Ayer miércoles fui a Valdivia a encontrarme con Marcela, a quien conocí hace añosss en la ciudad de Lanco, debido a que era "la hija de Carmen F." Ahora tiene existencia por sí misma, pasados los años y caídas unas cuantas hojas del calendario. Recuerdo que me sorprendió su actitud, positiva sin duda, cuando Mirella fue a dar al Hospital de Valdivia producto de un accidente escolar que no pudo ser solucionado en el Hospital de Lanco. Fue el año 1998, hace ya 24 años. ¡Uff! El reloj no se detiene. Ella fue la primera y constante visitante de mi querida Mirella en los días en que estuvo hospitalizada luego de ser intervenida. Ya ni me acuerdo cuántos días fueron, pero eso no es lo importante. Marcela fue la compañía amiga de mi hija, que, entre adultas a la edad 12 años y con su madre lejos -yo en Lanco-, carecía del apoyo emocional que "la Marce" sí le brindó.
Nos hicimos amigas de Facebook y en más de una ocasión, en estos 10 últimos años, no faltó la invitación a encontrarnos y tomarnos un cafecito ☕ cuando yo viajara al sur, que nunca se concretaba pues el tiempo se me hacía escaso y en otras ocasiones visité a otras amigas. Esta vez decidí encontrarme con ella y un par de días antes, ya teniendo claro cuándo viajaría desde La Unión a la capital regional de Los Ríos por segunda vez dejé un mensaje en el messenger (la única vía disponible, pues desconocíamos nuestros teléfonos, aunque no era imposible conseguirlos) y ese medio casi antidiluviano, 😂, dio su resultado. El acuerdo quedó sellado: miércoles 7 diciembre, 12 horas A.M (¿o P.M?), en el restaurante "Cosas Ricas".
Siendo las 11,48 abrí mi messenger para avisar a Marcela que ya estaba esperando y me la encontré escribiéndome, aunque, yo, más ágil, 😂, le gane el quién vive. Estaba en su casa y se dispuso a salir a tomar un colectivo inmediatamente. Pasaban los minutos, llegaron las 12 del día y comencé a escuchar los sonidos de un carillón con la melodía del Ave María de Schubert. Me pareció el momento ideal para la llegada de mi amiga, que, cual Cenicienta, antes de que terminara la música del carillón, bajaría de la carroza -perdón, del colectivo- con todo su garbo y belleza. ¡Nunca fue!, 😂. Marcela-Cenicienta se vio en la obligación de esperar un buen rato colectivo y llegó con 15 minutos de atraso, lo que no fue impedimento en absoluto para la alegría del reencuentro, el que se desarrolló en el mejor de los ambientes, porque no era en el local de las Viejas Cuicas al por mayor, sino en otro a un par de metros, lugar muy grato y relajado.
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