viernes, 20 de febrero de 2015

La Ruta de los Álvarez : desde Cañete a Valdivia (de la Octava a la Décimo Cuarta Región)

   Después de buscar inútilmente este archivo en la tablet, pues se borró TODOooooooo lo que había escrito durante unas 3 ó 4 horas al menos, después de haber pasado un tiempo para resignarme a la pérdida de esta gran muestra de creatividad, inicio de nuevo el relato.
   Todo sucedió en el momento en que volvíamos de la Isla de Chiloé a Valdivia, en el día 17 de febrero. Los volcanes Calbuco y Osorno, además de la ciudad de Llanquihue no dejaron de hacerme guiños para que les fotografiara, cual modelos caprichosas, y lo hice, dejando en el asiento del bus la tablet, para luego de tomadas las últimas fotos,  sentarme.
   ¿Qué comando apreté con la nalga izquierda?
Nunca lo sabré de seguro, pero cuando quise retomar mi escrito sólo había un signo interrogativo (jajajaja, ¡de verdad) : ? , como haciéndome burla ... traté de revisar, de rebobinar, de deshacer  cambios, NADA de NADA... .
    ¿Frente a aquella desgracia, la peor que puede ocurrirle a un escritor,  qué podía hacer?
   Sólo resignarme y ....comenzar a escribir de nuevo, tratando de recordar lo ya relatado, en lo posible.
Bien, ahí vamos...


     Dejamos Cañete en la helada mañana del domingo 8 de febrero. Esa mañana, luego de levantarnos con agilidad y desayunar prestamente, procedimos a subirnos a sendos vehículos existentes en la mansión en esos momentos, para acercarnos a la ciudad.
En primer lugar, pasamos a despedirnos de la Infanta Viviana, la que, suerte para ella, alcanzó a salir de la cama junto a su pequeño José Miguel, antes de que invadiéramos su casa para decirle adiós. Nos acompañó hasta el Terminal, eso sí, Esteban, quien volvería con el jeep que nos  había prestado Viviana. 

En el Terminal, el príncipe Héctor Alejando se despedía con pañuelo al aire, al estilo cuequero, casi con lágrimas en los ojos, no sé si de pena o de alegría porque nos íbamos, jajaja.  Cuando ya estábamos arriba del bus, llegó a despedirse Felipiño, quien había pedido permiso en su trabajo para ir a darnos su último adiós. Fue el momento en que le agradecí la deferencia de prestarme su suite durante esas noches. 

     El camino hasta Valdivia significaba atravesar tres regiones del país: la Octava (Cañete y Contulmo), la Novena región (Purén, Los Sauces, Traiguén, Victoria, Temuco y Loncoche) y la Décimo Cuarta, con Lanco, San José de la Mariquina hasta llegar a Valdivia. ¡Ufff, me cansé tanto recorrer lugares!!
   Cuando ya el bus había partido de Cañete,  nos encontramos con la sorpresa de que al mismo vehículo se había subido el funcionario de CONAF que el día anterior conocimos en el Parque de Contulmo, el cual nos reconoció también. Luego que el pasajero que, inicialmente,  iba a mi  lado  se bajó, tuve  la compañía de don "Forestín", jajaja. Aproveché la oportunidad para confirmar algunas ideas y conocimientos en relación a la foresta y fauna del lugar, además de realizar algunas preguntas de interés sobre el mismo tema, ya que la ocasión de un entendido se me  ofrecía tan en bandeja. Por fortuna, luego el "señor de los bosques" cedió el asiento a una mujer, pues ya se me habían acabado las interrogantes y hablar por hablar con un desconocido, aunque sea atractivo, (jiji), no es algo que me apasione. La misantropía parece andar bastante cerca, rondándome.
   La primera parte del trayecto ya era conocida para nosotros, pues el día anterior habíamos llegado hasta Contulmo, de manera  que resultó un nuevo regalo para nuestra vista, todo el verdor en sus distintas tonalidades, de los campos del sector, especialmente de la Cordillera de Nahuelbuta. El cielo azul y despejado con el que salimos fue transformándose en gris a medida que avanzábamos hacia el sur, aunque no totalmente. A las 14,30 estuvimos en Temuco, frente al terminal de Buses JAC, pues nos fuimos en Buses de la línea Igi Llaima. Nuestro hermano Héctor  nos recomendaba irnos en la línea  JAC porque sus buses eran "buenos, buenos". Ahora, no supimos en qué año fue aquello, pues no nos parecieron tan buenos, en realidad. Lo que sí, sin duda, era  ventajoso fue el hecho de que el Terminal quedaba cruzando la calle y no teníamos que ir al Rodoviario, ubicado tan a trasmano, lo que habría sido una dificultad para trasladarnos considerando el equipaje, que cada vez se hacía más nutrido. 

     Así que allí compramos pasaje, dejamos el equipaje mayor en custodia y enfilamos rumbo hacia el Mercado de Temuco. ¡Todo estaba muy lleno! Prácticamente era una lotería encontrar un lugar para sentarse a almorzar y nosotros necesitábamos nada menos que  5....hasta que...¡uff, al fin!...unos asientos recién desocupados: una cazuela pidió mi hermano, yo, merluza con ensalada, la Sibe: algo con puré, los jovencitos, churrasco y pollo. Si hubiera que ser riguroso para evaluar habría que decir que estaba "maoma no más" el almuerciño.  Por lo menos Patricio señaló que la cazuela estaba mala. 

     A lo anterior hay que agregar que la cajera les había cobrado 6 platos. Suerte que alguien se alcanzó a dar cuenta, si no habrían pasado por inocentes. Luego de recorrer algunos puestos en el mismo Mercado (los que estaban abiertos, al menos y comprar todo lo comprable, jajaja) salieron de allí para acercarse a la Plaza de Armas. Hacía 9 años que doña no visitaba ese lugar, así que sus expectativas eran bastante altas. Sin embargo, aparte de apreciar inmediatamente todo lo que habían crecido los árboles, no dejó de sentirse decepcionada por el descuido que se translucía en la estatua existente y en las construcciones del lugar donde antes solía montarse más de una exposición artística y ahora se veía abandonada y con mucha basura, tanto al interior como en sus alrededores.

- Pronto nuestro objetivo se transformó en colaborar con el príncipe Pato en la búsqueda de un servicio higiénico, que no se veía por ningún lado. Continuando con nuestro peregrinaje,  cual si estuviéramos buscando a Wally,  divisamos el  Mall de Almacenes París y ahí mismo a doña se le "escurrió" que allí había baños en el patio de comida. Así que, rápidamente, a subir todos los pisos necesarios hasta llegar al lugar anhelado.  Ahí al fin pudo respirar tranquilo el príncipe,  que ya se estaba poniendo de color verde (cual Hulk).
   Por suerte a nadie se le ocurrió vitrinear después de aquello. Ya iban a ser las 17 horas, así que emprendieron el camino de regreso al Terminal. Antes de llegar, las antenitas de vinil de doña Sibe captaron que había un puesto con algo "sospechoso" y partió para allá, siendo seguida por su "guardaespaldas".  En tanto, los demás siguieron directo al Terminal, donde no había ni lugar para sentarse. ¡Grrr! Hubo que esperar que  los compradores compulsivos llegaran para retirar lo encargado en  custodia, pues don Pato tenía los tickets.
- Unos veinte minutos más, cuando ya estábamos medio marchitos y a punto de desparrarnos como  helados derretidos, llegaron los retrasados (que se atrasaron, se entiende, no otra cosa, jajaja). Pero aún había que esperar, pues el bus venía con retraso (también). Cuando llegó  el medio de transporte, se dieron cuenta que no era tanta la maravilla descrita por el hermano menor. Pero ya estaban allí, tenían pasajes y era hora de irse (pasadas las 18 horas).
    Hasta San José de la Mariquina todo anduvo bien. Sin embargo, además de demorarse bastante en el paradero de dicha ciudad y subirse mucha gente, cuando se estuvo  en la carretera nuevamente y  doña pensaba que sólo quedaba un poco más de media hora para llegar a puerto,  comienzan las detenciones por arreglos en la vía, con sectores de camino sobre ripio, con la consiguiente polvareda, of course.
- Esa parte del trayecto se hizo interminable : a ratos teníamos vía libre, en otros, había que esperar unos buenos minutos, a veces, pasábamos por camino de ripio, en otros, por tramos pavimentados. La cosa es que demoramos casi el doble en dicho trayecto. ¡Qué lata!
    Llegaron al Terminal de Santa María la Blanca a las 21,20 horas, en calidad casi de amebas. Hubo que disputar con otros viajeros los taxis, para conseguir uno que los llevara a la mansión de la Reina-madre, doña Urbana. El taxista no pudo dejarles ante las puertas del castillo, pues no se podía acceder a este lugar con movilización.
   Sucede que frente al palacio de doña Urbana, a escasos 20 
metros de distancia, desde hace unos meses, se está construyendo un supermercado, una estación de servicio de combustible y otras dependencias, así que las calles de los pasajes aledaños están sólo transitables para peatones...y eso a veces resulta difícil, sobre todo para doña Urbana. Por ello, para acceder a las cercanías del castillo los visitantes debieron pasar por un puente, que si bien no era levadizo, lo podría ser si el caminante pisaba mal alguno de los tablones, terminando de bruces en el foso, lleno de barro o polvo, según el gusto de cada cual, jajaja.
   Al llegar a la mansión golpearon las aldabas y...nada; pulsaron el timbre y éste no respondió con su típico sonido de musiquita navideña, por lo que se vieron obligados a aporrear las puertas. Sólo en ese momento se sintió vida al interior del palacio y fue la misma reina-madre quien les abrió su morada, pero...¡oh, sorprise! ¡Todo estaba iluminado con velas! Fue en ese preciso momento y en una especie de "deja vú" que doña Principessa, echando a volar su espíritu romántico y sentimentaloide, piensa que al estar tan cerca del Día de los Enamorados,  a "alguien" (no sabe  a quién "echarle la culpa" en esos mágicos momentos) se le ocurrió esperarles en un ambiente casi decimonónico....Sin embargo....¡despierta, Principessa! ¡No toda la vida es sueño! (al revés de lo que pensaba Segismundo) ¡Ya no existen hombres románticos y , si existiera alguno, es digno de estar en un Museo o en una Tienda de Antigüedades! ¡Sorry, lamento decepcionarte, pero así es no más, jajaja!
    Y así era: lo que había sucedido era simplemente que la Compañía de Electricidad había cortado el suministro por unas horas, tan simple y prosaico como eso, ¡plop!  Por suerte para los visitantes, pronto se repuso la corriente y pudieron mirarse y reconocerse en un ambiente de iluminación normal. Después del primer intercambio de palabras, saludos y preguntas lógicas y formales, a cada cual se le condujo a su suite, para que trasladaran su equipaje y se pusieran cómodos. A doña Principessa le correspondió una dependencia contigua al castillo, que años atrás había constituido el depto. del menor de los príncipes y, posteriormente, mientras don Asendino era parte de este mundo, estuvo en arriendo para plebeyos. Ahora se había habilitado para que estuviera adecuada a la dignidad de tan ilustre visita (jajaja), de lo cual se alegró doña, pues sería dueña y señora (pardón, "señorita") por unos días de su propia suite y no tendría que estar haciendo "cola" para ingresar al servicio higiénico...
    Prontamente nuestra digna amiga procedió a tomar el puesto de dueña de casa y a preparar la once para los invitados, de manera que junto a doña Urbana y don Ernest (que acompañaba a su madre en esos momentos tan importantes) pudieran departir en torno a unas tazas de café, té o lo que quisiera cada uno (y lo que hubiera) y compartir las impresiones del viaje iniciado a comienzos de mes. Después de comunicarse por teléfono con la hermana mayor, acordaron juntarse a almorzar en palacio al día siguiente y concurrir a la mansión de Ernest el día subsiguiente. 

     Lunes 9 de febrero     Eran casi las 10 de la mañana y le pareció escuchar su nombre, con una voz de ultratumba, que la hizo arrebujarse más con el acolchado. Sin embargo, acto seguido reaccionó, en primer lugar, tratando de ubicarse en el tiempo y el espacio. Al instante, más rápido que un Gps,  recordó dónde estaba y se levantó, subrepticiamente, saliendo de la suite hasta el jardín del palacio de su madre y llevó la llave que le permitiría que el resto se comunicara con su real persona ...y viceversa.  Luego, regresó a sus aposentos e ingresó en la ducha....¡brrrr! ¡diablos, que está fría el agua!, exclamó al recibir el chorro de agua helada en su bello y delicado cuerpo (después de tantas parrilladas y cervezas, ya no es tan "delicado", jajaja). En fin, nada es perfecto: la privacidad tiene sus costos, la vida de un/a anacoreta tiene sus bemoles. Esto, pues el cálefont de este departamentito no estaba en funcionamiento. Así que a ponerle el pecho a las balas...o al agua fría...
      Luego de estar presentable, se acercó al comedor de palacio con la sana intención de preparar el desayuno, pero, sus buenas intenciones no contaban con la astucia de su hermana Gladys, quien ya había llegado de la Villa de San José {La Unión} y tenía la mesa puesta para los comensales y durmientes.
Sólo ahí se le "escurrió" que su bellísimo nombre efectivamente había sido voceado, pero no por un ser de ultratumba, sino por su sister, jajaja. Hacía un rato atrás  la había llamado para que abriera la reja.
    Mientras la gente se levantaba y desayunaban distendidamente, acordaron y autorizaron a los ariqueños y lluteños (del Valle de Lluta)  para que salieran a conocer y reconocer el centro  valdiviano, mientras las hermanitas Álvarez se sacrificarían por su hermanito, y se encargarían de preparar la parrillada de bienvenida.
    Dicho y hecho: apenas terminaron de retirar el desayuno y lavar la vajilla, se dirigieron al súper más cercano  a comprar todas las vituallas necesarias para el almuerzo planificado: carne, chorizo, salchichas, ensaladas, carbón. Del bebestible se encargaría el hermano Pato, de manera que no se preocuparon por aquello, salvo una botella de H2O mineral (muy sanas nosotras, jejeje). Llegando a  casa, cada una se dedicó a su cometido: doña Gladys, a las papas y ensaladas; doña Princess, a encender el carbón y cocinar la parrillada. Prontamente, varios animales y capones estuvieron asándose sobre la parrilla y como los comensales serían  11 la cantidad era relevante. Así que, por esta vez, la Chef renunció al asado de verduras conjuntamente con la carne, pues el espacio era insuficiente. Estaba en plena faena, cuando su hermano Ernest hizo su arribo con su hija, la Mirandiña, luego lo hizo la Xime (esposa y madre  de los anteriormente nombrados) y, para finalizar, cuando ya estaba todo a punto, su hermano Pato y familia. Obviamente traía el bebestible, de otra forma se le habría expulsado sin apelación , jajaja
   ¿Tiene sentido decir lo exquisita que quedó la parrillada? Creo que no, si quien la preparó fue nuestra imponderable amiga, doña Princess. Pero, lo más rico para ella, fueron las papas (valdivianas ellas) y el picante de ají verde oscuro que preparó su hermano Ernest. En realidad, todo estaba delicioso.
- Quedamos a medio tumbar casi todos, así que, cual más  cual menos, debió darse un tiempo de reposo y sobremesa.
    Rato después doña Gladys levantaba el vuelo, partiendo para su reino en La Unión.
Allá nos esperaría un par de días más. Los demás tomaron una once ligera y siendo pasadas las 20 horas, decidieron ir a la Cervecería Kunstmann. Caminaron unas cuannnntas cuadras hasta llegar al paradero de la micro N°20, que los dejaría en su destino. Al llegar allá, para su sorpresa, no pudieron entrar. El local estaba completo, por lo que había que inscribirse y  esperar que se fueran desocupando mesas.

- Estábamos ya media hora esperando, ocupando el tiempo en tomar fotografías y en amena conversación, cuando nos llegó el turno, claro que la mesa estaba en el primer piso y no donde a mí me gusta más, que es en el segundo...
     Pidieron, obviamente, un pitcher de cerveza bock y una Tabla Mediterránea, que contenía unos quesos fuertes, aceitunas, nueces, pepinillos dulces, tajadas de jamón ahumado y de otro, más lechugas, todo muy rico (¡y nada de barato, jajaja!). Después de haber dado  cuenta de la cerveza y de la tabla y considerando que no estábamos en condiciones de comer nada más, nos retiramos del local y, para suerte nuestra, encontramos inmediatamente locomoción, que nos dejó a unas 7 cuadras de palacio, que recorrimos caminando, para quemar una que otra caloría extra (jajaja).    
Martes 10 de febrero

    En este día habíamos planificado realizar principalmente tres actividades: ir al Parque Los laureles a visitar  al rey Asendino y llevarle flores y nuestros respetos y cariños; ir a Niebla y, a partir de las 19 horas, concurrir a la mansión de don Ernest, previa invitación de éste. En la visita al padre de familia no hubo novedades.
El viaje a la Costa se comenzó como a las 12 del día, luego de volver el Parque.
La primera parte de este viaje consistía en ir a la Isla del Marqués de Mancera y, por esta razón, además de ir el microbús lleno y no tener la seguridad del lugar de zarpe de las lanchas hacia la isla, doña Principessa hizo bajar a toda la parentela antes de tiempo, jajaja. Y eso les obligó a caminar a lo menos un par de cuadras por la orilla del mar, con el consiguiente riesgo que se les tropiece algún peatón, especialmente doña Urbana. Ufff, considerando su responsabilidad, nuestra buena y joven amiga (jajaja, gracias por lo de joven) debió ir atenta a las pisadas de la reina-madre. Por suerte, llegaron a puerto todos en buenas condiciones, y se subieron inmediatamente a una lancha que estaba por partir y con la casi totalidad de pasajeros ya embarcados.
- ¡A navegar, a navegar, hasta enterrarnos en el mar!, cantó mentalmente doña, emulando (si cabe) a Paco Ibáñez.
    Lástima que la navegación fue tan breve, sólo unos minutos y ya estábamos desembarcando. Y, ahora, a conocer parte de la isla, porque TODA la isla, es una exageración; además, sería imposible con una joven acompañante de 90 años, jajaja. Y para comenzar la conquista de la Isla de Mancera, otro canturreo:
- ¡Vamos, subiendo la cuesta, que arriba en el plano empezó la fiesta! Serrat quedó chico al lado del entonado canturreo de doña, jajaja
   Doña Urbana estaba feliz; le gusta recorrer lugares turísticos, aunque a veces el ánimo y la fuerza no sean sus mejores amigos. Pero llegaron hasta las ruinas históricas del Castillo de San Pedro de Alcántara, fuerte español existente en esta ínsula, y recorrieron su superficie, leyendo las inscripciones y adentrándose un poco más en la historia de la nación de este rincón del país. Aprovecharon también de fotografiar y fotografiarse. Ingresaron a la Iglesia del lugar, Nuestra Sra. de la Candelaria,  construcción sencilla y de madera y luego regresaron al embarcadero. No intentaron recorrer nada más porque los jóvenes acompañantes ya estaban aburridos. Entonces, no cupo otra alternativa que regresar a Niebla, lo que pudieron hacer rápidamente, pues había una embarcación esperándoles, que, para sorpresa de todos, les costó menos de la mitad que el viaje de llegada.
   Una vez en  tierra firme nuevamente, conversaron sobre la idea de tomar un bus, pero no todos quisieron hacerlo: preferían caminar. Así que  doña Princess, sabiendo que no podía abusar de las fuerzas de su progenitora,  debió  subirse con ella  a un microbús y se bajaron, como siempre, en la Feria Gastronómica de Playa Grande de Niebla. Por suerte lo hicieron, porque la distancia era excesiva.

Y a propósito de excesos, lo  que también resultó demasiado fue la cantidad de público en el lugar. No había ningún puesto disponible en algún  mesón. Al fin, pudieron encontrar un par de lugares en una de las bancas dispuestas para los espectadores de los números artísticos, que, para alegría de ambas, estaba en funcionamiento.

 Así que nuestra aristocrática protagonista, dejó a su Sra. Madre instalada en una banqueta y se abocó a buscar el alimento preferido de ambas y típico de cada una de sus visitas, desde los tiempos en que también frecuentaban dicho lugar con su querida Infanta : EMPANADAS, de queso y de mariscos.
 A ello, agregó bebidas y ¡listo el pedido! No sabían a qué hora llegarían sus acompañantes, así que había que comenzar a "hincar el diente no más". Mientras tanto, había comenzado  la presentación de un conjunto de baile folclórico de Santiago.
- La verdad disfrutamos aquellos momentos, sirviéndonos lo que nos gustaba y viendo una excelente muestra de danzas nacionales.          
     Estaban en la mitad de dicho goce cuando llegaron sus compañeros de aventura, pero, lamentablemente no podían ni invitarlos a sentarse ni a servirse alimento, así que ellos optaron por buscar su propio espacio y "rascarse con sus propias uñas".
- Ya habíamos terminado de comernos la docena de empanadas, cuando apareció el príncipe Pato de nuevo: estaba solo, pues su compañía  había enfilado rumbo al Mall de Valdivia ¡Plop! (en cuestión de gustos...) abandonándolo al albur, jaja.
    Él había degustado lo "mesmo", así que terminado el show se retiraron de la Feria y bajaron a la playa, donde estuvieron un rato respirando aire marino y conversando. Después de aquello, volvieron sobre sus pasos y tomaron el microbús que los conduciría a   Valdivia. Al rato después llegó el resto del grupo y luego de descansar una media hora,  se dirigieron a la mansión de Ernest. 
 

No hubo problemas para llegar allá y el más expresivo con su llegada fue don Lulo, un  perrito Poodle regalón de la casa,  que aprovechó un descuido de la dueña de casa para escapar a la calle, transformado en un torbellino.
El centro de la acción estaba en el patio, donde, mientras el anfitrión procedía a dar vueltas  y vueltas el asador con la carne que estaba asando para compartir esa tarde-noche, las visitas degustaban cerveza con crudos, ponche de melón y ....más  crudos. Al refrescar la tarde,  se vieron en la necesidad de cobijarse  en el interior de la mansión, donde recibieron pocillos con chupe de locos, una ¡delicia! Pasados unos minutos, el asado estuvo preparado y se sentaron a la mesa a degustar de aquello. A esa hora, ya estaban bastante satisfechos, pero había que hacerle los honores a la carne que les presentaban, esta vez acompañada con un sabroso vino tinto , ensaladas y papas.
- ¡Ufff, tanto sacrificio que hay que hacer por  la familia! Jajaja
   Ya tarde, volvieron al palacio de la madre. 

Miércoles 11 de febrero
     Al otro día, viajarían a La Unión, a casa de la hermana mayor, aunque, en la mañana permanecieron en Valdivia, pues habían planificado algo muy anhelado : visitar el Campus de la Universidad Austral de Chile, en especial, el Jardín Botánico.

   Ambos hermanitos, obviamente en promociones distintas y algo distantes en el tiempo, jejeje, habían sido alumnos de la UACh y si bien doña Principessa había visitado hacía algo más de un año el campus, no era lo mismo hacerlo con su hermano.
 Comenzaron su recorrido por la entrada, bajo la Alameda de ingreso, para seguir luego por un costado de la Biblioteca y por detrás del Casino, hasta recorrer las dependencias de  las carreras de las Facultades de Agronomía y Medicina Veterinaria, de la cual fue integrante el príncipe Patricio.

Posteriormente, fueron hasta las inmediaciones del Casino a fotografiarse en la gran piedra existente en las afueras, a un costado, frente a la entrada del Jardín. Era un capricho de la Principessa.
- ¿Y por  qué ese capricho, amiga mía?
- Sucede que cuando jovencita y alumna de la UACh, me sacaron una foto justo allí, claro que en blanco y negro y con cámara fotográfica manual.
- ¿Te sacaron? ¿Quién o quiénes?

- ¡Hummm, se cuenta el milagro pero no el santo! Jajaja. Ese quién ya no importa, lo interesante es tener la posibilidad de fotografiarse 35 años después....
- ¿Taaaannnnntooooosssss?

- ¡Cómo pasa el tiempo, no! Jajaja. Miro la fotografía en blanco y negro del año 1977 y me veo adolescente, con cabello largo, pantalones  tipo "pata de elefante" y unos tremendos suecos. Resulta interesante comparar la "misma" escena en momentos distintos. 
    Luego de aquellos vanos intentos de manejar la máquina del tiempo, ingresaron al Jardín y lo fueron recorriendo admirando la belleza del paisaje, la excelente disposición, por ejemplo, de los arrayanes, las diversas sendas, siguiendo la más cercana al río. Llegaron hasta el edificio de la Escuela de Arquitectura, con la compañía parcial de un can tipo quilterry, más un gracioso ofrecimiento de ayuda de parte de un pasajero de una embarcación que iba por el río, y que gritóle al príncipe Pato, diciéndole:

- ¡Gancho, déjeme una!
- ¿¡Y eso por qué!?, pregunta mi amiga.
- Porque don Patricio iba acompañado de  tres bellezas, a saber: la Cami, la Sibe y doña Principessa, jajaja...
    Nuestro recorrido terminó en la parte trasera de la ex Biblioteca Central de la UACh, que posteriormente se transformó en la DAE {Dirección de Asuntos Estudiantiles), allí por la entrada de lo que en tiempos principescos se llamó "Paraninfo" y daba a una hermosa pileta-acuario con peces de colores,  que ahora estaba más seca que los prados de la zona central...
    Ya terminado el paseo del recuerdo, se retiraron del Campus Universitario hasta el palacio materno, donde almorzaron antes de dejar Sta. María la Blanca por unos días, para seguir al sur, aunque no en tren. Hasta proooontooo!!!
   

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