miércoles, 26 de junio de 2019

Mar y tierra...

     La necesidad de parecer normal -no así de serlo- porque sabía que estaba condenada al ostracismo vital, le cansaba. Mientras fue niña, no se dio cuenta de ese gen defectuoso que llevaba consigo. Sólo comenzó a notarlo en toda su fuerza durante la adolescencia y le obligó a una lucha diaria de fingimiento.
    Resultaba patético mirar hacia atrás porque fue el mismo actuar sin sentido de un perro que persigue su cola, un niño lanzando un boomerang creyendo que va a llegar lejos, alguien escupiendo al cielo para probar su fuerza, tú escribiendo un "te quiero" en la arena como una promesa eterna, soplar un vilano con la esperanza que llegue al ser amado, yo compitiendo en una carrera con la luna...Un autoengaño absoluto, más patético mientras más esperanza contenía y más inocente era.   
   Sólo ahora,  que observo la "serie" de mi vida (con el desconocimiento de las temporadas que faltan para llegar al desenlace), y con la objetividad que da la distancia temporal y emotiva, asumo la esterilidad de cada intento, de cada deseo de pertenecer, de ser igual a los demás, de no quedar en el rincón de un cuarto o de una sala como un mueble desechado y roto, o una basura ignorada por la escoba debido a su insignificancia. 
   En estos días, cuando estoy conversando o departiendo, de pronto me escindo y me analizo, preguntándome si realmente tiene sentido estar allí, si no estaría mejor quemar mis naves, quedarme sólo con la balsa salvavidas y echarme a la mar, sin rumbo, en soledad y con todo lo necesario para sobrevivir a lo que venga, gozando del viento y de la brisa, de la tibieza del sol en mi cuerpo, del silencio de lo humano, sólo escuchando el sonido del agua que corre, del avance tranquilo, de las aves acuáticas, de la vida que sigue discurriendo y ocurriendo.
   Hace unos días, mientras reía con ganas en ciertos pasajes de una representación teatral, tomé conciencia que son pocas las veces que río con ganas en compañía. Sí tengo claridad que lo hago más seguido en solitario, mientras leo o veo alguna película. Esas son risas verdaderas que escapan sin planificación ni concierto, y que quedan vibrando en tu memoria emotiva, aunque sea por un breve período.
   Sigo sintiéndome fuera del grupo, de cualquier grupo, como ha sucedido durante toda mi vida. De cualquier alianza o acuerdo. Ni siquiera mientras estuve casada me sentí parte de un todo sin fisuras. Sólo con mi hija recuerdo haber logrado esa conjunción ideal, en que tienes la certeza que allí está tu otro yo, con quien no es necesario intercambiar palabras ni comentarios en ocasiones para saber que se está al lado de quien está pensando y procesando de la misma o parecida manera. De allí que mi espíritu, en general,  no es gregario cuando de veras algo me importa. Sólo lo es cuando estoy entre los demás en una acción o tarea mecánica, que no tiene otra alternativa de realización, como, por ejemplo,  un viaje en el Metro nuestro de todos los días.   
   Si pudiera graficar mi-ser-en-el-mundo elegiría esa imagen de muchas emojis juntos en una canasta de huevos, donde sobresale uno en medio de todos los demás,  no por ser especial,  sino  por ser distinto.  Esa es mi condición; ésta, mi naturaleza.
   ....
   Varias jornadas han transcurrido desde que escribí lo anterior y al reerlo me sigo sintiendo absolutamente interpretada, además de que su lectura me sirve de fundamento para lo que acabo de "descubrir" (lo escribo entre comillas pues no es que recién aparezca ante mi raciocinio; estaba allí, pero en forma larvada). Me explico...   
    He regresado de un viaje en que estuve recorriendo el litoral central. Me  "sumergí" en los aires y querencias de seres humanos especiales, tres de los poetas más relevantes de nuestro país : Neruda, Huidobro y Parra. Me nutrí del viento y mar a orillas de  Cartagena, Isla Negra, Cantalao, Las Cruces, Valparaíso y de otras cercanas playas.
Respiré la brisa cálida del mediodía  y el viento helado del atardecer, saboreé las gotas minúsculas de las olas al romper en los roqueríos, me reflejé en la luna y el sol de atardecer, volé con la imaginación junto a las gaviotas, hundí mis pies en los húmedos granos de arena, me soñé sirena y delfín, llené mis pupilas de colorido, ascendí por escaleras imposibles... Asumí, definitivamente, mi  vocación marina, aunque siempre en contacto con la tierra y regresando a ella, siempre ... Me sentí perteciente, con raíces acuáticas, pero también terrestres. Soy mar, soy tierra...
    Nunca lo tuve más claro, porque después de este viaje  de conocimiento -geográfico e interior-, volví a "mi" puerto,  a mi espacio y, ¡oh, sorpresa!, me he dado cuenta que esta "caleta" tiene la magia del refugio  construido por las propias manos, sin muchas pretensiones, sin planificación racional, como lo que va  haciéndose poco a poco, con la fuerza del deseo y del azar, ... pero sin olvidar, intuitivamente, dejar una puerta de salida hacia  el mundo concreto y antipoético, donde, felizmente, suele encontrarse más de algún rincón en que la poesía todavía existe.
    Ahora, con esta luz al final del túnel, salgo al espacio abierto con la ilusión de lo conocido y añorado así como de lo ignoto y deseado. Tengo el mundo por delante...
   
  

Los Aires Difíciles

  Extraordinario relato de Almudena Grandes, escritora española contemporánea. 
   Al inicio de su lectura me recordó en parte, a Elena Ferrante, aunque en el caso de la hispana, la perspectiva narrativa no es personal, y, en ese sentido, se enriquece el mundo narrado, pues nos encontramos con hechos, sentimientos y pensamientos de los distintos personajes, de ambos sexos, que luchan a diario, en algunos periodos, con la culpa del actuar equivocado o deshonesto en su pasado, a pesar de que, en general, son personas buenas, acogedoras, solidarias, generosas, con una tabla de valores dentro de los cánones del bien. 
   El "Levante", uno de los vientos propios del lugar, es un elemento significativo en el ánimo de sus habitantes, sean humanos o no. El Levante desasosiega el espíritu, desata las emociones, desestabiliza la vida, obliga a enfrentarse con los propios demonios. 
 "Los Aires Difíciles"  nos habla de familia, pero no de la tradicional, sino de la adoptiva, de la emotiva, de las personas que pasan a formar parte de tu pequeño mundo por lazos de simpatía y de compromiso voluntariamente aceptado. De la familia del alma. 
    Interesante relato, que presenta personajes que se cuestionan moralmente,  que trasgreden  las estrictas normas habitualmente aceptadas, sin por ello perder su bonhomía intrínseca.

lunes, 10 de junio de 2019

Aracné de los tiempos modernos

      He mutado en araña... definitivamente. Ya se me notan los pelillos más largos y sensibles en las extremidades, mis ojos están hinchados, mi rostro, más redondo. Sólo me falta dejar de ser bípeda y agregar unas piernas y unos brazos más. ¡¡Casi nada!! Espero que pronto...
- ¿Bromeas, verdad? ¡¡No me asustes, por favor!!
- ¡Jajaja! (riéndome arácnidamente). He vuelto a tejer. Me paso el día tejiendo.
- ¡Uff! ¡Ten cuidado! Recuerda la tendinitis de hace unos años.
   No hay problema, ninguno.
   Tejo de todas formas, tejo a cada momento. Se ha transformado en mi forma de vida. Es el mejor remedio para la inopia espiritual y neuronal. Tejo para sentirme viva, para ser feliz. Tejo ideas, sueños, proyectos, recuerdos de momentos felices, relaciones personales y, también, hilos de diversos colores y de firme consistencia. Voy creando vida con ellos, uniendo eslabones, urdiendo tramas. 
   Tejo notas musicales que quedan vibrando en el aire, bailando su propio danza, que también es la mía.
   Tejo sabores contrarios, que se complementan y potencian depositando en mi lengua la savia de su unión.
  Tejo letras formando palabras, frases y textos, que se mueven alegre, cansina o furtivamente, dependiendo del tiempo, de la levedad o de mi ánimo.
  Tejo sentimientos, a veces, de diferentes matices, en especial, de tonalidad azul. Tejo miradas y sonrisas en mi memoria, voces y acentos, risas y gestos. 
  Tejo amaneceres y atardeceres, rayos de sol y gotas de lluvia, brisas y ventarrones...
   Pero no siempre el resultado es el esperado. En ocasiones, no logro unir los elementos, por cuestión del azar, de los dioses, o, simplemente, por falta de energía o acuciosidad.  Otras veces, los hilos, visibles o invisibles, se enredan, se anudan y, para seguir, debo cortarlos. Esos no siempre vuelven a ser los mismos y termino  desechándolos. 
 Sin embargo, mayoritariamente alcanzo el éxito y descanso gozosa en lo obtenido. Y la paz me inunda, la emoción me satura, "la belleza me duele" y sobrecoge, me desprendo del peso de la añoranza y me vuelvo toda sensación, latido, oído, color y olfato. Me transformo en una gran nariz respirando el universo, oyéndolo, sintiéndolo omnipresente, siendo parte de él. Cuando eso sucede, logro detener el tiempo, pierdo sustancia y me integro. Yo no sólo soy yo, soy más.

miércoles, 5 de junio de 2019

Misión Olvido...

    "Misión Olvido": un título con doble lectura es el de la novelista española María Dueñas , la misma que escribió "El tiempo entre costuras", que, además de convertirse en un súper ventas, se llevó al cine con mucho éxito. 
     Misión Olvido, por un lado,  devela el mundo de una mujer madura -la protagonista- que viene recién saliendo de una separación matrimonial y se ve enfrentada a recorrer el doloroso camino de la pérdida de lo que hasta ese momento creía seguro e inmutable. Por ello (en realidad huyendo de su situación personal) Blanca decide aceptar una beca que la lleva desde Madrid a California, para sumergirse en un mundo desconocido que, espera, le permita arrinconar el sufrimiento.   La tarea asignada y asumida es recuperar, desde el olvido en que ha quedado, el trabajo académico e investigativo de un profesor universitario muerto hace ya 30 años. Hasta aquí la primera lectura o interpretación. 
    ¿Dónde aparece la segunda? En la investigación de la vida y obra del profesor.  Éste era oriundo de España. Al iniciarse la Guerra Civil logra salir de su país, pero debe permanecer en un destierro permanente. Asume a  California como tierra adoptiva, en cuyo lugar se dedica a seguir las huellas que la Orden Franciscana (venida de su país de origen) dejara en ese nuevo mundo desde el siglo XVIII al XIX a través de las Misiones (21 en total) que fundaron en aquellas tierras. Precisamente, la última Misión franciscana, llamada "Olvido", la más humilde y desconocida, de la que apenas queda el testimonio de 7 tumbas sepultadas -doblemente - bajo la maleza,  era la que buscaba el profesor en el momento en que la muerte salió a su encuentro.
      El proceso interno por el que pasa Blanca, que va desde el cumplimiento de la tarea por un sentido de responsabilidad muy arraigado a una búsqueda que involucra el deseo de hacer justicia a la memoria de un estudioso cuyos vestigios  de su vida  y obra han estado criando polvo en una bodega,  resulta muy vívido en las páginas de la novela. Todo este tránsito va obrando su efecto curativo en ella, sin que apenas sea consciente.
     Hay dos momentos, de los varios, que a mí me resultaron particularmente emotivos. Uno es el que se produce en la reunión familiar del Día de Acción de Gracias a la que es invitada Blanca. En esa ocasión, la letra de la canción "Gracias a la vida"  de Violeta Parra -nuestra Violeta-  es el fundamento del sentimiento y sentido profundo que se le da a este día en el relato. Se insta a los personajes  a agradecer, tal como lo expresa la canción, los grandes dones recibidosel don de ver, de oír, de caminar, de sentir, de reír, de llorar y de todo aquello básico y fundamental que nos hace profunda e indiscutiblemente humanos (siempre que no lo olvidemos).
   El otro momento es el que, en solitario, sorprende a  Blanca, al descubrir, entre los escritos y documentos del profesor, una copia  del hermosísimo poema de Luis Cernuda, "Donde habite el olvido", en cuya versión manuscrita del profesor se trasunta el amor que sentía por Aurora, la esposa de su amigo y discípulo. Blanca, llevada por un profundo respeto a la privacidad y a un sentimiento que no le pertenece, quema la "evidencia" salvando un secreto que no le corresponde.

                                            " Donde habite el olvido, 
                                           en los vastos jardines sin aurora; 
                                                 donde yo sólo sea 
                               memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
                             sobre la cual el viento escapa a sus insomnios...."
...
    Saliendo de lo ficticio y literario, no cabe duda que cada cual, más... o menos, a lo largo de la vida debe enfrentar más de una misión de este tipo. El dolor es consustancial a la existencia humana (así como el gozo),  y las pérdidas, más grandes o pequeñas, temporales o definitivas, contribuyen a él. Y en la tarea de recuperación y sanación, cada uno, dependiendo de sus reservas emocionales, se tropezará, se levantará, avanzará o retrocederá; bajará al infierno o sólo llegará al purgatorio. Pero no sólo hay un olvido que es sanador y necesario en nuestra vida, cuando el dolor se ha hecho presente, también hay uno, que es letal y hace daño. Contra este olvido lucha la Historia.  
     Interesante novela, con un esperanzador desenlace. 
  

lunes, 3 de junio de 2019

Cortando por lo sano...

     "Cortar por lo sano", en sentido literal y figurado, me parece, a estas alturas de la vida, una buena política, especialmente en el ámbito de las relaciones humanas, porque si bien las hay mágicas,  nutritivas y positivas, también las hay sin sentido, desabridas e inestables, así como otras negativas, nefastas, perversas y enfermizas. Nadie está inmune a estas últimas, por lo que lo más conveniente es tener el radar funcionando para alejarse de su área de influencia apenas se detecten. Si en el afán generoso de darle una oportunidad más se espera mucho para ponerle término,  su fuerza centrípeta puede succionarte y será muy difícil escapar solo/a. 

   Esta práctica tan saludable que plantea la expresión popular aludida, es tan antigua como la vida misma. Si bien en su sentido semántico supone una voluntad externa que realiza la acción de "cortar", en la Naturaleza  existe esto como una suerte de autodefensa o automejoramiento.  Retrocediendo un poco en el tiempo y revisando  la evolución de los especies, podemos ver que, en la medida que un órgano pierde funcionalidad se atrofia o desaparece. En peces, por ejemplo, que viven en las profundidades abisales  donde la luz no existe,  sus ojos carecen de visión.  Algo similar pasa con los murciélagos, que desarrollan otra capacidad biológica que compensa la ceguera. También se da el caso de un cambio de funcionalidad por transformación del escenario de la especie. Desde que el ser humano evolucionó a bípedo, por ejemplo, cierta capacidad prensil que poseían los dedos de sus pies fue desapareciendo para responder a la nueva realidad que exigía mayor equilibrio y estabilidad para caminar.  De estos cambios nos habla precisamente la teoría de las especies: la necesaria adaptación al medio para no perecer, pues éste no se adapta a ti, tú debes adaptarte a él.  Claro que el ser humano, de todas las especies, es el único que, más que adaptarse,  ha ido contra Natura, "modelando" el medio según sus intereses...y caprichos. Felizmente -o no-  en el rubro de lo social, el hombre (genéricamente hablando) debe asumir las normas, a menos que decida, al contrario, acarrear las consecuencias de la exclusión.
  La expresión "cortar por lo sano" tiene que ver con  tomar decisiones definitivas, sin dejar que el tiempo, las circunstancias, el "destino", azar o voluntad divina, decidan por uno. Le pone un freno a la esperanza indefinida y a la creencia en el "milagro" del cambio por sí solo. No es una postura fácil, pues   siempre estará la duda carcomiendo el pensamiento y sentimiento. ¿Será lo mejor? ¿No habrá otra solución? ¿No me estaré equivocando o apresurando? ¿Y si espero un poco más? Son las preguntas que surgen frente a este escenario vital.  

En lo personal, a pesar de ser principalmente ejecutiva en muchas de mis acciones (esencialmente en el trabajo), debo señalar que no siempre fui tan rápida  en el plano de lo emocional y sentimental (para iniciar sí, para terminar, no). Hubo tiempo en que el predominio de la subjetividad por sobre lo real y concreto impidió la aplicación de esta terapia, debiendo haber sido la primera en utilizarse. Aquello fue inhibiendo la dignidad y autoestima a tal nivel, que hubo un periodo en que la actuación social y laboral estaba casi completamente disociada con la personal y emocional. Debieron juntarse varias  evidencias para que finalmente yo optara por la sanidad adecuada y de allí en adelante todo fue más fácil. No sólo  había aprendido cómo actuar, sino también cómo evitar los daños colaterales de la acción cercenadora. 
     Una de las ventajas de la experiencia y del transcurso de los años de vida, es la sabiduría que se va adquiriendo (aunque no hay suficiente para todos), la que se muestra en la mayor seguridad y  confianza que sientes,  en el manejo de la agresividad, en el alejamiento de las personas y situaciones frívolas a pesar de la exclusión, en la menor paciencia con la estupidez cercana, en la mayor tolerancia con la diferencia, en irse desprendiendo de lo superfluo.
     Esto último resulta clave para determinar que has llegado a un punto de no retorno a la vacuidad. Cuando eres capaz de detener tu afán de compras sin sentido, de preguntarte para qué más de esto si ya tengo suficiente, cuando comienzas a desechar lo inútil (hablando de cosas, se entiende) porque está pasado de moda o ya no estás en edad de usarlo/a (seguimos hablando de cosas, jajajajaja), porque está en mal estado y "el remedio será más caro que la enfermedad", etc., etc., significa que ya tienes la sabia aureola, aunque no la veas. 
   Una vez en la cima-explanada de los "pocos que en el mundo han sido", puedes respirar tranquila/o, emitiendo unos cuantos "ummm" y olvidarte de los peces de colores. La acción podadora será cada vez más liviana y te dará la ingravidez necesaria para que un día cualquiera puedas salir volando cual hoja otoñal o pluma de ave (siempre que no sea de paloma; son tóxicas. Prefiero dejar de lado las pompas de jabón en la comparación porque ésas revientan , jajaja).  Estarás a un paso de la eternidad -si existe- y de volar como Mary Poppins ayudada/o sólo por un quitasol.
 Claro que sería recomendable hacer esto sólo de noche para evitar la camisa de fuerza, aunque puedan confundirte con una bruja. Mejor es pasar por bruja, que por loca,...creo yo (jajaja)...

    

domingo, 2 de junio de 2019

Desconfía de aquéllos...

    No hace mucho leí por ahí que las personas que tomaban café sin azúcar eran malvados. No me  interesé por adentrarme en tan "profunda" reflexión porque me pareció, de buenas a primeras, antojadiza, por no decir ridícula. Y  pulsé la tecla "delete". 

    Sin embargo, al escuchar, esta vez, que las personas que tomaban amargo el café no eran confiables, lo que me parecía había partido a la papelera cobró vigencia. Y me quedé dándole vueltas a esta última versión para ver si descubría la extraña asociación que a alguien le había llevado a dicha conclusión, más de alguna mala experiencia,  los resultados de  una brillante investigación científica  o, tal vez, sólo un polémico anzuelo publicitario. Lo cierto es que en la actualidad, la "realidad" virtual pareciera llevar las de ganar frente a la realidad concreta, pues lo que se dice y comenta por las redes adquiere más credibilidad que los hechos mismos. 
   En relación a la "interesante" aseveración que origina estas sesudas elucubraciones, debo señalar que lo ideal sería realizar una investigación en forma, con un número de encuestados que sea significativo, considerando que desconozco el respaldo de la afirmación. Sin embargo, como esto sería una empresa de una  envergadura que va más allá de mis posibilidades, he optado por desmenuzar semánticamente la expresión, acudiendo además a todas las asociaciones lógicas -e ilógicas- que forman parte de mi capacidad intelectiva (jajaja), aparte de indagar en las honduras y longitudes del mundo virtual.
    Buscando la razón de la sinrazón me interné en el tupido  bosque de Google para examinar antecedentes sobre esta interesante cuestión, teniendo el cuidado de revisar los árboles nativos y no las malezas googlianas (¡guau, me estoy pasando de creativa y metafórica!). Me explico pues no todos son expertos en "figuras retóricas"(metáforas, comparaciones, metonimias y demases recursos utilizados especialmente en el ámbito poético) y "neologismos" (vocablos nuevos, que actualmente surgen especialmente del ámbito tecnológico). Cuando hablo de "árboles nativos" me refiero a la información seria y responsable, mientras que las "malezas" corresponderían a aquello que suele aparecer en más de un pretencioso Blog cuyo único objetivo es alcanzar algo de la efímera fama del mundo virtual, sin ningún rigor académico ni científico (como éste, jajaja)
    Debo compartir con ustedes que  mi incursión por Google ha sido de lo más ilustrativa. Me he enterado de cosas que ignoraba (obvio, no soy experta en todo como los sabios clásicos o renacentistas) y algunos mitos conocidos pero no aceptados se derrumbaron como tras el paso de un tornado. Por ejemplo, que el café es dañino en todas sus formas. ¡No, señores!, digo con una enorme sonrisa. También éste tiene varios efectos positivos, escribo, mientras degusto de un caliente y saborizado té verde con limón, potenciado con cáscara del mismo fruto. ¡Mmm! Me he aficionado a estos gustos sofisticados, sin duda, principalmente, por  efectos de la propaganda positiva y negativa. Positiva hacia el té verde y negativa hacia el café. Pero, debo aclarar, para salvar mi prestigio y uso del libre albedrío que la religión católica me otorga (ja), que la publicidad no me habría conquistado si no estuviera en mí la voluntad (o gen, ¿o adicción? ) de probar lo diverso y lo nuevo...Por suerte no me ha dado por probar la marihuana y sus variaciones... En fin, me he ido por un camino secundario... (jijiji)
     Volvamos a la carretera 5 Sur...
   Han de saber que el café amargo tiene varios efectos positivos (la fuerza de la costumbre, casi como condicionamiento, me había hecho escribir "negativos"), entre ellos, aporta antioxidantes (por lo tanto,  impide que uno se oxide, obvio, jajaja), previene la diabetes y el Alzheimer,  disminuye el riesgo de  demencia y elimina la celulitis. "No haberlo sabido antes", me digo. Pero aún no es tarde. Me propondré, a partir del lunes, beber café amargo al comenzar el día, con la clara ventaja de ahorro de endulzantes diversos. Claro que deberé cuidar no buscar compensaciones exageradas a lo largo de la jornada.
    También aprendí qué es lo que hace más amargo al café y el por qué de su atractivo y status.
    El amargor en el café es clave  para determinar su bondad (entiéndase "calidad"), de lo contrario nos enfrentamos a uno dulce o ácido (no tengo idea cuál será este último). Esta amarga  característica  (más bien cualidad, según los entendidos) depende del tipo de café (y aquí me encontré que los hay Arábica y Robusta), de la cafeína que posean, del porcentaje de unos  ácidos específicos,  además del tueste y del grado de maduración. Eso en el producto en sí, porque además, están la manera de cultivarlo, el clima, el tipo de terreno, el cómo se cosecha y procese, etc., etc. En fin, una larga lista de variables  intervienen en el resultado final, que,  como pueden apreciar, no es una cosa poca. 
   Pero, ¿qué tiene que ver esto con ser malvado o poco confiable?, se preguntarán ustedes. Para allá vamos, ¡tatatatán...!
   Según la investigación de "campo" que realicé (campo virtual, jeje), unos científicos austríacos llegaron a la conclusión, luego de un estudio con mil sujetos (austríacos, obvio), que los que compartían esta preferencia tenían tendencia a la psicopatía, al narcisismo y al sadismo. ¡Diablos!, exclamé, ¡qué fuerte! Por suerte, yo lo endulzo y, creo, no tengo tendencias a "eso", ¡glups!, salvo cuando era pequeña (ya les he compartido que despedazábamos a los saltamontes o "saltapericos" como les llamábamos nosotros).
Junto con ello, pienso en algunos austríacos famosos, Mozart e ...Hitler (¡ohh!) y me sumerjo ipso facto en internet, donde aumento rápidamente la lista de  austríacos  ilustres : Haynd, Schubert, Strauss, Klimt, Freud, Mendel, Stefan Zweig y...¡uff! muchos más, pero menos conocidos por mi bella persona. Trato, además, de averiguar sus gustos en relación al café, pero no encontré nada al respecto (por ahora). De lo que sí me enteré es que el malvado Hitler consumía bastantes alimentos dulces, sólo que lo hacía en forma secreta y privada  (de noche), seguramente para evitar que sus seguidores inmediatos lo vean como débil. Hombre de apariencias, sin duda... En fin, no me  voy a detener en él, de quien ya bastante se ha escrito.
    Independiente del estudio austríaco, es importante señalar que a quienes les gusta la "pureza" en los alimentos (las no-mezclas, ¡¡¡Hitler de nuevo!!!), son personas que  prefieren los sabores intensos y primarios, evitando los suavizantes y edulcorantes. Y como el sabor y el aroma son parte del mismo paquete, la experiencia se hace más plena si esta dualidad se complementa adecuadamente. En su camino al estómago, todo lo que uno ingiere, estimula primero al cerebro (a través de sus efluvios:  nariz ~cerebro), por lo que las papilas gustativas ya están preparadas al entrar en contacto con la comida o la bebida, según sea el caso. 
   Estos gustadores de lo intenso, seguramente trasladan esta inclinación a otros ámbitos de su quehacer humano y, es probable, que también gocen con todo aquello "extremo", en sus relaciones personales, sentimentales, laborales y de ocio. ¡Humm! Parece que la senda es unidireccional  y sin  vuelta atrás. No hay punto de equilibrio. Es decir, es un vivir al todo o nada, a favor o en contra. O es blanco o negro, nada de gris o marengo. O muy buenos...o malvados. Lo suave o tibio no les atrae. ¡Uyy!
    Y a propósito de lo anterior,  hay un refrán que dice "Eres lo que comes", por lo que algo de la aseveración inicial parece tener su fundamento. 
   Seguiré averiguando a ver si me entero de algo más. Mientras tanto,  comenzaré a beber el café amargo, a ver si algo de maldad me surge entre tanta bondad que tengo.