domingo, 20 de febrero de 2022

Terror...

 

     Perfectamente consciente de mi falencia informativa acerca de la Revolución Francesa decidí atender la recomendación de un escritor y sociólogo que audio-veo a diario. Aclaro inmediatamente, en bien de mi imagen pública, que no sucede que haya sido una "ignorante peligrosa " ( 😂, así  le llamábamos en la UACh a nuestras compañeras flojas) en cuanto al tema. Lo que sucede es que sabía lo básico, lo que todos saben : fechas, actores principales y acontecimientos claves, amén de algo acerca de los fundamentos filosóficos. 

   [Entre paréntesis, debo confesarles que no tuve una formación demasiado brillante en Historia durante mi paso por enseñanza media. Ahora que lo pienso, para ambos profesores, extremadamente comprometidos políticamente -ella, comunista, él, socialista- la Revolución Francesa era menos importante que los sucesos que se estaban viviendo en el Chile de ese tiempo (1969 a 1971). Así  que más  bien fue una capa de barniz lo que aprendí del comienzo de la caída del Absolutismo en Europa. Si a ello se le agrega que eran tiempos en que recién estaba llegando al país la televisión 📺, el mundo de fuera era para nosotros algo demasiado "ancho y ajeno" para que nos quitara el sueño. Eso claro que no me exculpa, Su Señoría. Reconozco que yo, motu proprio, podría haberme informado, sobre todo considerando que no era alumna del montón. Pero no, preferí consumir hojas 🍃 y hojas 🍃 de literatura y subliteratura, que eran mi pasión adolescente -de lo que no me arrepiento en absoluto-. Más adelante, mientras trabajaba en docencia tampoco me di el tiempo para dejar de ser ignorante en este ámbito. Sólo estos últimos años, he leído muchas novelas históricas y algunos textos del ámbito del arte, la historia y la filosofía además de literatura. Cierro paréntesis].   

   Leer El terror: los años de la guillotina de  David Andress ha sido todo un  desafío. Es una obra de 700 páginas (ignoro el peso por ser una obra digital, 😂) de un historiador británico especializado en el tema. No puedo asegurar que todo lo leído ha quedado grabado a fuego en mi memoria, pero varias situaciones sí. La obra es resultado de una seria y extensísima investigación, de manera que lo que se presenta es lo que se ha podido corroborar a través de documentos públicos y privados de todo tipo. Para una amateur en el rubro no resulta fácil leer el texto. Son muchísimas las fechas, los nombres de personas, agrupaciones, instituciones, lugares, etc., que complejizan la comprensión rápida. A ello, se le agrega un estilo de traducción un tanto trabado (párrafos extensos con muchas oraciones subordinadas). Pero... ¡lo logré! Esta ha sido la semana de ¡Allons enfants de la patrié, le jour de gloire est arrivé...! (lo único que nunca se me olvidó de la Marsellesa aprendida en la asignatura de Francés en el mismo liceo) y luego de releer su Introducción, me doy a la tarea de comentar la obra. 

     La Introducción da inicio con preguntas fundamentales que invitan a la reflexión y a la toma de una postura personal. Se trata de interrogarse acerca de cuáles son los límites que el Estado debiera tener para con sus ciudadanos, sobre todo si son opositores y de si se puede justificar el uso del terror como estrategia política. Y aunque en la actualidad (independiente que no sepamos reconocer la gran deuda que tenemos con la Francia de hace 233 años), inmersos en esta descuidada democracia (casi tanto como las paredes y muros de cada ciudad, llena de grafitis y suciedad), no sepamos calibrar la profundidad y gravedad de las preguntas, no sucedió lo mismo en esos lejanos días vividos entre los inicios de la Revolución, su desarrollo y desenlace, en que después  de establecer una II República se volvió a caer en un gobierno totalitario y, para mayor inri, a cargo de un Emperador (¡qué paradoja histórica!).   

  La verdad es que me desayuné con mareo incluido por el uso tan sostenido de la guillotina. ¡Hasta tenían algunas portátiles, para hacer más expedita la tarea! Yo, cuando niña, le había  oído contar a mi madre acerca de esta "herramienta" y que había sido usada con reyes. Me habló de María Antonieta. Fue la primera vez. Luego en el colegio, en algún libro de historia (de esos súper condensados para escolares) y en alguna película. Sabía que Robespierre había sido la "bestia negra" del proceso, pero no sabía hasta qué punto ni quienes fueron tan responsables como él. La "gracia" de este libro es que te lleva de la mano a recorrer París, varias ciudades francesas y las fronteras, mostrándote casi el día a día, informándote en detalle de lo que sucedía en la Asamblea Nacional Constituyente y luego en la Convención Nacional Francesa, que "en nombre del pueblo" redactan una nueva constitución -la segunda de ese período- (cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia). Es el día a día en el Comité de Salvación Pública, en los diferentes clubes (equivalente a movimientos y/o partidos políticos) que se fueron formando; el día a día de los enfrentamientos en las calles, de la actuación de los sans-culottes (ultrarradicales a más no poder), de las manifestaciones y los avances de los ejércitos promonárquicos franceses (conocidos también como federales y contrarrevolucionarios) así como de los extranjeros (austríacos, prusianos, de Inglaterra, España y otros estados), que veían en el caos interno la gran oportunidad de recuperar el poder para la monarquía o invadir y apoderarse de un nuevo territorio, respectivamente, además de contrarrestar el peligro que para Europa implicaba la revolución gala. 

   Las ideas peregrinas y revolucionarias que está discutiendo en estos días "nuestra" Convención Constitucional me parecen, a ratos, un cuasi-perfecto correlato con lo vivido en esos años de la Revolución Francesa en el ámbito de las modificaciones legales. Fue tanto el desacuerdo, el caos reinante, las posturas disímiles, los cambios en las fuerzas del poder, que se llegó a elaborar tres constituciones en unos pocos años. Todo el ambiente y contexto social, económico, político y policial constituyó un verdadero tsunami. Se cambió el sistema de gobierno, se creó un sinfín de organismos y comités, se expropió los numerosos terrenos de la Iglesia Católica (para luego venderlos a particulares), se determinó la elección del clero por sufragio popular, se cambió el calendario, 😫 ..., ¡oh, my God! 

     [Abro paréntesis: fue tal el impacto y, a la vez, interés que me provocó el enterarme de la creación de un nuevo Calendario Republicano Francés que me dediqué a investigar más acerca del tema. Se comenzó a aplicar el 24 de octubre de 1793 y duró hasta que Napoleón le dijo "arrivederci", 😊 -se volvió a utilizar posterior a su caída en dos ocasiones-. Según esta nueva disposición, el año I comenzó el 22 de septiembre de 1792, día en que proclamó la República. Estaba absolutamente ajustado en fechas y nombres a los ciclos naturales y a la agricultura, eliminando alusiones religiosas; carecía de semanas pues se organizaba en décadas. Los nombres de los meses fueron: en Otoño: vendimiario, brumario y frimario; en Invierno, nivoso, pluvioso, ventoso; Primavera: germinal, floreal, pradial; y en Verano: mesidor, termidor, fructidor. ¿Saben que hasta los días de todo el año tenían nombres diferentes que aludían a frutas, verduras, flores y elementos de la naturaleza? ¡Impresionante el trabajo que se dieron! Precisamente, durante termidor es cuando se produjo la caída de Robespierre y con ella, el final del llamado Período del Terror. Y la guillotina, símbolo y herramienta del período, se transformó en verdugo para el mismo que fue su máximo promotor. Por ello, en la actualidad, a algún acontecimiento clave y revolucionario políticamente hablando se le puede calificar de "reacción o acción termidoriana". Cierro paréntesis].   

    Otros cambios interesantes de este período revolucionario fueron: se dio nuevos nombres a las plazas de las ciudades (para estar más ad hoc a los tiempos), se derribó estatuas, se crearon Comités de Vigilancia, se implementó la Ley de Sospechosos, se decretó el uso de un documento-pasaporte que atestiguaba el patriotismo, exigido para desplazarse por el país, se decomisó los bienes de los que se habían ido al extranjero, se creó un Comité de Defensa General, un Comité Central Revolucionario, un Tribunal Revolucionario, se "descabezó" los ejércitos, se eliminó la bicameralidad, se creó un Ejército Revolucionario, se prohibió la actividad política femenina, se eliminó la fórmula de tratamiento "usted" (había que tutear al otro o llamarle "ciudadano"), se inició una campaña de adoctrinamiento en las escuelas, se intervino las actividades artísticas, etc., etc. 

   Eran las acciones necesarias, decían, para cuidar la República y ser libres, pero, ¿de qué servía la libertad si uno no podía disentir? Resulta paradójico que, siendo el lema de la Revolución Francesa "libertad, igualdad y fraternidad" se tuviera que llegar a los excesos que se llegaron de un lado y de otro, dependiendo de qué pensamiento político tenían los dirigentes de turno y de los apoyos que encontraran en los otros movimientos y en el pueblo llano. Nadie resulta inocente luego de un examen minucioso, a excepción de algunos integrantes de la clase más baja y que pudieron no haber intervenido en revueltas y manifestaciones, que terminaban con más de una cabeza en una pica como trofeo de guerra. Hay mucho más que decir y seguro muchos estudiosos lo seguirán haciendo con más propiedad que cualquiera, pero mi aporte amateur y, tal vez con algún error, llega hasta aquí. Y aunque me sienta tentada a cantar ese verso tanguero que dice "la historia vuelve a repetirse",🎶🎶 debo tener en cuenta aquella teoría de la que me habló Natalia hace un par de días, acerca de que la Historia no se repite en forma cíclica, sino como espiral. Es decir, igual se repite, aunque con las diferencias que introducen el espacio, el contexto, los protagonistas y muuuchosss elementos más. Así que no hay recetas seguras, pues los "detalles" que incorporan la idiosincrasia marcan la diferencia...para bien...o para mal, 😉. Hasta pronto.

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