sábado, 2 de mayo de 2020

Recorriendo China...

   Cuando hace un par de días leí,  por segunda o tercera vez, una aseveración  al  mejor estilo de premisa  que decía  "Tener un hijo varón  es conseguir  un príncipe azul para siempre", me surgió en forma casi automática una reacción verbal propia de Jingqiu"¡Qué expresión más "reaccionaria!", me dije,  acompañada de una risa silenciosa. Una amiga, Sara, seguramente, le daría un like con corazón al artículo (ella adora a su pequeño), pero yo no, pues sé que estos "pequeños príncipes" en muchas ocasiones derivan en verdaderos patanes.  

Más  que el análisis  de la expresión, lo que me quedó  dando vueltas de mi reacción fue el hecho de tomar conciencia de cómo la lectura de varias páginas desde la perspectiva de un personaje "educado" en un ambiente de una fuerte y total campaña ideológica había logrado condicionar una respuesta casi automática  en mí.  ¡Qué fuerte! (🙈🙈). Y como  una cosa suele llevar a la otra, por el mero ejercicio de las asociaciones mentales, recordé  varias de las creaciones fílmicas que ofrecen versiones futuristas de nuestro mundo con regímenes totalitarios, en que los ciudadanos del montón están casi robotizados y si no lo están,  es tan supremo el poder de los jerarcas, que su posible rebelión  no sería más que un saludo a la bandera (Los juegos del hambre, Insurgente, Matrix, con sus respectivas sagas). Y, además   me llevó  a recordar obras literarias en que se ofrece este mismo fenómeno con algunas variantes (Un mundo feliz de Aldous Huxley, Farenheit 451 de Ray Bradbury o 1984 de Orwell)
   Pero, volvamos al principio... ¿Quién es Jingqiu, querrán saber ustedes? Les cuento.   

En un reciente viaje a China del que regresé sólo hace tres días (viaje literario, se entiende, jajaja), a través  de la lectura Amor bajo el espino blanco me encontré  con la grata sorpresa de conocer una obra entretenida, aparentemente "livianita", fácil  de leer, cuyos hechos se desarrollan en tiempos de la llamada Revolución Cultural de Mao Zedong. Su autora, Ai Mi, de nacionalidad china aunque radicada en Estados Unidos, era desconocida para mí. No podía ser de otra manera, entre tantos millones de chinos  y todos casi "hechos" en serie. 
    El contexto de los acontecimientos narrados es -como ya señalé- la llamada Revolución Cultural en tiempos de Mao, proceso acerca  del cual hay una crítica subyacente a lo largo de toda la novela, pero en segundo plano y bajo el recurso de un personaje creyente y seguidor del sistema,  que a través de sus pensamientos, resultado de un profundo adoctrinamiento, casi en forma de "reflejo condicionado", va analizando y cuestionando sus acciones y las de los demás.
 El argumento principal es una clásica historia de amor juvenil, correspondido,  pero con numerosas  dificultades impuestas por la realidad política,  social,  laboral,  familiar y moral de la sociedad en la que viven Jingqiu y Mayor Tercero (Sun Jianxin, su verdadero nombre). Es esta realidad la que impresiona al lector occidental, al que no le es fácil empatizar con una tabla de valores (políticos, sociales, laborales, familiares y morales ya mencionados) tan "exigente" desde nuestra perspectiva occidental o 'capitalista,  burguesa y reaccionaria', como diría un seguidor de las enseñanzas del régimen.  
   Todas las acciones individuales de algunos personajes están  condicionadas por el efecto social que pueden conllevar para el honor o prestigio personal o familiar. Aquí  se aplica muy bien aquello de que  la mujer del César no sólo  debe serlo sino también parecerlo, porque si a una joven se la ve conversando con un joven, aunque sea en plan amistoso, se la considerará  poco seria e indigna (en este ambiente no se concibe la  amistad entre hombre y mujer) y el desprestigio recaerá  no sólo  en ella sino también en toda su familia,  quien deberá "disciplinarla" si no quiere que vaya por el "camino de la perdición". De manera que la imagen que los  demás tienen de alguien es más importante que la propia a la hora de ser pretendida para el matrimonio,  de obtener un trabajo, de alcanzar un ascenso laboral o lograr un cargo político.  Es así  como, especialmente las mujeres, deben aprender desde pequeñas el arte de la simulación,  del agradar a los demás, de la obediencia  y sumisión a los padres, a los hermanos mayores, al género masculino, a los superiores. Es decir, aprender "el arte de la esclavitud", de domeñar los impulsos, sentimientos y deseos, con un rostro inexpresivo y la cabeza gacha. 
   Lo otro que impresiona es la extraordinaria organización  burocrática existente (que me recuerda a las abejas), que hace de cada ser humano parte de un engranaje mayor no-humano, claro está,  más  importante que quienes lo conforman y al servicio de los cuales debiera estar. Los jóvenes terminan su educación secundaria  ya con una serie de experiencias "extracurriculares", de carácter  político,  donde han ido obteniendo "puntos" (para su  currículum vitae), que les permitan acceder a un "cursus honorum" más o menos presentable, gracias al cual puedan vivir medianamente bien (sin pasar hambre).
 Una vez terminada la educación secundaria, deben necesariamente ir a trabajar al campo, a "educarse" entre el campesinado,  para que no vayan a caer en actitudes capitalistas y reaccionarias, lugar del cual no será fácil  salir, pues no reciben sueldo, no pueden desplazarse libremente y hasta su alimentación deben pagar. Si tienen la suerte de que alguno de sus progenitores tiene un trabajo estable en la ciudad y está  en edad de jubilar, podrán optar a "heredar" el cargo siempre y cuando sus antecedentes no tengan "manchas" (alguna actitud sospechosa, por ejemplo, en el ámbito moral o político, tanto del postulante como de la familia). 
   Lo que resulta increíble  es que la resignación y la asunción casi bovina de esta realidad es lo habitual, pues la rebelión trae graves consecuencias en la vida personal y familiar, siempre. 
 Este viaje literario  me trajo a la memoria otra novela, leída  hace 51 años (¡upps, cómo pasa el tiempo!)cuando mis padres me compraron La buena tierra de Pearl Buck, norteamericana que vivió desde su infancia hasta su adolescencia en China, que fue galardonada en 1938 con el Premio Nobel de Literatura. 
 Busqué  la novela y la encontré toda empolvada, pero perfectamente entera, aún  con el forro de polietileno que la protegía, aunque sus primeras y últimas páginas (de roneo) estaban con las "pecas" propias que, al igual que a los humanos, le aparecen a los textos añosos, junto al inconfundible aroma que adquieren los libros viejos. 
   Estaba en segundo medio cuando leí este relato,  con 15 años a cuestas y una adolescencia con vocación de ratón  de biblioteca. Si bien me acordaba de los personajes y de algunos hechos (que me impactaron al compararlos con mi vida hasta ese momento), había  una gran parte que ya había  emigrado al planeta del olvido.  Y, un poco para refrescar mi memoria literaria y otro poco, para practicar la lectura "en papel" (totalmente dejada de lado en estos últimos tiempos), me fui nuevamente a China,  esta vez  a una etapa anterior al régimen comunista,  de acuerdo a lo investigado.  
   En la historia, Wang Lung es un campesino pobre, de la clase social despreciada hasta por los más desposeídos de la ciudad, sin educación,  que sólo  tiene un pequeño terreno para subsistir y sostener a su familia, además  de un buey  y algunas herramientas de labranza. Ya no hay mujer en la choza familiar (su madre murió hace unos años) su padre está  muy anciano  Por lo tanto necesita casarse para que su  mujer se haga cargo de la casa, de su padre y le dé hijos (varones) que, apenas crezcan, se transformen en manos  que ayuden al cultivo de la tierra y al sostén familiar. Así  de frías y de pragmáticas son las decisiones,  donde el amor al otro se considera una debilidad,  que debe callarse para no fomentar malas costumbres.
    Wang Lung, merced a un trabajo brutal, alcanza una situación de mejora que lo enorgullece y lo hace sentirse realizado. Pero los dioses son envidiosos  y crueles y cuando no es una catástrofe es otra la que envían  sobre quienes caen en la soberbia de sentirse felices y satisfechos, aspirando a más.
   En una etapa de feroz hambruna producto de una sequía inclemente, sólo  la tierra permanece, mientras la dignidad debe quedar de lado a la hora de sobrevivir a la muerte por inanición. Es el tiempo en que ser mujer es una desgracia, pues, a la hora de la desesperación, las niñas se venden al mejor postor.  No hay cuestionamientos políticos ni sociales que valgan.  La vida se acepta y asume como viene,  aunque suele haber algún  atisbo de rebelión contra el mundo divino por lo infructuosos que resultan  los esfuerzos personales.  
   Fue en este relato donde supe lo que eran las "concubinas" y por primera vez leí sobre los "rickshaw" (carros de transporte de tracción humana)en cuyo trabajo los hombres prácticamente entregaban sus vidas a cambio de un miserable plato de arroz que les servía para pasar el día,  sin ninguna otra expectativa.  
   No se visualiza en este texto una crítica política o social de trasfondo. Hay guerra y lucha por el poder pero incidental para los personajes,  que los afecta tangencialmente pero que no les interesa ni les incumbe.  El protagonista asume que no importa quién  esté  en el gobierno, porque igualmente su vida será  el resultado de su trabajo,  del  capricho de los dioses o de la naturaleza. Además,  una vez que, merced a un golpe de suerte,  su situación  cambia y se va transformando en un señor rico y respetado,  replica actitudes que antes, desde su precariedad, le resultaban condenables.    

Es un mundo distinto, sin duda, que valdrá  la pena visitar y conocer, aunque sea en una mínima parte, una vez que toda esta  catástrofe mundial se aminore. Imposible será  captar en su totalidad la esencia de su cosmovisión, pero algo será  posible visualizar, espero. No es curiosidad malsana, ni afán de alcanzar "trofeos" simbólicos.  Creo que es el deseo de ir más allá  de mi metro cuadrado en el conocimiento experimental personal y directo,  sin mayores intermediarios, aunque  el ejercicio resulte incompleto y superficial... En el intertanto, para no cometer errores en lo que escribo y complementar la lectura literaria,  me he informado  sobre la historia de China, de su origen y distintas etapas, de sus dinastías y emperadores,  de las múltiples  tribus que  forjaron sus bases, de los diversos  avatares durante los miles de años de existencia, tratando de entender su idiosincrasia, tarea ímproba para una aficionada. En fin, se hace lo que se puede... ¡Hasta pronto! 
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario