lunes, 10 de junio de 2019

Aracné de los tiempos modernos

      He mutado en araña... definitivamente. Ya se me notan los pelillos más largos y sensibles en las extremidades, mis ojos están hinchados, mi rostro, más redondo. Sólo me falta dejar de ser bípeda y agregar unas piernas y unos brazos más. ¡¡Casi nada!! Espero que pronto...
- ¿Bromeas, verdad? ¡¡No me asustes, por favor!!
- ¡Jajaja! (riéndome arácnidamente). He vuelto a tejer. Me paso el día tejiendo.
- ¡Uff! ¡Ten cuidado! Recuerda la tendinitis de hace unos años.
   No hay problema, ninguno.
   Tejo de todas formas, tejo a cada momento. Se ha transformado en mi forma de vida. Es el mejor remedio para la inopia espiritual y neuronal. Tejo para sentirme viva, para ser feliz. Tejo ideas, sueños, proyectos, recuerdos de momentos felices, relaciones personales y, también, hilos de diversos colores y de firme consistencia. Voy creando vida con ellos, uniendo eslabones, urdiendo tramas. 
   Tejo notas musicales que quedan vibrando en el aire, bailando su propio danza, que también es la mía.
   Tejo sabores contrarios, que se complementan y potencian depositando en mi lengua la savia de su unión.
  Tejo letras formando palabras, frases y textos, que se mueven alegre, cansina o furtivamente, dependiendo del tiempo, de la levedad o de mi ánimo.
  Tejo sentimientos, a veces, de diferentes matices, en especial, de tonalidad azul. Tejo miradas y sonrisas en mi memoria, voces y acentos, risas y gestos. 
  Tejo amaneceres y atardeceres, rayos de sol y gotas de lluvia, brisas y ventarrones...
   Pero no siempre el resultado es el esperado. En ocasiones, no logro unir los elementos, por cuestión del azar, de los dioses, o, simplemente, por falta de energía o acuciosidad.  Otras veces, los hilos, visibles o invisibles, se enredan, se anudan y, para seguir, debo cortarlos. Esos no siempre vuelven a ser los mismos y termino  desechándolos. 
 Sin embargo, mayoritariamente alcanzo el éxito y descanso gozosa en lo obtenido. Y la paz me inunda, la emoción me satura, "la belleza me duele" y sobrecoge, me desprendo del peso de la añoranza y me vuelvo toda sensación, latido, oído, color y olfato. Me transformo en una gran nariz respirando el universo, oyéndolo, sintiéndolo omnipresente, siendo parte de él. Cuando eso sucede, logro detener el tiempo, pierdo sustancia y me integro. Yo no sólo soy yo, soy más.

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