No os preocupéis al leer este título. No estoy a estas horas allí. Sí lo estuve, como turista, hace más de un año (en marzo de 2020) y fue una hermosa experiencia. Hoy, como varios lugares del continente europeo, Ceuta está en el centro de la noticia por la gran cantidad de inmigrantes que llegaron a esta urbe y la forma inédita en que lo hicieron. Quise traer el recuerdo de mi visita a Ceuta y por eso escribo hoy.
Mi último viaje a España, febrero-marzo 2020 fue fantástico (los anteriores también, 😅). Lo hubiera sido más si no se hubiera visto interrumpido por la pandemia. Entre los lugares maravillosos a los que viajé fue a Ceuta, enclave español en tierras africanas. Partí desde el Puerto de Algeciras (desde donde también me movilicé para conocer Gibraltar un día antes aunque por tierra). A bordo de un ferry, en un recorrido de una hora, a € 60 ida y vuelta, fui de un continente a otro, cruzando el Estrecho de Gibraltar y navegando sobre las aguas del Mediterráneo. A poco de caminar por el continente africano, se alza ante la vista de los visitantes el Conjunto Monumental de la Murallas Reales, que marcan el límite con la ciudad antigua. A las murallas se agrega el Foso Real y la Puerta Caifal, por la que uno ingresa al sector céntrico.
La ciudad la vi muy limpia y luminosa, con largos y cuidados paseos a orillas de mar, ricos en monumentos y esculturas de diverso tipo. La figura más impresionante es la de Hércules aplicando su fuerza para separar las dos Columnas terrestres que, según la mitología, corresponden al Peñón de Gibraltar y al Monte Hacho, ubicado en Ceuta. De esta portentosa acción de fuerza física surgió el Estrecho de G. Hay dos esculturas idénticas de Hércules en la ciudad, a distancia equidistante, lo que es muestra de la importancia otorgada al extraordinario pasado de este lugar, donde caminaron los dioses del Olimpo.
Una de las características demográficas que llamó mi atención a poco de recorrer sus calles fue la abundante cantidad de población vestida a la usanza musulmana, principalmente mujeres. Aquí ya se nota que estás en otro lugar, en medio de otra cultura y forma de vivir. Desde el punto de vista urbano, recorrí desde el Puerto Marítimo hacia el este, lado contrario a la nación marroquí, de manera que no estuve en el sector fronterizo. Esta decisión tuvo que ver con la ubicación de la zona céntrica de Ceuta, que queda al este de su zona portuaria, por lo que yo me interné y seguí caminando a orillas de mar, por un paseo larguísimo de varios kilómetros.
A lo lejos, en las alturas, en el Monte Hacho, vi la estructura de una fortaleza antigua y aquello me atrajo cual la luz a las polillas. Sin saber cuál era la longitud de la costanera, seguí adelante por mucho tiempo, sin querer dar ni un paso atrás.
El mapa de Ceuta que incorporo aquí, destaca en tono morado, mi recorrido por la ciudad; en tono rojo señalizo la Playa de Tarajal, uno de los pasos fronterizos con Marruecos que se vio cruzado irregularmente por una avalancha de inmigrantes hace unos días.
Recuerdo que hubo unos momentos en que me preocupó ignorar la extensión y duración de mi "paseo" por suelo ceutí, pero pronto quedó completamente olvidada mi inquietud ante la maravilla del paisaje disfrutado a orillas del Mediterráneo, con un día espectacular y diáfano, teniendo el privilegio de observar al otro lado del canal -¡allí nada más, en Europa!- el Peñón de Gibraltar, donde había estado "encaramada" el día previo, además de las ciudades de La Línea, Algeciras, Getares y Tarifa, cuya visión, a la distancia, parecía ser el producto del pincel de Monet.
Volveré a visitar estos lugares, ampliando mi recorrido; ya queda menos para ello. Tengo, como muchos, la enorme ventaja de hacerlo como turista, lo que no pueden decir los miles de inmigrantes movilizados de África, de Oriente, de América Latina. Como especie, seguimos siendo nómades frente a la pobreza, la violencia y la guerra. No es un fenómeno nuevo; lo hemos hecho desde el comienzo de los tiempos. Los estudios prehistóricos e históricos lo avalan. Las grandes diferencias de los movimientos actuales, son la visibilidad de ellos y las menores posibilidades de asentarse donde se desea. Ahora los territorios tienen límites y dueños, que velan por lo que han construido. Lo penoso es que los países de origen no hagan lo suyo por los suyos; al contrario, los mantienen en la pobreza, los maltratan como ciudadanos y participan de conflictos bélicos, todo en aras del poder, de la religión y de privilegios de "clase". ¡Está un poco jodido nuestro mundo! Ruego a "Dios y a la Virgen Santísima" que no sigamos esta pugna en Marte, 😉.
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