Desde el mismo momento en que salí del Aeropuerto de Balmaceda, en la Región Carlos Ibáñez del Campo, vi la presencia de flores de color púrpura, azul, morado o cómo quiera calificarse al tono y color de los chochos omnipresentes en el trayecto a Coyhaique, a la vera del camino. Eran principalmente de ese color, pero de vez en cuando aparecían otros de tonos rosa y algunos, los menos, de color blanco. Transitar por la carretera o por un camino de ripio, en los cuales, por ambos lados, se elevan y destacan las flores, es realmente bellísimo.
Uno, habitante de zona central calurosa,ante tal panorama olvida que el cielo está nublado, incluso con nubes oscuras y amenazantes, que algún cerro cercano está escondido tras la niebla o alguna capa baja de nubes. Aquello pasa a perder relevancia en el ánimo de una persona acostumbrada al cielo despejado y al aire caluroso. Todo se tiñe de púrpura y tus ojos no dejan de maravillarse del colorido.
Al día siguiente salimos a recorrer los alrededores, subiendo hacia un sector llamado Panguilemu, a 12 kms. de la zona urbana. El recorrido es un goce para el espíritu. Cerros cercanos e imponentes, el Mackay, el Divisadero, el Cinchao, el Emperador Guillermo y otros, se acercan a medida que se avanza, distinguiéndose, especialmente del primero, los detalles de su conformación. Se ven con claridad sus aristas imposibles de escalar caminando, pura roca, y sus laderas con vegetación. Su altura es de 1205 m.
De la ciudad se tiene una panorámica espectacular desde el Cerro en que se ubican Panguilemu. Tomando esa ruta, que se abre camino entre los chochos, subiendo entre curvas, se ve la ciudad y el cerro Mackay en todo su esplendor, mientras a un lado, bien abajo se distingue a lo lejos el cauce del Río Simpson. La cantidad de construcciones habitacionales es impresionante, en un terreno que antes estaba casi deshabitado, comenta mi sobrino. Hermosas casas, algunas en construcción pero muy prometedoras. Parece toda una invasión en regla. En invierno la nieve es parte del paisaje. Debe ser desolador y, a la vez, alucinante. Algún ganado se ve pastando a algunos metros del camino, ovino y bovino. También unos caballares se observan en alguna parcela. Perros cuidan cada propiedad, algunos hacen notar su presencia al paso del vehículo. Los más comprometidos, intentan perseguirnos.
El colorido, el aire puro aunque sea helado, la belleza de los paisajes, la compañía, todo contribuye a tener una experiencia nutritiva para el alma. ¡Recomendable!
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