sábado, 30 de mayo de 2020

Una guerra interminable...II parte

  Una guerra interminable fue la que se vivió  en España a partir del año 1936, que en 1939 dio como ganadores al denominado Ejército Nacional o Rebelde, comandado por Francisco Franco. Si bien, la guerra abierta y frontal terminó  allí,  la que siguió  por 36 años más,  hasta la muerte del "Caudillo", no fue menos cruenta.

 Fue una guerra que hizo uso y abuso de la legalidad por parte del régimen con el objetivo de "depurar" de elementos nocivos la nueva sociedad española,  que agregó miles de muertos directos e indirectos,  fusilados, condenados de por vida, sentenciados a trabajos forzados y a familias destruidas. Es la tesis, a grandes rasgos, de Almudena Grandes (y también de diferentes historiadores de ese largo  período).  

 Inés y la alegría (I parte de Episodios de una guerra interminable).
   Inés,  joven perteneciente a una  aristocrática familia madrileña, no comparte los ideales falangistas y nacionalistas de su núcleo. Al producirse  el alzamiento militar contra la República ella se encuentra sola en casa, donde poco a poco entra en conocimiento de la realidad política de su país  y se involucra emocional y activamente con la causa republicana. La derrota no le significa la cárcel  ni la muerte (su hermano es falangista activo), pero sí  el encierro, primero, en un sanatorio, luego en un convento, para terminar en una casa de campo. Estando allí se entera por medio de una radioemisora clandestina, La Pirenaica, del ingreso a España de un ejército de milicianos republicanos desde Francia con el objetivo de recuperar el gobierno y provocar la caída de Franco. Huye de la casa y sale a su  encuentro  para unirse a la causa. Es el año 1944.
   En el intertanto,  los republicanos que lograron escapar una vez derrotados,  están exiliados  en varios países. Los dirigentes, en Unión  Soviética,  bajo el alero y protección del Partido Comunista, manteniendo sus cargos vigentes. Entre ellos, la famosa Pasionaria. Los milicianos, en Francia, en campos de refugiados, trabajando como prisioneros y, posteriormente, formando parte de un ejército  que combate a los alemanes cuando éstos invaden la nación francesa. Allí,  el Partido Comunista se ha reorganizado en forma extraordinaria, elevándose a la dirigencia un "elemento" inferior y no oficial, que planifica la "invasión" de España a cargo de la Agrupación de Guerrilleros Españoles, quienes serán el sustento para la conformación de un nuevo gobierno en Viella. Sin embargo, este intento que es el sueño esperado por Inés  y los milicianos, fracasa.
    De las razones del fracaso,  de la astuta reacción de la dirigencia del PC español en el exilio, que se lava las manos y llama a "informar" al organizador de la acción,  de los efectos que la derrota de esta nueva utopía provoca en la Resistencia interna, nos da cuenta la novela, hasta concluir con el regreso a la patria de parte de los protagonistas en el año 1976, después  de toda una vida vivida en el destierro. 
   El Lector de Julio Verne (II parte)
   Nino tiene nueve años. Es hijo de un guardia civil.  Junto a su familia, vive en una pequeña localidad de Jaén,  donde conoce a un hombre  que se transforma en su amigo, modelo y héroe: Pepe, el portugués,  quien vive en un viejo molino, a orillas del río del lugar. Con él  aprende a pescar, a cocinar, a disfrutar de las novelas de Julio Verne. 
   A Nino no le agrada su futuro "anunciado": ser guardia civil al igual que su padre. Felizmente para él su estatura complota a su favor y su padre decide darle herramientas  que le permitan ganarse la vida de otra manera, por lo que le financia clases de mecanografía. Aquello le permite conocer a una familia de mujeres solas, cuyos hombres, o están muertos o están  en el monte, donde vive un grupo de guerrilleros que, cada cierto tiempo le da "trabajo" a los guardias civiles. Su aprendizaje extracurricular se transforma en la vía que le ofrece a Nino una visión diferente de la realidad. Capta los secretos que ocultan sus padres, hasta enterarse que su progenitor se ha visto obligado a matar para no ser acusado de traición y preservar a su propia familia. Comprende también que su amigo Pepe no es un ser antisocial, sino un militante encubierto, que, luego de la "salida"  de los guerrilleros en dirección a Francia, también  abandona la localidad. 
    Ya adulto, estudiante universitario,  ingresa a la actividad  clandestina, lo que años después, mientras es docente de educación superior lo llevará  a la cárcel.  Allí, donde permanece sólo  dos años y medio al beneficiarse de la Amnistía para los presos políticos, oye hablar de Camilo, un legendario militante, que luego de muchos años de "salvarse" fue a dar también a  la "trena". La sorpresa es total y emocionante cuando, en un acto público, ya en democracia,  reconoce a Pepe, el portugués,  alias  Camilo, entre los participantes.   

Las tres bodas de Manolita (III parte)
  Manolita, joven de 18 años, sobrevive en el Madrid de postguerra, a cargo de sus cuatro hermanos menores, mientras sus padres están  encarcelados y su hermano mayor oculto con amigos. Siendo como es hija y hermana de "rojos", aunque nunca se involucró en ninguna acción  política, sufre las consecuencias de la expropiación de su casa, de la casi nula posibilidad de trabajo por su "condición" y de la permanente incertidumbre de perder su "libertad". Felizmente conoce la solidaridad de las mujeres que visitan periódicamente las cárceles  de la ciudad,  en cuyas largas filas surgen lazos de amistad que durarán toda su vida, donde además participa de unas "bodas" muy sui generis, tapadera de una "misión" clandestina,  la primera de su vida y la que, finalmente, la hace una mujer feliz. 
    Me impresionó profundamente la connivencia de la Iglesia Católica con el aparato represivo del régimen. El enriquecimiento  de los curas castrenses y sus cómplices gracias al robo de la alimentación de los reos, los encuentros maritales de los reclusos, la entrega de documentación  "limpia" a quienes puedan pagarla. 
  Me impactó  la maldad maquiavélica  de las monjas, que gracias a un programa de "redención de penas por trabajo" ofrecido a las reclusas, incorporan a sus hijas a Colegios Religiosos que no son más que cárceles  encubiertas,  donde sólo  a las más  pequeñas se les educa (re-educa en realidad) y a las adolescentes se las transforma en verdaderas esclavas.  Lavando, colgando y planchando ropa de restaurantes y hoteles por los que no reciben nada, ni siquiera una alimentación mínima, mientras sus condiciones laborales son de trabajos forzados; en tanto, la Congregación  aumenta sus arcas a costa de la libertad, la salud y la vida de niñas inocentes.  A nivel de los reos, hay una programa equivalente, los campos de trabajo, que, paradójicamente, es mejor que la misma cárcel.  Uno de ellos se ubicaba en  el actual "Valle de los Caídos". 
   Los pacientes del doctor García (IV parte)
   Guillermo García Medina, joven médico de profesión, sin ser militante republicano, se ve inmerso en el conflicto debido a su tarea diaria, la que realiza casi a tiempo completo. Logra salvar la vida de muchos, pero nunca es suficiente para todos los que mueren o quedan baldados para el resto de su existencia. Cuando la capital queda definitivamente en manos falangistas debe ocultarse a pesar de no haber participado en el conflicto. Gracias a la ayuda de un amigo cambia de identidad, salvándose del verdadero "progromo" que ha emprendido el régimen, y, sin planificarlo, elige colaborar con la actividad clandestina, merced a la fachada que le otorga su nuevo trabajo (empleado en una empresa de transportes). Con su amigo, verdadero militante y encargado, se infiltran en una Red de evasión de criminales de guerra del Tercer Reich, que funciona en España con el apoyo de Francisco Franco.
...
   Hasta aquí la trama y comentarios de estas novelas, cuya extensión no me resulta fácil de dimensionar en el ámbito digital si no es través del tiempo que ocupo en leerlas. Ésta es una de las grandes desventajas de los libros electrónicos, además de perder la posibilidad de hojear los textos, doblar la página como indicador o guardar marca-páginas de cualquier tipo y olerlos.  

 De lo que sí estoy segura es que el último libro de la saga, La madre de Frankenstein, me ocupará unos cuantos días, pues vi lo voluminoso que era en los escaparates españoles en marzo recién pasado. No sé cuándo podré leerlo, pues dependerá de que lo encuentre disponible en la red.
   Me resta aclarar que la síntesis que les ofrezco de cada relato es mínima. Los motivos son, principalmente, dos: que tengan los referentes básicos que les permitan entusiasmarse con el tema, sin que ello signifique perder la posibilidad del descubrimiento y la sorpresa. 
    Cada libro es una historia, y cada historia un aprendizaje. Y mientras más aprenda, mejor persona soy (creo). ¡Arrivederci!  
   

viernes, 29 de mayo de 2020

Una Guerra Interminable...I parte

  Creo que la primera novela histórica (además de saga) que leí en mi vida fue Los húsares trágicos  de Jorge Inostroza, escritor chileno que relata noveladamente parte de nuestra vida nacional. A través  de su relato me enamoré de Manuel Rodríguez y de Los Carrera, mientras  la imagen de O'Higgins sufrió,  para siempre, una baja casi completa en mi nivel de satisfacción. 
 Fue mi primer contacto escrito con la lucha de intereses de los poderes fácticos (lo conocido anteriormente había  sido por vía  oral, en aula, que no tiene el mismo peso que una lectura voluntariamente realizada)
También,  a través de los textos de Alberto Blest Gana me acerqué a las costumbres de los albores de la Patria y de nuestra idiosincrasia.  Aquello ocurrió  mientras cursaba enseñanza media (1° y 2° medio). Posteriormente, fueron otras las exigencias, otras las recomendaciones y no seguí  esa línea lectora.   

 Mientras  cursé  mis estudios universitarios la lectura fue pan de cada día ... y de todas horas: estudios,  teorías, ensayos, poemarios, tragedias, comedias, dramas, novelas, cuentos, de distintos períodos y autores. Era tanto que no quedaba tiempo, salvo en vacaciones, para los intereses personales. En literatura española  retorné en parte a la historia, también en la hispanoamericana, a través  de las Crónicas y otros relatos,  aunque lo histórico  se veía mediatizado por el estilo y la moda. Poco pude cultivar de esta línea en tiempos de exigencias tan variadas y múltiples.  
   Ya en mi vida adulta y laboral, fui, intermitentemente incursionando en la historia,  a través de los rusos (La guerra y la paz, por ejemplo) o de algunos españoles. Pero cuando me dediqué definitivamente y lo transformé en uno de mis géneros favoritos ha sido en estos últimos años. 
  Claro que antes de la Historia, estuve recorriendo  los helados, solitarios  y salvajes  parajes de la tundra Prehistórica, conociendo  las formas de vida de nuestros antepasados evolutivos, admirando su capacidad  de salir adelante a pesar de tener todo en contra, el clima, el entorno, el número escaso frente a tanta hostilidad medioambiental y "humana".   

Ya en la era civilizada, viajé  a Grecia,  cuna  de nuestra civilización, cuando las polis aún  estaban actuando cada una por su cuenta,  enfrentando  los peligros en solitario, a veces en alianza, para evitar la destrucción.  Viajé a Alejandría,  a Siracusa (a esta última,  también físicamente; ¡qué privilegio!).  
 Estuve en Roma (también...) 
por meses, conociendo su forma de vida, su vida familiar y cotidiana, sus costumbres y ceremonias, el funcionamiento del Senado, las campañas electorales, las luchas por el poder, sus conquistas y aspiraciones, la defensa del territorio, las grandes batallas, el quehacer de  sus generales, el aumento progresivo del territorio imperial,  la caída de la República, los grandes emperadores y también los fatídicos,  la llegada de las hordas invasoras, la disolución del Imperio de Occidente, el funcionamiento del Imperio de Oriente y, pasados los siglos, su caída.  

 He viajado a tierra de Al-Andaluz por un buen tiempo, observando  sus conquistas, las huellas de su extraordinaria cultura, su lucha permanente con los reinos cristianos,  el comienzo de la Reconquista. 
  Supe del surgimiento y de los terribles efectos de  la peste negra  en distintas ciudades de la Europa Medieval, pero también  de la maravilla constructiva de las grandes catedrales.    

  Me fui  a Francia a observar el actuar de Napoleón, su infancia y juventud,  su ingreso en la historia, su llegada al poder, sus triunfos y derrotas, su caída.  Aterricé en la  helada InglaterraEscocia del siglo XVIII, observando a la distancia la eterna lucha por la sujeción y la libertad. 
  Pasé por Oriente Medio, interiorizándome en parte del sufrimiento de la población  civil frente al conflicto bélico  permanente en esos países. He recorrido algunas ciudades  y pequeños pueblos de China en tiempos de hambruna y de la era de Mao Zedung.   

 He conocido de los grandes eventos, lamentablemente luctuosos, del siglo XX (la Revolución  Rusa, la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la Guerra Fría, la lucha por los Derechos civiles, el asesinato de J.Kennedy,  la Caída  del Muro de Berlín, y otros más  en los mismos años). 

He avanzado a la Post-Historia, permanentemente  durante mi adolescencia y juventud en un afán casi morboso  de saber qué  me deparaba el futuro como habitante de este planeta. Esa llamita volvió a encenderse en los últimos años, a través  de unas sagas memorables y extraordinarias: Dune de Frank  Herbert  y de Paralaje Neardenthal de Robert Sawyer.
   En este último mes he regresado a España, a los tiempos de la Guerra Civil, al encontrarme con  la saga Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes
  No es lo primero que leo en este contexto histórico.  He leído otros autores  y siempre, siempre, el dolor es profundo, porque un enfrentamiento de este tipo, independiente quién  haya "ganado" militar y políticamente,  deja miles de víctimas  civiles de ambos ambos, marcadas de por vida  durante varias generaciones. 
   Episodios... consta de cinco extensas e intensas novelas, de las cuales ya voy en la lectura de la cuarta. La emoción  me ha ganado muchas veces en sus páginas  y aunque sé  que no todos sus personajes son históricos (por eso es novela)  los acontecimientos sí son -fueron más bien- reales y muchísimo de lo que allí  se relata  sucedió  y eso es lo terrible. 
  ¿Aprenderemos alguna vez a no repetir tanta crueldad y saña contra nuestros semejantes? Pregunta retórica de la cual no es necesaria una respuesta porque ésta  ya la hemos visto a lo largo de los siglos en todas partes del globo. 
  I. Inés y la alegría.
  II. El lector de Julio Verne.
  III. Las tres bodas de Manolita.
  IV. Los pacientes del doctor García.
  V. La madre de Frankestein.
   ¿Por qué vale la pena estar semanas leyendo una saga literaria? Yo ya llevo tres y aún me falta. ¿Cuáles son los hilos que te tiran y te van envolviendo en el relato que quieres estar allí, al lado de los personajes, a pesar del peligro, del dolor, del hambre, de la incertidumbre? Trataré de explicártelo en la próxima entrada. ¡Hasta ahora!

martes, 26 de mayo de 2020

Hubo un tiempo...

   Hubo  tiempo en que los pájaros cantaban, en especial en las mañanas,  en que las lagartijas salían  a tomar el sol confiadas, sin temor a ser atacadas a traición,  en que las mariposas volaban apenas se anunciaba la primavera, en que los saltamontes abundaban y practicaban sus saltos olímpicos, sin interés en medallas.
 Hubo tiempos de lluvias y soles, de días  y de noches, de primavera y verano, de inviernos y otoños, de amaneceres radiantes, de atardeceres tranquilos y cálidos...Hubo un tiempo feliz y paradisíaco. 
   También hubo otros días,  de paseos por un parque y de caminatas bajo la lluvia; de andaduras por la playa o de excursiones por sus alrededores. 
De vitrineos citadinos, para "matar" las horas sin daño, tiempos de fiestas con amigos, de disfrute de conciertos,  de entradas a un teatro... Días de ruidos, bocinazos, gritos y llantos, días de desconcierto y cansancio, de sueños y realidades, de oscuridades y de luces, de placidez luego de años trabajados a matacaballo, de tranquilidad de conciencia y de gastos mínimos...,
de visitas a las ferias y a los mercados...   
 Esos tiempos han quedado atrás,  casi en el olvido. Ya casi no es posible ni unos ni otros. Tampoco están a la venta, ni siquiera online. 
   En nuestros pequeños -y míseros,  tal vez-paraísos personales han entrado los reptiles, minúsculos,  sin forma,  al comienzo casi imperceptibles,  pero cada vez más ominosos: pequeñas incertidumbres transformándose en miedos omnipresentes, en tedio, en sinsentido, ahogándonos de a poco...
    Ya he  perdido la cuenta de los días transcurridos, del nuevo día de la semana en que estoy.  Los calendarios no son más  que  una referencia con poca sustancia, han devenido en pared carcelaria donde tacho cada día. 

 Varios de mis relojes ya no marcan las horas (total, con uno que funcione es suficiente). Menos mal que el sol se sigue mostrando, aunque no siempre. Días  soleados se turnan con algunos grises y otros lluviosos. Las risas se han alejado, igual que los seres queridos, la familia, los amigos, los vecinos,  los conocidos.  
  Las sonrisas  han desaparecido  ocultas bajo una mascarilla.  Los ojos, cuando no son sólo  reflejo del entorno, adquieren algo de vida. Las voces, veladas por una tela más o menos gruesa, han perdido su tonalidad y riqueza. No siempre es posible reconocer en ellas a los que estuvieron en nuestro mundo. 
  Pero...siempre hay un "pero", en este caso, esperanzador,  positivo... Pero... ya queda menos, tal vez lo equivalente a lo transcurrido, pero menos de todas maneras... 
  Hay que mantener la impaciencia bajo control y la esperanza a flote.  Hay que gozar de lo no acostumbrado hasta que sea el tiempo de volver a las andadas, literal y metafóricamente.
Ya llegará el tiempo de caminar sin un objetivo práctico y urgente, a cualquier hora del día,  bajo el sol, la niebla o la lluvia, sobre cemento, pasto o arena, aquí  o en la quebrada del ají (jajaja). Será  el tiempo de revalorar, de observar más,  de respirar consciente,  de reeducar el oído,  de especializar el olfato, de valorar el silencio y las voces queridas.
 Será el tiempo del reencuentro, de la sonrisa abierta, del abrazo añorado, de la conversación en sordina, de la caricia leve, de la mirada sin barreras... Tiempo de un quehacer distinto,  más humano y menos primitivo, más  lúcido y menos mecánico...y muchas cosas más,  ojalá  no del olvido...¡Hasta pronto!

lunes, 18 de mayo de 2020

Sabores...

Entre lo dulce y amargo... 

  Dicen que en gustos no hay nada escrito y hasta donde sé pareciera ser verdad. Esta disyuntiva o espectro del gusto se puede aplicar tanto al ámbito gustativo como a otros aspectos  de la vida cotidiana, concreta, sentimental, laboral, sexual, etc., por lo que hay bastante paño que cortar al hablar de aquello.  Creo que  la paleta de "sabores",  literales y metafóricos,  que se presentan en nuestra vida es muy amplia. 
    El subtítulo del que inicio  el escrito  no tiene nada de original debo señalar. Lo pude comprobar al escribirlo en google y, además  de aparecer una novela romántica con ese título,  también surgió  una canción de un cantante que no había visto ni en una pelea de perros (upps,  me salió  algo despectivo,  para los perros  ...y el cantante, claro). No  encontré,  hasta ahora, lo que buscaba,  parte de la letra de una canción  de un cantante, no sé  si español o argentino. Pero, es lo de menos, porque igual esta idea surgida de improviso, por la magia de las asociaciones  mentales, me ha quedado dando vueltas durante días. 
   Antes de introducirnos en el tema, cabe puntualizar  que la definición  de sabor supone la percepción o impresión en las papilas gustativas de las propiedades químicas de un objeto o alimento, además  de su olor, todo unido. No se puede separar ambas percepciones y, aunque generalmente asociamos  el sabor al placer,  la capacidad de discriminar, en primera instancia,   a través del olfato nos puede significar la diferencia entre la vida y la muerte (por ejemplo, en alimentos en descomposición  y/o venenos).
Clasificación de sabores
   Los estudiosos establecen cinco sabores básicos: dulce, salado, ácido, amargo y umami ('sabroso, delicioso'), más el picante, el acre o astringente y el starchy. 

Los tres primeros no requieren presentación ni explicación; todos nosotros, desde pequeños sabemos distinguirlos. Y aunque lo dulce  y lo salado no entrañan peligro  (salvo que enmascaren algún producto riesgoso para la salud, pero como no estamos en las altas esferas del Imperio Romano, por ejemplo,   despreocupémonos un poco; además,  que si uno no le ha ganado a nadie y no tiene dónde  caerse muerto-a,  menos problema), con lo ácido hay que tener un poco más de cuidado. Independiente de la necesidad de cítricos (sus principales representantes, de los que tengo un buen reservorio en mi body, pues gusto mucho de los limones, naranjas, mandarinas, kiwis, maracuyás para qué decir, etc.) y su bondad en nuestro organismo,  este sabor puede significar, en algunos casos, descomposición,  como en el caso de la leche, algún guiso, un postre, etc. 
Para darse cuenta,  claro, uno hace uso de la experiencia como consumidor. Sin embargo, hay alimentos en que no se nota y en aquellos casos,  son otros los datos que uno debe tener en cuenta, por ejemplo, en los pescados y mariscos.  
   El sabor amargo  es un caso especial.  Yo lo tildaría de "pecaminoso", sólo  para hedonistas (jajaja). ¡Es un extra! ¡No es necesario! A los anteriores,  nuestro cuerpo los necesita: glucosa, fructuosa, almidones, sodio, vitamina c, pero lo amargo, ya es parte de un gusto rayano en lo masoquista (jajaja).

 Dicho aquello, vaya la delicia que entrañan productos como el café,  chocolate,  vino, almendras, cerveza, rúcula,  berros, achicoria,  aceitunas nortinas, las aguas tónicas  y algunos licores,  todo lo cual conozco y disfruto (exceptuando los licores).
   Se dice que la lengua es especialmente sensible a este sabor, probablemente por el instinto de supervivencia, tan fuerte en el ser humano, lo que daría pie y fundamento a la teoría de la herencia genética, que en nosotros no parece estar muy desarrollada pero sí en los animales, que compensan su breve vida, en comparación con la nuestra, con el aprendizaje heredado.
   Hay "amargos" que son verdaderos vomitivos, como una palta "inmadura" o los tomates verdes fritos.
 Abro paréntesis...
   Hay una anécdota  con respecto a los "tomates verdes fritos" que viví junto a Mirella y causaba la hilaridad de ella cada vez que se acordaba y también  la mía,  pero después  de un tiempo.  Una vez vimos una película  llamada así, en que la protagonista  disfrutaba precisamente de un plato de este producto. Esa idea quedó  en mi memoria y salió  a la luz cuando, debido a una helada nocturna, los  pequeños tomates de mi huerto quedaron congelados y, claro, no estaban maduros.  Así que, para no desperdiciarlos, porque ya era imposible que pudieran seguir su proceso vital, procedí  a cocinar un guiso con ellos. ¡Para qué decir la bazofia que resultó,  de un sabor amargo incomible! Claro, yo ignoraba, dentro de mis escasos conocimientos  provincianos sureños, que efectivamente existen tomates de color verde aunque estén maduros.  ¡La vida te da sorpresas...! 
  Cierro paréntesis...]   

El sabor umami (término de origen japonés) se encuentra en el jamón ibérico,  anchoas, salsa de soya, espárragos (¿?)  o frutas maduras (yo agregaría las alcaparras). Es un sabor sutil, de regusto prolongado, que provoca salivación, presente también en algunas algas. Cuando conocí  esta explicación pude entender  por qué  me gusta tanto la comida asiática típica de nuestra parte del globo, especialmente la carne mongoliana y los fideos con aditamentos. Allí  está  el sabor umami, que se lo otorga,  me imagino, la salsa de soya y las algas que contienen estas preparaciones.  Claro que también hay otros platos que me gustan de ese lado del mundo, pero corresponden a otro sabor: los arrollados primavera y cualquier carne con salsa de tamarindo. ¡Mmm! ¡Qué delicia!   

Lo picante es un componente infaltable en mi cocina, presente en productos como el ají (obvio) en sus diferentes tipos, pimiento, morrón, ajo, jengibre, cebolla, pimienta, clavo de olor (no es de mi agrado). Yo añadiría, de mi cosecha, a los rábanos (¡me encantan!), los nabos, el repollo (especialmente el tronco) y el yuyo. Esta última planta la consumíamos bastante con mis hermanos durante la infancia, la que condimentábamos con sal (como si no hubiéramos tenido qué  comer; es que padecíamos de hambre crónica,  jajaja).   
 El sabor acre o astringente supone una "percepción  de sequedad y cremosidad en el paladar" (¿?), que se produce al consumir, por ejemplo, té,  granada (¡qué  rico!)caqui, plátano verde, cúrcuma. De estos elementos, los que me gustan son los dos primeros. He comido caqui, pero para saber lo que es, nada más.  Buscando este sabor, voy  a la infancia nuevamente y allí lo encuentro en el tallo de la zarzamora (o murra, como le llamábamos nosotros), en las ciruelas y manzanas verdes (consumidas con sal robada, por supuesto). 
  Me acabo de enterar, en esta investigación  realizada, que el sabor starchy es el que posee el almidón en productos como pizzas, arroz, pastas. Es medio dulce,  claro, por la naturaleza del harina. Es grato aunque no recomendable en exceso.   
El sabor adiposo o graso, como es fácilmente  deducible, se obtiene en carnes con grasa, a lo que yo agregaría pollo dorado con piel, carne de cordero, ubre, tuétano, guata, chunchules, osobuco, tragua y chicharrones, casi todo circunscrito a comidas de mi niñez, tiempos en que la grasa, la manteca, la mantequilla y la nata eran saborizantes naturales de las comidas. Lejos estaba aún  la idea de la dieta y de los preocupantes porcentajes de obesidad  que hoy existen. 
   Agrego un sabor de mi propia cosecha (a lo mejor creo estar inventando la rueda y ésta hace rato que se inventó) el ahumado, que incorporado en otro alimento, le da un toque espectacular a una carne o un guiso. Las callampas (en elegante, "campiñones o setas") el ají  rojo seco ahumados son una delicia. Demás  está  mencionar la carne, de diferente tipo y las verduras, asadas en una parrilla a carbón. ¡Mmmm! A ello agrego el costillar y el salmón  ahumados,  que son una delicatessen. 
   La mezcla de sabores en un mismo producto también  suele resultar un acierto,  por ejemplo el chucrut y los pepinillos, aunque estos últimos  los prefiero más  ácidos que dulces.
Especias o condimentos 
  En estos últimos  años, en que la cocina se ha transformado en una de mis entretenciones,  he ido incorporando condimentos que antes no usaba, además  de aprovechar productos de mi propio "huerto" como el  cilantro, perejil, romero y tomillo. Los dos primeros a diario, uno u otro; los otros,  juntos, para la carne, las legumbres y los guisos.    

En fin, es largo de enumerar la serie de especias de las que disponemos en la actualidad (¡cómo nos envidiarían los de la Antigüedad!). La idea no es echar de todo a todo, sino aprender qué  es mejor para cada  alimento. Yo cuento en mis especieros de ají merkén ahumado molido y triturado  (distinto tamaño), pimienta (molida y triturada), condimento completo,  cúrcuma,  jengibre, orégano,  además de sales especiadas. Me falta agregar algunos otros condimentos en mi recetario, pero de ninguna manera será canela ni vainilla, porque las detesto. Al eneldo y la nuez moscada aún no les he encontrado la "gracia", así  que los tengo a la espera. La albahaca la he usado, pero actualmente no la tengo,  así  como el laurel (el que ocupó  un lugar importante en la cocina de mi madre). Son los pendientes, por el momento.
Momentos y días 
   Si tuviera que ponerle un sabor a los días,  diría que los hay  diferentes,  dependiendo si estamos en una etapa de desesperante espera, en una suerte de esperanza intensa y expectante, de recuerdos dolorosos, de tranquilidad sin culpas.  Según la etapa, habrá días insípidos sin duda, especialmente en estos días en que nada cambia ni se transforma. La monotonía  y la rutina, además  de no darles sabor o el mínimo,  también  en el plan de lo cromático,  van desde el gris nuboso, pasando por el sepia hasta los tonos pasteles. Es decir, nada bien definido.  

Yo calificaría de días  dulces a los que se viven en encuentros familiares positivos, donde prima la alegría  de encontrarse después de un tiempo y se comparte la conversación  en buena onda, con  anécdotas  actuales o pasadas, junto a un café,  cerveza o cualquier otra bebida, espirituosa o no, amén de "algo para picar".  
 Los días agrios son aquellos que se atraviesan en la garganta, en los que más  de algún trámite resultó  mal o se tuvo un "encontrón" (de menor importancia)  con alguien en el trabajo o en la calle.
 Los diferencio de los días amargos (que aquí  sí  todos tienen connotación negativa),  en los cuales el "encontrón" es con un ser querido, de manera que el mal sabor va más  allá  de lo anecdótico.  Los días amarguísimos (en superlativo) ya adivinarán cuáles son: aquéllos asociados a la pérdida de un ser amado; no puede ser de otra manera.    

  Por último,  yo aplicaría  el sabor picante a aquellos días de conquista amorosa, de coqueteo abierto, cuando se está dispuesta/o a asumir todas las consecuencias (¡ups!), sin que ello implique daño, claro está.  Llegados a este sabor cotidiano,  me parece que no todas/os están por probar hasta el final,  pero también tiene su gracia experimentar en una primera etapa (a buena entendedor-a...). Creo que a estos días perfectamente cabría  asignarle, al mismo tiempo, el sabor umami, dependiendo del grado de  satisfacción  de cada diletante (jajaja). 
   Bien. Hasta aquí llego, por ahora, en este escrito, más extenso de lo planificado, además que me requirió más tiempo de lo previsto. Sé que me quedaron sabores pendientes, tanto en la cocina como en la vida. Cualquier aporte será bienvenido. ¡Hasta pronto! ¡Es hora de cocinar!