jueves, 28 de enero de 2021

Las uvas de la ira...

  

  ¿Qué hacer si te ves en la situación de que destruyen el lugar donde vivías porque ya no le conviene al propietario que sigas allí con tu familia? ¿Y si eso mismo que te ha sucedido le sucede a miles de familias campesinas? Terrible situación, muy real, tanto en el pasado como en la actualidad.  

   En la novela de John Steinbeck (escritor estadounidense, 1902-1968, Premio Nobel de Literatura en 1962) , Las uvas de la ira (publicada en 1939), se relata lo que le sucedió a la familia Joad y a miles como ellos, pequeños arrendatarios y dueños de parcelas de Oklahoma y otros lugares de Estados Unidos (el país de las oportunidades y del sueño americano) al perder sus tierras durante la Gran Depresión de 1929 y ser expulsados de ellas por grandes terratenientes o corporaciones financieras, que prefirieron utilizarlas de forma más lucrativa. Con los mínimos enseres debieron emprender un viaje hasta California (a 1500 kms.) en un vehículo casi en calidad de chatarra, que pudieron comprar luego de mal vender casi todas sus pertenencias. Fue una odisea casi épica, en la que debieron enfrentar una y otra dificultad, alimentándose al mínimo o definitivamente pasando hambre, debiendo asumir la muerte de un componente de la familia durante el trayecto y de otro al llegar (los abuelos), cruzando un desierto calcinante, para continuar en una situación de miseria casi interminable.

   El paraíso de oportunidades ofrecido en unos volantes no era tal, sólo una estrategia publicitaria para obtener obra de mano al mínimo costo, de gente desesperada por alimentar con algo a sus hijos, viviendo en chabolas insalubres, yendo por miles a postular por unos cuantos cupos de trabajos temporales de recolección, perdido todo derecho a un salario algo más justo y unas condiciones de vida más humanas. Aquello fue el caldo de cultivo para que la ira se fuera acumulando, mientras veían morir sus esperanzas y a sus seres queridos.   Fueron miles de familias de desplazados en su propio país, inmigrantes para sus compatriotas, a quienes ni las condiciones climáticas les fueron compasivas. 

  Hacía algún tiempo que no leía una novela que me impactara tanto. El autor logra que lectores como yo vayan percibiendo la desazón, la desesperanza, el desarraigo, la impotencia, la rabia que va inundando a los personajes frente a la injusticias de la vida, ante la indiferencia de las entidades financieras y de los grandes terratenientes, en torno a la prepotencia policíaca  en contubernio y al servicio de los poderosos. Aquellos inmigrantes en su propia nación no pueden comprender ni aceptar el odio de los californianos, que los consideran una lacra a la que hay que expulsar y exterminar si es necesario.  

   Cuando uno se adentra en historias como éstas, resultado de una catástrofe económica, política, bélica, racial, religiosa o de otro tipo, siempre suele ver similar panorama: una minoría que se salva de la situación sin inconvenientes, mientras una mayoría (según la razón) sufre las consecuencias, de la cual un considerable porcentaje es inocente, lo que no le protege, empero, de la hecatombe. Y como no todos son corderos mansos ni están dispuestos a trocar su dignidad, orgullo y libertad por un pedazo de pan duro, van surgiendo los líderes, quienes visualizan más allá de su propio interés  personal y son capaces de entregarse a su misión comunitaria. 

  Oí hablar de esta novela mientras era estudiante universitaria. Más de un profesor de nuestra carrera la mencionó, pero nunca la leí. Casi era imposible compatibilizar el tiempo para las lecturas teóricas y literarias de cada cátedra, además de preparar las pruebas y elaborar trabajos. Recuerdo  un semestre en que todas mis asignaturas  (siete en total) eran de carácter  literario, por lo que en todas debía leer las obras de autores (universales, españoles, latinoamericanos) de diferentes géneros (narrativo, dramático  o poético). Sobreviví a ello, pero casi sin vida personal, menos sentimental. Luego vino la docencia, con lecturas básicas habituales y conocidas, pero más de algún texto no leído con el que había que ponerse al día, mientras las pruebas por corregir seguían acumulándose. No pasaron muchos años, cuando inicié  el perfeccionamiento continuo, consustancial a la profesión docente, que no acabó sino hasta poco antes de colgar los hábitos (😌😌). Eso no significa que no leí en el intertanto y en las vacaciones. Mucho, pero de preferencia literatura contemporánea. Las uvas de la ira quedó  al final de la lista como muchos otros libros "antiguos". 

   ¿Cómo  llegué  a él  en estos días? Fue la realidad mundial la que me llevó hasta la novela, me la impuso como una tarea. Ver los efectos de la ira haciéndose presentes en tantas calles de numerosas naciones, que, casi como en un efecto dominó, sigue expandiéndose en el mundo. Hace unos años, aparecieron "los indignados" en España. Le siguieron, hace un par de años, "los chaquetas amarillas" en Francia, casi logrando ecos en varios países latinoamericanos, como Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Venezuela,  México,  etc. En estos días, Países Bajos y Rusia son el escenario de las movilizaciones, mientras ya se calmaron, al parecer, las protestas en Estados Unidos, sin mencionar países de Oriente y África, de los que tenemos menos información. En tanto, a la ira y a la violencia, se agregan los interminables éxodos del hambre y de la guerra de miles de inmigrantes llegando a países europeos. En nuestra nación, la frontera norte se ha hecho absolutamente permeable a la inmigración ilegal de venezolanos, colombianos, peruanos y bolivianos, que en estos días se están constituyendo en un problema humanitario, sanitario, político y económico. No es difícil captar a familias enteras caminando bajo el ardiente sol nortino buscando una mejor vida  para sus hijos.  

  "Mis" uvas 🍇 de la ira tienden a fermentar con mayor prontitud en la actualidad en algunas ocasiones. No crean, también he aprendido en estos años (¡cómo no!) a mantenerlas en estado de semicongelamiento. El qué  dirán y  el cuidado del trabajo fueron mis mayores frenos en el pasado, los que ahora ya no tienen vigencia. ¿Qué mantiene a raya mi ira en determinadas circunstancias? Cuando tengo la absoluta certeza que es la suerte, el destino o la vida la culpable, asumo y acepto. ¡Imposible luchar contra fuerzas tan superiores! Pero cuando el sistema me ofrece la posibilidad de levantar la voz, manifestar mi disconformidad, estampar un reclamo o una denuncia (como ahora tengo más tiempo) lo hago. Y si la injusticia o el mal servicio es producto de la falla humana de un funcionario o prestador de servicios, estampo el reclamo o hago la denuncia con lujo de detalles. Nada de "pobrecito/a". Estamos tan acostumbrados a aceptar que la gente haga su trabajo a medias y nos atiendan, en diversas partes, de mala manera, que cuando uno recibe una respuesta amable y una sonrisa, se le alegra el día y lo agradece. Hemos acabado normalizando la mala atención. 

   No obstante, no se trata  sólo de tener puesta la mirada en la astilla del ojo ajeno y no ver la viga en el propio; no. Lamento a veces no haber sido más amable o haber mostrado un mejor semblante (claro  que ahora con mascarilla ni se nota nuestra cara: mejor para mí,  😂). Me arrepiento  de haber usado un tono poco adecuado en alguna oportunidad. No más que eso. Pero no llego a la violencia, ni al ataque, menos amparada por el grupo, como ha sucedido en muchos casos en los últimos tiempos.    

    De esta novela (bastante controvertida  en su época, pero también  premiada) se realizó  una versión  fílmica,  en el año 1940, protagonizada por Henry Fonda. Tuve acceso al tráiler en español en youtube. También es posible encontrar la película completa, pero sin traducción. Vi algunas escenas, bastantes fieles al texto. Obviamente, me quedo con la magia de las palabras escritas. Son irreemplazables. Hasta pronto.

miércoles, 27 de enero de 2021

Aterrizaje forzoso...

  

   Hubo un tiempo en que lo que uno se proponía era posible lograrlo si ponía empeño en ello. Fueron tiempos normales, quizás hasta anodinos, poco interesantes, en que los días transcurrían  unos tras otros sin demasiada diferencia. En que aquello que parecía aburrido y rutinario ahora se ve, desde la distancia temporal y factual, casi como días de verdadera gloria y felicidad, en que se podía ir libremente hacia cualquier lado. Ahora no sucede así. Todo se ha dificultado y un valor que no pasaba de ser un concepto casi intangible para una mayoría, la libertad -de movimiento- se ha transformado en un bien deseado con ansias.

   Estoy molesta con la pandemia. Muy molesta. No formo parte del grupo que ve en esta situación una conspiración mundial o nacional. Me parece de una cerrazón casi al límite de lo fóbico aquella actitud, aunque no descarto una mala intención de los chinos, tan difíciles para nosotros, los occidentales, de leer gestualmente. Nos resultan impenetrables con esos ojillos rasgados y un idioma incomprensible. Puede ser que el inicio haya sido parte de un juego sucio. No lo sabemos hoy, ni lo sabremos a futuro.

  Sin embargo, aunque así fuera, los dados ya fueron lanzados y hay que seguir participando. No nos podemos hacer los locos y minimizar los riesgos. Éstos existen. Creo que para salir adelante hace falta la voluntad de todos. Yo salí de mi ciudad (ya la considero de mi propiedad,  jaja) a otra un par de semanas, dentro de lo que me permitía el sistema, sin vulnerarlo. Me he cuidado y he cuidado a quienes han estado cerca mío sin caer en exageraciones y, por ello, me vi en la obligación de regresar. No me hizo mucha gracia, debo añadir, pero era necesario si quiero ser fiel a mis principios (no engañar al sistema). 

   Me sucedió lo que en marzo del año pasado. ¡Qué  lejano me parece cuando  me vi en la situación de salir "cascando" de España, sin mascarilla porque no habían  en ninguna parte, en un avión lleno de pasajeros y siendo mirados como apestados!  Ayer, casi como el perro arrepentido del Chavo del Ocho, me vine directo a casa.  La situación no se podía forzar.  Soy porfiada pero nunca tanto, 😁😁.  Soldado que huye sirve para dos guerras -dicen- y ya  llegará  el momento de emprender una nueva campaña. Es de esperar que no debamos pasar un nuevo año de cuidados "intensivos" y que en el invierno próximo pueda desplazarme tranquila y plácidamente por la zona norte y central. Total, soñar no cuesta nada. ¡Hasta pronto!    

domingo, 24 de enero de 2021

Shangri-Lá

     

    Shangri-Lá es el nombre del lugar ideal, del paraíso terrenal, la utopía, la Arcadia en medio del Himalaya, según la obra de Milton. Sin haber leído la novela (confieso esta tarea pendiente), por momentos me parece estar en esa ciudad imaginaria y, por ser ficticia, sólo tiene sustento real a ratos. Por ejemplo, al levantarme. 

Después de darme mi ducha matinal helada, salgo de la cabaña y me encuentro en medio del bosque de avellanos, hualles, maquis, quilas y canelos. El sol se asoma entre las hojas de los árboles. El arroyo suena fuerte y orgulloso, omnipresente. Algunas aves, entonan sus llamados matinales o primeros cantos en el nuevo día que comienza. Algunos insectos también hacen notar su presencia a través de su especial voz. Las arañas siguen tejiendo sus redes entre las ramas de los árboles.  En los alrededores se escucha, a ratos,  el ladrido de unos perros. No se ve ni se escucha a nadie caminando por el paraíso, a excepción de este ejemplar de Eva. 

     No todo el día es posible esta calma, esta conexión con la naturaleza. Pronto  el paraíso  se verá  invadido por mortales humanos y la magia habrá desaparecido, pero se vuelve a recuperar al acercarse la noche, cuando comienzan a bailar las luciérnagas, haciéndoles la competencia a las estrellas lejanas. Es un bello espectáculo.  ¡Nunca había  visto tantas luciérnagas! Al mirar hacia arriba, entre los árboles, brilla la luna creciente 🌙. Las estrellas también se asoman pero no todas logran ganarle en brillo a la luz artificial, que alumbra los distintos sectores del paraíso y que me recuerda que algo puede fallar en él  alguna vez. No todo es tan perfecto y más de un "deja vù" se hace presente.   

    El 12 de este mes abandoné Rancagua y sus héroes. Salí  con destino a Curepto, en la región del Maule, localidad visitada en muchas ocasiones desde el 2012. Allí residen mis familiares más cercanos espacial y emocionalmente (lo que no quiere decir que los otros no sean también  queridos). Fueron casi dos semanas de conversación, actividades en común, de competencias lúdicas, de caminatas y recorridos breves y más extensos, de deliciosas comidas compartidas y saludes tintineantes, por la vida y por la compañía. 

  Pero todo debe llegar a su fin. Permanecer es estancarse. Y el fin de la compañía no pudo ser mejor: en la región de Ñuble, sector  Los Lleuques, comuna de Pinto, en una cabaña en mitad de un bosque de avellanos, maquis, hualles y canelos. Es lo que se estila por esta zona y lo sigue siendo hasta llegar a los pies de los Volcanes Nevados, que poca nieve ostentan en sus cumbres y faldas. Hay decenas de cabañas casi arbóreas, que invitan a quedarse  o volver (lo haré  junto con la nieve). 

Además  de nadar como sirenas 🧜‍♀️ y sirenos en la piscina del complejo Cabañas Aliwen (tomando algunos "mates", en mi caso, por falta de práctica y, tal vez, por exceso de peso, 😁), conversamos a la luz de las luciérnagas, de las estrellas y la luna, dimos cuenta de un par de parrilladas nocturnas, de algunas chelas y vasos de buen 🍷 y nos congratulamos de estar juntos.
   También, entre ayer y hoy, llegamos al complejo hotelero Nevados de Chillán, vimos practicantes de escalada en el camino, mucha naturaleza arbórea  mientras subíamos  hasta el lugar. ¡Hermosos paisajes!

   Al regreso, disfrutamos de El bosque encantado, paseo entretenido y educativo, con una extraordinaria  cantidad y calidad de personajes de cuentos y de mitos griegos, romanos, universales y chilotes, para terminar ayer viviendo la experiencia de un canopy extremo, del cual las damiselas del grupo fueron acompañantes terrestres y fotógrafas oficiales. 

   Hoy día fuimos hasta Shangri-Lá, sector al que se accede por un camino de tierra y piedra medio volcánica,  en medio de una nutrida cantidad de hermosas cabañas a ambos lados de la ruta, hasta llegar a un Eco-Parque. Fue un approach para volver más adelante y realizar las actividades de senderismo, canopy y ascenso del lugar, que permite, según nuestro informante, de vistas privilegiadas de diferentes hitos de la zona. Por lo que pudimos ver, el lugar se merece el nombre. De pronto, las cabañas parecen mimetizarse con el bosque en medio del cual están ubicadas. Sin duda, un lugar ideal para vivir lejos de la ciudad y de lo ingrato.    

    Después  de esa visita, comenzó  el regreso. Yo me he quedado en la ciudad de Pinto, mientras mis compañeros siguieron camino a Curepto. Estaré aquí dos días, aunque mañana viajaré por el día hasta Coelemu. Espero ir cumpliendo mi itinerario,  que esta vez, deberá regirse por los caprichos de la pandemia. Mi objetivo final es Valdivia y La Unión.  Seguiré con mi maleta y mochila a cuestas y con el entusiasmo y suerte de siempre (toco madera). Hasta pronto.     

viernes, 15 de enero de 2021

¿Dioses o extraterrestres?

 

   Algo más lenta que de costumbre he estado en mi trabajo primordial de lectura. La demora no tiene que ver con un menor agrado de lo leído. No, para nada. Al contrario, ha sido una lectura muy interesante, provocadora, que me ha inducido a analizar y comentar ciertos aspectos de ella. En realidad, el mayor tiempo  ocupado ha tenido que ver con que en estos días no estoy en mi palacio, sino en otro ubicado en la localidad de Curepto.  

   En  este pueblo casi detenido en el tiempo, mis actividades dicen mucho con compartir con otros seres humanos, lo que me deja menos tiempo para la lectura. Esto no significa que sea negativo. Es otra realidad, es otro el sistema de vida, porque sus ocupantes están también en otra etapa de sus existencias. Es muy enriquecedor también. 

   Volvamos a la lectura.

  De Javier Sierra, español contemporáneo, había leído una novela  premiada hace un par de años ("El fuego invisible"), la que me resultó  interesante pero no tan fácil de leer. Hace un par de semanas, descargué  dos más de sus obras,  leídas en estos días, una de ellas texto literario,  la otra, libro de investigación. Los leí completos y resultaron muy esclarecedores, independiente de que las respuestas no sean definitivas. Tienen la virtud, ambas obras, de dejar más interrogantes que respuestas. 

   En busca de la Edad de Oro nos lleva a distintas partes del mundo, siguiendo al autor en su periplo investigativo. Él parte de la hipótesis de que en tiempos remotos, de los que apenas manejamos alguna información y menos tenemos memoria, hubo una civilización humana, divina o extraterrestre muy avanzada, con conocimientos de astronomía, de cálculo y de arquitectura extraordinarios, que traspasó su saber a civilizaciones posteriores, de las cuales algo conocemos, aunque sigue habiendo en relación a ellas numerosos aspectos oscuros y misteriosos y pocas certezas. En esta búsqueda de probar sus hipótesis,  el autor, junto a otros investigadores,  nos lleva a revisar una serie de "coincidencias" o "casualidades" existentes entre civilizaciones que no han tenido ningún punto de contacto geográfico,  temporal ni espacial  posibles,  y  sin embargo  evidencian  una  "coincidencia" en  el  manejo  de información similar  y  absolutamente  avanzada  y  científica en la construcción y disposición de edificios civiles y religiosos. Esto no sólo  se ve en las Pirámides de Giza,  sino en distintos templos egipcios, así como en las Pirámides mayas y aztecas, en las construcciones de los Tiahuanaco (en Bolivia), en fortalezas incas,  en las Pirámides escalonadas existentes en Tenerife  (España) y en diferentes monumentos megalíticos diseminados en varias partes del mundo. En  todas estas obras humanas sorprende la exactitud del saber astronómico demostrado en su disposición constructiva, en que los solsticios y los equinoccios son condiciones claves y fundamentales  y  parecieran  contar  casi  con  un  poder "mágico", sobre las  que se orientan estas  construcciones. Resulta también no menos sorprendente comprobar  que las Pirámides de Giza, por ejemplo, responden a la misma ubicación en  latitudes  y grados  que  tienen  los  astros  que conforman el Cinturón de Orión, como si fueran un reflejo de lo que existe en el cielo.

    Otros elementos que se utilizan en el apoyo de la existencia de una época dorada de una civilización perdida y muy avanzada, son otros fenómenos "misteriosos", como es el caso de las llamadas Líneas de Nazca en Perú, que, además  del trazo de líneas de gran longitud aparecen "dibujadas" unas figuras gigantescas como un colibrí, un mono , una grulla y otros seres "humanoides". De estos últimos también hay una muestra en el Cerro Unitas ubicado en el Desierto de Atacama (cerca de Huara). La particularidad de estas líneas  y figuras es que sólo pueden ser vistas y apreciadas desde el aire, a determinada altura. 

   En fin, hay otra serie de  "curiosos" ejemplos ofrecidos por el autor como evidencias de situaciones inexplicables, de las que numerosas alusiones en la Biblia, crónicas de Indias y leyendas antiguas de diversas culturas nos dan noticia y las explican.  

    En La cena secreta,  Agustín  Leyre, un sacerdote dominico, en su calidad de inquisidor, es enviado a Milán a observar la pintura La última cena de Da Vinci, a la cual éste está dando sus últimos toques. Han llegado a la sede del organismo que vela por la pureza de la Iglesia Católica comentarios y cartas anónimas reclamando por algunos "anomalías" y "detalles" poco ortodoxos de la gran obra, que preocupan a los puros, por la posibilidad de que estén  resurgiendo los Cátaros, a pesar de haberlos destruido hace un par de siglos. Se teme que a través  de las obras pictóricas  se estén entregando mensajes cifrados a los seguidores de esta otra línea  religiosa.  Su investigación canónica realiza un estudio minucioso de cada uno de los elementos  y personajes que aparecen en la famosa pintura, con sus gestos y expresiones, lo que redunda en una verdadera clase de composición, colorido y expresión para los lectores de la novela.

   Un autor que vale la pena leer, quien es considerado el español más  leído en EEUU en la actualidad.  No es que el gusto lector de nuestros amigos del norte sea un dechado de superioridad y buen gusto, pero es un referente interesante. 

    

jueves, 7 de enero de 2021

Tombuctú...

 

  No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché esta palabra -Tombuctú- pero sí recuerdo que me sonó a invocación mágica poderosa, al mismo nivel de un "abracadabra" o "ábrete, sésamo". También  la asocié  a expresiones  latinas de una enorme carga significativa como  "alea iacta est" (la suerte está  echada), "sit tibi terram levis" (que la tierra te sea ligera) o una más  conocida como "per secula seculorum"(por los siglos de los siglos). Por último, sin ninguna pretensión herética, al "amén" (así sea) de los creyentes. Más adelante, cuando -bajo el auspicio de google- me enteré de que era una ciudad africana, perteneciente a Malí, la agregué mentalmente a la lista de algún futuro destino, aunque no tan cercano. Sabiendo ya esto, que existe y que nomina un lugar del planeta, igualmente las asociaciones no se hicieron esperar: me "sonó" a Macondo o Madagascar.

   Al hacer el análisis de los diversos planos en que se mueven mis asociaciones (no puedo generalizar, pues sólo tengo conciencia de las mías; aún carezco del poder de la telepatía, así  que habrán de disculpar mi escasa sapiencia en este ámbito), desde lo atávico a lo literario o escasamente conocido, me doy cuenta de que nuestras orgullosas afirmaciones de sofisticación y "civilización  avanzada" de las que hacemos alarde muchas veces, no están muy distantes de lo primitivo que aún respira en nosotros y que aflora ante una palabra, aroma o sonido. Ayer tarde nada más escuchaba los ecos de unos instrumentos musicales mapuches que estaban acompañando una manifestación en la plaza y no dejé de sentirme atraída irracionalmente por su ritmo y sonido. Sin embargo, lamentablemente en la actualidad, mi razón y mi emoción me alejan de esa música 🎶cuando sé que responden a una "causa" que avala y preconiza la violencia, con lo que no puedo estar, ni estoy de acuerdo. Tengo sangre indígena en mis venas, pero esto que podría  haberme hecho sentir más cercana a la tierra, se ha contaminado por la acción  reprochable de varios y por los muchos que los apoyan.    

   Volviendo al inicio,  aunque no al origen, cuando descubrí una novela de Paul Auster (sí, del mismo gringo anterior) llamada  Tombuctú,  ipso facto me aboqué  a descargarla e "hincarle el diente". Jajaja, 😂, y resultó que no tenía mucho que ver con la ciudad real propiamente dicha -y no menos misteriosa por ello-,  sino con el destino mágico y ultraterreno al que Míster Bones se iría, según promesa jurada de Willy, su amo. 

   [Abro paréntesis.  Al comienzo no me di cuenta del significado de "Bones", deberán disculparme, pero mi inglés no pasa más allá de lo básico, de algunas expresiones de uso cotidiano y más encima pésimamente  pronunciadas, porque, como ya sabrán pues alguna vez lo he confesado, casi "odio" este idioma. Sé  que me habría  convenido aprenderlo bien y podría  hacerlo aún. Tengo un par de cualidades que me ayudan, la buena  memoria - aunque no sé  hasta cuándo- y la constancia en lo que me propongo -aclaro enseguida que no en todo, para que no se me acuse de mendaz después-, pero falla mi pronunciación en este caso específico. Doy con el tono del francés, italiano y Latín, pero con la pronunciación  del inglés  se me le traba la luenga . Así  que opté  por odiarlo. Bueno -otra vez me fui a buena parte-, la cosa es que no me di cuenta, al inicio -decía-, del significado de "bones", hasta que me acordé de una conversación sostenida con mi hija en que me confidenció que le gustaba mucho la serie televisiva "Bones", por el análisis científico que hacían  de los huesos para descubrir a el o los culpables de haber dejado en esas condiciones al propietario de ellos. Muchas sugerencias de ella, la mayoría, las seguí  o, al menos, las exploré. Aquélla no. En ese tiempo, no me atraían las series policíacas. Ahora hay tantas... Así que Míster Bones me trajo a la memoria una imagen y conversación queridas... Cierro paréntesis]. 

   Esta novela de Auster, maravillosa, extraordinaria, vibrante, nos presenta a un protagonista canino que añora la "vida de perros" que le dio su amo y amigo Willy, plena de libertad, de compañía, de contacto personal, de aventuras, pero que no lo preparó, al morirse, para seguir adelante en contacto con la  bondad de unos pocos y la maldad gratuita de muchos. Por ello, optó por buscar voluntariamente su tránsito a Tombuctú, ese paraíso y cielo soñado, al que se llega cuando se parte al más allá.    

    Tal vez alguna vez vaya a Tombuctú y quizás encuentre por allá, al llegar, a Míster Bones jugando con Mirella, observados por mamá y papá. Imagino la escena y me parece maravillosa... y creíble. A Mirella le gustaban los dogs. Fue ella, precisamente, quien me presentó a la Srta. July, madre soltera luego de cinco cachorritos, de los cuales Kimba nos conquistó el corazón y nos acompañó una parte de su perruna vida. 

martes, 5 de enero de 2021

Sólo un día...

   El mejor día de mi vida...
   Cuando leí -hace un tiempo ya- en la novela Patria de R. Harris que el personaje comprendió que le había bastado sólo un día para ser feliz sin necesidad de intentar presionar a la suerte, al tiempo o al destino -si crees en él-, me detuve en la lectura, para buscar en mi vida ese día mágico. Y no hube de esforzarme mucho para que, a pesar de los numerosos días de mi vida (unos veinticuatro mil quinientos, descontando los vagarosos de la infancia primera, quedan como veintidós mil setecientos, tranquilamente) en los que busqué y rebusqué en mi memoria, siempre tuviera que volver al primero que apareció: ese fin de semana en el balneario de Llico (región del Maule) que pasé junto a mi hija y mi madre en enero o diciembre del 2009. Lugar desconocido para todas, al que llegamos por azar (no teníamos plan previo, sino sólo ir a alguna playa y estar juntas) y guiadas por el instinto.    
   De esas horas guardo un breve video de unos momentos al interior del hospedaje, mientras cada una estaba en su respectiva cama, descansando. Se escuchan nuestras voces y risas. Las fotografías de la ocasión son más numerosas, caminando por la playa, sentadas en la arena, a orillas del río y del mar, en el hostal, conociendo los alrededores. Allí pasamos el día completo luego de haber llegado el día anterior al atardecer. Recuerdo que nuestra aventura de baño no fue muy grata, pues había una brisa marina desacostumbrada para nosotras, que nos lanzaba arena en el rostro, además de que la orilla del río no era muy de fiar, poco firme y algo profunda, de manera que resultaba peligrosa, especialmente para tres turistas que no sabían nadar. Andábamos solas en la playa, por lo que es más seguro que haya sido el mes de diciembre. Esa tarde, después de alimentarnos, nos dedicamos a caminar y a disfrutar del cálido atardecer.
   
  Al día  siguiente -y último- nos acercamos a la
Laguna Torca, lugar distante a 4 kms., que en ese tiempo era una verdadera belleza y maravilla de santuario, con abundante caudal y muchos cisnes. Fuimos hasta allá en un vehículo contratado, ya acompañadas de nuestro breve equipaje, recorrimos el lugar por las pasarelas que se adentran en la laguna (adentraban, ahora está bastante seca) y luego nos establecimos cerca de una cabaña sin moradores, donde improvisamos un picnic y sombreamos, haciendo tiempo hasta que llegara la hora en que el bus de recorrido (micro en realidad) pasara por el sector y nos llevara de regreso a Curicó, desde donde abordaríamos un bus para regresar a Rancagua. 
 
   Dos imágenes de ese par de días, inseparables en la experiencia, fueron seleccionadas por mí para ampliarlas y transformarlas en pósters que acompañan mi vida cotidiana, desde hace casi 9 años. Lo vivido en ese tiempo y lugar, sin ser nada extraordinario en sí mismo, son las horas que me han reconciliado con la muerte, luego de la pérdida de mis dos compañeras de aventuras. 
  Alguien se preguntará -y no le faltará razón- cómo es posible que no haya elegido, como seguramente lo haría la mayoría de las mujeres normales, el día de mi boda, de cuyo hecho guardo algunas fotografías en que se me ve bastante sonriente y, al parecer, feliz.  La respuesta, más sencilla de lo que se pueda sospechar, tiene que ver con el desgaste y el deterioro que sufren los recuerdos de momentos cuyos protagonistas se separaron no de la mejor manera, siguiendo cada uno con su vida distante del otro.  Pudo haber instantes felices en esos ocho años de convivencia, pero si en su momento tuvieron significado, su trascendencia se perdió  en el decurso posterior de los años  de no-relación.    
    Fue una lectura rapidísima la que hice de una nueva  novela del escritor estadounidense
Paul Auster. Hace un par de años había  leído  su extensa y extraordinaria novela 4321 (publicada  el 2017) y no lo había vuelto a encontrar en el universo de los libros 📚  en que suelo fisgonear. Hace unos días encontré Diario de Invierno (2012). Comencé ayer y terminé hoy a mediodía. Una lectura veloz, dinámica, entretenida, muy interesante. El escritor-personaje comienza a escribir su diario a la edad de 64 años y retrocede a sus primeros recuerdos, partiendo por hacer un recuento de todas los lugares (casas, departamentos, piezas) en que habitó desde su nacimiento, dando un  total de 21. Mientras lo leía me detuve a recordar mis "asentamientos" personales y mentalmente logré contabilizar 28 ó 29, superando  los  del autor, lo que no necesariamente  debo considerar un mérito.  
   Resulta curiosa la manera cómo  en su "diario" va aludiendo a cómo  transcurre la vida entre actividades diversas, menos y más importantes, ocupando horas incontables en dormir, comer, viajar, esperar, leer y múltiples cosas más, de las que uno nunca ha llevado registro. Se pregunta de qué manera, por ejemplo, la misma mano que acaricia, también ha realizado otras acciones, escrito, cocinado, limpiado, lavado, sembrado y muchas cosas más no tan positivas ni tan santas. El relato resulta una verdadera interpelación al lector, a preguntarse lo mismo que él, a revisar su vida, sus relaciones, sus aciertos y desaciertos o los hechos vergonzosos que eludimos recordar. Esta interpelación se concreta con el uso de un relato en segunda persona singular.
    Creo que lo mejor de esta segunda "juventud", además de seguir aprendiendo algo cada día, es la posibilidad de realizar un balance, más o menos objetivo, de lo que que ha sido tu vida, contemplando lo bueno y lo malo, lo meritorio y lo sórdido, lo que provoca orgullo y lo que avergüenza, toda vez que ya no tienes que aparentar para ganar amigos, conquistar a una pareja, contentar a tu jefe o enorgullecer a tus padres. Lejos de todas esas presiones, tú deberías ser capaz de mirarte al espejo y aceptarte y, ojalá, esbozar una sonrisa sincera.