lunes, 3 de junio de 2019

Cortando por lo sano...

     "Cortar por lo sano", en sentido literal y figurado, me parece, a estas alturas de la vida, una buena política, especialmente en el ámbito de las relaciones humanas, porque si bien las hay mágicas,  nutritivas y positivas, también las hay sin sentido, desabridas e inestables, así como otras negativas, nefastas, perversas y enfermizas. Nadie está inmune a estas últimas, por lo que lo más conveniente es tener el radar funcionando para alejarse de su área de influencia apenas se detecten. Si en el afán generoso de darle una oportunidad más se espera mucho para ponerle término,  su fuerza centrípeta puede succionarte y será muy difícil escapar solo/a. 

   Esta práctica tan saludable que plantea la expresión popular aludida, es tan antigua como la vida misma. Si bien en su sentido semántico supone una voluntad externa que realiza la acción de "cortar", en la Naturaleza  existe esto como una suerte de autodefensa o automejoramiento.  Retrocediendo un poco en el tiempo y revisando  la evolución de los especies, podemos ver que, en la medida que un órgano pierde funcionalidad se atrofia o desaparece. En peces, por ejemplo, que viven en las profundidades abisales  donde la luz no existe,  sus ojos carecen de visión.  Algo similar pasa con los murciélagos, que desarrollan otra capacidad biológica que compensa la ceguera. También se da el caso de un cambio de funcionalidad por transformación del escenario de la especie. Desde que el ser humano evolucionó a bípedo, por ejemplo, cierta capacidad prensil que poseían los dedos de sus pies fue desapareciendo para responder a la nueva realidad que exigía mayor equilibrio y estabilidad para caminar.  De estos cambios nos habla precisamente la teoría de las especies: la necesaria adaptación al medio para no perecer, pues éste no se adapta a ti, tú debes adaptarte a él.  Claro que el ser humano, de todas las especies, es el único que, más que adaptarse,  ha ido contra Natura, "modelando" el medio según sus intereses...y caprichos. Felizmente -o no-  en el rubro de lo social, el hombre (genéricamente hablando) debe asumir las normas, a menos que decida, al contrario, acarrear las consecuencias de la exclusión.
  La expresión "cortar por lo sano" tiene que ver con  tomar decisiones definitivas, sin dejar que el tiempo, las circunstancias, el "destino", azar o voluntad divina, decidan por uno. Le pone un freno a la esperanza indefinida y a la creencia en el "milagro" del cambio por sí solo. No es una postura fácil, pues   siempre estará la duda carcomiendo el pensamiento y sentimiento. ¿Será lo mejor? ¿No habrá otra solución? ¿No me estaré equivocando o apresurando? ¿Y si espero un poco más? Son las preguntas que surgen frente a este escenario vital.  

En lo personal, a pesar de ser principalmente ejecutiva en muchas de mis acciones (esencialmente en el trabajo), debo señalar que no siempre fui tan rápida  en el plano de lo emocional y sentimental (para iniciar sí, para terminar, no). Hubo tiempo en que el predominio de la subjetividad por sobre lo real y concreto impidió la aplicación de esta terapia, debiendo haber sido la primera en utilizarse. Aquello fue inhibiendo la dignidad y autoestima a tal nivel, que hubo un periodo en que la actuación social y laboral estaba casi completamente disociada con la personal y emocional. Debieron juntarse varias  evidencias para que finalmente yo optara por la sanidad adecuada y de allí en adelante todo fue más fácil. No sólo  había aprendido cómo actuar, sino también cómo evitar los daños colaterales de la acción cercenadora. 
     Una de las ventajas de la experiencia y del transcurso de los años de vida, es la sabiduría que se va adquiriendo (aunque no hay suficiente para todos), la que se muestra en la mayor seguridad y  confianza que sientes,  en el manejo de la agresividad, en el alejamiento de las personas y situaciones frívolas a pesar de la exclusión, en la menor paciencia con la estupidez cercana, en la mayor tolerancia con la diferencia, en irse desprendiendo de lo superfluo.
     Esto último resulta clave para determinar que has llegado a un punto de no retorno a la vacuidad. Cuando eres capaz de detener tu afán de compras sin sentido, de preguntarte para qué más de esto si ya tengo suficiente, cuando comienzas a desechar lo inútil (hablando de cosas, se entiende) porque está pasado de moda o ya no estás en edad de usarlo/a (seguimos hablando de cosas, jajajajaja), porque está en mal estado y "el remedio será más caro que la enfermedad", etc., etc., significa que ya tienes la sabia aureola, aunque no la veas. 
   Una vez en la cima-explanada de los "pocos que en el mundo han sido", puedes respirar tranquila/o, emitiendo unos cuantos "ummm" y olvidarte de los peces de colores. La acción podadora será cada vez más liviana y te dará la ingravidez necesaria para que un día cualquiera puedas salir volando cual hoja otoñal o pluma de ave (siempre que no sea de paloma; son tóxicas. Prefiero dejar de lado las pompas de jabón en la comparación porque ésas revientan , jajaja).  Estarás a un paso de la eternidad -si existe- y de volar como Mary Poppins ayudada/o sólo por un quitasol.
 Claro que sería recomendable hacer esto sólo de noche para evitar la camisa de fuerza, aunque puedan confundirte con una bruja. Mejor es pasar por bruja, que por loca,...creo yo (jajaja)...

    

No hay comentarios:

Publicar un comentario