martes, 26 de mayo de 2020

Hubo un tiempo...

   Hubo  tiempo en que los pájaros cantaban, en especial en las mañanas,  en que las lagartijas salían  a tomar el sol confiadas, sin temor a ser atacadas a traición,  en que las mariposas volaban apenas se anunciaba la primavera, en que los saltamontes abundaban y practicaban sus saltos olímpicos, sin interés en medallas.
 Hubo tiempos de lluvias y soles, de días  y de noches, de primavera y verano, de inviernos y otoños, de amaneceres radiantes, de atardeceres tranquilos y cálidos...Hubo un tiempo feliz y paradisíaco. 
   También hubo otros días,  de paseos por un parque y de caminatas bajo la lluvia; de andaduras por la playa o de excursiones por sus alrededores. 
De vitrineos citadinos, para "matar" las horas sin daño, tiempos de fiestas con amigos, de disfrute de conciertos,  de entradas a un teatro... Días de ruidos, bocinazos, gritos y llantos, días de desconcierto y cansancio, de sueños y realidades, de oscuridades y de luces, de placidez luego de años trabajados a matacaballo, de tranquilidad de conciencia y de gastos mínimos...,
de visitas a las ferias y a los mercados...   
 Esos tiempos han quedado atrás,  casi en el olvido. Ya casi no es posible ni unos ni otros. Tampoco están a la venta, ni siquiera online. 
   En nuestros pequeños -y míseros,  tal vez-paraísos personales han entrado los reptiles, minúsculos,  sin forma,  al comienzo casi imperceptibles,  pero cada vez más ominosos: pequeñas incertidumbres transformándose en miedos omnipresentes, en tedio, en sinsentido, ahogándonos de a poco...
    Ya he  perdido la cuenta de los días transcurridos, del nuevo día de la semana en que estoy.  Los calendarios no son más  que  una referencia con poca sustancia, han devenido en pared carcelaria donde tacho cada día. 

 Varios de mis relojes ya no marcan las horas (total, con uno que funcione es suficiente). Menos mal que el sol se sigue mostrando, aunque no siempre. Días  soleados se turnan con algunos grises y otros lluviosos. Las risas se han alejado, igual que los seres queridos, la familia, los amigos, los vecinos,  los conocidos.  
  Las sonrisas  han desaparecido  ocultas bajo una mascarilla.  Los ojos, cuando no son sólo  reflejo del entorno, adquieren algo de vida. Las voces, veladas por una tela más o menos gruesa, han perdido su tonalidad y riqueza. No siempre es posible reconocer en ellas a los que estuvieron en nuestro mundo. 
  Pero...siempre hay un "pero", en este caso, esperanzador,  positivo... Pero... ya queda menos, tal vez lo equivalente a lo transcurrido, pero menos de todas maneras... 
  Hay que mantener la impaciencia bajo control y la esperanza a flote.  Hay que gozar de lo no acostumbrado hasta que sea el tiempo de volver a las andadas, literal y metafóricamente.
Ya llegará el tiempo de caminar sin un objetivo práctico y urgente, a cualquier hora del día,  bajo el sol, la niebla o la lluvia, sobre cemento, pasto o arena, aquí  o en la quebrada del ají (jajaja). Será  el tiempo de revalorar, de observar más,  de respirar consciente,  de reeducar el oído,  de especializar el olfato, de valorar el silencio y las voces queridas.
 Será el tiempo del reencuentro, de la sonrisa abierta, del abrazo añorado, de la conversación en sordina, de la caricia leve, de la mirada sin barreras... Tiempo de un quehacer distinto,  más humano y menos primitivo, más  lúcido y menos mecánico...y muchas cosas más,  ojalá  no del olvido...¡Hasta pronto!

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