de objetos ya arrugados y todos con el mismo tono debido al paso del tiempo (zapatos y otros objetos personales). Un informe del interno se exhibe en una vitrina y varios artefactos de tortura, de madera. Aprieta el estómago enterarse de cuál era la función de cada uno, con un único objetivo: eficiencia y despersonalización en la muerte de los enemigos del régimen.  

      La cocina está en el subterráneo de uno de los edificios. Bajamos a una de ellas: toda de concreto. Sobreviven en las murallas algunas pinturas-grafittis de los presos, en que aparecen frutas y verduras personificadas, muestra de una realidad horrenda. También existen unos bodegones. Cabe señalar que estos campos fueron utilizados con similar función por los soviéticos hasta 1950. ¡Qué  nivel de "aliados"! 

   Avanzamos al fondo del campo. Pasamos por un lugar empedrado con distintos materiales, en que a los prisioneros se les hacia probar las botas de los soldados durante horas y días, para establecer la durabilidad del calzado que fabricaban para el ejército alemán. Había prisioneros que caían muertpos en dicha tarea. Así probaban la calidad y duración del material y confección. ¡Terrible!  Seguimos... En el camino habíamos dejado atrás un sector de la alambrada y el muro original del campo. Más adelante, pasamos por un monumento, erigido en 1961, que formó parte de la propaganda comunista: en el centro del monumento, una estatua en que aparecen dos prisioneros, bien alimentados, siendo protegidos y liberados por un  soldado soviético, en tanto que,  al fondo, se erige un obelisco de 40 m.de altura, todo ello tenía por objetivo conmemorar y recordar a los muertos en el lugar.  

   En el extremo del campo nos encontramos con una fosa de fusilamiento que en uno de sus extremos tiene una morgue. A unos metros, un pequeño rectángulo con prado, donde están sepultadas cenizas de algunas víctimas, porque otros restos se usaron en la mezcla para pavimentar y construir dependencias. Esto se comprobó a través de un análisis de la composición del material. Cerca de allí, dependencias de enfermería y los crematorios. Aún se divisan los restos de la maquinaria de 4 de ellos y los muros de las dependencias donde examinaban a los internos al llegar. Hay una habitación terrorífica, con doble pared para aminorar el sonido. Su objetivo era matar a quienes los "buenos" doctores habían marcado en la nuca. No daré más detalles de esto aunque nos explicaron claramente el procedimiento y también nos indicaron la dependencia donde un soldado ejecutaba a su víctima sin conocer su rostro. 

   ¡Suficiente! Volvimos a la entrada pasando por el amplio patio de formación y, asimismo, de ejecución, pues allí se ubicaba un patíbulo móvil, cuando era necesario "dar una lección" a todo el campamento. Todos los prisioneros debían asistir a las ejecuciones. Era el lugar para recibir instrucciones, así como para cumplir castigos generales. El guía local, Ricard, nos mencionaba, aunque aclaraba de inmediato que no era con la intención de justificar nada, que todos los centros, museos y sitios relacionados con el terror de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto tenían entrada gratuita. Los alemanes no quisieron transformar este oscuro pasado en motivo de recaudación de fondos. Así  y todo, amén de otras medidas, el mundo no perdona lo sucedido, independiente que los habitantes de esta nación actual correspondan ya a la tercera generación post Holocausto. 

   Esta visita fue una relevante oportunidad de recrear la historia, no para intentar su repetición, sino para lograr todo lo contrario, pues sólo con el recuerdo vivo del horror se podrá evitar que vuelva a ocurrir. Sin embargo, más de un Hitler en potencia debe estar creciendo en medio, tal vez, de la pobreza, frustración, maltrato o de la abundancia extrema y sin sentido. Ojalá sus iguales sepan reconocerlo y no lo transformen en depositario de sus esperanzas. 















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