Luego de oír por bastantes semanas hablar de "maximalismos", he caído en la cuenta que yo soy parte del mismo concierto. No de la nueva Constitución (¡Dios me libre y ampare!, 😂, toco madera), sino de la tendencia a caer en la sobreabundancia, creo que, en mi caso, por varias y comprensibles razones (¡soy tan comprensiva conmigo misma!). Creo que no son las mismas que en la situación central los Constituyentes (¡pero quién soy yo para asignar razones a seres desconocidos!). En lo personal, me parece que tiene que ver con un espíritu de compensación muy humano (de carencias materiales, estéticas, sentimentales y más de alguna otra que a alguien se le ocurra para no quedar corta, al menos en esto,😉). Corrijo, sólo era una razón con distintas aristas, como dicen los periodistas.
Cuando niños más de una vez escuchamos aquella expresión "más vale que so-sobre a que fa-falte" y con eso justificábamos comer más de la cuenta o repartirnos algo con la balanza cargada para nosotros, no vaya a ser la última o única vez que podríamos tener la "gran" oportunidad. Siempre pensando, pareciera, en un futuro poco halagüeño, producto de ser hijos de una filosofía que se movía entre el aprovechar el día antes de que sea demasiado tarde. ¡Carpe diem! La filosofía de lo terrenal y perecedero, de lo práctico y concreto. ¡Más vale pájaro🐦en mano que ciento volando!, se escuchaba también. Es la respuesta propia de un Juan Segura. Como pueden darse cuenta estoy acercándome a ojos vista a Sancho Panza en su habilidad para ensartar refranes en la trama de su discurso. La actitud referida es también la respuesta típica del desconfiado por naturaleza, de aquel que no quiere que le cuenten cuentos ni vivir de ilusiones.
Hace pocos días fui protagonista de un minuto de gloria ante un grupo de amigas. Era el momento de demostrar mis dotes de anfitriona, de cocinera y de amiga; era la primera sesión de nuestra versión de la Divina Comida. Todo, según yo, debía salir a la perfección (¡obvio, si soy perfecta! 😂). El resultado no fue cien por ciento el esperado, aunque mis amigas, tan bondadosas, no lo dijeran; al contrario, sólo halagos (palabras de buen crianza, dirían otros). ¿Cuál fue el problema?, se preguntarán ustedes. Uno sólo : mi maximalismo. Decenas de veces he escuchado en los certámenes de cocina que los chefs del jurado les recuerdan a los concursantes, cada cierto tiempo, que "menos es más", pero yo, habiendo oído aquello, no atendí en mi caso aquella máxima. Según mi evaluación, el plato principal falló en la mitad -¡nada menos que el principal!, 😢 😢-. Me explico.
Estuve semanas, como concursante estudiosa, preparando y practicando el menú. Total, tiempo es lo que más tengo. ¡Claro que no en su totalidad, si no es para tanto tampoco, 😂! Pero sí las pastas. Porque eso era lo quería cocinar. Antes de este año nunca había preparado pastas caseras, sólo, como la mayoría, había ejercitado la difícil tarea de abrir los paquetes de tallarines 🍜 o variantes, calentar agua, volcarlos en el agua hirviendo y agregarles salsa de tomate malloa, carozzi o la que tuviera a mano. Incluso hubo unos años en que las pastas -y el arroz- desaparecieron de nuestra dieta. Eso fue en los primeros años en Rancagua, en que con Mirella habíamos agregado algo de grasa extra a nuestras esbeltas figuras,😅. Y efectivamente dio resultado, quiero decir, eliminamos la grasa extra,😊. Debe habernos durado la abstinencia unos tres años. Posterior a ello, yo comía pastas no más de media docena de veces al año (con dos paquetes de tallarines al año estaba pagada,😂).
Sin embargo, las situaciones vitales no dejan de ser cambiantes. Ya van más de dos años que tengo como "biblia" audiovisual personal a YouTube,😅. Y allí aparece de todo un cuanto hay y para todos los gustos. Empecé con los videos de vegetales y huertos (siembra, mantenimiento, pestes, pesticidas caseros), pasando por los de la elaboración de panes diversos, galletas y mermeladas, para recordar saberes algo olvidados. Me introduje en el arte de la preparación de comida china, en variadas recetas con berenjenas y zucchinis, en la práctica de bombones, postres, licores caseros hasta llegar de un ¡zuácate!, a las pastas (simples y rellenas, con y sin huevo, de colores diversos, con elementos vegetales y colorantes alimentarios) y sus aditivos. Debo, a lo menos, haber tenido unas 10 mañanas dedicadas a la entretenida labor de elaborar, estirar, mezclar, diseñar pastas, con sus respectivos tipos de rellenos, para ir probando una vez a la semana lo preparado, mientras la mayor parte iba a permanecer en estado de criogenia, a la espera del gran día. Pero -siempre hay un pero- la ambición rompió el saco.
Antes de revolcarme en la categoría de "vístima" -tan de moda en estos días-, hablaré de los aciertos, según mi punto de vista,😇. El aperitivo estuvo "perfesto": crema de limoncello con anticuchitos de camarones y tostadas. ¡Todo homemade! ¡Ésa era la gracia! Entrada o primero: una rosa de pasta rellena con salsa de champiñones, lindo y rico (tal vez muy al dente para alguna comensal, 😥). Ensaladas con ornamentación especial: unas rosas de zanahoria, otras de betarragas (para lo que estuve ensayando unos cuantos días antes, lo que dejó como evidencia unas manos de un extraño color rojizo), unos "champiñones" de rabanitos, acompañados de hojas de kale, lechuga y rodajas de pepino. El postre 🍨, según yo, estuvo divino,😂: una especie de souflé de frambuesa y frutilla con leche evaporada y crema, livianito. Y de bajativo, té y ☕ ☕ con kucken de nuez (que quedó muy rico también) más galletas otoñales. ¿Dónde estuvo el problema, entonces?
Como ya dije al comienzo, en el plato principal. Éste estaba compuesto por rebanadas de carne de res con champiñones ahumados, acompañados de pastas, simples y rellenas, en su salsa. La carne cumplió todas las expectativas: estaba muy sabrosa. Fueron las pastas las que no dieron el ancho. Corrijo, fue mi culpa, las pastas son completamente inocentes, 😢. Fue un tema de amontonamiento en la cocción. Mezclé diferentes tipos de pastas para presentar un amplio abanico de colores, un verdadero rainbow y el resultado, para mi gusto, fue más bien una especie de chaparrón violento. Los colores se mezclaron, algunas pastas se recocieron, otras se desarmaron y quedó un pequeño revoltijo. Y precisamente allí fue cuando recordé "menos es más". ¡Menos mal que todo estaba de muy buen sabor, aderezado con pesto de cilantro-espinaca y salsa de tomate (casera también).
A pesar de este impasse, el aprendizaje y la entretención obtenidos en el proceso fueron extraordinarios. El momento mismo fue muy nutritivo, tanto por la comida como por la amistad. Además, terminé más regalada que guagua recién nacida, jajaa. ¡Tan cariñosas mis amigas! Ahora, me prepararé para incursionar en otros saberes y sabores: el sushi, evitando los dañinos maximalismos. Más adelante les contaré cómo me ha ido en este nuevo proyecto. Por ahora, ya que me ha dado hambre, prepararé mi once y veré alguna película o serie. Es ya de noche y ha llegado la hora de la ficción: que otros actúen mientras yo observo y disfruto. Hasta pronto.
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