sábado, 4 de diciembre de 2021

Entre juncos ...

  

   Hacía tiempo que no leía un libro con tantas ganas. Lo más curioso es que no es una "historia" de ficción. Fue una situación similar a cuando leí acerca de la génesis y existencia de la pintura de Pablo Picasso, Guernica, que debió "experimentar" -como si las obras de artes pudieran hacerlo-  un largo periplo desde su creación hasta finalmente volver a España y ser instalada en su locación definitiva en Madrid. Hace poco más de un año, vibraba con ese texto. 

   Esta semana lo he hecho con El infinito en un junco de la española Irene Vallejo. Es un ensayo de 450 páginas (¡vaya ensayo!) publicado el año 2019. Recomendable para todos los amantes de la lectura, para los viajeros sedentarios, para aquellos que nos gusta sumergirnos en esa máquina del tiempo que son los textos. En esta belleza de libro (¡gracias, Pepe, por la recomendación indirecta!) la autora presenta en un ameno texto, con un manejo extraordinario de información académica, el recorrido de treinta siglos que han seguido los libros hasta llegar a lo que son hoy. Nos recuerda sus distintos materiales y formatos y logra transmitir a quien lee la importancia monumental que tuvo cada pequeño paso que dio la humanidad y algunos personajes en específico para que nosotros podamos hoy, en la comodidad de un sillón o sofá favorito, deleitarnos, divertirnos o emocionarnos con esos mundos creados de palabras que es posible ver desarrollarse en las hojas de un libro físico o en una pantalla  electrónica.  

  Para que esta actividad tan propia e intrínsecamente humana pudiera llevarse a cabo en nuestra cotidianidad, fue necesario, primero, hacer un laaaarrgo recorrido. Ademanes, gruñidos, comunicación rudimentaria, pinturas rupestres sin duda fueron los antecesores imprescindibles para ir derivando a símbolos indicativos de cantidad y de tiempo. De allí a la escritura hubo un paso -gigantesco-. Sumerios, egipcios, cretenses, chinos, fenicios fueron trascendentales. No todos los sistemas de escritura fueron del mismo tipo, lo que derivó en alfabetos diferentes. En el caso de Occidente, somos deudores de fenicios y griegos. Estos últimos fueron quienes dieron forma definitiva a lo que es nuestro alfabeto actual, modificaciones más o modificaciones menos. Eso por un lado, grosso modo (disculpen la simplicidad los historiadores).      

   Por otro lado, está el tema del soporte lingüístico. De la piedra se derivó a la arcilla (tablillas), al códice (varias tablillas), de éste al papiro (rollos), al pergamino, a los libros manuscritos, a los libros impresos, a la tablet y Kindle. Todo nos parece de un desarrollo natural y lógico. Sin embargo, para aquello debieron transcurrir milenios, amén de más de una mente brillante en la que surgió  la idea, que la llevó cabo, a las que se agregan él o los visionarios que vieron las ventajas del gran invento. La autora destaca los sueños ecuménicos de Alejandro Magno, en cuya capital imperial se levantó la primera y extraordinaria Biblioteca de Alejandría, objeto de las llamas en más de una ocasión. Sucede que más de una vez se ha considerado a estos "faros" culturales altamente peligrosos. Se nombra a Ptolomeo I como el ejecutor de los sueños de Alejandro Magno: hacer de Alejandría el centro político, económico y cultural del Imperio a su cargo. Nos habla de la Biblioteca de Pérgamo, de las bibliotecas privadas, de los primeros libreros ambulantes y venta de libros en lugares establecidos entre muchos otros objetos, de lo que significó la democratización de la lectura esencialmente luego de la invención de la imprenta, etcetcetc...

  No quiero entrar en más detalles mencionados y desarrollados en el libro. Espero que más de alguien emprenda su lectura y disfrute con sus páginas, independiente del soporte. Hace años ya que yo opté por el electrónico por la comodidad de transporte y la ventaja cierta de aumentar a voluntad el tamaño de sus letras para una mejor visión. No se obtiene -¡qué duda cabe!- el plus que otorga el sentir las hojas y constatar el avance, potenciado por el aroma indefinible de los libros, mezcla de celulosa, tinta y tiempo detenido entre sus páginas. Sin embargo, los ojos, con el tiempo, condicionan la forma y cantidad de lectura y no queda más que asumirlo. A pesar de aquello, conservo mis libros más valiosos -para mí-. No gano yo ni ganan ellos, pero forman parte de mi vida y seguirán allí, acompañándome.    

  Tuve la fortuna de conocer los
juncos que permitieron la vida de tantos mundos maravillosos. A orillas de la Fuente de Aretusa
(Isla Ortigia, ciudad de Siracusa, Sicilia) pude disfrutar de la belleza del lugar que dio origen al mito. Allí hay plantas de papiro en medio del agua de la fuente. Asimismo, en el Instituto del Papiro de El Cairo pudimos observar el proceso de elaboración para transformar el junco en una superficie plana y delgada que permite escribir y dibujar sobre ella. Allí es posible entender la gigantesca deuda que tenemos con elementos de la naturaleza y seres humanos anónimos, ya perdidos en el tiempo y en la historia, que hicieron posible uno de los mejores vehículos del pensamiento humano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario