jueves, 17 de marzo de 2022

Un poco de buen humor...

    

  Hoy, en un día inicialmente muy brumoso, literalmente hablando, se hace necesario el buen humor, la alegría genuina que pueda alejarnos, además, por algunas horas, de la contingencia nacional e internacional, tan fracturada económica, política, social y humanamente en los últimos tiempos y semanas, a todo nivel. De pronto pareciera que todos estuviéramos peleados con todos. En fin, dejo esta idea hasta aquí porque el objetivo es contribuir con un poco de buena onda y no echarle más carbón al fuego🔥.  
Recuerdo que cuando niña (¡uhhh!, dirán algunos/as) tuve la oportunidad de gozar de la lectura de cuentos infantiles incluso antes de aprender a leer. ¿Cómo es eso?, se extrañará alguien. Claro, si es el típico ejercicio de revisar revistas y libros tratando de adivinar lo que dicen los personajes a través  de sus expresiones y acciones. Anhelaba con ansias aprender a leer esas historias con tan lindos dibujitos. Piensen que en esa época, no había llegado la televisión 📺 a Chile y en el campo, donde vivíamos, no todos contaban con electricidad. Un libro de cuentos o una revista de "monos animados" eran verdaderos tesoros. El tiempo pasó, dejé de lado el fantástico mundo de la infancia y comencé a incursionar en relatos "sin monitos". A la par, tenía acceso a la revista Rosita (esencialmente de modas) que mi madre compraba, al semanario Vea (informaciones de actualidad) que adquiría mi padre o a la Enciclopedia Estudiantil, dirigida expresamente para los niños de la casa. De vez en cuando, para matizar, llegaba a nuestras manos, alguna otra publicación: Ecran, En viaje, Ritmo, Cine Amor o Selecciones del Reader's Digest.

   [Entre paréntesis: Se me ha ocurrido una muy buena idea (¡qué buena idea!) con esto de la "plurinacionalidad" de la CC. Voy a enviarla como una moción popular a ver si consigo patrocinios (ustedes, imagino, serán los primeros en la lista, 😉). Creo que se le debería agregar a esto de ser "plurinacionales" que uno tenga derecho (total, en cuanto a derechos, para qué quedarnos cortos) a elegir la nacionalidad. ¿Qué les parece? Y como el espectro a nivel de "nuestros territorios" es poco atractivo y tercermundista, podríamos promover la opción por cualquier nacionalidad que nos guste. Por ejemplo, estadounidense, inuit o maorí. Así el abanico de posibilidades sería más amplio, la multiculturalidad, extraordinaria y, tal vez, a futuro, podríamos reeditar la Torre de Babel. ¡Sería un gran logro! ¡Bíblico! Esta brillante idea 💡 vino a mi mente cuando recordé la presencia de Isabel Allende en la Toma de Mando (se llama "toma", ¿verdad?; con esto de la "neolengua" me confundo a veces). La vi tan rubiaplatino-casialbina (al mejor estilo de Juego de Tronos) y con doble nacionalidad,  que me inspiró.  Cierro paréntesis]. 

    A propósito de las "Selecciones del R.D.", siempre me viene a la memoria que lo primero que buscaba entre sus páginas era la sección humorística, con su lema "La risa,remedio infalible". Me encantaba el buen humor de esa/s página/s. Luego me dedicaba a leer otras secciones,  partiendo por los reportajes que me parecían más interesantes. Obviamente, la revista Condorito  fue también parte importante de mis lecturas relajantes, amén de que nos servía -cuando niños- de inspiración  para algunas proezas. En reconocimiento a esa alegría recibida en la niñez, fui, ex profeso, el año 2021, a conocer Pelotillehue, perdón, 😂Cumpeo. ¡Qué  humor más sano e inteligente el de aquellos tiempos! Jajaja, ya estoy como los vejestorios de antaño -y de siempre-, viendo en el pasado la Edad Dorada. 

 ¿Para dónde va la micro?, se preguntará alguna mente inquieta. Sucede que hay un escritor, chileno -aún-, que me divierte mucho y que lo estuve leyendo estos días, para mejorar mi clima psicológico. Se los recomiendo si no les saca roncha visualizar de vez en cuando algún exabrupto. No es romántico, críptico, merecedor del Premio Nobel, de raigambre poética ni nada que se le parezca. Es casi como una versión novelesca del antipoeta. Es divertido, fácil de leer, medio suelto de lengua (sus personajes), con un humor muy chileno y popular. Hablo de Hernán Rivera Letelier. Hace unos cuantos años escribí acerca de él. Supe de sus obras en la última decada del siglo XX (su primera novela fue publicada el año 1994), tengo 11 de sus obras en mi biblioteca particular, pero he leído casi todas sus narraciones (21); sólo me falta una que no he logrado descargar, de corte completamente autobiográfico. ¡Ya la encontraré! El año 2000 conocí personalmente al escritor, en una ocasión que pasó por la ciudad de Lanco y dio una breve charla en el salón municipal. Acompañé -¡era que no!- a un grupo de alumnos y conseguí un autógrafo,  😂.  Si hubieran existido las selfies en ese tiempo, seguro me saco una con él,  😏.   

   Durante el fin de semana y hasta ayer, me puse al día con las obras que me faltaba por leer. Fueron seis en total: una trilogía detectivesca y tres textos más. No puedo alardear como si lo hecho fuera una gran proeza: los relatos corresponden a novelas cortas y son de lectura rápida -y muy entretenida, vuelvo a agregar-. Me acabo de enterar de que, probablemente, ya no falte mucho para que su vena creativa se agote. Sufre de párkinson y está en la etapa en que los movimientos involuntarios le van haciendo difícil escribir en el pc, además de que las palabras se le olvidan. Aquello debe ser terrible para un escritor. ¡Una verdadera pena! 

    Trilogía  del Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda (2015, 2016 y 2017) : tres relatos en que los personajes son un investigador privado, Recaredo Gutiérrez (alias "el Tira") y Tegualda López, una joven evangélica pentecostal. Esta pareja es un verdadero chiste: él, deslenguado y escéptico, ella, muy modosita y creyente, con su libro sagrado en la cartera, presto a ser sacado para defenderse del  malulo 😈 y de cada mal hablado y mal bicho. Cada texto gira en torno a la investigación de un caso policial, que es resuelto con éxito luego de varias divertidas peripecias (menos algunas, un tanto peligrosas). Dos relatos tienen como escenario principal la ciudad de Antofagasta, en tanto el otro, la ciudad de La Habana. Los demás personajes de estas especies de novelas negras son gente del hampa, guardias, vagabundos, prostitutas, policías (todo un mundo picaresco) y alguno que otro/a personaje de clase media hacia arriba, pero sólo incidentalmente. Es el mundo de las historias de Rivera Letelier, ni más ni menos, con variadas notas biográficas y una que otra observación de "refilón" relacionada con la realidad política y social chilena actual. 

  El hombre que miraba al cielo (2018), El autodidacta (2019) y El secuestro de la hermana Tegualda (2021) son las otras historias recién leídas. La primera ambientada en Antofagasta y San Pedro de Atacama; la segunda, en las salitreras del desierto nortino, en tanto, la tercera vuelve a Antofagasta y sus principales avenidas, en una suerte de lucha contra el reloj y el miedo a la muerte del ser amado. No quiero entrar en los detalles específicos de cada historia, pero sí me parece relevante destacar, además de lo ya mencionado, el hermoso regalo de creatividad  y de buen humor que entrega su autor. Este buen humor, irónico y casi negro en muchas ocasiones, se inicia ya desde los nombres y apodos de sus personajes, pasando por sus características físicas y formando parte de cada acción voluntaria o no de aquellos. Sin más que agregar, si quieres pasar un buen rato leyendo un texto cercano, que a través de sus personajes te habla de este Chile nuestro de cada día, de anhelos y pellejerías; de recuerdos de infancia y juventud; de familia, amistades y amores, todo desde una perspectiva de sabiduría simple y sin afán moralista, te recomiendo, sin dudarlo, su lectura.    

    Terminada esta sana, nutritiva y entretenida dosis de humor, volveré a incursionar en mi biblioteca física. Me esperan Milán Kundera y James Joyce: el primero, viejo conocido, el segundo, esquivado desde hace años, pero omnipresente y latente como la espada de Damocles. Espero salir indemne de sus páginas, 😳. Hasta pronto.

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