Martes 17 : de vuelta a Valdivia
A las 18,15 horas, casi puntualmente, estaban en Sta. María la Blanca, llegando al palacio materno. Les esperaba una sorpresa: el sobrino Andrés, de Coronel, con su polola, estaban alojando en casa y ocupaban la suite de doña Principessa. La situación tuvo una rápida solución, por suerte, pues había una cama disponible en uno de los dormitorios de los ariqueños y aunque aquello significara cierta incomodidad, era sólo temporal. De manera que cuando los jóvenes llegaron se sintieron aliviados al saber que tenían asegurado su alojamiento.
Aquel resto de tarde que les quedó, sólo se dedicaron a compartir y tomar once juntos. Planificaron para el siguiente día, visitar al padre de familia, ir a una Feria de verduras cercana, almorzar en palacio y, luego en la tarde, visitar el Parque SAVAL, lo que cumplieron a cabalidad.
Miércoles 18: Actividades diversas
Después de volver del Parque Cementerio, doña Urbana no estuvo en condiciones de ir a la Feria, de manera que les correspondió a los adultos jóvenes, jajaja, ir en su representación. Los precios estaban bastante buenos y había mucha fruta y verdura para la compra, pero aparte de los encargos, más unas uvas, merkén para llevar y unas semillas de perejil, no compraron nada más. En el camino a casa ingresaron a una Carnicería bastante surtida y de buena calidad. Don Patricio no pudo resistir la tentación de comprar unas prietas para el almuerzo, mientras que para los niños compraron carne. La Principessa les "autorizó" para ir de compras mientras ella preparaba el almuerzo, el cual iba a ser muy sencillo y básico: choclos cocidos, bistec o prietas, con papa cocidas y ensaladas.
- Las prietas estaban muuuuyyyy ricas en realidad, pero así y todo, sólo pudimos comer una cada una con mi madre. Por tanto, quedaron tres para mi hermano, ¡Y no me creerán pero fue capaz de comerse las tres restantes!, uff, ¡qué estómago! Seguro no le va a a resultar fácil bajar la panza una vez que termine la gira.
En la tarde, luego de descansar un rato, nos dirigimos al Parque
SAVAL, el cual estaba bullente de actividad y de gente
: una Feria Artesanal de excelente nivel, donde compramos algunos aros y recuerdos, más unos cuchuflíes. Había también numerosos juegos mecánicos y puestos de comida.
Luego de recorrer los stands de la Feria, nos instalamos en una de las mesas al aire libre del "patio de comida" (hace las veces de un patio pero en realidad es prado y árboles cuando no hay festividad). Y realizamos el pedido habitual, atendiendo al gusto de doña Urbana: empanadas de mariscos y de queso, más las correspondientes bebidas (para no atorarse, digo yo, jijiji): shop kunstmann bock, un mojito cubano, 2 bebidas. Y ahí estuvimos un buen rato, aprovechando el término de la tarde, que cuando comenzó a ponerse helada, nos hizo arrancar a casa. En el regreso el grupo se dividió : las señoritas ariqueñas se bajaron en el centro a "comprar algo", mientras nosotros lo hicimos en el Terminal, a adquirir los pasajes de regreso a Rancagua, los que nos costaron "un ojo de la cara", jajaja. Demoramos tanto yendo de una agencia a otra, buscando el mejor precio entre los pasajes que quedaban, que nuestra madre, a quien habíamos dejado sentada en el Hall del Terminal (o "estacionada" más bien, jajaja) ya recurría a los Carabineros, pues pensó que la habíamos olvidado o abandonado, jajaja.
Al final, sólo llegamos mi madre y yo a palacio, pues mi hermano debió ir a auscultar a don Lulo (el perro regalón de mi hermano Ernest), que estaba, al parecer, algo enfermo. Cuando me fui a acostar a mi suite, ya era tarde y don Patricio aún no llegaba, por lo que cabían dos explicaciones: que los hermanitos estaban en feliz y amena tertulia o el famoso Lulo había "parado las chalas" y estaban preparando su funeral (jajaja).
Jueves 19 : almuerzo de despedida y adiós Valdivia
En la mañana nos abocamos, además de dormir más de la cuenta, a ordenar el equipaje y las suites, pues cercanos a mediodía viajaríamos al
Balneario Los Molinos a almorzar llevando como invitada especial a nuestra madre. Ya eran las 12,30 cuando nos fuimos a esperar locomoción a calle del Mercado. Esperamos...esperamos...y esperamos... Finalmente, nos aburrimos de esperar y nos dirigimos al paradero del microbús N° 20 que estábamos seguros nos llevaría a Niebla, por lo menos...
Por lo tanto, ¡cambio de planes! En vista y considerando que en ese medio de locomoción no llegaríamos a Los Molinos, cambiamos el destino: es decir, iríamos a Niebla, pero a otra Feria Gastronómica, para variar. Yo no conocía aquella que se había instalado en la Caleta El Piojo, así que sugerí que fuéramos allá y todos aceptaron (¡milagro!, jajaja). La dificultad se presentó cuando vi la escalera que había para acceder a los puestos.
- ¡Diablos, veremos si doña Urbana puede bajar estos escalones!
Ella no se hizo ningún problema, pues la escalera tenía pasamanos. ¡Uff!, menos mal!
Cuando vi el lugar me sorprendió gratamente: había variedad, orden, todo bajo sombra y a buenos precios. Dejamos a mi madre y al "niño" Nicolás (tiene casi 15 años, por si no lo he especificado) instalados en un mesón y comenzamos a examinar ofertas, recorriendo los diferentes puestos y consultando precios. Justo un puesto de empanadas en ese momento estaba sin clientela, de manera que comencé con la docena de empanadas de queso.
Cuando le llevé el "petit bouché", le consulté a mi madre si quería salmón, pero ella dijo que prefería ¡EMPANADAS! (¡tan buena para éstas que es doña Urbana!). Me aburrí de buscar una cola corta para el salmón, así que opté otra docena de empanadas, esta vez de mariscos, un shopito kusntmann y... ¡listoco! Los demás se dividieron entre mariscal, empanadas de queso, pollo y... ya ni me acuerdo qué más...
Luego de nuestro opíparo almuerzo, con sendas bolsas grasientas en las manos (habían quedado empanadas en ambos equipos) fuimos a mirar el mar, a escasos 20 metros. Estuvimos unos 40 minutos tomando el sol y el aire marino y cuando ya no tenía sentido seguir mirando el mismo panorama sentados en el muro de cemento, optamos por encaminarnos a palacio. Llegando allá, cada cual se dirigió a sus aposentos a ordenar, descansar, dormir, zzzzzz....
-¿Hay alguien por aquí? , escuché al despertar, después de haberme tendido al intentar vanamente ganarle a la modorra. Era mi hermano Ernest que ingresó al palacio y no encontró a nadie y fue hasta el fondo a ver si había vida aún en aquel lugar, jajaja...y se encontró con la bella durmiente, jajaja, pero sin príncipe...
Un rato estuvimos en la suite conversando para luego dirigirnos al living. Ahí ya comenzaron a aparecer los demás habitantes. Charlamos, vimos algo de TV, tomamos un café, acumulamos el equipaje, llamamos un taxi y emprendimos la retirada con todos los honores y agradecimientos posibles a la dueña de casa, mi madre, quien después de estar con la casa llena quedaba solita.
A las 22,30 el bus iniciaba la marcha con rumbo a la Región Metropolitana, aunque nosotros nos bajaríamos en Rancagua, al otro día.
Viernes 20: ¡Rancagua a la vista! ¡Diluvio veraniego!
Bien cómodo el bus, por suerte, ya que no fue nada de económico para las arcas ya menguadas de los viajantes. A eso de las 8,20 descendieron de él para tomar la correspondiente limusina que los dejaría en palacio. En todo aquello no hubo inconvenientes, pero subir las nada de livianas maletas por las escaleras hasta el 5° piso no debe haber sido muy simpático. Doña no tenía ese inconveniente porque sólo debía lidiar con la mochila, un bolso de mano y el maletín del notebock. No era tan poco el peso, pero era más llevadero.
- ¡Llegamos, hola palacio, hola plantitas!
Nuestra amiga, apenas llegó a su mansión, dejó sus cosas y abriendo la ventana-puerta de vidrio fue hasta la terraza. Desde la exuberante cantidad de hojas verdes, la miraban dos pimentones, también verdes, ya creciditos, que se habían desarrollado durante su ausencia de 18 días. Casi no la reconocieron .
-¡Don Cilantro! Tenga usted muy buenos días! Recuerda que unos tres días antes de salir lo había sembrado y ahora lo encontraba ya casi adolescente. Un par de semanas más y ya estaría listo para darle sabor y verdor a la comida ¡Mmmm!
Prepararon un buen desayuno y luego, la mayoría, salió de compras (jajaja, y yo que pensaba que tenía el vicio del consumismo). Me quedé para preparar el almuerzo: arroz con unos trozos de pollo congelado (el que guarda siempre tiene, soy una convencida) más ensaladas.
Estaba en plena preparación cuando escucho la lluvia caer (así como la canción) y la gente había salido veraniegamente. En todo caso, todos bien grandecitos, se guarecerían en las tiendas, bajo las marquesinas y esperarían que pasara lo que en esos momentos ya tenía ribetes de diluvio. Llamé a mi hermano para saber si no se habían derretido o ahogado con tanta agua y me informó que ya venían en camino.
Salí al pasillo a ver la lluvia y la intensidad seguía incólume; hubo momentos en que me pareció agua con granizos; de pronto, miro hacia la plaza y, allá abajo, venían unos caminantes apurados, de manga corta, con sandalias, una de short, sorteando las tupidas gotas de lluvia.
-¡Ajá! ¡Ahora estarán felices! ¡Más de una vez, en Valdivia, manifestaron que les gustaría ver llover! ¡Lo consiguieron!
Llegaron mojados a más no poder, el agua les corría desde la cabeza a las patas, jajaja, pero estaban felices. Para mi hermano no era novedad, pero para los otros viajeros, era una experiencia única: ¡nunca les había caído un aguacero encima! Jajaja. Los esperé con toallas para que se sequen y luego de cambiarse de ropa, nos dispusimos a almorzar.
¡Vaya cocinera! ¡No calculé bien el arroz y me quedé "corta"!, así que me freí un huevo, calenté otros restos cárnicos de la era cavernaria y salí adelante, como siempre. Claro que cuando vi que el niño dejaba casi todo el arroz y yo me había quedado sin él, sentí unas ganas de darle un "chirlo" bien dado, jajaja. Suerte que mi hermano aprovechó el arroz, pues había quedado con hambre, jajaja.
El plan de la tarde se "aguó", literal y figuradamente. Pretendíamos viajar a Chimbarongo a comprar unos artículos de mimbre, capricho de don Patito y la Sibe y yo los acompañaría. En una de ésas, más de algo útil podía encontrar, jejeje. La lluvia nos hizo postergar el viaje para el día siguiente a primera hora, pues, después de almuerzo, debíamos viajar a S.C. (Santiago City).
Esa tarde nos dedicamos a lavar ropa, descansar, ordenar el equipaje de nuevo (ellos). En la noche, unas cervezas nos acompañaron mientras la TV transmitía la Gala festivalera. Yo, abocada a mi labor cronística, me acosté a las 2 de la madrugada ese día.
Sábado 21: Chimbarongo y Santiago. Despidiéndose de Rancagua.
- ¡No me quiero levantarrrrr!
- ¿Quién te manda a acostarte tan tarde, amiga mía?
- ¡Nadien! ¡Yo no más! ¡Igual quiero seguir durmiendo!
- ¡Ya es hora si quieren viajar a la ciudad del mimbre...!
- ¡Ok , ok! 1..2...3...¡Arriba!
Logró levantarse doña, darse la correspondiente ducha, vestirse y luego bajar al comedor a preparar el desayuno. A las 8,30 salieron de palacio, sólo los 3; los niños quisieron quedarse durmiendo (¡el entusiasmo de ellos llega a ser contagioso! Jajaja). Para su suerte, no debieron esperar mucho. Una hora de viaje y estuvieron allá, como a las 10,15.
Comenzaron su recorrido por el lado derecho, revisando, consultando precios y apreciando el trabajo. Luego, caminaron unos 250 metros y llegaron a los puestos que se ubicaban en el lado izquierdo. A esas altura ya estaban en condiciones de comprar y lo hicieron. Mi hermano y la Sibe compraron tres pantallas de mimbre (esas que se semejan ovillos de lana), un canasto como frutero, un canastillo de picnic, un cestillo para guardar hilos y agujas, una chupalla pequeña de recuerdo. Mientras ellos negociaban, yo me acerqué a otros puestos, hasta que finalmente tomé la decisión y compré algo útil: un cesto para la ropa sucia además de unos pajaritos colgantes, una escoba en miniatura (un prototipo de automóvil, jajaja) y una chupalla ídem.
Quedamos satisfechos y contentos con nuestras compras. Ahora venían las complicaciones operativas, que ya se vislumbraron cuando regresamos a Rancagua de Chimbarongo: no había donde meter las "famosas pelotitas" (pantallas redondas de mimbre), requerían un asiento especial, jajaja.
Ese día nos dimos el gusto de almorzar comida china, comprada a una cuadra de distancia. ¡Estaba rica! Luego de ello, a prepararse para viajar a Santiago, buscar taxis (no cupimos en uno, jaja; aclaro, debido a la cantidad de equipaje y personas, no por aumento de peso de cada uno de nosotros, jajaja) y una vez en el terminal Sur, a tomar dos taxis de nuevo y llegar, sin novedad y raudamente, al palacete de calle Lira.
Pero el úúúltimo día en Santiago no podía pasar sin pena ni gloria. Había que salir un rato a...¡comprar algo!, jajaja. Por lo tanto, salimos a patiperrear por las calles de Santiago centro, pero sólo a unas cuadras de casa : a la Feria Artesanal de Sta. Lucía, pasando por San Isidro a averiguar si había novedades en películas ...y ¡Claro que las había! Y no falló nuestro tincómetro : compramos, entre otras, "Birdman" y "La teoría del todo", ambas películas premiadas al día siguiente. de la visita a la Feria, la única beneficiada fui yo, al final: me vengué de la pérdida de un aro ese mismo día en el viaje (que había comprado en Valdivia) y compré unos preciosos y, más encima, descubrí los aros de la Cami, a mitad de precio, jajaja, que pasé a comprar el lunes antes de venirme, jeje.
Luego de tomar once, nos preparamos para la noche de Cine. Hasta cabritas había comprado Patricio, que debieron llevárselas, pues lo que hay en el depto. no es un microondas, sino un horno eléctrico (jajaja). Mi hermano comenzó con la peli "Birdman" porque evaluó que "La teoría del todo" era sólo para "intelectuales", jajaja... A medio andar, sólo quedamos dos espectadores, jaja, él y yo. No me gustó lo suficiente, en todo caso, el filme aunque la actuación de Michael Keaton me pareció muy buena, pero cuando vimos, a continuación, "La teoría del todo", su protagonista nos pareció superior.
Sin duda, al enterarme después de los premios entregados a estas películas, me sentí afortunada por haber tenido la oportunidad de verlas antes de la premiación; así mi opinión no estuvo prejuiciada. ¡Bien por nuestra intuición!
Y a pesar de acostarnos a la 1de la madrugada, igual hubo que levantarse a las 5 al día siguiente, para preparar la partida de los viajeros que, ¡¡al fin!! ...¡¡se fueron (jiji)...llegando sin novedad a su hogar!!