Y al tercer día...

   

   Y llegó el tercer día y no he logrado caminar. Lo he dicho mal, caminar he podido, lo que sucede, ustedes ya me entienden, no he podido salir a caminar. Hoy era importante hacerlo por el itinerario planificado, pero no he podido con mi cuerpo ni mi voluntad. Importante también, para no transformar la reiteración en tendencia (como se dice actualmente) y por la fecha. Iba tan bien en mis números diarios. Pero aquí me tienen, arrellanada en el sofá, llorando sobre la leche derramada, metafóricamente hablando, y luchando con un fuerte dolor de cabeza, producto no sé si de un resfrío incipiente o contagio de covid...o simplemente porque dormí demasiado.  En fin... 

   El día está hermoso y diáfano por suerte -para subir el ánimo-. Luminoso todo él. Hubo un par de días grises, de ésos de los que huyo. Voy a tomar un té de limón bien intenso para alejar las malas vibras y el probable resfrío. Es que todavía me ducho con agua fría. Cuando salgo no hay problema pues llego acalorada y para mí es lo mejor 👌 de lo mejor. En esos momentos no soporto el agua caliente. Pero cuando no salgo, ya es castigo puro ponerme bajo el chorro helado, 😁. Lo hago para despertar bien y alejar toda la flojera. Aún  lo soporto (el flujo gélido). Pero cada día lo pienso más, 😂.  

   Casi como en la novela Como agua para chocolate de la mejicana Laura Esquivel, la tarea de cocinar se ha transformado para mí en más que una labor diaria y necesaria. Es una vía de alegría, de aprendizaje y de catarsis. Cocino, eso sí, con ánimo positivo, que si lo hiciera al contrario ya sé que el resultado sería nefasto: un pan apachurrado, por ejemplo, o un guiso incomible.  Recuerdo un brazo de reina, cocido y lleno de grumos de harina cruda y seca que saltaban como pequeñas erupciones al cortar el trozo con la cuchara para comerlo, 😁. Ése  fue un producto de pastelería elaborado con rabia y malestar.

   Contextualizo.Yo tenía que prepararle a mi hermana (la hija pródiga), que venía de "visita" un par de veces al año a casa, cuando estudiaba en la Escuela Normal de Angol (nosotros vivíamos en Puerto Nuevo, una localidad perteneciente,  en ese tiempo, a la comuna de La Unión). Yo, adolescente en plena rebeldía, no sólo debía aceptar que me comparen con la ejemplar y brillante hija mayor, sino que, además, debía prepararle exquisiteces para que ella lleve. ¡Qué mala mi onda! Lo importante es que duró lo que tenía que durar y luego cada una escogió su profesión y su vida en libertad. El resultado fue bastante parecido. Ambas brillantes, en todo caso, 😅.   

  Acabo de comprobar que esto de cocinar es una vía terapéutica a más no poder. Fui a preparar el mise en place y al terminar me di cuenta que el dolor había remitido en parte. ¡Bravo! ¡Fuera analgésicos! Hoy voy a preparar carne de cerdo a la plancha (ya está en adobo desde temprano, 😋), la que acompañaré con una salsa de kiwi con fresa y arándanos. La salsa no la he elaborado antes, pero sé que quedará espectacular (ejem). Recuerdo su similar de tamarindo que suele acompañar la comida china y me parece que la conjunción -o maridaje, como dicen los entendidos- será perfecta.   

   El mediodía ya ha llegado. El día es promisorio, además de que he recibido el saludo de unas amigas, de la familia, de un sobrino nieto (¡qué amoroso él!) y he aprovechado de saludar también a amigas y familia. Es reconfortante y va sumando en el ánimo para seguir adelante en estos días complejos. 

...Ya de sobremesa, debo compartir que el almuerzo no me pudo quedar más sabroso y contundente. Con mucho menos me habría conformado si hubiera tenido la posibilidad de ofrecer el resultado a mi hija y a mi madre. Pero lo que no se puede, no se puede... Sólo me falta un "cafelito" bien caliente y té con sabor a limón. Los iré a preparar de inmediato. Hasta pronto.