sábado, 16 de diciembre de 2023

Cómplices...

   

   Cuando éramos pequeños solíamos salir juntos a eventos, pero no por voluntad propia de los tres, sino porque las hermanas -mayores- debíamos llevar a nuestro hermano menor con nosotros. Era la manera que tenía mi madre, seguramente, de descansar un poco y darse tiempo para sí, o de encontrar espacio para hacer otras cosas, sin la necesidad de estar pendiente del menor de sus hijos. Es así como, a regañadientes, teníamos que, casi literalmente, "cargar" con nuestro fratello, lo que no nos hacía mucha gracia. Nuestros intereses diferían bastante, aunque la distancia temporal entre todos era mínima. Mi hermana era dos años y medio mayor que yo y tres y medio que mi hermano. Yo le llevaba casi un año exacto de diferencia a my brother. Y si bien mi hermana, siendo la mayor, era " la voz de la sabiduría", no solía ser la más amorosa con nosotros. Resultábamos un verdadero "cacho" para ella. Cumplíamos la función de "chaperonas" sin conciencia de tales. Ella era, felizmente para nosotros, pragmática y ejecutiva, según como veo los hechos habiendo pasado más de medio siglo.    

   Recuerdo que una vez mi madre nos adosó a nuestro "hermanito", 😂.Vivíamos en una localidad rural con una sola escuela, una iglesia católica, un Retén de Carabineros, seguramente una Posta (aunque no la recuerdo) y unos pocos "negocios" (locales comerciales). Por tanto, lo que ocurría en la Escuela, la nuestra, era importante. En aquella ocasión se celebraba un evento especial en el establecimiento, un acto cultural. No me acuerdo si mi hermana participaba en él  o no, pero era en horario fuera de clases. Fue después del gran Terremoto de 1960, porque la dirección que seguimos para llegar al colegio era la posterior a aquel desastre, después del cual instalaron una escuela provisoria en el "centro" de la localidad (la anterior se había venido abajo con el movimiento telúrico). Nosotros no nos íbamos por el camino vehicular (que era de ripio), sino que tomábamos por la "derechura". Es decir, cruzábamos pampas, que, además de ser menos riesgosas desde el punto de vista de los accidentes, nos acortaba el trayecto. Claro que eso implicaba tener que pasar por algunas cercas y sus respectivas "tranqueras o trancas". No siempre aquéllas estaban abiertas, por lo que debíamos sortearlas subiéndonos a ellas. Tampoco eran livianas para nuestras fuerzas infantiles como para abrirlas y moverlas. En esta ocasión teníamos el obstáculo de una tranquera al menos. Mi hermana no tenía dificultades para traspasar el obstáculo. Era delgada y ágil. Más de un problema debo haber tenido yo, que era chica, gordita y poco atlética, 😂 😂.  Pero quien sí tuvo problemas para salvar el obstáculo fue nuestro hermano. En ese tiempo la diferencia de un año con respecto a mí se notaba, tanto en lo alto como en lo ancho, 🙈. Así que no pudo subir (se nos podía caer además) y tuvimos que buscar por dónde pasarlo. La escena debe haber sido muy divertida: mi hermana mayor, al otro lado de la cerca tirando al Lucho, mientras yo lo empujaba desde el lado contrario, obviamente teniendo como superficie de empuje su trasero, 😂. Seguro yo no pasé por el mismo orificio, porque no habría cabido, 😂. No sé si fue en la misma oportunidad o en otra que no alcanzamos a llevar a tiempo al baño a nuestro compañero de aventuras, de manera que tuvimos que estar con él y sus efluvios por el resto de la actividad o, lo más probable, regresar anticipadamente con él a nuestra casa 🏡 , 🤧🥴.  

 Hace unos días, los integrantes del mismo "triunvirato" de los años '60 del cual formé parte, nos juntamos con motivo del cumpleaños de nuestro padre, fecha en que antaño, cuando estaban ellos vivos, celebrábamos yendo a la casa paterna. Y aunque nada teníamos planificado en conjunto, salvo la visita a nuestros progenitores y a nuestro hermano Ernesto en el Parque Los Laureles de Valdivia (¡vaya coincidencia que acabo de hacer consciente!: por años vivimos en la calle Los Laureles de La Unión), todo se fue dando de manera natural. Me refiero a recorrer lugares de nuestra infancia, adolescencia y juventud, cercana a la ciudad de La Unión, como una especie de rito emocional necesario. Posterior a nuestra visita al Parque, fuimos a Niebla a almorzar, a la Feria Gastronómica, como tantas veces lo hicimos con nuestra madre una vez que nuestro padre había partido. Y yo, como en ocasiones anteriores, compré empanadas mixtas y cerveza Kunstmann, que era lo que consumíamos con Mirella, que también formaba parte del grupo cuando nos juntábamos.   

   Al día siguiente, luego de ir a la Feria de frutas y verduras de La Unión, mientras volvíamos a dejar las compras a casa de my sister, al pasar por la Plaza de la Concordia, la cuñada dio el aviso que había visto a mi ex -marido- en la esquina e, inmediatamente, surgió la idea (que mi hermano se encargó de poner en práctica ipso facto al conducir alrededor de la plaza) de solazarnos del "mal estado" físico del susodicho, 😂 😂.¿Bulling, funa? Ni siquiera nos cuestionamos, así de relajados están los valores en este país, 😉. Los cuatro, sin excepción, cómplices en el hecho, nos dispusimos a imponer nuestra bella presencia y buena salud ante un "acabado" Ex. Obvio, conseguimos que nos vea, sonrientes y dicharacheros, plenos de juventud, 😂 🤣. Ignoro si él se dio cuenta de la "broma", aunque tampoco importa. Fue un momento divertido a costa de un ex integrante de la familia. Allí actuamos como los Tres mosqueteros, aunque éramos cuatro, toda una proeza considerando lo que cuesta que la gente se  ponga de acuerdo en la actualidad. Poco faltó para que nos pusiéramos al nivel de la ex Dama argentina.  

   Luego de tamaña hazaña, el menor del triunvirato nos llevó a Lago Ranco, donde almorzamos a orillas del Lago, para luego regresar por Llifén, Futrono, Coique, San Pedro y Puerto Nuevo, todas localidades lacustres que fueron nuestros lugares de veraneo, especialmente cuando jóvenes solteros y con algunos años de casados, con los hermanos del segundo triunvirato y nuestros padres en varias ocasiones. En Puerto Nuevo nos detuvimos un rato y bajamos a la playa. Mi hermano, bien preparado, ingresó a las heladas aguas del Ranco, mientras mi hermana caminaba por la playa hacia el hotel y los terrenos aledaños, donde estuvo la escuela en la que ella inició su educación básica. Fue un día de regreso al pasado familiar en compañía, grato a pesar de las ausencias temporales y definitivas. Fue la ocasión para intentar la réplica de una fotografía de los tres con 63 años de diferencia. La fotógrafa y autora de la idea fue nuestra cuñada -"al César lo que es del César"-. El montaje posterior fue mío, 😉.El resultado fue tan fantástico que casi ni se nota el paso del tiempo, 😂 😂.    

  El día domingo se repitió en parte la historia relatada al principio. Claro que esta vez, quien llevó a pasear a las hermanas adultas mayores (los 3 ya lo somos, 😂), fue el menor, eso sí, voluntaria y libremente, en pleno uso de sus facultades mentales, 😁 😂. El balneario elegido fue Coique. Avisadas de antemano, fuimos preparadas para el baño. Fue una grata tarde en todo sentido: ambiente veraniego, buena temperatura, aguas tranquilas y cristalinas a pesar de la cantidad de bañistas para la fecha, conversación natural y relajada. El regreso, sin sobresaltos.  

   El corolario de nuestro encuentro se produjo esa noche (tal como lo relaté en la anterior crónica) en que reconstruimos parte del pasado unionino a través del recuerdo de personas conocidas en nuestro paso y estadía por La Unión, mientras fuimos adolescentes, jóvenes y adultos. La reconstrucción nocturna también abarcó casas y edificios emblemáticos, sobrevivientes algunos, desaparecidos otros. En el fondo, muy en el fondo, un ejercicio contra la desmemoria, un antídoto contra los efectos del paso del tiempo, un brebaje casi mágico para la recuperación  de la juventud. 









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