"La felicidad como asignatura", nombre de una propuesta que apareció en uno de los tantos mails que me llegan diariamente de diferentes páginas web. Pareciera que han descubierto que soy profe y, por ende, tengo poder económico (jajaja). Me pareció interesante la idea, al menos en su título. No he tenido la oportunidad de revisar el programa, - no, corrijo- no lo he revisado (aunque lo intenté) porque, para hacerlo debía inscribirme y eso significa recibir MÁS mails de esa página con lluvia de ofertas.
En estos tiempos que corren, en que uno es un potencial cliente de muchas empresas virtuales, no me entusiasma mucho aumentar las promociones con las que cada día aparece rellena mi casilla (alguien "simpático" diría: "agradece que alguien te envía algo", jajaja).
Sin conocer el contenido de esta cátedra propuesta, creo que no sería mala idea, por de pronto, dictársela al grupo con el que trabajé hoy en la mañana. ¡Ufff! Debí hacer ímprobos esfuerzos para no contagiarme de su desánimo. A ellos, creo, les falta una asignatura que les hable de entusiasmo, de alegría, de vitalidad. Me dan ganas de bajar los brazos de pronto, frente a su impasibilidad, a su no-respuesta, a su especie de apatía y abulia permanentes. Son egresados, todos jóvenes veinteañeros, en una de las mejores de las etapas de la vida, pero, de pronto, no se les nota. Hay un par de ellos -varones- que son más naturales, espontáneos, simpáticos. Felizmente están llegando temprano, así que al menos, tengo de donde "agarrarme" para que la clase no sea un monólogo permanente.
Cuando hoy ingresé al segundo período de la jornada, había sólo mujeres en la sala. Les pregunté algo sobre la primera clase y no recibí respuesta. Así que, para hacerlas reaccionar, les consulté si eran mujeres "sometidas" y, debido a eso, estaban permanentemente en silencio. Sonrisas. Luego las alabé -irónicamente, se entiende- y les dije que era bueno que no sean "tan habladoras" como la mayoría de las mujeres. Más sonrisas. Pronto llegaron los varones, les hice un par de preguntas e inmediatamente contestaron, lo que destaqué señalándoles que sus compañeras se negaban a responder. Allí fue el momento en que, como corolario, les entoné unos versos de la canción de Luis Fonsi, "Yo no me doy por vencida...". Risas.
Como pueden ver, esta profesión (muchos de ustedes también lo saben y lo han vivido) requiere de variados recursos metodológicos, dependiendo de los "clientes". El objetivo es motivarlos, o, por último, hacerlos reaccionar, sacarlos de ese marasmo en que parecieran estar a veces.
Entiendo que no a todos les gusta la poesía. A mí tampoco me gustaba mucho en el colegio. Fue después, ya leyendo a interesantes exponentes del género, que aprendí a degustarla y entenderla.
En este ámbito que trabajo, la lírica no parece atractiva, ni siquiera para los profesores. Por tanto, si enseñas algo que no te gusta, no puedes transmitir gusto ni goce, salvo que seas un eximio actor o actriz. Aquello trae como consecuencia, que los alumnos lleguen ya predeterminados en su actitud hacia todo lo que se escriba en verso (y en prosa también, jajaja), es decir, ya no les gusta y revertir esa condición no es fácil.
Ayer en la tarde, trabajé con dos grupos de Cuarto Medio, con una actitud muy receptiva. De manera que cuando, a propósito de un verso que aparecía como ejemplo, completé la estrofa recitándola, logré el efecto esperado. El ejercicio consistía en reconocer la antítesis que se presentaba en el enunciado "Yo voy por un camino, ella por otro". Así que les agregué, con voz "ad hoc":
"...pero al pensar en nuestro mutuo amor,
Yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?"
Al terminar se escuchó un ¡Oh! en sordina, mezcla de asombro y gusto. Hubo un alumno, incluso, que me preguntó si yo escribía poesía. ¡Bravo!, me dije. Esas pequeñas reacciones son indicios de que algo se está sembrando, no sé si para el futuro, pero al menos para el presente, constituyéndose en el atisbo de un brote aún incipiente, pero brote al fin y al cabo.
Hay días buenos y malos, otros "maomas", como todo en la vida; nada es absoluto (excepto esta afirmación, jajaja); el cambio es permanente, o sea, no es "cambio", es "continuidad". Bueno, yo me entiendo, en caso de que ustedes no lo hagan. La rutina y repetición cansan, el cambio también, especialmente cuando se transforma en rutina (jejeje). Esto se parece a la imagen del perro agarrándose la cola. Las cosas están tan yuxtapuestas y ensambladas que, a veces, uno no se da cuenta cuándo ha terminado algo y empezado una nueva cosa, etapa o situación.
Con un sueño atroz, producto de quedarme hasta las 2 de la madrugada viendo una película que me "agarró de las mechas", pienso que, llegado el momento, seré capaz, siempre lo soy (¡vamos, que tú puedes, siempre puedes!), de levantar ánimos alicaídos, de entusiasmar a las masas ávidas de saber (jajaja) aunque sea un "pichintún", de atender algunas diferencias, de tener una frase amable, de demostrar que leer poesía es posible, que hacer poesía, es mejor, que vivir con la poesía en el alma, es fantástico. ¡Esto es la felicidad, sin lugar a dudas!
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