- ...pero es de tontos perseverar en el error...
- ¡Uppsss, soy tonta entonces!!!!! ¡No me había dado cuenta! (Jajaja). Ahora que me acuerdo, esta máxima o proverbio nos lo enseñó uno de los profesores de Latín que tuve en la universidad. Usaba estas expresiones, a veces, para hacernos reaccionar cuando mostrábamos actitudes poco académicas o de mínimo esfuerzo.
- ¡Humm! la segunda parte de la sentencia es la que me parece más interesante, y que le da peso a la expresión.
- ¡Cierto! No obstante, hay muchos que se quedan con que el error es propio de los seres humanos y eso les sirve para justificar todos sus yerros, casi como si fueran víctimas del Destino...
Me viene a la memoria una hermosa película, entre tantas otras, llamada "Agentes del Destino", donde una pareja, sin saber que sus vidas están bajo la lupa (ahí está la gracia de don Destino actuando, subrepticiamente), se conoce y surge algo entre ellos, pero después las "manos negras" del Sr. Hado los separan, hasta que vuelven a coincidir y le tuercen (¡auch!) la mano a los agentes del Destino. Cuando vi cómo el "camino" (vida) de cada personaje se mostraba en la bitácora-tablet de los funcionarios, lo asocié con el Mapa del Metro de Santiago y sus correspondientes líneas (¡la mente tiene tantas y curiosas asociaciones!).
De pronto me da vueltas la idea, algo insidiosa, acerca de las "coincidencias" a las que hace alusión Rosa Montero en su libro "La ridícula idea de no verte", coincidencias que también parecen estar cercándome cada cierto tiempo y, que aunque, no consiguen hacerme creer en "milagros", me permiten pensar que la vida no es tan plana como pudiera pensarse, que también tiene sus recovecos oscuros o algunos "puntos ciegos", sus "dejá vú", sus "vueltas de carnero", ciertas curiosas confluencias, donde la razón no tiene pasaporte.
Desde ya hace un tiempo, un par de meses al menos, tenía ese libro en el kindle (lector digital), pero no lo había leído, pudiendo haberlo hecho, porque ahora siempre tengo espacios para leer, aunque en ocasiones, no me "cunde" mucho- dijera el huaso.- La semana recién pasada estuve escribiendo sobre los ritos familiares cotidianos y los personales, estuve refiriéndome a la culpa que solía rondarme después de la partida de mi Infanta... Y ¡vaya, vaya, vaya!, sucede que estando precisamente en el lugar que fuera su hogar, tomé la decisión (¿fue mía la decisión?) de comenzar a leer ese libro:
"La ridícula idea de no verte", texto que surge en Rosa Montero luego de informarse acerca de la vida de Marié Curié y entrar en contacto con las "Cartas" que ésta (Marié) le escribió a Pierre luego de su trágica muerte. Estas misivas llegan al alma de la escritora española (así como a la mía), transformándose en una más de las tantas estrategias para superar el duelo ante la partida del ser querido (para Marié, a inicios de siglo, para Rosa Montero, en estos tres últimos años). Y ahí, una nueva "coincidencia": los tres años de ausencia para ambas. De ninguna manera intento compararme con la escritora; sólo hay algunos puntos en común, los suficientes como para que el impacto se produzca; los suficientes para constatar que frente a la muerte es difícil estar preparados, especialmente cuando ésta sobreviene tan intempestivamente, que te deja en un permanente estado de estupor, en un estado de semiconciencia, de un estar despierta pero pensando que vas a salir de un sueño, que no puede ser cierto, que es una mala broma,...¡una pesadilla! Y luego, la culpa llega hasta ti y te agobia.
Dice en una parte la novela: "¡Si lo hubiera sabido!, te dices. Pero no, no lo sabías". En mi caso, yo no sabía que la conversación telefónica de la tarde anterior iba a ser la última, no sabía que al día siguiente no podrías llegar a casa a almorzar, por ejemplo.
Volvamos a la novela: Sentir "culpa por no haber dicho, por no haber hecho, por haber discutido por tonterías, por no haberle mostrado más cariño". (...)"La inevitable culpa por no haberle dado todo. La culpa imperdonable de estar viva y él (o ella) no" .
A mares lloré este fin de semana pasado. Fue toda una catarsis. Recuerdo que hace años, cuando leí, casi de un "tirón", la novela Paula de Isabel Allende, me pasó aquello. Es curioso que precisamente el mismo libro sea nombrado por la escritora que estuve leyendo el fin de semana y que tuvo mi emocionalidad a flor de piel (¡Quién lo diría!; tan llorona que soy a veces, pero...antes era peor...¡ufff, qué consuelo!)
A mares lloré este fin de semana pasado. Fue toda una catarsis. Recuerdo que hace años, cuando leí, casi de un "tirón", la novela Paula de Isabel Allende, me pasó aquello. Es curioso que precisamente el mismo libro sea nombrado por la escritora que estuve leyendo el fin de semana y que tuvo mi emocionalidad a flor de piel (¡Quién lo diría!; tan llorona que soy a veces, pero...antes era peor...¡ufff, qué consuelo!)
Y de nuevo retomo lo de las "coincidencias" que esta vida nos ofrece, también a nivel familiar: un 26 de octubre partió mi padre, un 26 de noviembre (de 1986) nació Mirella a mi vida y un 26 de noviembre (de 2011) fue arrancada de ella (precisos 25 años juntas), el 26 de noviembre pasado un pequeño integrante llega a la familia, tal vez para suplir las ausencias...En fin... y otras tantas coincidencias, que no es el caso señalar, para no caer en lo monotemático...
Llegados aquí, cabe preguntarse si estas "coincidencias" o "curiosidades" que surgen en nuestra vida cotidiana son sólo aquello o, tal vez, corresponden a lo que en Mátrix se le da el nombre de "paradojas", pequeños errores o "deja vú", que dejan entrever que hay más de un mundo y que estos "detallitos" son pequeñas fisuras, fallas o señales que se "les escaparon" a los creadores (llámense Dios, Alá, Agentes del Destino, Operadores Celestiales o...¡qué sé yo!). A través de estos "olvidos" se detecta cierta desprolijidad, de manera que lo aparentemente lógico y lineal, no lo es tanto. Recuerdo que en Mátrix era un gato negro el que volvía a cruzarse por delante y se transformaba en el elemento que permitía detectar ese mundo ficticio (como un pequeño virus o gusano cibernético).
Si hay Destino, Dios o Creador, estamos "dados", jajaja (como dice un ex compañero de trabajo y amigo). Si no es así y es el Azar o la Razón-de-la-Sin-Razón lo que define el orden y/o caos universal, ¡diablos, estamos fritos! (¿o no?) ¿Estaremos menos "fritos" si es que hay Algo o Alguien detrás de las sombras? No hay certezas... sólo hay dudas, una Duda con mayúscula, que no satisface ni tranquiliza...
"Frente a la duda, abstente", le escucho a mi otro yo, de inmediato. ¿Abstenerse de qué? ¿De cometer errores?
Cuando uno viene a hacerse estos cuestionamientos (o autoflagelamiento si se quiere), ya ha pasado la mitad de la vida o algo más y los errores (o cadenas de errores) se han ido sucediendo en el decurso de cada historia individual.
Aun siendo así, lo que debe quedar, medianamente claro es que es cierto que en "la vida "tropezarse" está permitido, pero (también) que levantarse es obligatorio". Por eso, no deja de haber razón en aquello que escribe la Montero, a pesar de que lo escrito dice más relación con la pérdida del compañero(a), amigo(a), hijo(a), que con el error:
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