jueves, 10 de marzo de 2022

Verdades ...


         No resulta fácil definir esta palabra -'verdad'-, así como no resulta tampoco tan sencillo captar su significado exacto. El diccionario entrega dos acepciones válidas que apuntan a la coincidencia entre una afirmación y el estado de las cosas, entre lo que se dice y lo que se ha experimentado, sentido o pensado. Eso es lo que se entiende por 'verdad'. Y aunque pareciera no haber dudas en el concepto entregado, otra cosa es con guitarra 🎸. Me explico. Esa coincidencia que debe existir entre lo que se expresa, se siente o se piensa y un hecho para que éste sea considerado verdadero deja de ser absoluta desde el momento en que cada individuo percibe, siente, analiza o evalúa un acontecimiento o situación desde su particular perspectiva (que supone, indefectiblemente, una valoración distinta según sea la persona, su historia de vida y su ideología, por ejemplo). Por tanto, lo que en teoría es verdadero si hay convergencia, en la práctica puede no ser tan así, desde el punto de vista de otra persona, que ve y analiza las cosas de una forma diferente.  

  ¿La verdad de los hechos, situaciones, fenómenos es una sola -me he preguntado en estos días- o hay tantas verdades como observadores o participantes de esos hechos, situaciones o fenómenos? Al parecer las verdades no son absolutas e indiscutibles, salvo las científicas y aún así hay correcciones cada cierto tiempo.

 Ahora, yéndonos a la contingencia internacional, lo que Putin plantea como "su" verdad para los ucranianos y el resto del mundo no lo es. ¿Creerá este señor lo que dice o sólo es parte de una estrategia maquiavélica? Muy pocos dudan al respecto y la respuesta es unánime, al menos fuera de Rusia e incluso para muchos de sus connacionales: miente descarada y conscientemente. Yo he quedado estupefacta ante tamañas falsedades, pues sin estar in situ, le escuché y vi antes del 24 de febrero y las contradicciones son palmarias. Pienso ¡cómo es posible que un líder, una autoridad, sea capaz de falsear una verdad de manera tan evidente y descarada! Pero, ¿de dónde saliste? me dirían algunos, si eso ha ocurrido siempre.   

  ¡Ya lo sé! Desde siempre ha habido personas que ocultan, omiten, tergiversan y mienten. No es una actitud nueva. Al contrario, es más vieja que el hilo negro y nos topamos con mentirosos de tomo y lomo a cada rato. Pero no siempre tienes la "suerte" de corroborar con tus ojos y oídos que "uno de los grandes" lo haga frente a las cámaras y en un ámbito tan grave. Seres como éste hay muchos. Y también hay otros, los que ciega y dogmáticamente aceptan falsedades como verdades absolutas o las transmiten, tal vez sin intención de engañar, porque una fe inquebrantable los domina. Parecieran ver la realidad y el mundo desde otra dimensión, que nunca será ni cercanamente objetiva por más argumentos y evidencias que se les  presenten. Creer en algo distinto es para ellos despertar de un sueño feliz para caer en una pesadilla, por tanto no abrirán los ojos. Prefieren seguir creyendo sin cuestionamientos y continuar viviendo en ese mundo "maravilloso" (del hombre nuevo, de una nueva sociedad, de una alegría que ya viene, frente a lo cual cualquier sacrificio es bueno, así que ¡adelante compañero!...o camarada).  Total, otros pensarán por ellos, Putin, por ejemplo.  Felizmente, no es nuestro caso -mi caso, aclaro-. 

    [Abro paréntesis: hace un par de noches estuve viendo el documental español 11M, que presenta testimonios y antecedentes del atentado más grande ocurrido en suelo español, en Madrid y sus cercanías, el 11 de marzo de 2004, cuyo epicentro estuvo en la Estación Ferroviaria de Atocha. Cuando sucedieron los hechos yo estuve informada, pero sólo como cualquier hija de vecino. Ni me dediqué a buscar más información ni le seguí la pista a los acontecimientos. Tenía un trabajo muy exigente en la ciudad de Lanco a cargo de un establecimiento en el que ya la "luna de miel" había pasado hacía un rato y requería de toda mi dedicación si no quería que cayera en la anarquía. Tampoco estaba ni en mis sueños más remotos ni en mis planes futuros viajar a España. Sabía, eso sí, de la existencia del grupo ETA, que ya llevaba a esas alturas más de cuatro décadas "luchando" por su propósito separatista. Cuando vi el documental, escuché los testimonios de familiares de fallecidos, de algunas víctimas, de trabajadores y testigos de los hechos, de periodistas, declaraciones de autoridades y políticos de la época, además de las imágenes "mostrables" de lo ocurrido, quedé francamente  impactadaEn las dos últimas visitas que hice a la península estuve en Atocha, vi los monumentos conmemorativos del 11M e hice uso de los trenes de Cercanías para desplazarme al aeropuerto, a El Escorial, Aranjuez y Alcalá de Henares, por lo que los lugares mencionados en el documental ya no eran desconocidos y pude, con mayor razón, sopesar la magnitud de la tragedia, que dejó 192 muertos como consecuencia de la detonación de las 10 bombas. Con lo que me desayuné completamente, a propósito de verdades, fue con la actuación del gobierno de turno. Fue de una bajeza y de un cálculo político pocas veces visto. Estaban a tres días de las Elecciones generales y, dependiendo de quiénes fueran los autores de los atentados, les iría bien o mal en el resultado electoral. Culparon, sin fundamentos y sin demora, a ETA. Era probable, pero no había pruebas. La investigación recién iniciaba y había dudas razonables de que fuera un ataque etarra. A las pocas horas Al Qaeda reivindicó la acción terrorista, a pesar de lo cual siguieron asegurando que era la organización terrorista vasca. La posibilidad de la participación islámica era poco conveniente para el gobierno. 

   José María Aznar nunca asumió su error. No habían sido serios para actuar ante los avisos de posibles atentados recibidos en más de una oportunidad anterior a marzo de 2004 de parte de los servicios de inteligencia internacionales.  Incluso Bin Laden había puesto como objetivo la tierra hispana públicamente. Aznar era integrante del "triunvirato" que envió tropas a Irak y Afganistán y se había posado ante las cámaras junto a Bush y Blair, orgulloso y autocomplaciente. Esa actitud es calcada -o a la inversa, más bien- a la reciente de Alberto Fernández junto a Putin y a Xi Jinping, como diciendo "Mírenme, estoy con los grandes, viste!"... Uff, me extendí más de la cuenta...¡Verdades! Cierro paréntesis].

   En estos últimos casi quince días de mi vida he estado informándome al máximo de lo que sucede con respecto a la invasión y guerra emprendida por parte de Rusia en contra de Ucrania, aunque su presidente insista, "car'e palo", que es una "operación militar especial". ¡Lo que es el poder de las palabras! -pienso-, típico de los demagogos y dictadores cuya "verdad" es ley. Al mismo tiempo, mis lecturas, "sin querer queriendo", han ido por derroteros similares (cualquier parecido es pura coincidencia). Les cuento.    

   Tenía esta novela desde hace años, casi veinte, como parte de una breve colección de autores con Premios Nobel. Ya resultaba una espina en mi orgullo no haberla leído, así que emprendí la tarea de hundirme en sus páginas cuasi-color roneo y con el indefinible aroma a libro antiguo aunque virgen. El tambor de hojalata del alemán Günter Grass ha sido toda una sorpresa y un pequeño suplicio, bien merecido. No es una novela fácil de leer. Es extensa, abigarrada, sorprendente.  Un verdadero tesoro de la literatura del siglo XX, dicen los críticos. Fue escrita el año 1959. El tiempo narrativo del relato abarca las guerras mundiales con su correspondiente intermedio y los años posteriores a la segunda conflagración mundial. Óscar Matzerath, a los 29 años, está internado en un manicomio. Desde allí narra su historia familiar que inicia en su abuela materna y la concepción de su madre Agnes, hasta llegar a él, donde, lógicamente, se detiene con largueza, aunque siempre volviendo una y otra vez al pasado. Óscar es un ser diferente, que a los tres años decidió, según su relato, dejar de crecer, por lo que se dejó caer por unas escaleras. Eso permitió que sólo llegara a los 94 centímetros. Al nacer, su madre le prometió regalarle un tambor cuando tuviera tres años, lo que cumplió cabalmente y determinó su vida, la que se va desarrollando de allí en adelante al ritmo de los compases de su tambor, renovado permanentemente según su uso. Otra característica especial de este enano ("enanito" sería más políticamente correcto, 😊) es que al descubrir que sus gritos tienen el poder de romper los vidrios, utiliza este "don" con distintos fines. Desde una perspectiva ética habría  que decir que sus objetivos no son muy santos, pero Óscar está más allá de la moralidad establecida. Utiliza su grito vitricida incluso para tentar siniestramente a las personas a robar. De pronto me viene el recuerdo de los personajes de Hesse, Sartre y Moravia, con la clara diferencia, eso sí, que Óscar rechaza abiertamente el mundo adulto, en tanto los personajes de estos otros escritores de entre-guerras se muestran como resultados de ese caos existencial vivido por la humanidad. 

    No quiero ahondar más en los detalles y en el argumento de la obra de Günther Grass. Le dejo esta ardua tarea a quien le interese. Quiero agregar, no obstante, un par de cosas -o tal vez más de un par-. 1: la guerra, ambas, están de telón de fondo a excepción de un pasaje vivido por el personaje en el edificio de Correos de Polonia mientras éste -el edificio- es atacado por los nazis; 2: Óscar se escinde permanentemente, hablando en primera persona y en tercera persona de él mismo, como casi un esquizofrénico, lo que agrega un elemento más de extrañamiento al relato; 3: recomiendo leer, además de la novela y posterior a ella, un escrito de Mario Vargas Llosa de 1987 en relación a ésta; es buenísimo; 4: la ironía y el humor son omnipresentes en las páginas de la obra de Grass, a lo que se agrega el estupor que surge como reacción en el lector en muchas ocasiones; 5: la verdad se pone en tela de juicio y sus límites se difuminan, pues al final a uno no le queda claro si la historia de Óscar es una ficción dentro de otra ficción, considerando su estadía en un sanatorio y otros "detallitos" importantes de la tercera parte.    

     1984: ya no me acuerdo qué me llevó a volver a leer esta novela de George Orwell (1949, fecha de publicación). La leí hace cerca de 40 años, así que lo específico de su argumento estaba en una espesa nebulosa. No puedo dejar de decir que las segundas lecturas son una verdadera "gozada", como dicen los españoles. En el distópico año 1984, tal vez, ("¡cualquiera va a saber en qué año vive!", piensa Winston) se vive en un Estado Policial, que controla no sólo los actos visibles de los seres humanos, sino también sus pensamientos. El mundo está "repartido" en tres mega estados: Euroasia, Oceanía y Asia Oriental. Winston reside en Londres (Oceanía). El Gran Hermano es el líder que gobierna, guía, vigila, reeduca y "cuida". No hay opción posible sino la adoración de ese ser omnipotente y omnipresente, que observa desde cada cartel que está  en cada pared y edificio de la oscura y decadente ciudad londinense. La libertad, el amor, el ¡¡sexo!! (¡Ohhh!, 😲) están prohibidos. La disensión es causa de prisión, tortura, muerte o desaparición. El colectivismo "la lleva". La neolengua está reemplazando cada vez en mayor porcentaje al obsoleto y equívoco idioma anterior. En el Ministerio de la Verdad (¡upps!, ¡qué coincidencia!) cada día  se trabaja con dedicación para "poner al día" todo lo publicado (periódicos, edictos, declaraciones, discursos) desde que dicho Estado existe (¡qué viva mil años más el Gran Hermano!). Todo se corrige hacia atrás, para que la "verdad" jamás de los jamases sea puesta en duda y la realidad pueda ser "construida" a imagen y semejanza de nuestros intereses. Porque cuando sea necesario y el Estado lo diga, dos +dos no será  4, sino cinco,  amén. 

   Esta obra es una extraordinaria crítica a los gobiernos totalitarios de la época y, paradojalmente, es aplicable a la perfección a nuestros tiempos, con la triste verdad de la multiplicación, no de los panes, sino de los Hermanos (no olvidar que existe una novela del japonés Haruki Murakami, de tres volúmenes, llamada 19Q4 -¡extraordinaria!- que leí y comenté hace un par de años).

     Rebelión  en la granja (1945), también del autor inglés George Orwell (¡qué grande!). A manera de fábula, es una sátira mordaz de los totalitarismos del siglo XX (...y XXI), especialmente del de Iósif Stalin. Los animales de la Granja Solariega se rebelan ante su dueño por las condiciones de explotación y la falta de libertad en que viven. No es una ocurrencia espontánea, ¡no!, hay un gurú, el Viejo Comandante, quien les deja como legado sus enseñanzas. Logran expulsar al humano-explotador y se adueñan del lugar que pasa a llamarse Granja Animal (aquí hay una prueba de la importancia del cambio de nombres, jejeje). "Todos los animales son iguales", reza uno de sus Mandamientos fundadores, pero pronto van destacándose algunos sobre otros y los cerdos🐷🐷🐷 pasan a dictar las directrices. Contentos por el orden establecido y el trabajo conjunto, los demás van poniéndole ñeque a la tarea diaria. Se produce un  desacuerdo entre los cerdos y el popular líder es expulsado mientras Napoleón (¡vaya nombre!) se erige como el Mandamás y se hace acompañar de perros criados por él, que con ferocidad lo escoltan donde vayan. La más descansada vida que llevaban con el primer conductor se va haciendo cada vez más difícil, el alimento se reduce, el trabajo aumenta, los mandamientos van variando "por obra y gracia del espíritu santo" y aunque "Todos los animales" siguen "siendo iguales", se agrega  "...pero unos son más  iguales que otros" (¡plop!, diría nuestro Condorito)

    Esta breve novela o extensa fábula fue escrita en 1943, pero, luego de casi desaparecer bajo un bombardeo de la capital inglesa, recorrió diversas editoriales que no se atrevieron a publicarla. Era demasiado evidente la alusión al régimen ruso. Además, "resultaría menos ofensiva si la casta dominante en la fábula no fueran los cerdos", escribe una editorial en su explicación para no publicarla (jajaja).    

   Un enemigo del pueblo es una obra dramática (1882) del autor noruego Henrik Ibsen. Recurrí a su relectura al aparecer mencionada en un texto que estaba leyendo. Este drama lo leí por primera vez cuando fui estudiante universitaria y, por efectos del tiempo, se me habían olvidado los detalles. ¡Adivinen! Se transforma en "enemigo" del pueblo quien decide revelar una verdad "incómoda", poco conveniente para la economía del lugar. El Dr. Stockmann ha recibido los resultados de unos análisis de las aguas del pueblo, que proveen del vital líquido al mayor centro turístico de la ciudad. Él había planteado determinados requisitos técnicos cuando se llevó a cabo el mejoramiento del sistema de provisión de agua, pero como esto encarecía el proyecto, no respetaron las exigencias, producto de lo cual los turistas han enfermado. Las "fuerzas vivas" del pueblo, incluido su alcalde (hermano del doctor), dirigentes y medios de comunicación se enfrentan al facultativo, lo "separan" de sus funciones y le hacen la guerra. Stockmann, apoyado por su familia, decide dar la pelea. La obra gira en torno a la lucha del individuo contra una sociedad corrupta, en que los medios de comunicación y las autoridades defienden sus intereses económicos por sobre la honestidad y la libertad de expresión. Ideas del siglo XIX totalmente vigentes.   

  Falta una novela más, pero la dejaré para la próxima entrada. Se llama Beloved, un interesante relato, que mezcla las dimensiones de fenómenos misteriosos y paranormales con la realidad. Espero que quien haya llegado hasta aquí no esté tan agotado/a. Les comparto una decisión-ocurrencia tomada hoy. En esto de estar más cercana a la verdad, que no resulta fácil si alguien se expresa en un idioma distinto, me acordé que tengo desde hace más de dos años un traductor, que permitiría, en teoría, la traducción de 41 idiomas. Lo he puesto a cargar y voy a intentar sacarle el provecho que no he hecho hasta ahora. Pronto les contaré el resultado del experimento, esperando que las máquinas sean más honestas que el ser humano, 😒. Hasta pronto.

2 comentarios:

  1. Mónica. Al llegar al final no sólo estoy agotada sino que también muuuuy pesimista. Eso del "neolenguaje" me resulta un tanto familiar y el control del " gran hermano" aún mas.

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    1. Me moderaré a futuro, jiji. El panorama no está nada de optimista realmente. Sí, hay elementos familiares. Hay una canción que dice : "la historia vuelve a repetirse..."

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