miércoles, 3 de febrero de 2021

Luces y sombras...


   

Hace algo más de una semana, en un local chino del pueblo de Pinto (región  de Ñuble), compré unos calcetines de verano principalmente por el diseño más  que por necesidad. No voy a decir que no los voy a ocupar nunca o que tengo una exagerada colección  de estos adminículos y por lo tanto no van a cumplir su cometido vital. No es así, pero, sin duda, mi persona  podía  haber sobrevivido sin ellos. ¿Qué tenía  de especial el diseño?

  Eran en blanco y negro y esa combinación me fascina. Además, me trajo a la memoria a Beetlejuice, un personaje animado que le encantaba a la pequeña Mirella  por los años 90. Esto último pesó más en la balanza. Ahora veo las prendas y mentalmente no dejo de pronunciar tres veces, ¡Beetlejuice!, ¡Beetlejuice!, ¡Beetlejuice!,  el "abracadabra" del personaje fantasmal. 
   

   Años después supe que una de las estrellas componentes de la Constelación de Orión, supergigante y  brillantísima, recibía un nombre parecido: Betelgeuse, de un color rojo espectacular, cuyas dimensiones dejan a "nuestro" Sol a un nivel casi ínfimo (es 1500 veces más  grande). Y, a propósito de estrellas y constelaciones, finalmente debí desistir de dormir bajo la magia de la Vía Láctea. Mi proyecto de pintarla en el cielo raso de mi habitación o, por último, a instalar un autoadhesivo gigante en el lugar, ha tenido que pasar definitivamente al archivo. Sucede que el pintor 🎨que ya había contactado para el trabajo desapareció, no sé si en un agujero gusano o abducido por la fuerza g de alguna supernova.  Nunca más supe de él y eso que ya le había dado el visto bueno a su trabajo. En tanto, ayer averigüé que la idea de un autoadhesivo es poco confiable, pues la fuerza de gravedad es una contendora temible, según el técnico instalador. En fin, tendré que conformarme con un telescopio (😅). 

  Volviendo al inicio, ignoro las razones que me llevan a preferir aquella combinación tan básica y tan opuesta a la vez. La tengo en numerosas prendas de ropa, siempre con más negro que blanco por un tema de ventaja estética. No es que no me guste el colorido. Tuve -aún tengo- ropa de distintas tonalidades (incluidos zapatos) y logré trasmitir aquello en mi hija. Pero me he ido decantando por este maridaje en los últimos tiempos, no por una razón emocional, sino por gusto, comodidad y conveniencia. Esta tendencia es probable que también tenga que ver con mi postura vital, que me ha llevado a preferir lo básico y fundamental en mi vida diaria: la búsqueda de la tranquilidad, el goce de la soledad y la sobriedad, un estado de felicidad como aspiración permanente, sólo en compañía adecuada y seleccionada, con gustos claros y precisos. Si tuviéramos que ponerle un color simbólico a todo aquello, creo que correspondería a lo blanco y lo negro, eliminando cualquier connotación negativa en el caso de este último. Sé que el negro es ausencia de luz esencialmente, pero es una falta de luz que cobra su verdadero sentido cuando, en oposición, el blanco se luce en todo su esplendor. 

   Esa misma dualidad de luz y oscuridad se observa en los personajes con los que he "compartido" en estos días. Lennie, un deficiente mental, a la vez brutal y tierno, en la novela De ratones y hombres de John Steinbeck, que recorre zonas rurales de Estados Unidos, en tiempos de la Gran Depresión, en busca de trabajo, junto a George, que cuida de él, aunque a veces se cansa de su "carga". Ellos son los desheredados y marginados resultantes de la crisis económica, que luchan por sobrevivir sobre la base de la fuerza de sus brazos, pero no por ello dejan de soñar con un mundo mejor, que les permita ir soportando el día a día. El sueño, no obstante, choca con la verdadera naturaleza contrapuesta de Lennie que, a pesar de sus buenas intenciones, no sabe medir su fuerza física y desata su propia desgracia.  

   También esa luz y oscuridad se encuentra en el tesoro encontrado por Kino en el fondo del mar, la Perla del mundo, que representa la solución a la vida de miserias y pobrezas de su familia y que, sin embargo, se transforma en una verdadera maldición de la cual debe deshacerse. Justo en el momento en que más necesitaba velar por la vida de su pequeño hijo, mordido por un escorpión, encuentra la perla más grande de todas, hecho que sin embargo, una vez conocido por los demás, desata la envidia y la ambición de mucha gente, que finalmente, le cuesta igualmente la vida de su pequeño hijo y la destrucción  de sus sueños. Todo esto  en la novela La perla del mismo novelista anterior (gracias, Gabriela, por la recomendación). 

   Bella y oscura de Rosa Montero es otro texto leído hace poco, que contiene similares matices, ya a partir del título mismo. Es el recuerdo de la  infancia de la protagonista, en tiempos en que se fue a vivir con sus extraños familiares, en medio de un ambiente sórdido y de maltrato, donde la magia y la alegría  la aportaba Arelai, una enana, artista circense, que le contaba historias extraordinarias, plenas de esperanza, las que junto a la espera de su padre, hicieron de su vida en aquel lugar un mundo mágico.  

    Por último, menciono La Trilogía de Nueva York de Paul Auster. De este volumen de tres historias, sólo leí dos,  "La ciudad de cristal" y "El fantasma", en las cuales dos detectives privados son protagonistas de unas historias muy surrealistas y enajenantes. Sus personajes, Daniel Quinn y Azul, no logran dilucidar entre la realidad y la ficción, perdiéndose en sus difuminados límites, en mundos sin sentido, en que nada se puede dar por descontado y, a la vez, todo es incertidumbre. Relatos extraños y alucinantes, que parecieran avanzar en su trama, pero que no conducen a ninguna parte. Si eso es Nueva York,  prefiero continuar donde estoy (😂).

  Ahora, me asiento  en mi mundo de luz y oscuridad positiva -mayormente-. Ya comencé a leer Servidumbre Humana, en mi objetivo de ir poniéndome al día con algunas novelas que han marcado huella (gracias, Marylyn, por mencionarla). Estamos en contacto. Hasta pronto. 

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