En el consumismo en que nos debatimos en la actualidad no es fácil hacer un 🎁, especialmente si lo que quieres no es que valoren tu capacidad adquisitiva sino tu intención humana -obvio, tu "buena" intención y también tu categoría humana- . No quieres regalar "cualquier" cosa, por salir del paso, pero tampoco quieres transformarte en un Farkas 2.0., deseoso de ser admirado, aunque debas pagar por ello. Menos, demostrar que estás "a la moda" porque adquiriste lo "último" ofrecido por el retail (que, entre paréntesis, siempre es lo más caro). Y en el caso de los niños, cuya mayoría está lamentablemente acostumbrada a la novedad constante, efímera y desechable, la experiencia deriva en un verdadero dolor de cabeza.
Si vas a regalar algo, lo mejor es ponerte a trabajar ya mismo, porque debes darte a la tarea de conocer, aunque sea en parte, al objeto -sujeto más bien- (con las palabras hay que tener mucho cuidado en estos días, en que lo "adecuado", lo "correcto", lo "conveniente" tiene su propio manual, que no es del tal Carreño precisamente, sino el de los políticos, de los periodistas, de los activistas y de los opinólogos) de tu gran o escasa capacidad de regaloneo. Y para conocer, si lo haces con tiempo y tienes algo o bastante de aquél en tu cuenta personal, lograrás dar con el regalo óptimo, que puede ser de cualquier costo, dependiendo de tus posibilidades y del aspecto conocido que quieras atender. Si no tienes el tiempo necesario, porque te olvidaste (mala cosa), puedes recurrir, si la persona te importa (desagradable es regalar cuando alguien te resulta indiferente), a sus cercanos que te puedan sugerir algo que le guste y así estarás menos distante de lo significativo. Si no tienes alguien de confianza a quién echar mano para tu investigación previa, es una pena pues lo más probable es que tu regalo pase a formar parte de los cachureos sin importancia que hay en todas las casas 🏡 y se guardan en más de alguna caja o bolsa por si acaso alguna vez pueda servir. Si aquello no te importa, si eres capaz, a futuro, de dormir tranquilo y sonreír sin culpa, adelante: compra algo medianamente barato, de tonos pastel, inodoro e insípido, 😁.
Cuando tu regalo 🎁 es para una persona querida, cualquier costo es válido, siempre que él -o ella- sepa apreciar lo que le entregaste. Porque no sólo se trata de la ofrenda del objeto en sí mismo, sino también del costo emocional y del tiempo que invertiste en buscar el regalo. Y, sin duda, bastará con una mirada o un gesto de parte del regalado para sentirte recompensado. No es que uno "no dé puntada sin hilo", sino que es reconfortante saber que el esfuerzo valió la pena. Sé que es un pensamiento poco cristiano, pero, por favor, no pueden "pedirle peras al olmo", jajaja 😂 😵. Es cierto que es más meritorio dar sin estar atenta a la recepción, pero eso tiene cierto viso de indiferencia, diría yo, porque ¡cómo no va a importar saber si le causaste un momento de felicidad y alegría a un ser querido! Claro que si te das cuenta que no ha sido así, no es ninguna gracia. En dicho caso, no es uno quien debe cuestionarse si se equivocó en el regalo, sino preguntarse si el receptor vale el cariño o no. La mínima lección que uno debiera sacar de aquello es la necesidad de restringirle la cantidad de afecto, mira que hay miles de desagradecidos en el mundo y merecen no ser tan queridos incondicionalmente.
En lo personal, me encanta regalar a los niños (no a todos, claro), especialmente cuando ya se ha manifestado en ellos la personalidad y uno puede atender a sus gustos e intereses, o ir sembrando como en tierra fértil. Y no me inclino precisamente por los regalos inocuos y sin sentido, sino los intencionados y con un sentido de futuro. Es como darle alas a quien quiere pero no puede volar, es como recuperar la propia niñez en la alegría o curiosidad con que reciben tu mensaje (porque eso es a fin de cuentas, un mensaje).
Agrego que regalar no sólo tiene que ver con lo regalado, sino también, tan importante como lo anterior, con la forma y el momento elegidos para hacerlo. No es menos trascendente el instante en que se regala ni la forma por la que uno opta. Me gusta el formato de la sorpresa y lo inesperado. Es cuando uno recibe la más genuina respuesta y eso alegra el alma (siempre que sea una reacción positiva, jajaja). Y el instante debe ser atendido con especial cuidado; no debe ser a la rápida. Se debe crear la atmósfera adecuada, para que no sólo lo recibido se atesore, sino también las circunstancias.
Recuerdo haber visto lágrimas en los ojos de mi hija en la última Navidad juntas, cuando recibió un calendario de mesa que contenía fotografías suyas de momentos felices para cada mes del año. Sin duda, captó mi mensaje y el tiempo dedicado a preparar su regalo, así como yo disfrutaba de sus pequeños regalos para el día de la Madre, cumpleaños o Navidad, buscados por días hasta que daba con ellos: un adorno personalizado, una caja para inciensos, un baulito para recuerdos, o una tarjeta escrita, dibujada y pintada por ella, cuando niña. Y a propósito de lo mismo, recuerdo lo mucho que nos "devanábamos los sesos" cuando nos abocábamos a la tarea de comprar los regalos para la familia de nuestra parte.
En esta relevante y singular acción, la de regalar y regalarnos, es indispensable no exagerar (como en casi todo). La abundancia, en muchas ocasiones, disminuye la valoración. "De lo bueno, poco", expresa sabiamente un dicho. No hay que crear la costumbre o mala costumbre; no hay que reaccionar frente a todos los requerimientos y deseos infantiles, por ejemplo, pues fácilmente se puede caer en la cultura del consumismo y del desecho, estrechamente unidos, que no ayudan a la formación de valores -al contrario-.
Los años, como sabemos los más creciditos, van cambiando nuestras prioridades e intereses, nuestros pactos y preferencias, nuestras lealtades y límites, para bien o para mal. Y en el tema desarrollado, asimismo se han producido cambios. Ya no esperamos un auto deportivo (jaja), un viaje exótico en crucero, una joya exquisita, una cirugía estética, un vestido de lujo. Nada de eso ya es necesario (y nunca debiera haberlo sido). Tampoco una caja de bombones, un juego de loza, una arrocera eléctrica, un tv de 65". ¡Ya no! Ahora es suficiente con un día en la playa o en el campo, una cena romántica (los que pueden), una salida a un espectáculo cultural, una tarde de conversación y caminata, cualquier actividad distinta y entretenida. En estos años "mejores" basta con el regalo del tiempo, del cariño y la preocupación. Los gestos, las palabras y los pequeños detalles son los que enriquecen el alma. Y, por último, si no esperas regalos (que es lo mejor), hazte tus propios regalos: un corte de cabello, un jeans o un vestido veraniego, un libro entretenido, un viaje a alguna localidad costera, un buen vino, un té exquisito o cualquier cosa o momento para disfrutar y degustar. ¡Qué mejor!
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