Marte pareciera estar de moda en estos días, como muchos lugares de nuestro hermoso y verdeazulado planeta invadidos por miles de turistas en época estival. Son varias las naciones que ya han enviado misiones al planeta rojo, cada cual más deseosa de obtener la máxima información acerca de lo que se teje por allá, en esas gélidas tierras (pardon, no corresponde hablar de "tierra" si se está en suelo marciano)... Ya surgirán los nuevos vocablos productos de la nueva realidad a la que se tendrá acceso.
Me sorprendió informarme que han sido 56 las misiones enviadas al planeta vecino, de las cuales sólo han tenido éxito 26; en tanto, a los países y alianzas, ya en franca competencia, además de Estados Unidos y Rusia (ex URSS al inicio, década de 1960), se han ido agregando India, ESA (Agencia Espacial Europea), Japón, China y ahora, los Emiratos Árabes Unidos. Obviamente, América Central y Sur, además de África, estamos lejos de la carrera espacial. A la hora de que la Humanidad se vea en la necesidad de abandonar la Tierra, nosotros no tendremos cabida en los cohetes, salvo que hayamos comprado un pasaje en los vuelos espaciales comerciales.
Siempre me ha intrigado el Universo que nos rodea. Desde pequeña, como la mayoría de los niños, imagino, me preguntaba cómo era posible que la Luna y el Sol pudieran "sostenerse en el cielo" sin caerse sobre nosotros. Creo que mi relación con las estrellas, los astros y el planeta mismo no se inició de la mejor manera. Hubo mucho de asombro, miedo y hasta terror. El gran terremoto de 1960 fue quien inició la serie terrorífica, siguiendo un par de eclipses que no vivimos pero de los cuales supimos, más un cometa por el año 1965, que iba a pasar "cerca" de la Tierra y sobre el cual, los niños de entonces que éramos, elaboramos muchas teorías, cada cual más catastrófica, que cobraban vida en más de una pesadilla infantil. En aquella época, además de las radioemisoras para informarnos, sólo teníamos algún semanario que llegaba a nuestra casa (Revista VEA, bastante sensacionalista) y las respuestas de nuestros padres a nuestras inquietudes. Por lo tanto, había un espacio inmenso para cualquier imaginación infantil desbordada. Si a ello agregamos, como guinda del pastel, que en alguna ocasión observamos a la Luna de un intenso color rojo, no veíamos con mucho optimismo nuestro futuro.
Una vez que como familia nos acercamos a la civilización (😂) y crecimos un poco (yo menos que los demás), tuvimos más fuentes de información para calmar nuestros temores, además de que los intereses y necesidades de la pubertad y adolescencia se orientaron hacia otras temáticas. Nos centramos más en las pequeñeces de la vida cotidiana, familiar y escolar, dejando de lado por unos años la preocupación por lo extraterrestre, que, en mi caso, resurgió con las lecturas adolescentes, en que las novelas de ciencia ficción eran parte importante de mis preferencias.
Ya adulta, con el acceso a la tv, al cine y a otros medios tecnológicos, el gusto por lo estelar y lo futurista resurgió de las cenizas y ocupó parte de mi tiempo libre, que, en la actualidad, al ser dueña absoluta de todas mis horas, matizo con lecturas y documentales. Es tanto el tiempo que hemos pasado confinados en estos últimos doce meses que, ya sea por cansancio de las casi monotemáticas noticias nacionales e internacionales o por curiosidad intrínseca, hemos ampliado nuestra perspectiva, en mi caso, más allá de la atmósfera terrestre, lo que, agregado al acceso que nos permite internet, aumenta nuestras posibilidades de informarnos y aprender cada vez más del Universo y de sus componentes, de nuestro sistema solar, de los diferentes y numerosos proyectos humanos para incursionar en el espacio cercano y más lejano.
Así he podido actualizar mis conocimientos en relación a Marte que, a la fecha, salvo por sedimentos, gases y mucho hielo que pudieran ser indicativos de vida, no califica precisamente como destino turístico cercano. Se estima que en la década del 2030 pudiera ya estar el ser humano en dominios marcianos, siempre que el ritmo y los aciertos continúen. Lo bueno de este planeta es su "cercanía" relativa, a lo que yo, personalmente, agrego su baja fuerza de gravedad (poco más de un tercio de la Tierra, lo que implicaría que mi peso sería menos de la mitad de acá, nada mal para serles sincera, 😁) y la duración del año (687 días terrestres; sacando cuentas, allá tendría solamente 35 años sin ninguna necesidad de sumergirme en la fuente de la juventud ni de recurrir a la cirugía plástica).
Buscando más antecedentes, me encontré con la información de los experimentos chinos en el área del cultivo de algunos productos en suelo lunar, lo que marca todo un precedente. No me extrañaría que pronto haya granjas chinas bajo plástico en nuestro satélite, una vez que los asiáticos compren los mejores sectores para la agricultura. Con unos cuantos virus más que lancen al mercado terrestre occidental, se hacen con el poder mundial, mientras nosotros observamos sin poder hacer nada de este rincón de nuestro mundo conocido. También me enteré que están cada vez más abocados a la tarea de manipular el clima en su territorio para su beneficio (me sigo refieriendo a los chinos). En fin, el que puede puede...Con aquellos adelantos y varios otros, podrían trasladarse perfectamente a la Luna y a Marte, luego de haberlos hecho habitables.
Sólo para ver lo que sucederá a futuro me gustaría reencarnarme, vivir hasta los 150 años ó criopreservarme. ¡Sería maravilloso ver la Tierra desde el espacio, visitar otro planeta o astro y luego volver a casa. Pienso que, a futuro, van a colonizar la Luna y Marte. Con los demás planetas de nuestro sistema hay muy pocas probabilidades de supervivencia, por los gases, las tormentas, los volcanes, las bajas temperaturas. Los más cercanos y semejantes son los mencionados. Claro, siempre que no llegue, en el intertanto, una especie extraterrestre y nos extermine. Ojalá se demoren un poco más, para poder sentirnos, aunque sea por poco tiempo, los pequeños dioses del universo.
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