viernes, 9 de diciembre de 2022

Bajo la lluvia...

   

   Imagino que ya adivinarán desde dónde escribo. Desde donde más si no es de Valdivia, la ciudad lluviosa por excelencia. Voy a proponer el cambio de nombre de la región, para  llamarla Región de la Lluvia y a las que siguen, acomodarles su título a las características más destacadas. Algunas ideas surgieron mientras veníamos en viaje a Pto. Montt, como llamar, por ejemplo, a la región C.Ibáñez del Campo R.de la Nieve o a la más Austral, R. del Viento, a Chiloé, R.de las Papas, 😂.  ¡Tonteras que se le ocurren a uno!

   Ayer miércoles fui a Valdivia a encontrarme con Marcela, a quien conocí hace añosss en la ciudad de Lanco, debido a que era "la hija de Carmen F." Ahora tiene existencia por sí misma, pasados los años y caídas unas cuantas hojas del calendario. Recuerdo que me sorprendió su actitud, positiva sin duda, cuando Mirella fue a dar al Hospital de Valdivia producto de un accidente escolar que no pudo ser solucionado en el Hospital de Lanco. Fue el año 1998, hace ya 24 años. ¡Uff! El reloj no se detiene. Ella fue la primera y constante visitante de mi querida Mirella en los días en que estuvo hospitalizada luego de ser intervenida. Ya ni me acuerdo cuántos días fueron, pero eso no es lo importante. Marcela fue la compañía amiga de mi hija, que, entre adultas a la edad 12 años y con su madre lejos -yo en Lanco-, carecía del apoyo emocional que "la Marce" sí le brindó. 

   Nos hicimos amigas de Facebook y en más de una ocasión,  en estos 10 últimos años, no faltó la invitación a encontrarnos y tomarnos un cafecito ☕  cuando yo viajara al sur,  que nunca se concretaba pues el tiempo se me hacía  escaso y en otras ocasiones visité a otras amigas. Esta vez decidí encontrarme con ella y un par de días antes, ya teniendo claro cuándo viajaría desde La Unión a la capital regional de Los Ríos por segunda vez dejé un mensaje en el messenger (la única vía disponible, pues desconocíamos nuestros teléfonos, aunque no era imposible conseguirlos) y ese medio casi antidiluviano, 😂,  dio su resultado. El acuerdo quedó sellado: miércoles 7 diciembre, 12 horas A.M (¿o P.M?), en el restaurante "Cosas Ricas".    

    Llegué  al Terminal Valdiviano bajo una lluvia casi torrencial a las 11,15 hrs., que algo aminoró mientras me dirigía en dirección a la Plaza de la República, por la vereda que me permitía menos exposición a la lluvia abierta. Sólo me quedó tiempo para pasar a Bata a averiguar si vendían botas de goma, ¡de verdad! ¡Nada!, tenían sólo sandalias, 😁.  En un par de minutos llegué al local de Entrelagos y me quedé afuera esperando, no a toda lluvia, eso sí, sino a la entrada de un edificio. Vi el restaurante y estaba lleno y a cada rato entraban Sras. Cuicas (por no decir "Viejas", 😜). No me simpatizaba entrar allí,  pero todo sacrificio era posible por la amistad. 

    Siendo las 11,48 abrí mi messenger para avisar a Marcela que ya estaba esperando y me la encontré escribiéndome, aunque, yo, más  ágil, 😂, le gane el quién vive. Estaba en su casa y se dispuso a salir a tomar un colectivo inmediatamente. Pasaban los minutos, llegaron las 12 del día y comencé a escuchar los sonidos de un carillón con la melodía del Ave María de Schubert. Me pareció el momento ideal para la llegada de mi amiga, que, cual Cenicienta, antes de que terminara la música del carillón, bajaría de la carroza -perdón, del colectivo- con todo su garbo y belleza. ¡Nunca fue!, 😂. Marcela-Cenicienta se vio en la obligación de esperar un buen rato colectivo y llegó con 15 minutos de atraso, lo que no fue impedimento en absoluto para la alegría del reencuentro, el que se desarrolló en el mejor de los ambientes, porque no era en el local de las Viejas Cuicas al por mayor, sino en otro a un par de metros, lugar muy grato y relajado.  

     Empezamos con unos capuchinos, seguimos con colación y chacarero, este último en mi caso. Luego, cuando ya estaban por echarnos del local,  nos fuimos al "Nocciola" a comernos unos helados artesanales dobles,  para terminar en el Terminal de buses a las 18,15 horas. Al parecer, todo el tiempo que conversamos y compartimos novedades de nuestras vidas, había estado lloviendo. Tuvimos la suerte de que mientras caminábamos hacia el Terminal bajó un poco la intensidad y pudimos despedirnos sin dejar una poza de h2o a nuestros pies.  

¡Fue una jornada que pasó volando! Fueron seis horas de palabras escuchadas y dichas, de fotografías compartidas, de experiencias relatadas. ¡Quedamos al día! Y a pesar de la generación que nos separa, al final es cuestión  de voluntad y cariño -más  cariño eso sí- el comunicarnos y encontrar puntos en común,  sin complicaciones  y más rápido  que los políticos, 😁. Hasta pronto, Marcela. Ya nos encontraremos en otro recodo del  camino. Los mejores deseos para toda la vida que te aguarda, para que sigas bregando con ella, como siempre lo has hecho: con fuerza, inteligencia y una tremenda sonrisa!



    


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