jueves, 7 de mayo de 2020

Escribo...

   Escribo. Cualquier cosa pero escribo. Hace días  que no lo hacía  y ya hoy se transformó  en necesidad.  Raro, por decir lo menos. No me había pasado. Tal vez es un resultado más de esta situación extraordinaria por la que estamos pasando, en que algunas carencias  "somatizan" de otra manera. 
   "¿Por qué escribes?", le preguntaba un personaje a otro en la novela que yo estaba leyendo, no hace mucho. Y la misma "preguntona" luego desdecía a la interrogada, internamente: "Miente. Bea miente, como mentimos  todas. No escribe para que la escuchen. Escribe porque no la escuchan. No es lo mismo".
   ¡Claro  que no es lo mismo! En  mi caso, ¿por qué  escribo yo? ¿Para qué  escribo? ¿Para quién?
   Creo que tendré  que retroceder para buscar una respuesta que se acerque a la verdad. Ahora, si es equivocada, no significará  que es una mentira (su antónimo), sino un error simplemente.  Además, no tendré un juez que determine la veracidad o no de lo concluido (porque los jueces también  se equivocan,  sin intención algunos, otros, a propósito).  

 Me recuerdo pequeña, ya antes de ir a la escuela,  haciendo "palotes", jugando a ser estudiante, en los largos días de invierno en la localidad rural en que vivíamos.   Más adelante, cuando ya era poseedora de la sabiduría de las letras, jugaba a ser profesora (parece que era una vocación de larga data) con mi hermano menor. 
  No tengo en la memoria mis capacidades  de escritora mientras estuve en educación  básica.  Sí  recuerdo que me gustaba leer o escuchar historias, pues en mi memoria se ha transformado en imborrable la audición  del relato de Edmundo de Amicis , "De los Apeninos a Los Andes" que nos hizo nuestra profesora de Cuarto básico, si no me equivoco, la que todos los días, antes de regresar a casa, nos leía una parte del cuento y nosotros nos quedábamos en suspenso, casi transformados en el sufriente niño tratando de encontrar a su madre, hasta el día  siguiente. No he vuelto a escuchar ni leer ese relato. Lo haré, tal vez, antes de terminar este escrito. En cuanto a mi tarea de "escribidora" de los años primarios sólo  guardo imágenes  de que me gustaba hacer copias con dibujos, completar mis hojas en el cuaderno de caligrafía, especialmente con los dibujos letrados en las dos últimas líneas  de cada página.  Mis cuadernos eran un ejemplo de orden, limpieza y cumplimiento (todas las tareas completas a tiempo, jajaja).
   Al llegar a enseñanza media seguí  aplicándome a la labor, aunque ya no fue tan fácil, pues la competencia era "feroz". Ya no estaba en un establecimiento rural sino en la "gran" ciudad. A pesar de ello, luego de dos procesos complejos de adaptación (en colegios de dos ciudades distintas), conseguí afianzarme y adquirir seguridad. El gran espaldarazo vino de mi propia profesora de Castellano, Ilse Sch., que alabó mi redacción y capacidad de síntesis en las respuestas, lo que fue recibido con más de una sonrisa irónica (recuerdo como si la viera ahora, la sonrisa de parte de una compañera que era una de las "mateas" indiscutidas del curso al que yo me incorporé en segundo año, cuando ya el grupo estaba afiatado). Ese año fue imposible acceder al grupo de los "patricios" (jajaja); mis orígenes eran absolutamente plebeyos y tampoco la belleza era una de mis cualidades (nunca lo fue  en todo caso, jajaja). Felizmente,  al finalizar el año debimos elegir y yo tenía  más  que claro que mi veta era humanista. Y obvio, quedé  separada de la élite anterior  y pude respirar a mis anchas. Estaba en mi salsa y brillé como una luciérnaga (era de pequeño tamaño, jajaja). En esa segunda parte quedó  claro que, además de buena lectora, tenía muy buena redacción.  Algunos poemas surgieron de mi mente romántica (¿o corazón?), enamorada del amor, pero nada extraordinario,  sino tan manido como la adolescencia, de lo que no conservo nada.    

   Ya en la universidad la cosa se puso seria en el estudio y la lectura. No hubo tiempo para disquisiciones escritas, aunque sí  orales. En ese tiempo, ya en tercero,  fue clave la amistad con Oriana "la sin par" (apelativo tomado de una doncella de novela caballeresca que conocimos en ese tiempo), quien sí  tenía  la vena poética de la que yo carecía,  además de una habilidad para la "conversa" y la reflexión,  las que ejercitábamos en voz alta, mientras caminábamos , en más  de una ocasión,  bajo una suave lluvia  por la Costanera Valdiviana.  ¡Hermosos tiempos!  
   Los  años pasaron, ingresé a la vida laboral, me casé y la felicidad buscada no llegó. Digo esto no sólo  porque luego de unos cuantos años vino la separación,  sino también  porque, desde el punto de vista existencial,  tampoco logré,  al menos en su totalidad,  alcanzar algún  "estado de gracia", aunque haya sido por poco tiempo.  Tengo evidencias. Al parecer, fui una inconformista consuetudinaria.  Sólo  recuerdo mi infancia y mi vida universitaria como períodos sin amarguras profundas y permanentes.  
   Al iniciar este escrito, mientras  me preguntaba los porqué,  para qué, para quién y cuándo,  busqué una pequeña libreta en forma de diario, que recibí  de regalo  el año '81 de parte de unas alumnas, en que había  algunos escritos míos, que intentaron ser poéticos,  bajo el título de "Crónica", que expresaban  mi sensación de extrañamiento en un viaje de visita realizado a la universidad cuando ya estaba trabajando (creo que así  mismo  debiera haberse sentido Eva si hubiera podido regresar  al paraíso; es que el tiempo y los hechos no pasan en vano, y una vez uno abandona el paraíso,  aunque regrese  ya no es lo mismo,  porque unA ya es otrA). En la misma crónica (de la cual, lo más  destacado según mi perspectiva temporal, es el título,  jajaja) agregué  algunos otros versos cercanos en el tiempo pero con el mismo temple de ánimo  oscuro, amargado, de pérdida,  de sarcasmo fúnebre.  Para una muestra, un botón: 
   "Volví  a tener entre mis dedos
    un pequeño trozo de tu rostro
     que pronto se alejó. 
        ...
    Aunque he de soportar la soledad
    prefiero vivir en una tumba individual 
    que hacerlo en una fosa común". (1981)

   ¡Jajaja! Como pueden captar, toda una declaración de principios, al parecer a uno de los pocos que he sido fiel (jajaja), con la diferencia, en la actualidad, que no "soporto" la soledad, sino que la disfruto en toda su valía.  
   Había  otros escritos en ese pequeño diario, que no tenían  ningún  valor literario, además  de corresponder a una época muy oscura de mi vida. Leí,  corté las hojas, las rasgué en pequeños cuadrados y las lancé  a la basura. Suficiente  con la memoria que guardo de ello.   

Me dediqué  a la escritura en forma, sin exigencias derivadas del trabajo o del estudio (de eso hubo mucho durante mi vida laboral y académica, además de los libros elaborados), el 26 de mayo de 2014, cuando creé este Blog, llamado "Salvavidas", porque lo necesitaba para mantenerme  a flote emocionalmente luego de dos y medio años de la muerte de Mirella. Fue mi salvación en ese tiempo,  eso es indudable,  y una vía de conversación  y reflexión en estos tiempos, como también una manera de revisión de mi vida, a través  del recuerdo y del tiempo transcurrido, con el fin de limpiar mi conciencia,  de reconocer errores, de declarar principios que en el pasado no hice o no seguí  a cabalidad, por miedo al que dirán, por temor a perder el cariño o la estima ajena, por el susto a la soledad, a pesar de todo (poderoso y terrible  fantasma cuando no se sabe manejar)
  Escribo también  para compartir ideas, lecturas, pensamientos,  experiencias.  No más -ni menos- que eso. ¿Para quién? Para los inteligentes que les gusta leerme (jajaja), para los pocos que algo me conocen y con quienes algunos elementos comunes tenemos : familia, amistad, profesión,  cariño. Para quienes disfruten lo mejor de la vida. ¡Hasta pronto!
   
   
   

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