miércoles, 13 de enero de 2016

Casi una Cenicienta...


  Eran exactamente las 12 horas cuando doña Principessa, cual personaje de cuentos infantiles y femeniles, iba bajando las escalinatas de su castillo. Para cuidar de su bella y aristrocrática persona ya no baja corriendo aunque sean las doce, pues una mala pisada, un tropiezo  o una caída  resultarían  muy riesgosos a pesar de su juventud. Al escuchar las campanadas, en forma automática, miró su muñeca izquierda (no es que fuera con dos muñecas, es decir, sí, va con dos muñecas, pero no de las barbies, ni de ninguna otro modelo o marca parecida, sino las muñecas del brazo, no, no las lleva del brazo, tampoco peina la muñeca -aún no, jajaja-,  sino que me refiero  a esa parte del brazo que une éste con la mano y que todos tenemos, salvo que a alguien le falte el o los brazos, claro está, uff, ¡qué enredo!)...Decía que cuando escuchó las campanadas...¿campanadas? ¡Noooo, ahora que me acuerdo! ¡Era la Sirena! (la de los Bomberos, bomberos chicos buenos, no que trabajan en una bomba. Diablos, me cansa esto de tener que aclarar casi todo).

- ¡Oye, Princess!
- ¡Dígame, buena mujer!
- ¡Jajaja! ¡Vaya, qué circunspección! ¡Me parece que estás un poco confundida!
- ¿Why?
- Punto 1: la Cenicienta salió de palacio a las 24 horas, es decir, a las 12 de la noche, no a mediodía; punto 2: no salió de SU palacio, sino del palacio del Príncipe; punto 3: iba arrancando antes de perder la magia; punto 4...
- ¡Basta, basta! ¡Es suficiente! 
   ¡Oh! ¡Se ha enojado la doña! ¡Y con razón! Sin duda se encuentra en una etapa de mayor sensibilidad. "¿Creerá que soy tonta?", piensa. "¡Si ya sé que mi reino o principado no es de este mundo!" (jajaja, ¡qué hereje!; en la época medieval o un poco más adelante, no hubieras pasado frío, Princess). Ella tiene claro que ya no hay príncipes y que en este mundo moderno, los estatus se han mezclado como en una coctelera, por lo que una "pequeña" diferencia de 12 horas, no tiene mayor importancia ni es tan distante de esa Cenicienta de origen noble. 
   Sin duda, bajó un poco tarde de la Torre, pero no fue por desidia...¡Dios no lo permita! Se había levantado a buena hora, sobre todo considerando que se durmió después de las 4 de la madrugada. Pero su buena salud y, sobre todo, su juventud (jajaja), le permitieron levantarse sin dificultades. Por tanto, una vez que terminó la revisión de cds en que guardaba innumerables fotografías, se echó una manito de gato (expresión popular que significa "acicalarse", como los gatos, pues ella misma no tiene gatos,¡los odia!, por lo que no podría ser animalista; sólo tiene un gatito de combarbalita que trajo de su viaje nortino), se puso sus zapaticos flori-azules, sus joyas verde-azules de fieltro y se encaminó hacia el mundo real. Realizó el trámite que la sacó de su domicilio obligatoriamente y luego encaminó sus pasos por el Paseo Independencia y Avda. Brasil, no sin antes ir mirando los escaparates. Hacía mucho calor, por lo que debió privilegiar y buscar, casi con obsesión de psicópata, los sectores sombreados.
  (Sé que van a pensar que sus zapaticos flori-azules no pueden igualarse a los clásicos zapatos de cristal, pero es que ella piensa que hay tantas imitaciones, por lo que ha desistido de comprarlos. Además,  ¡si hasta esas señoritas que, como los vampiros, salen en la noche a la calle, los usan! Obviamente ella, aunque salga sólo en el día, no va a caminar sobre los mismos tacones que ellas. ¡No, señores, ella es una Principessa! Por tanto, prefiere sus zapatitos sin tacos, con flores azules. Además, eran más de las doce ya y no habría sido conveniente salir con los dos pies calzados y que a mitad de escalera quedara a "pata pelá". Habría sido, sin duda, poco edificante).

   Llegó hasta el "palacio de la loza" (un súper en que hay bastante vajilla que cada cierto tiempo van renovando y que no es nada de cara) y se sintió feliz. Habían renovado algunas piezas, así que se vino con algunos ejemplares. Sin embargo, aún no encuentra esas copas para hacer realidad su sueño. Ya llegará ese día, en que las aceitunas se vean, de manera perfecta en el fondo de la copa. en la fotografía obviamente se ven, pero no de manera perfecta, la copa es para vino blanco y no para lo que ella "necesita".
 Claro que las aceitunas ya se las comió (jajaja). Deberá surtir su despensa una vez encuentre los cristales (copas, no zapatos)  Por ahora, disfrutará de preparar su almuerzo en vajilla nueva (al menos, parte de ella).



   Ya en la tarde, sin muchas ganas de leer (por días no ha leído, pues se ha dedicado principalmente a la escritura en los tiempos en que no ha andado patiperreando, claro de incógnito, atendiendo a algunos ataques de juventud y rebeldía  que suelen sobrevenirle de vez en cuando), decidió ir al cine. Quería ver en persona en qué consistía esa película chilena denominada "Sin filtro", que pone en práctica ese deseo secreto y oculto de decir de "todo un cuanto hay" a quien se le ocurra, olvidándose del Manual de Carreño. 
   Se dirigió al Open Plaza pasadas las 18 horas. al llegar allá había un cartel que decía "agotadas las entradas". ¡Grrr! Había para más tarde, noche la verdad, pero no quería esperar más de dos horas y no iba a volver y palacio y luego volver a salir. ¡Nones! "Veamos, ¡qué otra alternativa tengo!", pensó. Unas pelis para cabros chicos y "Steve Jobs". ¡Humm! Lo pensó un poco y se decidió a verla. Había visto la protagonizada por Ashton Kutcher, pero ésta era otra. 
    Al ver a varios en la sala se dio cuenta que había sido la segunda opción de todos los presentes. ¡A hacerse el ánimo! Siempre hay que tener un escenario B.

   La película profundiza en la personalidad de Jobs, en su incapacidad de comprometerse emocionalmente y amar a sus más cercanos, lo que se manifiesta especialmente en las dificultades para mantener buenas relaciones personales con sus colaboradores y superiores. Una de las relaciones más relevantes de su vida, con su hija Lisa, que sólo logra solucionarla cuando ella ya es universitaria, es una de las líneas conductoras del filme. Película muy bien actuada, pero cuyo exceso y rapidez de su parlamento, además de lo técnico de éste, no la hacen una obra fácil de digerir.  
...
   Hoy martes 12 ya tiene su entrada para disfrutar de la película chilena, que según lo difundido, sigue rompiendo récords. Optó por seguir el ejemplo de Juan Segura: salió unos 3 minutos antes de las 12 de palacio (para no desafiar a las hadas madrinas, que, seguramente en estos tiempos, deben estar ya sindicalizadas)y, además de otras actividades, compró su entrada con anticipación. ¡Ya se soba las manos de los nervios y la ansiedad!
    Llegó a la Sala 4 con diez minutos de anticipación. Hacía mucho tiempo que no asistía a una función en que tuviera a ambos lados personas desconocidas. Su fila, la M, es decir la penúltima, finalmente se llenó. Los enormes vasos de palomitas se multiplicaban (entre nos, debo señalarles que doña nunca compra palomitas para ver una función de cine, no sé si es por un tema económico o porque no le gustan o alguna otra razón más secreta). De pronto recuerda que, al menos una vez, compraron un "tambor" con palomitas mientras fueron a ver una película con su hija, lo que no recuerda es si estaban también con su madre, porque más de una vez fueron con ella a disfrutar del Séptimo Arte. 

   Sin filtro pareciera ser una película liviana en que una mujer promedio, de edad promedio (así se ajusta a muchas), después de callarse por años lo que piensa de su jefe, compañeros de trabajo, familiares, pareja, hija de su pareja y otras personas que la rodean, comienza a decir en voz alta aquello que por tanto tiempo se había guardado,  luego de ir donde un seudomédico y último de "chanta". 
Pero no sólo habla, también actúa, descubriendo que tenía un derechazo potente (jajaja)Junto con sanarse de la  ansiedad,  que ya había somatizado, termina con el abuso permanente de su jefe, pareja y hermana (entre otros). 

   Finalmente, lo interesante del filme es que el personaje Pía Vargas no cae en la trampa que le tienden "los hombres de su vida" y decide seguir sola o, como muy bien dice, "con ella misma", sintiéndose libre, feliz y fuerte. En esto, me recuerda en parte la película Gloria, mujer chilena también auque de una generación  anterior (Gloria tiene 58 años y no los 37 de Pía), que también debe enfrentarse a una vida de insatisfacciones. 
   ¡Ah! Casi se me olvida: en Sin filtro hay una fuerte crítica a la idolatría que en nuestra sociedad le rendimos  a la tecnología, que nos hace dejar en segundo o tercer plano, las relaciones personales directas; una  crítica a la búsqueda de sucedáneos (los gatos-hijos), a la permisividad en la educación de los hijos, al culto a la belleza física y la juventud por sobre la eficiencia y la experiencia, al exitismo, a las apariencias, etcetc. ¡Buena película y extraordinariamente actuada! 

   Doña Principessa casi se sintió identificada. Por ello, al bajar por las escaleras mecánicas del Mall, levantó la cabeza y sonrió. Sólo le faltó cantar en voz alta, aunque internamente iba tarareando una canción. ¿Qué canción sería? Ya lo averiguaremos. ¡Buenas noches!

   

lunes, 11 de enero de 2016

Recorrriendo la Sexta. Destiny 4: Camino a PELEQUÉN y MALLOA


    Al inicio de este relato, crónica, entrada o como quiera llamársele, debo establecer que el título no hace referencia a una expresión popular bien conocida, sino a lo que la frase expresa literalmente. Partí la mañana del día sábado 9 de enero en dirección al pueblo llamado PELEQUÉN, el cual sólo conocía desde la carretera. De ninguna manera, necesitaré peluca (jajaja, aunque creo que otros sí, o al menos, bisoñé, jaja). Me fui al Terminal O'Higgins a las 9,30 horas, caminando.., para respetar la consigna. Es que no hay que perder de vista que mi objetivo es andar todo lo andable, jejeje... 

    (Mientras escribo escucho en el Rojito a Shakira y  Alejando Sanz, acusando aviso de que también debo vivir en el mundo común y corriente, jajaja. Ya me parece escuchar a mi hija: "¡Pero, mamá! ¡Shakira es mi ídola!". Desde mi sillón-nido veo  lo amarillo que se ha puesto uno de los morrones o pimientos, estrella de la temporada en palacio. Hay 4 ya cambiando de color, lo que significa que aunque no han crecido mucho -como la dueña, jajaja- , ya están en su fase de maduración, mientras que el cilantro y el ciboulette que sembré el 31 de diciembre en la tarde del año pasado, jejeje, ya está empezando a salir a la superficie. ¡Qué alegría!)


  A las 10,30 ya estaba en PELEQUÉN. Lo primero que hice fue, indudablemente, comenzar a fotografiar.
 Divisé un campo al lado este de la carretera con el pasto seco ya enfardado, mientras en un terreno aledaño la máquina segadora seguía haciendo su tarea. Subí la pasarela para cruzar la carretera y poder ingresar a Pelequén. Desde las alturas tomé diversas instantáneas de su Iglesia, la joya del lugar, junto con el trabajo en las Canteras, que iría a ver  después. 
    Las puertas del Santuario de Santa Rosa de Pelequén estaban abiertas. 
Recorrí el interior de edificio y sus jardines, donde pude comprobar que estaba de pie  y en perfecto estado gracias a tareas de reconstrucción, pues la nave central del interior de la Iglesia se había venido abajo para el 27F y sólo se había mantenido en pie la estructura gracias  a las columnas que habían cumplido con su tarea de sostener todo lo que pudieran (y también, seguramente, gracias a la intervención divina, jeje).
  
 No me creerán pero en un par de días y me encuentro con otro ...¡pozo de los deseos! En este caso, felizmente, especificaban que la idea no era lanzar dinero, sino el deseo escrito en un papel (por suerte, si no me habría parecido una estratagema muy maquiavélica. En todo caso, no deja de serlo, porque ¿qué tiene que ver el escribir un deseo y echarlo a un "pozo" con lo que realmente debiera ser el fervor religioso? Me parece una banalización de la fe y una incongruencia de marca mayor. En fin, de todo hay en la viña del Señor, jajaja).  Yo no lo hice, pues sé que no se va a cumplir, así que habría sido tiempo y esperanzas perdidas.   
   Cuando consulté  hacia dónde dirigirme, me dijo la persona que Pelequén tenía sólo una calle principal, la que estaba pavimentada.  Caminando hacia el sur, podía llegar, por dentro, al lugar donde se exhiben los muebles y sólo por carretera a las Canteras de las fuentes de piedra. Me fui primero por la izquierda, es decir, segundo objetivo, conocer por dentro Pelequén. Caminé, caminé y caminé...varias cuadras. De pronto, vi unas palmeras ya adultas y su ubicación me recordó los alrededores de la Estación de Trenes de La Unión, ciudad donde viví  casi 20 años. Cuando observé que la calle se llamaba "Estación", pensé para mí que en ese sector debía estar la Estación de Pelequén aunque nunca había hecho ese recorrido en ferrocarril. Entonces, me dirigí hacia la derecha para comprobar mi deducción. 
  ¡Brillante! ¡No podía ser de otra manera! Allí estaba la Estación de Ferrocarriles de Pelequén, con una puerta al costado entreabierta, por la cual ingresé hacia el andén Sur. Por allí alcancé a divisar a dos funcionarios. 
No me prohibieron la permanencia, pero quien me expulsó del lugar destempladamente fue una perra que se acercó a mí amenazadoramente. Digo "perrA", pues su nombre era femenino, lo que constaté cuando uno de los hombres la llamó para que se calmara, lo único malo es que se me olvidó su nombre (si me acuerdo, lo agregaré; si no logro recordar, imagínense que tenía el nombre de vuestra mayor enemiga, jajaja). Al alejarme de allí, no pude dejar de sentir pena al ver tanta infraestructura desperdiciada.

 Regresé a la calle principal y seguí ahora hacia el lado contrario, pues había llegado a la Plaza de Pelequén, un extenso terreno rectangular, con frondosos árboles y una hermosa fuente de agua en el centro, que estaba funcionando en ese momento. También hay una escultura férrea y aunque pregunté a un par de personas que estaban allí,  no supieron explicarme el por qué de su instalación ni su sentido.
 Recorriendo la Plaza se llegaba a la Carretera, entrada norte y, en ese lugar, en una extensión de dos cuadras aproximadamente, se ubican numerosos locales de Muebles de madera de artesanos de la zona. No todo estaba abierto al público, pero había varios funcionando, de manera que los visitantes (yo no era la única) podían apreciar la exhibición  y comparar valores. No pregunté por ellos, no pretendía adquirir nada, sólo apreciar el trabajo artesanal. 
     Terminado el recorrido volví sobre mis pasos y me fui hasta la entrada principal del pueblo por la carretera. Al llegar allá decidí seguir la misma vía hasta alcanzar las Canteras de los Artesanos de la Piedra. El lugar no estaba cerca y el día, cercano a mediodía, estaba caluroso. Así que, a encasquetarme el sombrero y a emprender la tarea. La berma era bastante estrecha en algunos sectores y los vehículos pasaban raudos. Había barreras de protección en prácticamente todo el recorrido que realice, así que cuando se acercaba un camión o un bus prefería detenerme y afirmarme de la barrera, para minimizar la fuerza del viento en contra, además de sujetar mi bello sombrero. La distancia, no menor, debe ser a lo menos, 1 kilómetro y medio, que debí recorrer también de regreso, pues ningún minibús se detuvo en el sector (de bajada y curva). 
  Caminé por los distintos puestos de trabajo, apreciando las obras de arte (fuentes de agua de distintos tamaños y colores, algunas en funcionamiento, figuras para jardín u otros lugares, morteros y otros objetos de adorno), hasta que decidí llevar ...¡Una fuente de agua! 
- ¿Quééééé?!!! ¡Estás locaaaaa!!!
- ¡Jajaja! ¡Es broma! Habría sido imposible. El peso debe ser enorme, aunque sea la más pequeña.
- ¡Claro que sí! Por un momento pensé que ya no razonabas en forma cuerda.
- ¡Me queda lucidez para rato, te aseguro! (toco madera más mejor).
  Me gustaron unos morteros muy finos que vi en varios locales, de color blanco con vetas plomas o negras. Pregunté qué material era. "Mármol", me respondieron. Quise averiguar si se extraía en la zona y me dijo el hombre que no, que compraban el mármol. La verdad, yo creo que compran ya fabricados aquellos morteros de mármol, porque había en varios puestos y todos eran exactamente iguales. 
   Desistí, entonces, de comprar uno de esos morteros. Pero había unos de piedra, más rústicos y de distintos tamaños. Pregunté el valor del más chico. Al ver mis dudas (que tenían que ver con el deseo de ir a conocer Malloa y la poca conveniencia de llevar ese peso adicional) el hombre me lo rebajó a un precio bastante conveniente y no pude resistir la tentación, así que lo compré.     Estuve un rato esperando que algún minibús se detuviera, pero al no obtener resultado debí regresar caminando hasta la entrada principal. Al darme cuenta lo fácil que resultaría ir hasta Malloa (que al saber que quedaba cerca siempre había tenido el deseo de conocer el lugar, pues desde pequeña había oído de la Salsa de Tomate Malloa), decidí partir para allá, con el mortero al hombro (es una forma de decir nada más, pues lo introduje en mi mochila viajera; pesaba aprox. dos kilos)Para ir hasta Malloa había que esperar locomoción en la carretera secundaria, contraria a Pelequén, que también lleva a Peumo y Las Cabras. 
   Una vez en el paradero, consulté a otros viajeros. Me informaron que los colectivos dejaban al interior de la localidad, pero los buses (como uno grande que estaba por pasar), dejaban en las afueras. Llegó el bus y tomé la decisión de subirme. Pronto llegó la hora de bajarme y al hacerlo, pude comprobar que me aguardaba una pequeña caminata: Malloa quedaba a dos kilómetros. ¡Ánimo, tú puedes!, me dije.
    La verdad la distancia me pareció que le había faltado un cero a la derecha. Los 2 kms. se me hicieron interminables bajo un radiante sol. Consumí toda el agua que llevaba y ahora necesitaba un servicio higiénico. Después de caminar los 2 kilómetros señalados o más, llegué a un Supermercado. Pedí baño, ¡No hay!, me dijeron (jajaja).
Compré una nueva mineral, el calor y la sed eran enormes. Ante mi consulta de qué había para conocer en Malloa, me dijo la Srta. que era sólo esa calle y me indicó dónde debía tomar locomoción para regresar. ¡Qué manera da darle poco valor al lugar en que se vive!
  
  Por suerte fui hasta el paradero de microbuses y allí empecé a descubrir Malloa: la I.Municipalidad en una construcción hermosa y antigua, un pequeño parque con dos locomotoras antiguas de ornamento, unas enormes tinajas a todo lo largo de la calle, que se perdía hacia el ...sur(¿?).
 Caminé, vi más construcciones típicas, un homenaje al Padre de la Patria a través de un busto en una pequeña plazuela, y más allá, la Plaza de Malloa y el Santuario de San Judas Tadeo, en reconstrucción. 
   Llegando allí me detuve y viendo pasar un microbús me acerqué a un paradero. Allí, otros viajeros amablemente me orientaron, de manera que pronto pude subirme a un vehículo que hacía el recorrido hasta Rengo, donde debería buscar un bus para llegar a Rancagua. En 20 minutos estuve en Rengo y allí sí pude ir a un baño. ¡Qué alivio!
   Llegué a Rancagua pasadas las 16 horas. Desde Avda. Millán a palacio me arrastré más que caminé. ¡Estaba agotadísima! Logré llegar en pleno uso de mis facultades mentales y físicas (jajaja). Lo primero, una gran ducha helada y luego, un rico plato de ravioles, acompañado de un cuasi "chancho en piedra" al interior de mi recién comprado (y cargado por kilómetros) mortero de piedra de las canteras de Pelequén. Después a descansarrrr  y...descansar. Me lo merecía. 
   Una vez recuperadas las fuerzas y la capacidad de raciocinio, tomé la decisión de ponerle freno a mis salidas. sobre todo al darme cuenta que mis "patitas" habían quedado algo resentidas por el esfuerzo y eso que no andaba con tacos. ¡Ahí sí la habría hecho de oro, jajaja!
 
  

domingo, 10 de enero de 2016

Rancagua in door


   Aunque inicialmente mis recorridos fueron diarios, pronto me di cuenta que no podría seguir a ese ritmo, por lo que he dejado algunos días intermedios para quedarme en Rancagua. Ya me parece a alguien decir "¡Qué milagro!"
   El miércoles y viernes permanecí en la ciudad, aunque eso no quiere decir que estuve inactiva (jejeje). Al contrario, el miércoles me propuse ir al Portal Jumbo en la mañana, para averiguar lo necesario acerca de las funciones del Teatro al Aire Libre, que cada año se desarrollan en nuestra ciudad durante el mes de enero.  Recién habia bajado de palacio  y me acercaba a la Plaza de los Héroes, cuando me sorprende una inmensa "cola" casi frente mío, que hacía imposible circular por el medio del lugar. No podía pasar de largo sin averiguar el origen de la fila. No creía posible que hubiéramos retrocedido a los primeros años de la Década del '70. ¡Imposible! Mi espíritu periodístico no pudo más y al llegar a la última persona de la cola, pregunté. era para obtener entradas gratuitas para una presentación de 31 minutos. Seguí mi camino.
  En el momento que llegué a la calle O'Carroll para subirme a un microbús de recorrido, un par de ellos ya estaban pasando y se me habían escapado. Pronto venía uno y no quise esperar otro, aunque éste no iba exactamente al lugar que yo quería. Me conformé con que dijera "Rancagua Sur".    En la primera parte del recorrido no tuve problemas, pues era perfectamente conocido, pero llegó un instante en que el vehículo se desvió para un sector que no estaba en mis registros, salvo cuando iba a la ciudad de Rengo, tomando una calle llamada "Río-Loco" (bien loca la conducción del chofer). Al darme cuenta que había confundido "Rancagua Sur" con "La Granja" (jajaja, na'que ver)  me levanté de mi asiento y pregunté. Sin duda, yo me había equivocado. Debía bajarme.
   Tomé la situación desde una perspectiva positiva. El conductor me dijo que debía cruzar la carretera por la pasarela peatonal y al frente tomar  un nuevo microbús. Nunca había andado por esa pasarela en Rancagua, así que me alegré de la oportunidad y aproveché de fotografiar desde una distinta perspectiva. 
  Una vez abajo, aunque hubiera podido caminar el kilómetro que me distanciaba de la entrada Sur, el sol estaba muy fuerte y yo no había llevado sombrero. Así que no tenía otra solución: tomar movilización, que me dejara lo más cerca de mi objetivo.   
   Mi viaje en colectivo no duró mucho, sólo el kilómetro  mencionado, pero para llegar al Portal Jumbo debía cruzar toda la población La Granja y el sol seguía "picando" fuerte. Por tanto, debí nuevamente esperar un microbús. Pronto llegó y ahora sí que quedaría cerca de mi objetivo. 
   (Este sistema de llegar a un lugar haciendo cambio de vehículos, en mi infancia, cuando el tren era un medio absolutamente válido y necesario, se le llamaba "hacer trasbordo". Bueno, debí hacer dos trasbordos para llegar al Portal, por descuido en la toma del primer vehículo. Pero fue divertido y me permitió tener otra perspectiva de la ciudad, jejeje. ¡No hay mal que por bien no venga!, dicen).
    Una vez en mi destino me dediqué a entrar en casi todos los locales importantes. En  Casa Ideas había, como siempre, lindas cosas, buenas ideas, pero poco económicas.  
  A Easy debí dedicarle más tiempo; allí me gustaba ver las plantas, la vajilla, las lámparas. Lo único barato que encontré y que observé apenas ingresé, a mano izquierda,  fueron unos objetos blanco-azules. ¡Oh, que baratura!, me dije...pero eran artículos para una piscina, un filtro y una especie de colador de basura, y yo NO tengo piscina, así que no podía aprovechar la ocasión. Luego me acerqué, por el mismo camino, a la sección verde. Hermosas plantas y flores. De pronto veo unos ejemplares  de "velo de la novia" en pequeños maceteros. Me acerqué a mirar el precio y...¡upps, sorprise! Le habían cambiado el nombre, ya no se llamaban  "velo de la novia" sino  "colchón de la novia". ¡Diablos!, me dije, el romanticismo ya ha muerto, todo se ha sexualizado (jajaja). En fin... De allí, me acerqué al rubro  vajilla y hogar. Me dediqué a buscar unas copas de ésas en las que se sirven  tragos elegantes, con unas aceitunas al fondo y el dedo meñique parado, jajaja, pero nuevamente la suerte no estaba de mi lado: sólo vendían en cajas de 6 copas. ¡Nada qué hacer, pues  sólo necesitaba dos! Sin embargo, como la esperanza es lo último que se pierde, ya las encontraré en otra tienda aunque sean de menor calidad. También pasé a Almacenes París, donde no encontré ninguna prenda a mi altura, jaja, todas eran muyyy largas
  En el Supermercado Jumbo compré unos panes (de distinto tipo: coliza, dobladitas y pan dulce;  de este último disfrutábamos con mi hija cuando íbamos hasta allá, lo que hacíamos bastante seguido al inicio de nuestra llegada a Rancagua).
   Una vez agotados los lugares a los que quería ingresar,  me dediqué a buscar un stand donde tuvieran la Cartelera del programa veraniego de Teatro para ver qué obra presentaban ese día. El martes  había sido la inauguración, pero no fui invitada;  aún estoy pensando en romper relaciones con los organizadores por la poca deferencia (jajaja). Obtuve un volante y decidí ir esa tarde-noche, lástima que no tenían sistema de Redcompra. ¡Ufff! ¡Qué lata! Tenía algo de cash, pero era insuficiente si quería  pasar a la Feria que se instalaba a un par de cuadras del Jumbo, los días miércoles. 
  Busqué un cajero, ¡fuera de servicio!, segundo cajero, ponerme a la cola y a rogar mentalmente que el joven me deje algo de dinero... ¡Ya, me toca! "Inserte su tarjeta y retire". Introduje el plástico y me eché para atrás (jajaja, es broma). No funciona esta cosa, ¿habré puesto mal la tarjeta? ¡De nuevo! ¡Nothing! De pronto, quedo turulata y pienso : ¡eché a perder el cajero! ¡Chanfles! La cosa aquella se había ido a negro, así como desmayada y reinició su funcionamiento. La verdad no pude sacar plata, pero ahí me di cuenta que un cajero no es más que un computador programado  para aquella función (jejeje). Apareció una leyenda en blanco con fondo negro después de todo un proceso de reiniciado, en idioma inglisch, que deduje significaba que estaba out y...vuelta a reiniciarse. ¡Ufff!  Me fui de allí. Pasé por el puesto "teatral" (lo denomino así para no tener que explicar latamente que era el puesto donde vendían las entradas para las funciones de teatro, así ahorro palabras, jajaja), ya pensando que debía dejar la compra de entradas para la tarde, no sin antes preguntar si eran numeradas. No, me dijeron, perfecto, pensé. Ya me iba de ese centro comercial, cuando me encontré con nuevo cajero y, para suerte principesca, éste sí funcionaba. ¡Bien! 
  Luego de tener mi entradita guardada, me fui a la Feria. ¡Puchas, hacía calor y el sol "pegaba" fuerte!  No obstante, debía cumplir con la consigna: caminar, así que pudiendo subirme a un microbús, no lo hice. Total, era allí no más. Pasaron dos cuadras y la Feria ni se veía. ¡Diablos!, me dije. ¿No habrán cambiado el día? De pronto, hacia el fondo, en una calle paralela vi una mujer que iba en la misma dirección mía , es decir, para adelante, jajaja, con un carrito. ¡Ah! ¡Tate! Si lleva carro es porque va a la feria, así que a seguir caminando. 
  (Debo señalar que esta estrategia me ha dado resultados desde tiempos inmemoriales. Recuerdo que la primera vez que iba sola a la Universidad Austral de Chile, con el objetivo de Postular, no sabía exactamente dónde quedaba la UACh. ¿Qué es lo que hice? Seguí a unos jóvenes que llevaban en la mano el Diario en que habían publicado  los resultados de la P.A.A. ¡Y la corazonada no me falló esa vez, como en otras ocasiones!).
  Al final, debí caminar como 7 cuadras. Sucedía que la distancia la había medido arriba de un microbús o colectivo, de manera que no tenía clara conciencia de cuántas cuadras eran realmente. Compré principalmenre frutas, para llevar al otro día, como aporte al viaje que haríamos con Ana María. Llegué a palacio a muy buena hora para preparar el almuerzo. 
   Descansé como hasta las 19 horas y  a esa hora comencé a moverme. No se trata que antes no me haya movido para nada, jajaja, sino que bajé al súper a comprar  unas botellas de agua mineral. Después de aquello, me cambié ropa, porque iba a salir...
- ¡Guauu! ¿Se puede saber adónde y con quién? 
- A dónde sí, con quién, no.
- Así que estamos con secretillos...
- ¡No se trata de eso, mal pensada! Simplemente que a este tipo de actividades voy, habitualmente, sola.
- ¡Uppss! ¡Sorry! ¿A dónde? 
- Fui a ver al Pato Torres...
- ¿A ese chicoco? 
- Jajaja y extraordinario actor y comediante.  
   Para mí no era desconocido Pato Torres. Lo había visto numerosas veces en ChileVisión, pero no en persona. ¡No hay cambios! Es el mismo: entretenido, ágil, versátil...¡Tiene cancha en su área! Y la Titi, ¡estupenda! No pensé que era tan delgada. Es verdad que en TV las personas se ven rellenitas. Por eso no iré nunca a la TV, ¡apenas cabría en la pantalla! (Jajaja). Y luego, vi al estupendo Remigio Remedi. La obra en sí no es para comentarla (jajaja), es igual que todas las comedias de este tipo cuyo único objetivo es divertir (arte que no es fácil) a la gente, con situaciones de enredos y equivocaciones, con muchas alusiones de doble sentido y exageraciones, que contribuyen al humor. 
  La carpa estaba repleta, a rebosar, lo que habla de la convocatoria del artista. Me divertí por más de una hora y a las 22,30 horas inicié el regreso a palacio. Por suerte, pronto pasó un colectivo, que me dejó a metros de mi domicilio. 
   Si bien el día no fui muy auspicioso en su comienzo, terminó, como dicen algunos, "redondo". Y, a la hora de las evaluaciones, eso es lo que realmente importa. ¡He dicho!