sábado, 12 de febrero de 2022

Sabiduría...

 

   Poco sabía de filosofía antes de leer este libro. Recordaba algunas cosas puntuales, muchos nombres de filósofos de todos los tiempos, algunas teorías de los más conocidos. Recuerdo haber leído a Descartes (El discurso del método, una lectura muy "amigable" dirían en la actualidad). También leí algo de Marx (El manifiesto comunista) gracias al préstamo de una de mis profesoras de Historia en el liceo de La Unión (el que terminó en la cocina a leña siendo pasto de las llamas cuando me lo encontraron en casa, jajaja; ¡cómo atrae lo prohibido!) Algo de Heidegger (un enredo de padre y señor mío para mi escaso gusto por el pensamiento "elevado"). Algo de Niestzche también, de Froom, de Freud, de estos últimos, extractos.   

   Una de mis debilidades en enseñanza media, aparte de Artes Plásticas -Visuales le llaman ahora que yo sepa- y Ed. Física fue Filosofía, asignatura en la que obtuve la nota más escandalosamente baja una vez, por suerte parcial (2,9). A pesar de mi mala experiencia con la asignatura, me atreví, en mis primeros años universitarios, a inscribirme en una cátedra llamada "Introducción a la filosofía". Si es "introducción" no creo que sea tan difícil, pensé,😂(craso error). Pertenecía a las llamadas asignaturas electivas, que se ofrecían a todas las pedagogías, con "créditos" necesarios ('crédito' =horas) para completar la cantidad mínima si uno no quería atrasarse en la carrera. El horario era perfecto (18 horas) pues no me "chocaba" con las otras cátedras de mi plan de estudios, claro que era un problema durante el invierno valdiviano, además de que la sala estaba ubicada en Siberia, 😭 (así se le llamaba a una construcción con salas pertenecientes a la facultad, cercana al río y que se caracterizaba por lo helada puesto que carecía de calefacción). 

   El profesor era un sacerdote franciscano, de apellido Riedl, me acuerdo. Usaba el hábito característico de la orden religiosa, atuendo que se acompañaba con la correspondiente barba canosa. Una eminencia, seguro, pero muyyy fome. Sus pruebas eran verdaderos interrogatorios acerca de nombres, fechas, movimientos, teorías y comparaciones con los demás, que habían sido recitadas por el profesor durante las clases. Allí no era posible el chamullo que tanto solía servir en otros ramos. O sabías la información o estabas "sonada". No me quedó otra que apelar a mi memoria, que, felizmente, la tenía bien educada en esos tiempos. Así que en las pruebas "regurgitaba" todo lo memorizado a través de mis técnicas del subrayado, del esquema minucioso y de la repetición a toda hora gracias a mis papelitos en forma de acordeón. Me fue muy bien en la nota, pero no recuerdo nada, salvo algunos nombres y un ejemplo que nos dio acerca de si los humanos viviéramos toda la vida bajo una campana y ésta fuera de un determinado color, rojo por ejemplo, creeríamos que todo lo visto era de ese color. Imagino que nos estaba explicando el Mito de la Caverna de Platón o algo parecido o acerca del engaño de los sentidos. Posterior a esa experiencia en el área filosófica no intenté ninguna otra vía formal de aprendizaje, a excepción de las informales y sesudas conversaciones que solíamos tener con mi amiga Oriana acerca de Heidegger, su favorito. Yo era el oído incondicional para sus peroratas acerca del ser y del no-ser, del tiempo y no-tiempo, del ser-en-el-mundo, etc.,etc. A pesar de ello no caí en su fanatismo por el dichoso filósofo aquel (¡por suerte!). Demasiado práctica para andar en esas "voladas" estratosféricas. Yo estaba bien y me sentía segura con los pies bien puestos en la tierra.   

   Hacia el año 2000 se puso de moda y se transformó prácticamente en un best seller El mundo de Sofía. Parecía otorgar status a quien lo leía (me salió verso). Sé que la profesora de Filosofía del colegio comenzó a utilizarlo como material de trabajo. Al liceo solía ir un vendedor de libros cada cierto tiempo, carero como él solo, aunque con la ventaja de vender los libros en cómodas cuotas. Los encarecían bastante, pero era una de las maneras casi obligadas para ir mejorando y actualizando las bibliotecas personales. En una de aquellas ocasiones compré a Sofía y su mundo, sabiendo que no me resultaría fácil de leer pues no era una novela como tradicionalmente se entendía y como a mí me gustaban. Sin embargo también sabía de la necesidad de estar al día  en mis lecturas. Aun así, no logré avanzar en sus páginas. Sólo ahora que quedó ubicada en el grupo de libros físicos "no leídos", me di a la tarea de iniciar la aventura. 

  Leyendo la teoría de Freud acerca del "ello", el "yo" y el "super yo" me acabo de dar cuenta, al recordar la "escenita" que hice en la calle con gritos, llantos y "caída" teatral al pavimento a la edad de 5 años cuando manipulé a mis padres para que me compraran un juguete (canastillo plástico  celeste) que mi "ello" aún estaba muy vigente en esa etapa de mi infancia, todavía no lo había domesticado, porque eso es lo hace el "yo" freudiano, controlar los impulsos sobre la base de una normativa conductual que entrega la sociedad a la cual pertenecemos (¡qué filósofa me he vuelto!, 😉).    

    Son las 17 horas del viernes 11 y he terminado de leer la novela de Jostein Gaarder, de 633 páginas y 896 grs. Comencé el lunes 7 de febrero de 2022 habiéndola comprado el 7 de mayo de 2002 ("¡no hay plazo que no se cumpla..!). En estos casi cinco días recorrí la historia de la filosofía de la mano de Sofía y Alberto. Fue un viaje intenso y variopinto, con muchísimos personajes interesantes, otros no tanto, unos pocos desconocidos, la mayoría conocidos y ubicables, aunque sin mayores detalles. Ahora me quedaron bastante más claras sus ideas, aunque estoy segura que pasadas unas jornadas ya se transformarán en materia de mi subconsciente, que el "yo" podrá traer a la conciencia si hay algún intermediario válido. Eché de menos, eso sí, a algunos, pero imagino que era imposible nombrarlos a todos. Tampoco estoy segura si marcan alguna diferencia los que se quedaron en el limbo, como Schopenhauer, Froom, Spencer y otros que desconozco, amén de los olvidados. Con Descartes, Spinoza y Locke casi me quedé dormida. Sólo recuerdo la duda metódica del primero porque leí alguna vez su "discurso". David Hume me gustó mucho, así como Darwin, ante el cual me saco el sombrero (metafóricamente hablando). Lo de Marx y Freud lo leí atentamente para estar con las síntesis de sus propuestas bien frescas. De los Pre-Socráticos prácticamente ignoraba todo (¡sorry!, para más no me alcanza: sólo soy un ser humano y para mayor abundamiento, mujer, 😂😁; ah, pero no "un animal de cabellos largos e ideas cortas" como dijo el misógino Schopenhauer, que en la actualidad habría sido colgado de un farol por toda la sororidad).

     Además de todo lo recordado y aprendido, de la diversión obtenida por los creativos recursos narrativos, de la mezcla de personajes históricos y literarios (casi tan reales en el imaginario colectivo), destaco el epígrafe, tomado del gran Goethe, del que podemos deducir, grosso modo, y en palabras simples que si uno no conoce sus raíces históricas no es más que un mono desnudo, con el perdón de los señores simios, nuestros antepasados, así les pese a los orgullosos humanos en que nos hemos convertido. Me queda también la curiosidad de leer la obra de "nuestro" José  Maza, Somos polvo de estrellas 🌟 .    

   Reitero lo dicho en alguna oportunidad: nada llega antes del momento en que debe llegar. Todo tiene su tiempo, como versa el Eclesiastés (perdón, por aprovecharme de aquella idea, considerando mi agnosticismo). Estén tranquilos, no me estoy convirtiendo, 😂, siempre he pensado lo mismo, como un horticultor que algo entiende de fases y de tiempos. Al igual que pensaban los filósofos de la Antigüedad (otra patudez de mi parte), el ser humano necesita darse el tiempo para pensar y analizar el mundo que lo rodea y su personal papel en ese mundo. Si no se da ese "lujo" imprescindible mientras es joven o adulto, lo hará cuando mayor (¡ojalá!). Felizmente ya llevo unos años más cerca de la fase ética de Kierkegaard y más lejos de la estética. Ya puedo identificarme por completo con el proverbio latino In vino veritas, in aqua sanitas, 😊. Cierto es lo bueno del vino, pero el agua es mejor.  

   Mientras leía fui subrayando nombres e ideas importantes, además de escribir algunas notas al margen y manifestar mis reacciones emocionales, con más de alguna interjección. Les comparto que mi risa surgió espontánea cuando leí acerca de una de las pocas mujeres filósofas y feministas, doña Olympe de Gouges (seudónimo de Marie Gouze), feminista adelantada, que inspirada por el lema libertario e igualitario de la Revolución Francesa publica su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791. Su exigencia de más derechos tuvieron eco dos años más tarde: en 1793 fue guillotinada (chiste cruel, 😂, ¡uppss, sorry, es incontrolable!; yo debiera pertenecer a la escuela filosófica de los Cínicos de la antigua Grecia). En ese ejercicio de subrayar y escribir notas volví a mis tiempos de estudiante universitaria y fue hermoso.  No sé si va opinar lo mismo la persona que herede el libro. ¿Saben? Me habría gustado leerlo junto a Mirella. Habría originado momentos únicos y recuerdos indelebles... Me queda la satisfacción de haberlo deseado y eso ya me otorga tranquilidad, porque quién sabe si acaso ella no estaba leyendo conmigo por encima de mi hombro. Como tantas interrogantes, no tendré respuesta a ésta,  pero como aprende Sofía la mayoría de las veces, en Filosofía, son más importantes las preguntas que las respuestas. En fin...  Ahora cambiaré  de actividad y daré de beber a mis plantas. Yo, como un ser vivo superior, deberé..., no, más bien "quiero" preocuparme de ellas y ayudarles a seguir subsistiendo bajo este cielo, aunque su vida esté bastante más limitada que la nuestra. Ellas no filosofan (son "sintientes" no más, dicen los de la Convención), pero me dan la oportunidad de ir más allá de mi metro cuadrado y de mis egoístas intereses personales. Hasta pronto. 

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